decirle que es mi… prometida, ya que al parecer lo es. He exigido que hasta nueva orden todo esto quede en secreto.

— ?Sabia precaucion! Quizas algun dia conseguiremos que Marie os devuelva vuestra palabra.

— No soneis… Vos no la habeis visto como la he visto yo.

La carta acababa con un relato sucinto de la entrevista que el caballero de Raguenel habia tenido con Marie en el castillo de Sollies, y con el anuncio de su proximo regreso. Era evidente que la entrevista habia sido tormentosa y que Perceval preferia esperar a verse cara a cara con Sylvie para darle los detalles. Salvo que prefiriera no decir nada en absoluto. Por lo menos, es lo que pensaba Madame de Schomberg.

— Para quien sabe leer entre lineas, no cabe duda de que esta muy descontento. Yo tambien lo estoy. Nunca habria creido a mi ahijada, a la que quiero con ternura, capaz de tales acciones. Su fuga mas bien me divirtio, no os lo oculto, Sylvie, pero esa escena grandilocuente, esa manera de obligar a un hombre a prometer bajo la amenaza de un suicidio, me desagrada profundamente. ?Es tan… ordinaria!

— ?Oh, es un poco culpa mia! -suspiro Sylvie-. No he valorado suficientemente el ardor y la firmeza de su amor por Francois, porque no imaginaba que pudiera llevarla a esos excesos.

— La desgracia es que nadie conoce del todo a sus hijos. Como les hemos dado la vida, pensamos que se pareceran a nosotros en todo, pero detras de nosotros y detras de ellos hay siglos de antepasados que tambien cuentan. Aparte del amor que les une, los hijos son unos desconocidos para sus padres, porque el amor es ciego. Lo que estas viviendo en este momento, amiga mia, me consuela de no tenerlos…

Sylvie dio dos o tres vueltas por la sala; coloco una flor, hojeo un libro que solto enseguida, ocupo de una u otra forma sus manos, para intentar disimular su nerviosismo.

— Me pregunto -dijo por fin- lo que piensa Philippe de todo esto. Mi padrino no habla de el.

— Quiza porque no tiene nada que decir.

En realidad, Philippe estaba demasiado desorientado para tener una opinion precisa. El peso de las noticias que cayeron sobre sus espaldas a su vuelta de la inspeccion, le aturdio un poco. La llegada de su hermana, su instalacion en casa de Madame de Forbin-Sollies y la entrevista a solas en que Beaufort habia pedido la mano, cuidando mucho de anadir que en ningun caso se podia divulgar la noticia; y finalmente el largo paseo por el puerto con Perceval y la visita al castillo de Sollies, donde su presencia era habitual, le sumieron en un abismo de reflexiones en el que se agitaban preguntas sin respuesta, como las siguientes: ?por que un acontecimiento tan feliz como una boda de dos personas que se aman ha de mantenerse en secreto? O bien: ?por que el humor de su bienamado jefe, tan alegre desde su regreso a Tolon, se habia hecho detestable? Y finalmente, ?por que Marie, cuya conducta no conseguia comprender en absoluto, parecia querer borrar incluso el recuerdo de su madre? ?Y por que se negaba a volver junto a Madame, a la que tanto queria?

El abate de Resigny, que seguia siendo su confidente mas intimo, le aconsejo prudentemente que no intentara penetrar en los complicados arcanos del corazon de una muchacha. La carta que cada quince dias, con mucha regularidad, enviaba este a Madame de Fontsomme describia tanto el estado de animo del joven como los consejos que el le prodigaba al alimon con Perceval.

Finalmente, la escuadra partio de Tolon para perseguir a los berberiscos y Perceval de Raguenel tomo de nuevo el camino de Paris, despues de una ultima entrevista con Marie. Se sentia disgustado. Hasta el ultimo momento habia esperado llevarse una palabra tierna para Sylvie, pero segura ahora de la palabra arrancada a Beaufort, y mas segura aun de si misma, de su juventud, de su belleza y de una victoria final que haria desaparecer finalmente a su madre de los pensamientos de su «prometido», la joven se habia contentado con declarar:

— Decidle que soy feliz y que espero serlo mas. Le agradezco que haya dado su consentimiento por escrito a este matrimonio que tanto deseo. Quiza pueda ayudarnos tambien a conseguir el del rey.

— No se lo aconsejare. Nadie puede permitirse intentar influir en una decision del rey. Sobre todo en lo que se refiere al duque de Beaufort, al que quiere muy poco. ?Que haras si se niega?

— Siempre podremos casarnos en secreto. A fin de cuentas lo que deseo es ser suya, y si fuese necesario vivir en el exilio, eso no me daria miedo porque estaria a su lado.

