trataba a los mas miserables. Ella era demasiado lista para no haberse dado cuenta, y casi siempre que venia a buscarla era para pedirle que la acompanara en esas visitas.

— Espero -concluyo Jeannette- que acabara por comprender. Si de mi depende, no vais a estar nunca en casa para ella…

Sylvie se contento con sonreirle como consuelo, y subio a su habitacion. Queria escribir a la madrina de Marie, la querida Hautefort (nunca se habia podido acostumbrar al nombre germanico de Schomberg), para contarle lo que acababa de ocurrir. Con el paso del tiempo, la amistad entre las dos mujeres no habia perdido nada de su fuerza y su calor, y a Sylvie le seguia gustando igual que siempre confiar sus preocupaciones a esa otra Marie. ?Sabia aconsejar tan bien…!

Una hora mas tarde, un correo a caballo partia para Nanteuil, mientras Madame de Fontsomme se reunia en el Louvre con la reina Maria Teresa, cuya actitud, en aquellas horas graves, la emocionaba: la reina dedicaba a su suegra todo el tiempo que no pasaba en rezos, en su oratorio o en la iglesia. Se notaba que queria rodear a la enferma de autentico carino, y disfrutar de su presencia mientras Dios lo autorizara. Era muy conmovedor…

9. Desgracia

La primera carta de Perceval, esperada con enorme impaciencia, tardo mucho en llegar, hasta el punto de que Sylvie se preguntaba si le habria sucedido algun percance, un accidente o un mal encuentro. El contenido la tranquilizo y al mismo tiempo le proporciono la explicacion de un silencio tan largo: el caballero no queria escribir hasta saber con exactitud donde se encontraba la fugitiva.

Al principio habia supuesto que, para borrar mejor su pista, Marie habria tomado disfrazada la diligencia de Lyon, y desde alli la de Marsella, Aix, etc., pero pronto perdio esa esperanza, despues de encontrar el coche en la segunda posta. A todo lo largo del camino habia preguntado por una dama joven que viajaba en «silla», en carroza o incluso por via fluvial: como sabia que encontraria a Beaufort en Tolon, tal vez Marie no habia querido ir por la via mas rapida. Ni por un instante imagino que delante de el corria, con un adelanto de diez horas, un jinete joven y audaz…

— ?Los hombres son increibles! -dijo Madame de Schomberg, que habia corrido al lado de su amiga en cuanto recibio su carta, y se habia instalado en la Rue Quincampoix para hacerle compania-. Nunca se les ocurrira que una muchacha avida de gloria y brillo como mi ahijada, educada entre novelas de caballerias, pueda desear conducirse como una de sus heroinas. ?Y esta es quiza la mas inteligente que conozco! ?Que mas dice? Tiene que haber mil cosas apasionantes en esa carta tan larga.

Las habia. En primer lugar, el relato de las desdichas del viajero cuya «silla» -decididamente esa clase de vehiculo era poco fiable- habia roto un eje en una cuneta profunda cerca de Macon, obligandole a procurarse un vehiculo menos rapido pero mas solido. No podia continuar a caballo debido a un dolor en la cadera, consecuencia del accidente. Por consiguiente, Marie llevaba en Tolon dos o tres dias ya cuando aparecio Perceval, aun dolorido; y por lo visto, no habia perdido el tiempo. Apenas llegado, Perceval se hizo conducir al Arsenal, y alli encontro a Beaufort, que salia, aun en pleno proceso de digestion de la violenta colera que le poseia desde hacia veinticuatro horas. El recibimiento que dedico a Perceval lo dejo muy a las claras:

— ?Ah, vamos! ?Tambien vos por aqui? ?Una reunion de familia, por asi decirlo? -ladro-. Supongo que Madame de Fontsomme viene pisandoos los talones.

Pero Perceval no era hombre que se dejara impresionar por los truenos de aquel canon humano al que conocia desde su mas tierna infancia.

— Madame de Fontsomme esta en Paris, muy inquieta y afligida, monsenor. Me ha confiado una carta que…

— ?Dadmela!

El mensajero obedecio sin mas comentarios, pero siguio con interes en el rostro del duque el curso cambiante de sus sentimientos. De la colera, Beaufort paso a la sonrisa, luego a la tristeza, y finalmente recupero intacta su furia.

— ?Su bendicion! -rugio, arrugando el papel entre sus manos nerviosas-. ?Me envia su bendicion! ?Ella tambien quiere que me case con esa loca! ?A pesar de que sabe muy bien cuanto la amo…!

— Y no teneis derecho a dudar de su amor. Solo que… es una madre, y por la felicidad de su hija esta dispuesta a todos los sacrificios.

