coche de Tom habia recibido el impacto de un misil aire-aire extraviado, durante la ultima guerra arabe israeli; no habia habido supervivientes. La fuerza de la explosion, a la que se sumo la deflagracion de la gasolina, habia destrozado e incinerado el coche hasta tal punto que fue imposible recuperar nada parecido a un resto humano… ?Acaso se habia salvado Tom de la explosion?

Justo cuando el ascensor se detenia en la primera planta y se abria la puerta, se le ocurrio que habia una prueba irrefutable en la que no habia pensado hasta ese momento. Habian pasado casi veinte anos. Si Tom seguia vivo, se habria puesto en contacto con el mucho antes. La conclusion era evidente. A pesar del nombre del visitante, a pesar de la aparente similitud de su voz a la de Tom, Tom estaba muerto.

Decker respiro hondo y abandono el ascensor. Por un momento se quedo parado, sin saber que hacer. Mientras estaba alli, se dio cuenta de que estaba temblando y que su corazon se habia disparado. Penso en regresar al despacho, pero todavia sentia el impulso de seguir adelante, y aun tenia curiosidad. Ademas, Johnson, de Seguridad, le estaba esperando.

Atravesando los vestibulos del edificio de la Secretaria en direccion al de la Asamblea General, Decker intento desechar esos breves momentos de confusion y deseo que todo aquello no resultara una absoluta perdida de tiempo. Al llegar al vestibulo de visitantes, se esforzo por refrescar en su mente los terminos del discurso de Christopher. Todavia quedaban un par de puntos cuya expresion podia mejorarse. Estaba el asunto de… Decker escudrino los rostros y los perfiles de quienes se encontraban junto al mostrador central de seguridad, en medio del vestibulo, cerca de la puerta. Alli no reconocio a nadie, exceptuando a Johnson, que en ese momento levanto la vista y vio como Decker se aproximaba.

Johnson le miro, y sin decir nada, se giro y senalo hacia un hombre que, de espaldas a ellos, miraba hacia el Jardin Norte a traves de las puertas de cristal del edificio. Al acercarse Decker, el hombre se dio la vuelta.

Era Tom Donafin.

A pesar de la llamada que habia recibido en el despacho; a pesar de haber creido escuchar la voz de Tom al otro lado del auricular; a pesar del torrente de emociones y pensamientos que le inundaron de camino al vestibulo, ver a su viejo amigo vivo cogio a Decker tan desprevenido como si hubiera tropezado con el en medio de una calle desierta.

Durante un momento, Decker no hizo otra cosa que quedarse mirando. Tom le miraba tambien y dejo que se le escapara una pequena sonrisa mientras sus ojos exploraban los cambios experimentados en veinte anos. Las arrugas y las canas, los kilos de mas y la inconfundible mirada del exito. Le habia echado de menos mas que Decker a el, probablemente. Para Decker Tom estaba muerto; nunca habia existido la mas remota posibilidad de volver a verle. Tom, sin embargo, siempre habia sabido la verdad; para el se habia tratado de un exilio autoimpuesto, de una cuestion de voluntad mas que de fatalidad. Ahora -aunque fuera por unos breves instantes-, volvian a estar juntos.

Ninguno de los dos se movio conscientemente, pero cuando se dieron cuenta se habian fundido en un abrazo, y lloraban de alegria.

Paso un buen rato sin que ninguno pudiera decir nada. No tenian palabras.

Ninguno se enjugo las lagrimas; ninguno queria dejar de abrazar al otro.

– Pensaba que estabas muerto -dijo Decker al fin.

– Lo siento, Decker. Lo siento -contesto Tom sin reprimir el llanto.

Decker espero un momento hasta que consiguio hablar de nuevo.

– ?Que fue lo que ocurrio? ?Donde has estado? ?Estas bien?

– Lo siento, Decker. De verdad que lo siento -repitio Tom, pero no le ofrecio ninguna explicacion.

A su alrededor, la gente miraba, algunos descaradamente, como se abrazaban y lloraban. Pero no importaba. Finalmente, Tom consiguio preguntarle si habia algun sitio donde pudiesen hablar.

– Claro que si, claro -contesto Decker, y se enjugo las lagrimas igual que Tom.

Decker localizo con la vista a Johnson, el guarda de seguridad.

– Esta bien -le dijo Decker-. Viene conmigo.

– De acuerdo, senor -repuso Johnson.

– Por favor, Tom -imploro Decker, mientras caminaban juntos-, cuentame lo que paso. ?Donde has estado? ?Por que no has tratado nunca de localizarme?

