plumas rojas del sombrero barriendo el polvo, al coche que se alejaba, como si rindiera homenaje a la reina en persona…

— Dejas a tus espaldas mucha tristeza, querida -murmuro Perceval, que por su parte apenas podia retener las lagrimas-. ?Estas segura de no lamentarlo algun dia?

— Lo lamentare todos los dias, querido padrino, pero ?comprended que voy a vivir por fin el sueno de toda mi vida!

— Nadie ha deseado tu felicidad tanto como yo. Espero que estara en proporcion a ese sueno…

Aun pensaba en ello unos dias mas tarde, en el pequeno muelle del puerto de Piriac, mientras veia alejarse, en una manana luminosa de sol y mar azul, el barco con una vela roja que llevaba a Sylvie hasta su amor. Con menos dolor del que habria creido, porque estaba libre del menor sentimiento egoista y porque el era el unico, con Philippe, que tendria el privilegio de penetrar en el circulo magico en el que Francois y Sylvie iban a encerrarse. No antes de un ano, en cualquier caso, y alli residia el gran problema: ?cuanto tiempo concederia Dios aun a un hombre nacido con el siglo, por mas que en verdad no sintiera todavia el peso de los anos?

«?Al menos, mientras pueda serle util en algo!», pidio mentalmente, con la mirada fija en la manchita roja que oscilaba en la cresta de las olas.

Luego, sin volverse esta vez, se dirigio al bosquecillo de pinos al resguardo del cual esperaba Gregoire con el coche. Al levantar la vista hacia el viejo cochero instalado en el pescante, vio que miraba el horizonte y que por sus mejillas resbalaban gruesas lagrimas. Le conmovio el dolor mudo del viejo servidor de los Fontsomme, solteron empedernido y con fama de taciturno y hurano porque no pronunciaba mas de tres palabras al dia, pero cuya fidelidad acababa de recompensar Sylvie al permitirle conocer su destino real. En lugar de sentarse en el interior del coche, el caballero de Raguenel trepo hasta el pescante al lado de Gregoire, le dio una palmada en el hombro y le sonrio con ojos brillantes de complicidad.

— Ahora llevame al convento de Locmaria. Tengo que hablar con la madre superiora, y tomar algunas disposiciones…

Gregoire le devolvio la sonrisa, con timidez primero y luego con calor. Entre los dos ancianos se habia creado un nuevo vinculo, uno de esos vinculos que ayudan a vivir. Asintio con un vigoroso movimiento de la cabeza, e hizo retroceder a los caballos para tomar la gran carretera de Vannes…

Mientras, sentada con la espalda apoyada contra el mastil, Sylvie veia aproximarse los acantilados de granito rosa de Belle-Isle, las caletas tapizadas por una vegetacion de un verde oscuro salpicado por el oro claro de la ginesta, las landas de color malva y las escasas casas blancas. Alzandose hasta una gran altura sobre el mar, la isla parecia una ciudadela que encerrara un jardin cuyas frondas sobresalian por encima de las murallas. Mientras respiraba con grandes bocanadas, como si fuera una pocion magica, el viento cargado del olor a algas y sal, la viajera pensaba que Avalon, la isla feliz de las leyendas nordicas, debia de parecerse a aquello…

Despues de tanto tiempo, volvia con la esperanza de reencontrar el corazon de sus veinte anos, como si lo hubiera dejado oculto en el hueco de una roca antes de irse a interpretar a otro personaje en los combates que se habia visto obligada a librar. ?Le esperaba en el umbral de la casa la pequena Sylvie de otra epoca, que corria descalza por la arena y pescaba cangrejos en los charcos dejados por la marea al retirarse?

Era delicioso creer que si. Sin embargo una inquietud, vaga al principio, se fue precisando a medida que se aproximaba: ?que Francois encontraria alli? ?El hombre abatido y lleno de remordimientos al que habia sacado de Pignerol casi por la fuerza, o bien otro que no imaginaba muy bien como podia ser, despues de varios meses de soledad oceanica? En cualquier caso, el antiguo Beaufort vibrante de audacia, de vitalidad y alegria, habia desaparecido para siempre. Quien iba a encontrar era «oficialmente» cierto baron de Areines forzado al exilio por su amistad con Fouchet y que habia encontrado refugio en la casa adquirida anos atras por Mademoiselle de Valeines. Un refugio realmente seguro. Una vez aplastado su enemigo, el rey se preocupaba muy poco de la isla con la que, anos atras, Colbert se entretenia en alimentar sus pesadillas. No mantenia alli ninguna guarnicion, e incluso habia devuelto su propiedad a la valerosa Madeleine Fouquet, cuya lucha incesante para preservar el recuerdo de su esposo y recuperar sus bienes acabo por forzar su admiracion. Los habitantes de Belle-Isle podian ahora explayarse a su gusto en su anoranza por el antiguo amo.

