— En tal caso tendria el honor de rogar al rey que diera a otro ese feo encargo y haria lo imposible para que no lo cumpliera -repuso el mosquetero sin perder la sangre fria-. La Bastilla no es lugar adecuado para una dama de esta calidad, y hasta ahora el rey no ha enviado nunca alli a un inocente…

— ?Sabeis que eso es rebelion?

— No, Sire, simple cortesia, unida a lo que en otro tiempo era el deber de un caballero: proteger a los debiles de los malos caminos y de las fieras daninas. Las calles de Paris no son seguras, y el Louvre esta poblado por fieras siempre dispuestas a descuartizar la presa que se les entrega. ?Anadire ademas que me une a la duquesa una respetuosa amistad!

La mirada azul y la mirada negra, ambas relampagueantes por igual, se cruzaron como espadas. Fue el rey quien aparto la suya.

— ?Maldito cabezota! ?Haced lo que gusteis…! ?Adios, senora!

Como si hubiera sido un simple particular encolerizado, el rey se despidio con el portazo mas democratico del mundo. De inmediato, el capitan de los mosqueteros ofrecio a su companera una amplia sonrisa y su brazo.

— ?Me ofrecereis un vaso de vino caliente con canela? En estos tiempos desapacibles, es el mejor remedio que conozco contra las congelaciones del corazon.

— ?Todo lo que querais! Nunca dare suficientes gracias al Cielo por haberme provisto de un amigo asi.

Y de ese modo, orgullosamente acompanada por D'Artagnan y saludada, gracias a el, por todos los soldados de guardia, Sylvie salio del Louvre casi exactamente veintinueve anos despues de haber entrado en el en la carroza de la duquesa de Vendome. Esta vez, para no volver.

En el patio, el capitan pidio su caballo, subio a Sylvie a su coche y la escolto por las calles nocturnas hasta su mansion. Al ver dos coches que esperaban, prefirio retirarse.

— Dejaremos el vino caliente para otra ocasion. Teneis visitas y sera mejor que yo regrese al Louvre.

— Me entristece pensar que no nos volveremos a ver -suspiro Sylvie.

— ?Y por que, si os place?

— Manana marcho a Fontsomme, de donde no podre moverme, y no quiero colocaros en un compromiso ante el rey.

D'Artagnan esbozo una sonrisa feroz que hizo brillar sus dientes blancos.

— Ese pipiolo tendra que aprender que, si quiere buenos servidores, ha de dejarles escoger libremente sus amistades. Ire a veros y a daros noticias. Y el placer sera mio, porque… no puedo imaginar una existencia de la que vos esteis ausente para siempre.

Conmovida, ella le tendio una mano en la que el poso sus labios un largo momento; luego el mosquetero salto al caballo con tanta ligereza como si tuviera veinte anos, y partio sin darse la vuelta.

Junto a la chimenea de la biblioteca, Sylvie encontro a Marie de Schomberg, Perceval y La Porte, que esperaban bebiendo el vino con canela al que habia renunciado D'Artagnan. Cuando aparecio, los tres rostros se volvieron hacia ella.

— ?Y bien? -dijo la mariscala.

— Exiliada en mis tierras. Como vos, y como vos -anadio dirigiendose por turno a la antigua dama de compania y al mas fiel servidor de Ana de Austria.

Este se levanto y dio unos pasos por la estancia.

— Apostaria la cabeza a que tengo razon. El confesor de la reina madre ha debido de exigir de ella, para darle la absolucion y antes de recibir el cuerpo de Cristo, que dijera la verdad a su hijo mayor.

— ?Y yo digo que es imposible! -exclamo Marie-. Incluso en confesion, un secreto de Estado no es algo destinado a los oidos del primer cura que aparezca.

— Monsenor de Auch no es el primer cura que aparece, y aunque lo fuera, violar el secreto de confesion implica condenarse -intervino Perceval-. Dicho eso, el adulterio es un pecado mortal: la reina estaba obligada a descargar su conciencia. Pienso como La Porte: el rey lo sabe todo ahora. Y estais en peligro… ?No fuisteis complices de los amores de la reina con Beaufort?

— ?Ella no nos habria entregado! -dijo Marie con vehemencia.

— Entregado no -contesto La Porte-, pero seguramente el exigio saber quien podia estar al corriente. Supongo que antes de dar nombres, ella hizo jurar al rey que no nos haria ningun dano. Si no, ya estariamos en la Bastilla. El se contenta con alejarnos para siempre.

