cuanto se viera fuera, sublevaria a sus partidarios y se convertiria en jefe de una banderia. ?Habeis cometido un error, hace un instante, al recordar la Fronda!
Sylvie intervino entonces.
— Juro por mi vida y por mi salvacion eterna que no sucedera nada de eso. Me lo llevare al fin del mundo, a un lugar que unicamente conocemos el y yo. Nunca mas sera a nadie, y su vida seguira tan oculta como en vuestra prision, con la diferencia de que sus guardianes seran el cielo, el mar… y el amor que siento por el.
Los ojos grises del gobernador iban sin cesar de la una al otro, ambas personas vestidas de negro como estatuas funebres: la mujer transfigurada por su amor, y en su imaginacion lejos ya de la fortaleza; y el hombre, sombriamente decidido, que solo habia devuelto la daga a su vaina para empunar una pistola. Saint-Mars se sentia cogido en una trampa, pero no acababa de resignarse.
— ?No! -gimio-. ?No, no puedo! ?Marchaos! Olvidare que os he visto.
— Pero nosotros no -dijo Sylvie con dulzura-. Si me voy sin el, sera exactamente igual que si nos matais: Francia entera sabra que esta vivo y que lo tienen prisionero. La sublevaremos.
— No lo conseguireis. La Fronda acabo hace mucho tiempo…
— Desde luego, pero son incontables las personas que quieren al duque y se niegan a creer en su muerte. Y su rostro lo conoce todo el reino, desde las costas de la Provenza hasta las fronteras del Norte. Ha combatido en todas partes, y en todas partes ha dejado huella de su paso. Es almirante de Francia, es el duque de…
Saint-Mars se precipito hacia ella para colocar una mano sobre su boca e impedir que pronunciara el temido nombre. Sylvie aparto esa mano con suavidad, y termino con mas suavidad todavia:
— ?Es esa la razon por la que debe llevar una mascara para siempre? Pues bien, habra otro rostro debajo de la mascara, y nadie sabra nunca nada. Salvo vos y yo…
— ?Y si viene Monsieur de Louvois a hacer una inspeccion?
— Muy sencillo -intervino Ganseville-. Cuando el preso llego aqui, estaba enmascarado…
— En efecto.
— ?Y nunca le habeis visto el rostro?
— Nunca. Me lo entregaron asi, y ya entonces me habian dado ordenes terminantes: nunca he de ver su rostro.
— En ese caso no teneis ningun medio de saber si, durante el largo viaje desde Constantinopla, no le sustituyo otra persona. Habeis tomado lo que os trajeron, y eso es todo. En cuanto a Louvois, ?que quereis que venga a hacer a vuestro castillo de las nieves? Una inspeccion seria indigna de su grandeza. Y lo mismo digo de Colbert… La gente se haria preguntas.
— Podrian venir a ver a Fouquet. O a Lauzun… vuestro amigo -anadio con amargura dirigiendose a Sylvie.
— Es de verdad mi amigo -dijo ella con una sonrisa triste-, y tambien lo fue Fouquet. ?Me direis siquiera si se encuentra bien, despues de tanto tiempo?
— No dire que su salud es excelente, porque nunca ha sido buena, pero esta tranquilo y da muestras de una gran resignacion, basada en su fe cristiana. Esta… enteramente sometido a la voluntad de Dios. Cosa que no le ocurre a Monsieur de Lauzun.
— De todas maneras, nadie vendra a «inspeccionar» a quien sea -se impaciento Ganseville-. El rey prefiere no acordarse del antiguo superintendente de las Finanzas hasta el dia en que le anuncien su muerte. En cuanto a Lauzun, esta cumpliendo una penitencia, y se guardaran mucho de dejarle pensar que aun sienten interes por el. Bien, ?que decidis? ?El tiempo apremia!
Hubo un silencio. Hundido en su sillon, Saint-Mars sopesaba todos los elementos del problema. Le dejaron reflexionar un momento. El corazon de Sylvie latia con tanta fuerza que le parecia estar a punto de ahogarse. Finalmente, Saint-Mars se levanto y se dirigio a Ganseville:
— Envolveos en vuestra capa, calaos el sombrero hasta los ojos… y venid conmigo. Vos, senora, esperareis fuera.
Los dos hombres iban ya a salir cuando Sylvie se acerco al fiel amigo al que nunca iba a volver a ver, y alzandose sobre la punta de los pies, le beso.
— ?Dios os guarde y os bendiga por la generosidad de vuestro corazon!
— ?Que El os guarde a los dos, y sere feliz! -respondio el al devolverle el beso.
