su oficina para hacer una llamada. La podia haber hecho desde su sitio, en la sala del Consejo, pero necesitaba la privacidad que le prestaba su despacho. El pleno del Consejo de Seguridad se habia emitido en directo por el circuito cerrado de television, y la noticia de la nominacion ya habia corrido como la polvora por toda Naciones Unidas. De camino a la mision italiana, al otro lado de la calle, la gente iba dandole la enhorabuena; y al llegar al despacho, Jackie Hansen le recibio aplaudiendo.

– Oh, por favor, Jackie. ?Tu tambien? No, por favor.

– Disculpe, senor secretario. No me he podido contener -repuso ella.

– No me llames «senor secretario» todavia -dijo el-. Ni siquiera he decidido aceptar el cargo.

– Pero no lo puedes rechazar. Es el lugar que te corresponde. Es tu deber; tu destino.

Christopher meneo la cabeza.

– No se -dijo-. No se si ha llegado todavia el momento. Mira, necesito que me localices a Decker y que pongas una conferencia con el subsecretario Milner de inmediato.

Decker Hawthorne estaba reunido, cuando un miembro de su equipo le informo de la nominacion de Christopher. Despues de excusarse, se acerco inmediatamente a un televisor para ver la emision por circuito cerrado. Cuando se suspendio la sesion y Christopher salio de la sala del Consejo, Decker no se equivoco al suponer que este se dirigia a su despacho, y se fue para alla. Cuando llego. Christopher le estaba pidiendo a Jackie que lo localizara.

– Decker -dijo Christopher-, gracias por venir. Supongo que te habras enterado de lo de la nominacion.

– Lo he visto en el televisor del despacho. ?Es estupendo! -Decker abrazo a Christopher y le dio unas palmadas en la espalda-. ?Estoy tan orgulloso!

– Bueno, gracias. Pero no las tengo todas conmigo. Por lo que me habia dicho el subsecretario Milner, esto no tenia que haber ocurrido hasta dentro de por lo menos unos meses.

Christopher y Decker entraron en el despacho y cerraron la puerta, mientras Jackie intentaba localizar a Milner por telefono.

– Decker, necesito que me aconsejes. ?Que hago?

– Te agradezco la deferencia -dijo Decker-, pero no puedo competir con el subsecretario Milner a la hora de ponerle fecha a las profecias.

– No, pero tu tienes algo de lo que Bob Milner carece. Tu ves las cosas desde la perspectiva que te da la vida real, algo imposible para el. -Decker no pudo sino sentirse halagado-. No me interesa tu opinion sobre la profecia; quiero saber lo que te dice tu instinto.

– Bueno -contesto Decker, que respiro hondo y arqueo las cejas como si asi fuera a ver con mas claridad el futuro-, creo que debes aceptar. -Y anadio sonriente-: Y hazlo rapido, antes de que se arrepientan.

Christopher sonrio.

– Claro que hay que tener en cuenta que el cargo no esta asegurado. Recuerda que tendria que recibir el apoyo unanime de todo el Consejo de Seguridad, y despues someter mi candidatura a votacion ante el pleno de la Asamblea General.

– Bueno, creo que es buena senal que no haya sido motivo de discusion; no parece que nadie tuviera objeciones que hacer. Y el hecho de que haya habido un consenso unanime para hacer un receso de media hora tambien es una senal positiva. Si alguien fuera a votar en tu contra, habria anunciado su intencion ya en la sesion, ahorrandose tiempo a si mismo y al resto del Consejo de Seguridad. Eso habria puesto punto final a todo el asunto. Creo que tienes muchas posibilidades. Pero, como decias, queda todavia la aprobacion de la Asamblea General.

– Si, y ahi podria estar la cuestion.

Sono el telefono, y Christopher contesto al tiempo que Jackie le pasaba a Robert Milner.

– Bob, acaba de pasar algo de lo mas inesperado por aqui y necesito que me orientes -empezo Christopher.

– Cuentame, Christopher. ?Que ocurre?

– Esto… -balbucio Christopher-. Acaban de nominarme para ocupar el cargo de secretario general.

Al otro lado de la linea se hizo el silencio.

– Bob, ?estas ahi? ?Que hago? ?Acepto?

