— No seria justo. Dios quiere que yo haga penitencia…
Tambien la reina Maria Teresa se volcaba sin calculo en atenciones hacia la mujer en la que habia encontrado una segunda madre. Sylvie y Molina la acompanaban, porque a la reina le gustaba oir hablar a su alrededor la lengua de su infancia, y la primera pasaba largas horas en compania de su amiga Motteville. A veces la enferma pedia a su antigua doncella de honor que cantara para ella como antano, en aquellos dias tan dificiles que ahora recordaba como una epoca feliz. Entonces, Madame de Fontsomme cogia la guitarra y, durante el tiempo de una cancion, volvia a ser la «gatita» de antes. Mientras, el vientre de La Valliere se redondeaba por tercera vez…
Las unicas buenas noticias de aquellos dias dolorosos llegaron del Mediterraneo, donde Beaufort llevaba a cabo verdaderas proezas. Por dos veces asesto a los piratas infieles golpes sensibles: primero, al entrar por la fuerza en el puerto de La Goleta, donde el anciano Barbier Hassan fue muerto en los comienzos de la batalla y perdio quinientos hombres, mientras los navios del rey bombardeaban Tunez. Tres barcos cayeron en manos francesas. La segunda vez, despues de un rapido paso por Tolon para reparar lo que podia ser reparado y embarcar tropas de refresco, Beaufort y los suyos pasaron a sangre y fuego el puerto berberisco de Cherchell, incendiaron dos barcos y capturaron tres mas. Los estandartes de los vencidos fueron enviados a Paris y exhibidos en Notre-Dame, colgados de las bovedas seculares, en el
Tenia setenta y un anos y las enfermedades, fruto de una vida de excesos, habian minado la fortaleza de aquel organismo apto para vivir cien anos. La gota, los calculos del rinon y tambien la sifilis le consumian entre grandes dolores que se esforzaba en mitigar recurriendo a todos los remedios que le ofrecian, no los medicos, a los que consideraba ignorantes, sino los herboristas y los curanderos de campo. Paso sus ultimos meses en compania de su mujer en los castillos que tanto amaba: Anet, Chenonceau y sobre todo Vendome, su ducado, que se esforzaba en embellecer y hacer progresar. En ocasiones se instalaba en Montoire, donde poseia una casita en la que se encontraba a gusto y descansaba del lujo de sus restantes mansiones. El gran pecador se arrepentia y encontraba un poco de ternura junto a la fiel esposa que nunca habia dejado de amarle y que, poco a poco, le habia conducido a Dios.
A finales de septiembre, aprovechando una mejoria que atribuyo a un remedio de un curandero de Montoire, se hizo trasladar a Paris con el fin de estar mas cerca de las noticias que llegaban sobre la gloria de su hijo menor, pero los sufrimientos recomenzaron muy pronto y su agonia se prolongo tres semanas. Sin embargo, unos dias antes de dejar este mundo, envio recado a Sylvie de que fuera a verle. Ella lo hizo sin dudar.
Al penetrar en la suntuosa habitacion que tantas veces habia visto en su infancia, sintio en la garganta el olor terrible de la enfermedad, mal disimulado por el del incienso que hacian quemar con la esperanza de que aquel alivio para las almas confortara tambien su cuerpo. La duquesa Francois e estaba alli, en compania de un capuchino que rezaba al pie del lecho. Las dos mujeres se abrazaron con el calor de su antiguo carino, y luego Madame de Vendome murmuro:
— El buen padre y yo vamos a dejaros con el. Quiere hablaros…
Y Sylvie se quedo sola con el hombre que habia permitido que tuviera una infancia feliz, pero que tanto dano le habia hecho luego… Se acerco al lecho, que sin duda acababan de rehacer porque estaba tan liso y limpio como un lecho mortuorio, y examino la cabeza enflaquecida, amarillenta y casi calva del que habia sido uno de los hombres mejor parecidos de su epoca. Parecia dormir, y ella vacilo. De subito, aquellos terribles ojos azules, apenas un poco empalidecidos, se abrieron y se posaron en ella.
