su presencia por metodos sencillos. Esto hace necesario efectuar un analisis exclusivo de cada fuente de agua, a fin de determinar si esta contaminada o no.

– ?Y cuanto va a durar esto? -pregunto Clark-. ?Se puede hacer algo para depurar el agua?

– El cambio de las condiciones climaticas, la temperatura, la variacion de los indices de pH y la sedimentacion del arsenico haran posible que dentro de unos seis meses, tal vez, las reservas de agua vuelvan a ser potables. Hasta entonces es muy probable que mueran millones de personas si no se consigue suministrar agua potable a las zonas afectadas.

Tres dias despues

Jason Baker permanecio en silencio, para no molestar a su esposa, Judy, que dormia en el asiento del copiloto de la camioneta, con la cabeza apoyada contra la puerta. Eran las seis menos cuarto de la manana, cinco minutos antes del amanecer. A pesar del manto de humo y ceniza que cubria el cielo, habia luz suficiente para ver y para comprender las implicaciones de lo que se desplegaba ante el, alli sentado de cara al Sol naciente.

Segun el planificador de viajes de Internet, se encontraban a mil seiscientos ochenta y seis kilometros de su devastado hogar, en lo que fuera Seaside, California. Todavia faltaban mil setecientos setenta y tres kilometros para llegar a su destino -Patterson, Louisiana-, donde esperaban encontrar a los padres de Jason aun con vida y un lugar donde empezar de nuevo. Pero la estimacion de la distancia se basaba en las condiciones previas al impacto de los asteroides. Jason echo un vistazo al cuentakilometros del salpicadero. Con tantas vueltas atras, rodeos e itinerarios imprevistos, ya habian sumado dos mil seiscientos kilometros a los mil seiscientos ochenta programados. Ahora, al contemplar como el Sol despuntaba en el horizonte, supo que lo recorrido no era sino la parte mas sencilla del viaje.

La luz anaranjada del alba lleno la cabina y se poso sobre el rostro de Judy, que se removio en el asiento, estiro sus miembros dormidos y se masajeo los musculos del cuello, agarrotados despues de dormir varias horas en tan incomoda postura. Al abrir los ojos, el escenario surrealista que se desplego ante ella acabo de despertarla de un plumazo. Sin pronunciar palabra, Judy, igual que su marido, paso varios minutos examinando la insolita estampa con perpleja curiosidad. En el horizonte, los rayos del Sol atravesaban la nube de ceniza volcanica y el humo de miles de hectareas de bosque quemado, iluminando desde abajo el espeso manto que cubria el planeta. El cielo, un lienzo negro y gris, presentaba aqui y alla zonas menos opacas e incluso grandes rasgones informes por los que se colaba la luz del dia. En alguna que otra parte, incluso, se apreciaban vastas y sorprendentes pinceladas de color azul, gris pardo y naranja sucio. En primer plano se extendia un paisaje carbonizado, plantado con retorcidos pedazos de metal y montones de desechos. Pequenos barrancos como lechos de rio secos recorrian serpenteantes el terreno, obstruidos por enormes rocas.

En aquella superficie lunar, no habia rastro de vida, ni preterita ni actual. Y aun asi, habia demasiados restos de presencia humana como para considerarlo uno mas de los exoticos espectaculos que en ocasiones ofrece la naturaleza. Asi y todo, no habia antecedentes en la historia de la humanidad que pudieran explicar lo que se desplegaba ante ellos.

– ?Que es esto? -pregunto Judy, por fin-. ?Donde estamos?

Jason habia seguido conduciendo caida la noche, hasta que perdio de vista la carretera y las condiciones le impidieron proseguir sin riesgo. Conocia la respuesta a las preguntas de Judy, pero no acababa de creerselo del todo. Senalo a la pantalla del GPS de la camioneta. Judy contemplo el paisaje circundante y de nuevo volvio a mirar el GPS, donde se podia leer «cruce de la Interestatal 40 con Rio Grande Blvd., Albuquerque, Nuevo Mexico».

Nueve meses despues

Jerusalen, Israel

Nadie los vio llegar. Nadie los habia vuelto a ver despues del impacto del primer asteroide. Y entonces, de pronto, alli estaban -los profetas, los lunaticos-, levantando tantos recelos como el mensaje que seguro venian a anunciar. Recorriendo las calles de Jerusalen, con mucha parsimonia y resolucion, repetian una y otra vez en hebreo: «?Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, por los siguientes toques de trompeta de los tres angeles que van a tocar!». [12]

El cielo de Jerusalen era del gris de la arpillera cubierta de ceniza que colgaba de sus cuerpos, pero hasta donde la vista alcanzaba no se divisaban nubes de lluvia. Hacia dos anos y medio que los campos de los kibutz yacian resecos y yermos. Solo los que se regaban con agua de las desalinizadoras israelies producian alguna que otra cosecha. No, el gris del cielo no era otra cosa que el cada vez mas fino pero omnipresente manto de humo y de ceniza volcanica. La ultima erupcion se habia producido cinco meses atras, pero la capa persistia, ocultando hasta una tercera parte de la luz del Sol durante el dia y la de la Luna y las estrellas por la noche.