— ?Pues yo no! Sin embargo, no voy a tener mas remedio que hacerlo.

— ?Vais a… casaros con Marie? -pregunto con prudencia Raguenel, algo sorprendido, pese a todo, por la rapidez con que la joven parecia haber ganado la partida.

— ?Oh, no de inmediato! Pero he tenido que darle mi palabra de gentilhombre. ?Sin duda no imaginais la escena que me monto ayer, aqui mismo!

La tarde del dia anterior, cuando Beaufort volvia de las atarazanas en que supervisaba la construccion de un navio y las reparaciones de otros seis, habia recibido la visita del «caballero de Fontsomme». Era necesario dar un nombre para poder pasar entre los distintos guardianes que tenian encomendada la vigilancia del viejo arsenal construido por Enrique IV y en el que, por esa razon, Beaufort se sentia como en su casa. Descubrir a Marie bajo el disfraz masculino habia sido una sorpresa para el duque, pero no tan grande como la que le produjo la extrana luz interior que emanaba de ella.

«He venido a deciros de nuevo que os amo -declaro ella, sin mas preambulo; y como, apenas repuesto de la sorpresa, el se disponia a protestar con energia, continuo-: No quiero escuchar razonamientos ni me voy a contentar con evasivas; estoy decidida a convertirme en vuestra esposa.»

— Intente entonces -siguio contando Francois- tomar a broma aquella increible declaracion, pero ella no bromeaba. Su cara tenia tal seriedad que me impresiono. Saco de su cinto un estilete, apoyo la punta de la hoja en su garganta y me dijo que si no prometia inmediatamente hacerla mi mujer, se mataria delante de mi. Estabamos solos porque ella habia pedido hablarme sin testigos de un «asunto importante». Yo no podia esperar ninguna ayuda, y no tenia el menor deseo de echarme a reir porque leia en sus ojos una determinacion horrible: «Os doy solo diez segundos, anadio. Jurad, o si no…» Para convencerme, apreto ligeramente la punta de acero y aparecio una gota de sangre. Comprendi que estaba dispuesta a llegar hasta el fin, y crei volverme loco. Ella se puso a contar. Cuando llego a siete, me rendi y jure casarme con ella tal como me exigia. Entonces sonrio y volvio a enfundar el punal; dijo que confiaba en mi y que nunca me arrepentiria de haber aceptado porque haria todos los esfuerzos posibles para hacerme feliz, «empezando por daros hijos, cosa que mi madre ya no podria hacer». Era una frase de mas: al aceptar, yo habia pensado en Sylvie, en Sylvie que me odiaria por toda la eternidad si Marie se daba muerte delante de mi. Le di a entender que era imposible una boda inmediata, que no podiamos hablar de eso hasta despues de la campana que estoy preparando contra el reis Barbier Hassan, ese renegado portugues que es el almirante de Argel; y que en consecuencia podia regresar a su casa. Se nego, y dijo que unicamente volveria casada, aunque tuviera que esperar aqui uno o dos anos. Le recorde entonces que seria necesario tambien obtener el permiso del rey y de sus padres: es decir, su madre y su hermano, que es ahora el jefe de la familia. Pero ella sonrio, porque sabe muy bien que Philippe seria feliz si yo me convirtiera en su cunado. En cualquier caso, no le hacia falta esperar mucho para saberlo: simplemente esperar su vuelta de Saint-Mandrier, adonde le habia enviado a inspeccionar una fortificacion. Y en esta situacion me encuentro, querido Raguenel. Convendreis en que me he dejado pillar en la trampa como un bendito.

— Dificilmente podiais haber hecho otra cosa. Yo sabia que Marie podia ser muy decidida, ?pero hasta ese punto…! Su excusa es que os ama desde siempre, creo. Quiza tanto como la propia Sylvie…

— Sylvie -repitio Beaufort en tono triste-. ?Pensais que me resulta divertido que se convierta en mi suegra cuando yo queria hacer de ella mi duquesa?

— Creo que hay que dar tiempo al tiempo. Habeis tenido razon al poner por delante los retrasos impuestos por las circunstancias. Pero… ?podeis decirme donde se encuentra Marie en estos momentos?

— En Sollies, a tres leguas de aqui aproximadamente, en casa de la marquesa de Forbin. Ella, como tal vez sabeis, es la madre de Madame de Rascas, la bella Lucrece amante de mi hermano Mercoeur, para la que esta haciendo construir en Aix lo que llama el pabellon Vendome. Es tambien amiga mia, y le he confiado a Marie sin

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