– Lo hice -contesto Tom-. Pero… Mira, deja que te lo cuente todo desde el principio. -Decker asintio conforme-. Cuando empezaron los enfrentamientos en Israel, yo estaba ingresado en Tel Aviv. En plena ofensiva, la embajada britanica envio un conductor al hospital, para que me sacara de alli. Creo que debio de ser a instancias del embajador Hansen. -Decker no quiso interrumpirle para contarle su participacion en aquel episodio; se limito a asentir indicando que estaba al tanto-. Yo recogi mis cosas y acompane al conductor. Era un tipo joven, se llamaba Polucki. -Tom no habia olvidado su nombre-. De camino a la embajada topamos con un caza que se habia estrellado contra un edificio, asi que le pedi a Polucki que parara y yo me baje para hacer algunas fotos.

Las palabras de Tom evocaron en la mente de Decker una imagen de los dias que habian pasado juntos; Tom jamas se separaba de su camara. Decker sonrio con nostalgia mientras entraban en el ascensor.

Tom continuo.

– Sobre nuestras cabezas se desplegaba un duelo de cazas. El MiG disparo un misil, pero el israeli consiguio esquivarlo. Cuando me gire hacia el coche, el misil impacto contra el. El pobre Polucki murio al instante. Recuerdo el resplandor, pero antes de que pudiera pestanear me golpeo la ola expansiva de la explosion.

»Lo siguiente que recuerdo es haber despertado en el piso de un medico, en el Tel Aviv ocupado. La medico, porque era una mujer, se llamaba Rhoda Felsberg; me conto que su rabino me encontro y me llevo hasta alli cargado a la espalda. Si no es por el, estoy seguro de que habria muerto en aquella calle.

Al salir del ascensor, Decker guio a Tom hasta su oficina, donde se detuvieron el tiempo justo para presentarle a Jody MacArthur, su secretaria. Cuando ya iban a entrar en el despacho, llego Christopher.

– Decker -empezo Christopher nada mas entrar-, ?has hecho algun cambio mas en el discurso?

– No. La ultima copia que te mande a la oficina es la version definitiva.

– Perfecto, ?significa eso que estas contento con ella?

– Si -dijo Decker, con un gesto contemplativo-. Estoy bastante contento, aunque ya me conoces, nunca quedo satisfecho del todo.

– Creo que es uno de los mejores que has escrito jamas -dijo Christopher.

– Bueno, en realidad ha sido un esfuerzo conjunto -repuso Decker, aunque estaba de acuerdo con la apreciacion de Christopher en su conjunto-. Christopher -dijo Decker cambiando de tema-, quiero que conozcas a una persona. Es un viejo amigo mio.

– Pues claro, Decker, pero ?podemos dejarlo para un poco mas tarde? Tal vez mejor despues del discurso.

– Oh… Si, claro -contesto Decker. La respuesta de Christopher le desconcerto. Le parecia una groseria ignorar asi a Tom, que estaba alli, de pie, a su lado. Jody MacArthur tambien se quedo muy sorprendida, pero a Tom no parecio molestarle.

– Perfecto. Bueno, pues deseame suerte -dijo Christopher mientras cruzaba la puerta de la secretaria.

– Buena suerte -dijeron solicitos Decker y Jody al unisono.

Tan pronto Christopher se hubo marchado, Decker se volvio hacia Tom.

– Tom, disculpa -le dijo-. Seguro que tenia prisa. Hoy es un gran dia, ?sabes?

– Claro, Decker. No te preocupes -contesto Tom.

Cuando estuvieron comodamente instalados en el despacho de Decker, Tom continuo con su narracion.

– Parece ser que una vez en el piso de Rhoda pase dos semanas medio inconsciente, pero no recuerdo nada de aquello. Paso casi un mes hasta que recupere totalmente la conciencia. Poco despues intente telefonearte para contarte lo que habia pasado, pero con la ocupacion rusa era casi imposible poner una conferencia a Estados Unidos. Las veces que consegui que pasaran la llamada no habia nadie en casa. Cuando termino la ocupacion, te llame a casa una y otra vez, pero no obtuve respuesta.

– Para entonces ya me habia mudado a Nueva York -le aclaro Decker-. Pero podias haber escrito.

– Decker -empezo Tom, y entonces casi en un susurro para subrayar la veracidad de lo que le decia, continuo-: La explosion en la que murio Polucki me dejo ciego.

Decker se enderezo en su asiento. Con las cejas arqueadas, el menton levantado y una mirada escrutadora, no tuvo tiempo de formular con palabras la pregunta que ya se leia en su rostro.

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