— Habeis venido…
— Creo que es evidente…
— ?Por que? ?Para ver a que estado ha reducido la proximidad de la muerte a vuestro mas antiguo enemigo?
— No sois mi enemigo mas antiguo. Lo fue el hombre que asesino a mi madre; y en aquel momento fuisteis vos, recordadlo, quien me proporciono los medios para seguir viviendo en la seguridad de vuestros castillos.
— No fui yo; fue la duquesa…
— Pero vos aceptasteis sus decisiones.
La sombra de una sonrisa se insinuo en sus labios secos.
— Quizas a fin de cuentas pueda atribuirme algun merito… No os detestaba, al principio, pero desconfiaba de vos… sobre todo debido a ese amor testarudo que os obstinabais en dedicar a mi hijo…
— Lo se. Ya me lo habiais dicho… en otras circunstancias.
— No lo he olvidado. Estaba seguro de que por encima de todo lo que queriais era ser duquesa.
— ?Que extrana es la vida! Lo soy, sin haberlo deseado.
— Creo que fue ese matrimonio con un hombre de calidad lo que me abrio los ojos sobre vos. En especial despues de su muerte a manos de mi hijo, tan poco tiempo antes de que matara tambien a su cunado. Somos hombres terribles, y yo mismo me doy miedo. Yo… os he hecho mucho dano…
— No tanto como lo habriais deseado, porque no me habeis destruido… y tampoco el amor que nunca he dejado de sentir por el.
— ?Le amais todavia?
— Si. Le amare hasta el final… y quizas incluso mas alla, si Dios lo permite.
Hubo un silencio, roto enseguida por la respiracion pesada del moribundo.
— ?Me creereis si os digo que eso me hace… muy feliz? Ahora… debo deciros por que os he hecho venir. En primer lugar… para pediros que me perdoneis… un perdon a la medida de mis remordimientos, que son profundos. Despues… querria que cuidarais de Francois… Va a ser almirante de Francia y tiene muchos enemigos a los que ese alto cargo no va a apaciguar, antes al contrario.
— ?Como podre hacerlo? Surca los mares a cientos de leguas de mi, expuesto a todos los peligros del mar y de los hombres.
— Cuando la muerte se aproxima, sucede que el futuro entreabre algo el velo que lo oculta. Un gran amor posee un poder infinito… y se que un dia el necesitara el vuestro… ?Me lo prometeis?
Abrumada por la emocion, Sylvie se dejo caer de rodillas junto al lecho.
— ?Os lo juro, monsenor! Hare por el todo lo que este en mi poder.
— ?Me perdonais?
— De todo corazon.
Entonces, entre los sollozos que la sacudian, sintio en su frente la mano de Cesar, que trazaba con lentitud la senal de la Cruz.
— Que Dios os bendiga… como os bendigo yo. Si se digna oir al pecador que soy, rezare por vosotros dos…
Al contrario de lo que se habria podido esperar, Luis XIV mostro un pesar autentico por la muerte de aquel tio suyo tan contradictorio, a un tiempo bravo hasta la locura y calculador, libertino y sin embargo profundamente cristiano, con arrepentimientos espectaculares; y tambien generoso y compasivo con los humildes como el propio Francois; aquel tio al que el rey llamaba «mi primo». Ademas, era el ultimo de los hijos de Enrique IV que retornaba al Padre. De modo que, para sorpresa general, ordeno que sus funerales fuesen los de un principe de sangre. Y en su propio
Despues, ella, Jeannette y Perceval marcharon a Vendome, donde se iban a celebrar los funerales. Solo el hijo primogenito, Louis de Mercoeur, ahora duque de Vendome, y sus dos hijos Louis-Joseph y Philippe, respectivamente de once y diez anos de edad, estuvieron presentes en la ceremonia: la escuadra de Beaufort seguia guerreando en algun lugar de la costa africana.
Despues de que Cesar fuera inhumado con gran pompa en la tumba de la colegiata de Saint-Georges,