?Que mas decir ante tal declaracion? Perceval volvio junto a Sylvie y le proporciono un informe tan completo como le fue posible. Ella le escucho sin decir nada, y luego, cuando el hubo terminado, se limito a preguntar:

— Decidme al menos como es esa senora de Forbin. ?Creeis que Marie se encuentra a gusto en su casa?

— ?Oh, a las maravillas! -sonrio Perceval-. La marquesa posee todas las cualidades de una gran dama unidas a las gracias de una mujer amable, cultivada y llena de generosidad, y podemos dar gracias a Dios de que esa loca este bajo su cuidado. No habriamos podido esperar nada mejor, y me ha parecido llena de comprension porque, en el momento de saludarla despues de despedirme de Marie, murmuro: «Decid a la senora duquesa de Fontsomme que cuidare de que no tenga que dirigirme ningun reproche el dia en que tenga el honor de verme en su compania.»Sylvie cerro los ojos para apreciar mejor el peso de la angustia que se quitaba de encima. Como sabia que aquella dama era amiga de Francois y recordaba demasiado bien su experiencia en la mansion de Catherine de Gondi, en Belle-Isle, habia temido que Madame de Forbin-Sollies fuera una antigua querida o una enamorada rechazada. ?Eran tan torpes los juicios de el sobre las mujeres! Pero con Perceval no ocurria lo mismo. De modo que exhalo un largo suspiro, abrio de nuevo los ojos y sonrio al rostro cansado de su viejo amigo.

— Habriais tenido que empezar por decirme eso. ?No tengo mucha confianza en las «amigas» de monsenor! Pues bien, asi las cosas, no nos queda mas que esperar noticias.

— Puedo darte ya algunas frescas -dijo Perceval, al tiempo que abria su justillo y extraia una carta-. Antes de embarcarse, el duque me dio esto para ti.

— Tenia alguna esperanza de que contestara a mi carta. Veamos lo que escribe -anadio y, tras hacer saltar el sello de lacre rojo, desdoblo el papel que mostraba la pintoresca letra de Francois. Solo habia unas pocas palabras, pero al leerlas sintio a la vez fria la espalda y calido el corazon.

«Me casare puesto que me obligan -escribia Francois-, pero solo conseguiran de mi un matrimonio secreto y no consumado. Nunca tocare a vuestra hija, porque nunca amare sino a vos.»

Quiso tender el papel a Perceval para que lo leyera, pero este rehuso, diciendo que ya conocia el contenido.

— Pues bien -pregunto Sylvie-, ?Como creeis que se tomara Marie esa ultima disposicion? Nos amenaza un nuevo drama…

— No lo creo. Lo que cuenta para ella es que le coloque el anillo en el dedo. No imaginas la confianza que tiene en si misma. Se considera muy capaz de llevarlo una noche u otra a donde ella quiere. Piensa, y quiza no sin razon, que tiene toda la vida por delante.

— No esta equivocada…, ?y ademas es tan bella! El, despues de todo, no es mas que un hombre…

Los meses siguientes fueron sin duda los mas tristes que vivio la corte, dividida entre la lenta agonia de la reina madre y la exhibicion por parte de Luis XIV de su pasion por La Valliere. Se notaba que, a despecho de los testimonios de amor que daba sin cesar a la que iba a partir, a pesar de sus lagrimas frecuentes, el joven rey piafaba de impaciencia por no poder rodear a su favorita -un termino que no se habia empleado desde hacia mucho tiempo- con el brillo de las fiestas y la caricia de los violines. Por otra parte, en mayo se produjo un episodio penoso. Cuando Ana de Austria redacto su testamento e indico como se repartirian sus joyas entre sus hijos, Luis XIV insistio de una manera indecente en que su madre le legara las gruesas perlas que habia admirado desde la infancia. La pasion del rey por las piedras preciosas y las joyas resplandecientes empezaba a ser bien conocida, y no soportaba la idea de que aquellas perlas excepcionales fueran a parar a la pequena Marie-Louise, la hija de Monsieur. Acabo por tenerlas, pagandolas. Ana de Austria ofrecio entonces a su hijo menor los famosos herretes de diamantes que eran tal vez su recuerdo mas querido. El los recibio llorando.

Durante todo ese tiempo, Philippe d'Orleans se comporto como un hijo perfecto, lleno a la vez de dolor, carino y compasion. Cuando su madre fue llevada del Val-de-Grace al Louvre, no se aparto de ella y se convirtio en su acompanante diario, su enfermero y casi su consejero espiritual. Un dia, al ver como el terrible dolor crispaba el rostro enflaquecido pero aun tan bello, grito:

— ?Quiera Dios concederme el soportar la mitad de vuestros sufrimientos!

Ella respondio:

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