A medida que las rocas se interponian entre el horizonte y el barco, Sylvie sentia que su nerviosismo aumentaba. ?Resistiria lo que la esperaba alli el amor que desbordaba su corazon?

El barco paso por delante del puerto de Le Palais y siguio su camino. Cuando doblo la punta detras de la cual se resguardaban el puerto del Socorro y la caleta dominada en un extremo por su casa, y en el otro por el molino de Tanguy Dru, donde Sylvie habia pedido que la desembarcaran, vio de inmediato a un hombre que reparaba una barca varada en la arena y sujeta por gruesas cunas de madera. Salvo por la falta de casco y de armas, parecia un vikingo, con su barba y sus largos cabellos grises. Iba vestido tan solo con un calzon a rayas, cenido desde las rodillas hasta la cintura, y exhibia unos musculos solidos cubiertos por una piel curtida por el sol, digna de un salvaje de America.

Cuando el patron de la Gaud le llamo a voces para que ayudara a desembarcar a su pasajera, se incorporo para observar a los que venian, protegiendose los ojos del resol con una mano. Sylvie supo entonces que el Francois de antano nunca habia dejado de existir… a menos que la isla le hubiera devuelto a la vida. Una sonrisa ilumino como un relampago su barba cuando entro en el agua transparente para aproximar el barco… Con el corazon desbocado, Sylvie penso que estaba mas hermoso que nunca, y que muchos jovenes gentileshombres envidiarian a aquel hombre de cincuenta y seis anos su cuerpo de marino duramente entrenado. Su voz, la de otros tiempos, grito al patron, al que parecia conocer:

— Gracias por traerme por fin a mi esposa. Empezaba a preguntarme si vendria algun dia.

— Si se ha retrasado sin motivo, tiene que pedir perdon -dijo en tono grave el breton-. La mujer debe seguir a su esposo alla donde vaya. Asi esta escrito.

Con una breve risa, Francois tomo a Sylvie en sus brazos para llevarla a la playa, mientras dos marineros descargaban una pequena maleta de cuero y un gran saco, que depositaron en la arena antes de volver a embarcar. La pareja dio las gracias y espero a que el barco tomara de nuevo el viento. Solo entonces, Francois se inclino, tomo en brazos a Sylvie, remonto a la carrera, sin decir palabra, la playa y el sendero que acababa en unos rudimentarios peldanos, llego a la casa, irrumpio en ella como un viento de tormenta y cerro la puerta a su espalda de un puntapie. Entonces dejo a Sylvie en el suelo y se aparto dos pasos para mirarla, con un aire repentinamente severo.

— ?Ya estas en tu casa! -declaro-. ?Cuanto has tardado en venir!

Ni siquiera la habia besado. A Sylvie, molesta, le llego en ese momento el aroma de una sopa de pescado. Una rapida ojeada circular le mostro que el antiguo priorato estaba rigurosamente limpio, que ardia el fuego en la vieja chimenea y que un ramo de ginesta ocupaba un jarron de cobre. Todo ello sugeria una mano de mujer, y pico su amor propio.

— Sabiais que necesitaria varios meses para poner en orden mis asuntos, pero veo que el tiempo no se os ha hecho muy largo. No estais solo aqui, ?se nota enseguida!

El se echo a reir, y la aprisiono entre sus brazos en un abrazo tan fuerte que a ella le falto la respiracion.

— Tienes razon: no he estado nunca solo porque siempre me has acompanado.

— Y tu limpiabas, cocinabas…

— Mas tarde resolveremos ese misterio… ?De modo que piensas que escondo a una mujer en alguna parte, y que ha corrido a ocultarse al verte llegar?

— ?Por… por que no! ?Soltadme! ?Me a… hogais!

— Esa es mi intencion. Voy a ahogarte a fuerza de besos…, a hacerte morir de amor…

Aflojo un poco su abrazo para dejarla respirar, y se apodero de su boca, que violento con un ardor avido contra el que Sylvie se esforzo en luchar, furiosa al sentirse juguete de aquella voluntad torrencial, que muy pronto le desperto sensaciones olvidadas. Se vio impotente contra aquella pasion desatada que derritio su colera y anulo sus fuerzas. Se abandono entonces, atenta solamente al deseo que la invadia.

Cuando sintio que su resistencia cedia, Francois empezo a desvestirla con gestos suaves pero rapidos, y a apoderarse de aquello que liberaba sin interrumpir su beso. Y bruscamente, cuando ella no conservaba mas que sus medias de seda blanca sujetas con cintas azules, la aparto de si y la sostuvo al extremo de sus brazos para contemplarla. Un rayo de sol que entraba por la pequena ventana la envolvio entera en su calor luminoso, y ella cerro los ojos deslumbrada e intento con un gesto instintivo ocultar sus senos con las manos cruzadas. El las

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