Cuanto habian augurado en el pasado se habia cumplido, y ahora regresaban de nuevo. Aunque en el resto del mundo la mayoria seguia sin relacionar las profecias y lo acaecido sobre el planeta, las gentes de Jerusalen lo habian hecho ya hacia tiempo.

Enseguida se envio una unidad movil de la television local para que los siguiera e informara sobre sus profecias. Pero ellos se limitaban a repetir lo mismo una y otra vez: «?Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra, por los siguientes toques de trompeta de los tres angeles que van a tocar!». Una extrana energia parecia envolver a los dos hombres y hacia temblar de miedo a cuantos se hallaban a su alrededor. Nadie osaba acercarse, ni siquiera la policia, que no tardo en acudir, pero que se limito a mantener la distancia y observar.

La situacion se alargo durante varias horas. Los profetas siguieron caminando, repitiendo su mensaje; la policia mantenia a raya a los curiosos, y camaras y periodistas los perseguian. Entonces, en un giro inesperado de los acontecimientos, los hombres empezaron a caminar hacia el monte del Templo.

Nueva York, Nueva York

Cuando Decker llego al despacho de Christopher Goodman, Robert Milner ya estaba alli. El televisor estaba encendido y era evidente que se habian enterado ya de las noticias procedentes de Jerusalen. Sin mediar palabra, Christopher le invito a sentarse en el butacon de cuero situado junto al suyo, y alli tomo asiento, reuniendose asi con ellos ante la pantalla. Decker reconocio el escenario de inmediato. Se trataba de una de las calles de los alrededores del monte del Templo, en el casco antiguo de Jerusalen; el habia estado alli en mas de una ocasion. Un periodista britanico narraba los hechos.

«Los dos hombres continuaron su marcha sin provocar incidentes hasta que la policia se percato de que pretendian acercarse al Templo, el santuario mas sagrado del judaismo y principal atraccion turistica de Israel. Temerosa de que estos dos fanaticos pudieran perturbar a los fieles y a los visitantes del Templo, la policia les dio el alto, aunque infructuosamente. Como podran comprobar los espectadores por las imagenes proporcionadas por nuestro corresponsal en la zona, la policia ha procedido entonces a su arresto. Al aproximarse la patrulla, compuesta por doce efectivos, los dos hombres cesaron por fin de repetir su mensaje y lanzaron la siguiente advertencia en hebreo a la policia: 'Deteneos o probareis la ira de Dios'. La policia continuo su avance y entonces…»

En la pantalla, Decker, Christopher y Milner vieron ahora como los efectivos de la patrulla policial israeli empezaban a sufrir convulsiones y a gritar de dolor, e instantes despues estallaban en llamas. Pero el fuego no procedia de los uniformes; mas bien, habia brotado del interior de sus cuerpos, ardiendo hacia el exterior y prendiendo despues la ropa. A pesar de lo escalofriante de la escena, la camara no habia dejado de grabar captando cada uno de aquellos horrendos minutos mientras los dos hombres en arpillera permanecian alli de pie, entre alaridos y carne en llamas. No estaba seguro -la imagen a traves de las llamas no estaba clara y los gritos ensordecian cualquier otro sonido-, pero a Decker le parecio ver que los dos hombres lloraban.

«Varios refuerzos policiales han abierto entonces fuego contra los dos hombres -continuo el reportero britanico-, aunque con consecuencias igualmente terribles.» Se oyo entonces una rafaga de disparos, pero era como si las balas no alcanzaran su objetivo. Y como sus companeros antes que ellos, los policias que habian disparado ardieron instantaneamente. Tras la emision de las espeluznantes imagenes, el periodista prosiguio con el relato.

«Muertos o agonizantes los miembros de la patrulla, y sin rastro de la llegada de refuerzos, los dos han reanudado en silencio su marcha hacia el Templo sin que nadie intentara detenerlos y dejando atras los montones de carne humana carbonizada.»

La imagen cambio, prueba de que se habian cortado algunos minutos de la grabacion, y en la pantalla aparecieron Juan y Cohen, en sus arpilleras cubiertas de ceniza, ante la amplia escalinata de piedra que asciende al Templo. La policia del Templo se mantenia a distancia, sus rifles en posicion de alerta, intentando, al parecer, que la muchedumbre de fieles y turistas no se aproximara demasiado a los hombres, aunque nadie habria osado

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