— La Porte tiene razon -aprobo Perceval-. La casualidad ha querido que los tres juntos hayais sido los primeros en aparecer ante su vista cuando ha salido de la habitacion despues de saber que, aunque lleva la sangre de Enrique IV, no le sucede lo mismo con la de Luis XIII. Es una revelacion terrible para un joven tan orgulloso, por mas que su madre le haya asegurado que su hermano Philippe nunca sabria nada. El viejo zorro de Mazarino sabia lo que hacia cuando el y la reina favorecieron a cual mas los gustos femeninos del principito, para que nunca llegara a convertirse en un segundo Gaston d'Orleans. Luis es el rey, y pretende seguir siendolo. Es bastante normal que aparte de su lado a unas personas que le recordarian continuamente la verdad.

— ?Pensais que Mazarino lo sabia? -pregunto Madame de Schomberg.

— Ella nunca le oculto nada -dijo La Porte con amargura-. ?No era su esposo secreto?

Sylvie dejo oir su voz:

— ?Y Beaufort? ?Que va a ser de el?

El nombre hizo nacer un silencio en el que el espanto se mezclaba a la ansiedad. Todos sabian que Luis XIV nunca habia querido al mas turbulento de los Vendome y no se atrevian a imaginar cuales podian ser sus sentimientos, ahora que sabia… Fue de nuevo Perceval quien hablo:

— El Rey Cristianisimo no puede cometer un parricidio que le condenaria. Pero teneis razon, Sylvie, al pensar en el. Voy a marchar a Tolon y le esperare alli: es preciso prevenirle de viva voz. Una simple carta, que puede caer en manos de cualquiera, seria demasiado peligrosa. Me reunire con vos en Fontsomme… porque supongo que os ireis pronto.

— Manana mismo. Esta casa y la de Conflans quedaran sumidas en el sueno hasta que mi hijo las despierte…

Al dia siguiente, 26 de enero de 1666, moria Ana de Austria, unos minutos antes de las cinco de la madrugada, besando el crucifijo que habia guardado toda su vida a la cabecera de su lecho. Tal como habia pedido, fue revestida con el habito de los Terciarios de San Francisco antes de que su cuerpo fuera llevado a la necropolis real de Saint-Denis, donde se reunio con su esposo.

Todas las campanas de Paris doblaban por ella cuando tres coches, en los que viajaban respectivamente Madame de Schomberg, La Porte y Sylvie, salieron de la Rue Quincampoix. Perceval, por su parte, habia optado valerosamente por la silla de posta, a pesar del penoso recuerdo que guardaba de ella.

Antes de dejar su mansion, Madame de Fontsomme habia reunido al personal para ponerlo al corriente de la nueva situacion y dejar en libertad a quien lo deseara. Pero no hubo la menor defeccion. Berquin y Javotte se quedarian en Paris con algunos criados para el mantenimiento de la casa. Todos los demas, incluido el nuevo cocinero, optaron por el castillo ducal.

— No hay ninguna razon para que la senora duquesa coma mal, con el pretexto de que en adelante vivira en el campo -dijo Lamy-. Ademas, alli tendre tiempo para escribir el tratado sobre la caza menor de pelo y pluma que tengo en mente desde hace tiempo…

El unico pesar de Sylvie al abandonar Paris era su bonita finca de Conflans, que siempre habia sido su favorita y en la que se sentia mas en su casa que en ningun otro lugar. Por lo demas, no estaba demasiado encarinada con su mansion parisina, y menos aun con una corte llena de trampas y ambiciones sordidas, a pesar de la compasion afectuosa que le inspiraba la pobre reina, hundida en una pena autentica y que iba a encontrarse muy sola, privada de un apoyo moral que nadie le iba a prestar.

Tenia razon al temer un aumento de los pesares y tal vez tambien del aislamiento de Maria Teresa: apenas habia cerrado los ojos su madre cuando Luis XIV, con un cinismo asombroso, incluyo a su querida en el sequito de damas de su esposa: La Valliere dejo el Palais-Royal y el servicio de Madame para entrar en el de la reina. El rey podria verla asi mas a menudo.

Sylvie supo la novedad unas semanas despues de su caida en desgracia, a traves de una carta de Madame de Montespan, que con un valor digno de encomio le testimonio una amistad bastante inesperada y nacida sin duda del hecho de ser la madre de Marie, pero que cuadraba bien con el caracter orgulloso de Athenais, que

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