Luego siguio al que iba a convertirse en su carcelero y era ya su complice…
Mucho rato despues, en su coche, al que le habia escoltado un guardian para que esperara en el a su acompanante, Sylvie, con el corazon desbocado y los ojos abiertos de par en par, fijos en la puerta encuadrada entre dos teas, vio salir a Saint-Mars acompanado por un hombre embozado tan parecido a Ganseville que sintio un nudo en la garganta. Sin una palabra, el gobernador le hizo subir, saludo a Madame de Fontsomme, cerro la portezuela e hizo senal al cochero de que partiese; luego se reunio con dos oficiales que acababan de salir de un edificio vecino.
Paralizada por la angustia, Sylvie apenas se atrevia a respirar. En el interior del coche reinaba la oscuridad, y su acompanante era apenas una sombra un poco mas espesa, pero no queria correr el riesgo de romper el silencio mientras se encontraran todavia dentro del recinto de la fortaleza. Sin embargo, la esperanza regresaba poco a poco: Ganseville no habria tenido ningun motivo para callar con tanta obstinacion.
El paso a traves de los puestos de guardia se hizo con mas rapidez que a la ida. Como habian controlado el coche al entrar, los centinelas no tenian motivo para no dejarle salir. Finalmente, se alzo la ultima barrera entre la prision y la libertad. Gregoire lanzo los caballos al galope. La sombra negra se animo, aparto los pliegues de la capa, alzo el ala del sombrero. Luego se dejo oir una voz sorda, ?tan distinta del vozarron de otros tiempos!
— Si no hubieseis venido, nunca habria aceptado que ocupara mi lugar -dijo Beaufort-. No es justo que otro pague por mi los pecados que he cometido.
— No habeis cometido otro delito que incurrir en el odio de un rey al que solo deseabais servir hasta la muerte…
— Si es asi, ?por que no ha hecho que me maten?
— Confio en los azares de la guerra. Como Dios le nego esa solucion, nunca intentara atentar contra vuestra vida: seria condenarse. Pero habeis sido declarado oficialmente muerto. Le importaba apoderarse de vuestra persona y hacerla desaparecer del mundo de los vivos sin mataros.
Hablaba de forma maquinal, intimamente decepcionada por aquella actitud lejana y abatida. Habia temido que no aceptara con facilidad que Ganseville ocupara su lugar, pero esperaba al menos una efusion, un poco de alegria al volverla a ver. Los sufrimientos a manos de los turcos, luego a lo largo del viaje interminable y finalmente en Pignerol, parecian haber hecho desaparecer la fuerza, el valor, la increible vitalidad que le caracterizaba. De pronto se sintio terriblemente cansada. Y el silencio se instalo de nuevo entre ellos…
El coche avanzaba ahora en medio de los campos y la noche. Sylvie oyo de repente:
— ?Adonde me llevais?
— Muy cerca de aqui, a una granja en ruinas. Alli os esperan Philippe y el caballero de Raguenel.
Entonces ocurrio lo que ella ya no esperaba: el reacciono con una especie de violencia.
— ?Philippe? ?Quereis decir… vuestro hijo?
— ?Nuestro hijo! -le corrigio ella con sequedad-. ?Como creeis que hemos podido seguir vuestras huellas hasta aqui? Os siguio desde el Bosforo hasta Marsella a bordo de una falua griega que le proporciono el gran visir, y luego de Marsella a Pignerol, en esta ocasion con la ayuda de Ganseville, al que encontro por casualidad en el puerto cuando intentaba embarcarse para Candia con el fin de encontrar al menos vuestros restos, o bien perecer. ?No os dijo nada el gran visir la noche de vuestra partida?
— ?Fazil Ahmed Koprulu Pacha? No… y no por no haberle suplicado que os devolviera a Philippe, pero siempre me decia que preferia conservarlo a su lado, y que por otra parte no tenia nada que temer alli. Lo unico que hizo, antes de entregarme a los que venian a buscarme, fue pedirme perdon. Le disgustaba hacerlo con un hombre al que consideraba un amigo, pero la politica lo exigia asi. No podia obrar de otra manera.
— Pero como estaba inquieto, hizo seguir vuestra pista a quien sabia que haria lo imposible por vos. Llegados aqui, vuestro escudero se quedo en la region para observar los movimientos de la fortaleza, mientras Philippe (al que yo creia muerto tambien) galopaba hasta Paris para prevenirnos. Fue el quien nos trajo aqui, y ya conoceis el resto. De todas maneras, tendreis todo el tiempo para intercambiar recuerdos a lo largo del viaje que vais a hacer juntos. En las ruinas os esperan caballos, y en el puerto de Menton una tartana…