– Bueno, se ha adelantado un poco la cosa -dijo finalmente-, pero ?si! ?Acepta! ?Acepta!

– ?Extraordinario! -contesto Christopher.

– Como me hubiese gustado que Alice Bernley estuviera aqui para verlo.

– Y a mi, Bob -dijo Christopher afectuosamente-. ?Cuando regresas a Nueva York?

– Voy a tener que cambiar de planes, pero estare ahi tan pronto como pueda.

– Perfecto. Nos vemos entonces. -Christopher colgo el auricular.

– ?Que te ha dicho? -pregunto Decker.

– Dice que adelante.

* * *

Christopher regreso a la sala del Consejo de Seguridad y, en el ejercicio de sus funciones como presidente, reanudo la sesion. La votacion fue unanime. Decker, que lo habia acompanado hasta alli, recorrio con la mirada el circulo interior de escanos y penso en las razones que habian llevado a cada uno de los miembros a votar a favor de Christopher. Las curaciones, de las que Christopher le habia dado buena cuenta, explicaban algunos de los votos. A la derecha de Christopher estaba el embajador Ngordon, a quien este habia curado de las picaduras de langosta. Junto a el estaba Kruszkegin. Decker habia tratado con el en el pasado y concluyo que este sencillamente sentia cuanto habia dicho al presentar su nominacion; es decir, que la ONU necesitaba un secretario general a tiempo completo y que Christopher era un candidato cualificado, que podria contar con el beneplacito de sus colegas. Dos de los otros miembros permanentes estaban intimamente relacionados con el Lucius Trust, razon suficiente para que ofrecieran su apoyo incondicional. Luego estaba el embajador Rashid, que, al igual que Ngordon, habia sido sanado por Christopher; lo mismo que la esposa del embajador Toreos y que la nieta del embajador Tanaka. Con todo, quedaban dos votos para los que Decker no encontraba una explicacion, aparte de que Christopher habia trabajado con ambos y estaba muy bien considerado por todos.

Habia, no obstante, otro factor en juego y no era otro que las ultimas profecias de Juan y Cohen. Tan incuestionable era la magnitud de sus amenazas como inexplicables las dramaticas escenas del fallido intento por detener o eliminar a aquellos dos hombres. Aun asi, sucede que quienes ocupan puestos de responsabilidad no aceptan con facilidad -y, por tanto, son incapaces de afrontar- cuanto entra en conflicto con la percepcion de la realidad sobre la que se sustenta su poder. Asi ocurria en el Consejo de Seguridad de la ONU. Como es evidente, nadie iba a reconocer abiertamente que su decision de votar a favor de Christopher obedecia, en parte, al temor a las profecias de aquellos dos lunaticos israelies. Y tampoco iban a admitir estar tomando una decision basada en un sentimiento irracional que les decia, desde lo mas profundo, que Christopher era el lider que salvaria al mundo o, por lo menos, lo guiaria a traves de aquello a lo que hacia frente. Pero tampoco iban a negar que, hasta este punto, las profecias habian sido precisas y que, por lo tanto, era muy probable que lo continuaran siendo.

– Companeros miembros del Consejo de Seguridad -empezo Christopher cuando se hubo hecho el silencio en la sala despues de la votacion-, me parece que el problema de la nominacion es que es todo un honor y, a la vez, te brinda una nueva oportunidad para fracasar y quedar en ridiculo cuando la candidatura se somete ante el pleno de la asamblea. -El comentario provoco la risa que buscaba entre los miembros y el publico presente-. Dicho esto y dado lo avanzado de la hora, creo que reservare los discursos, si ha de haberlos, para la Asamblea General. Asi que, sin mas rodeos, acepto la nominacion.

* * *

Solo en su apartamento, a Gerard Poupardin le consumia la rabia. La noticia de la nominacion de Christopher a secretario general, que anunciaban todos los telediarios, todavia resonaba burlona en su mente. Despues de la muerte de Albert Faure, Poupardin habia permanecido en el gabinete del nuevo embajador frances, pero ya no era lo mismo. Echaba de menos la emocion de trabajar para un miembro del Consejo de Seguridad. El nuevo embajador, con un cargo analogo al de mas de doscientos miembros de la ONU, parecia totalmente debil en comparacion con Faure. Pero eso era lo de menos.

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