La comision encargada de investigar la participacion de Albert Faure en los acontecimientos que condujeron al tragico desenlace de la guerra entre China, India y Pakistan no habia descubierto pruebas que incriminasen a Gerard Poupardin. Es mas, aparte de la confesion de Faure instantes antes de su muerte, ni siquiera se habian hallado evidencias de peso que le implicaran a el. Y aun asi, Poupardin era tristemente consciente de que al nuevo embajador le incomodaba tener al antiguo jefe de gabinete de Faure dirigiendo el suyo.
A Poupardin no le preocupaba su trabajo; eso, por lo menos, lo tenia asegurado. La legislacion internacional en materia laboral convertia en tarea casi imposible despedir a
Poupardin tambien echaba de menos la cercania que habia compartido con Faure. Desde el primer momento supo que era basicamente heterosexual, algo que convirtio la relacion con el en algo aun mas emocionante, por lo menos al principio. No ponia en duda que Faure disfrutaba con el componente sexual de su relacion, pero con el tiempo, Poupardin acabo por esperar mas de todo aquello. Queria el amor del embajador. Pero su deseo nunca se hizo realidad. Poupardin oculto su decepcion a Faure y, hasta donde pudo, a si mismo. En ocasiones llego a sospechar que aquel se valia de la relacion para comprar su lealtad, pero Gerard nunca se habia atrevido a echarselo en cara.
Al morir Faure, sus sospechas se desvanecieron y en los meses inmediatamente posteriores, Poupardin termino por olvidarlas del todo. Al recordar ahora, dos anos despues, aquella relacion, estaba completamente convencido de que Faure
Poupardin rememoro por un instante la fantasia que tantas veces habia recreado mentalmente. De hecho, era mas que una fantasia, y eso la hacia aun mas excitante. Habia pensado en todos los detalles. Ocurriria la noche en que Faure asumiera el cargo de secretario general; una fiesta privada de mutua felicitacion. Poupardin cerraria con llave la puerta del despacho, como lo habia hecho antes tantas veces, pero en esta ocasion iba a ser la del despacho del secretario general de Naciones Unidas. Bajo la ropa, Poupardin llevaria el conjunto mas seductor que Faure jamas le habia visto. De esto estaba seguro, ya lo habia comprado. Y ahora colgaba, sin estrenar, de una percha en el vestidor.
Pero en vez de Faure, el despacho lo iba a ocupar ahora nada menos que quien habia causado su muerte.
Poco a poco, Gerard Poupardin empezo a comprender lo que tenia que hacer.
Christopher Goodman debia morir.
13
Nueve dias despues
Nueva York, Nueva York
La votacion en la Asamblea General se programo para dos semanas despues de la nominacion de Christopher, con el fin de proporcionar al candidato tiempo suficiente para reunirse con la junta politica de cada una de las diez regiones mundiales. Inmediatamente antes de la votacion, Christopher tendria que dirigirse a las Naciones Unidas y al mundo desde el Salon de la Asamblea General, en la sede central de la ONU, en Nueva York. A instancias del mismo Christopher, Decker estaba trabajando a fondo con el en la preparacion del discurso. Decker no habria permitido que fuera otro quien lo hiciera. Christopher tenia sus propios colaboradores, pero para una ocasion tan importante era logico recurrir a la experiencia y la maestria de Decker. No obstante, la disponibilidad de Decker quedaba algo limitada por sus propias responsabilidades.
El personal de la oficina de Decker podia manejar perfectamente las solicitudes de informacion que les llegaban de diferentes medios sobre la carrera de Christopher y sobre el proceso y procedimiento de eleccion del nuevo secretario general. Pero dado que era Decker, precisamente, quien se habia encargado de educar a Christopher desde los catorce anos, los medios insistian en entrevistarlo a el personalmente. Despues de tantos anos trabajando en prensa, le sorprendio descubrir cuan arduo era lidiar con los medios. Habia asistido, literalmente, a miles de conferencias de prensa durante su vida, pero esto era diferente. Exceptuando la ocasion en la que el y Tom Donafin huyeron del Libano, siempre habia escrito sobre otra persona o ejercido de portavoz de otro. Ahora las preguntas iban dirigidas a el.
Decker acababa de regresar a su oficina, despues de una de aquellas conferencias de prensa, cuando Christopher entro en el despacho con un monton de papeles bajo el brazo.
– Buenos dias, senor secretario general -dijo Decker.
– Me gustaria que dejaras de llamarme asi -dijo Christopher-. Vas a acabar echandome el gafe.
– Solo estoy practicando -contesto Decker.
Christopher puso los ojos en blanco dandose por vencido.
– Vengo con la ultima version del discurso -dijo levantando el monton de papeles en el aire-. ?Tienes un momento para repasarla conmigo?
– Por supuesto -dijo Decker, a pesar de que tenia ya cuanto trabajo podia abarcar-. Vamos a echarle un vistazo.
Tomaron asiento y cuando estaban a punto de empezar, Decker observo que Christopher bostezaba.
– ?Te apetece un cafe antes de ponernos a ello? -ofrecio.
– Si, me vendria muy bien.
Decker abrio la puerta del despacho y pidio a Jody MacArthur, una de sus secretarias, que les trajera cafe. Cuando volvio a reunirse con Christopher, este bostezaba de nuevo.
– ?Estas durmiendo lo suficiente?
Christopher volvia a bostezar, asi que Decker tuvo que esperar para obtener una respuesta.
– Pues mas bien poco estas ultimas noches -contesto Christopher-. Desde la nominacion, para ser exactos.
– No deberias trabajar tanto. Tambien necesitas descansar.
– Ya lo se. Pero no es eso. Si que me acuesto, pero no consigo conciliar el sueno.
– No estaras nervioso, ?verdad?
Christopher se encogio de hombros.
– No se, a lo mejor es eso.
– Bueno, pues no hay razon para estarlo. La ultima encuesta realizada a los miembros revela una elevada intencion de voto a tu favor.
– No, si eso esta muy bien, pero no creo que mi eleccion sea lo que me inquieta.
– ?Ah, no? Entonces, ?que?
– Supongo que soportar el peso de la responsabilidad del cargo una vez gane. Ya te he contado que mientras estaba en el desierto, en Israel, mi padre me dijo que solo cuando comprenda la verdad sobre mi mismo sabre que es mi hora de gobernar. -Christopher se encogio de hombros reflejando su confusion-. No creo que sepa mas ahora de lo que sabia entonces. A lo mejor nos hemos precipitado. A lo mejor Bob se equivoco; a lo mejor deberia haber rechazado la candidatura hasta estar seguro de que el momento habia llegado.
Decker se quedo pensativo un momento; no era facil dar con palabras de aliento utiles, en una situacion semejante.
– Puede que la eleccion sirva de catalizador y por fin te sea revelado eso que todavia no comprendes. -No era una sugerencia demasiado convincente, pero por lo menos era algo-. Sea como sea -continuo Decker-, lo que no te va a servir de nada es perder horas de sueno dandole vueltas al asunto.
– Ya -coincidio Christopher-, pero ?como voy a controlar mis suenos?