De este modo, la llegada inminente de Christopher a Israel era vista por muchos como una senal de esperanza. Otros, sin embargo, le habian buscado a aquel peregrinaje una utilidad mucho mas concreta. Para ellos, la llegada de Christopher suponia, simple y llanamente, que aterrizaria un avion que luego tendria que volver a despegar. Y cuando lo hiciera, tenian la intencion de encontrarse a bordo, ya fuera rogando, suplicando o, si era necesario, tomando el avion a la fuerza.
La gente empezo a llegar al aeropuerto Ben Gurion antes de las siete de la manana. A las ocho y media, cuando aterrizo el avion de Christopher, el ambiente era de extrema excitacion, los nervios estaban a flor de piel y el personal de seguridad era escaso; una combinacion peligrosa. Entonces alguien escucho a otra persona decir que habia oido que el avion se detendria en un extremo de la terminal. Fue suficiente para que la gente que habia en el aeropuerto se lanzara a correr apresuradamente en aquella direccion. En el otro extremo de la terminal, otra persona penso que el avion se detendria en el extremo opuesto. Poco importo que estuvieran equivocados; a la inmensa estampida le siguio el caos absoluto. Entonces alguien, haciendo gala de una falta absoluta de logica y sentido comun, invadio la pista de aterrizaje y empezo a correr hacia el avion, que acababa de tomar tierra. Aparte de peligrosa, la idea era absurda, pues colocaba a la persona en una situacion desde la que le seria totalmente imposible abordar el avion. No obstante, le siguieron muchos mas. El personal de seguridad no pudo contener la turba.
Cuando el avion se hubo detenido, Decker diviso el problema a traves de la ventanilla y aviso a Christopher, que miro hacia el exterior y, sin hacer ningun comentario, telefoneo al piloto, que se anticipo a su pregunta.
– Me temo que no podremos movernos de aqui hasta que el personal de seguridad del aeropuerto haya despejado la pista -dijo el piloto-. Si nos movemos ahora, corremos el riesgo de herir a los de ahi abajo.
– No se preocupe -contesto Christopher-. Quedese aqui.
– Yo me ocupo -ofrecio Milner descolgando otro telefono casi al instante.
Unos minutos despues, Decker observo que se acercaba un helicoptero.
– Ya vienen a por nosotros -dijo Milner.
– Pero ?como vamos a subir? -pregunto Decker.
– De eso se tendra que encargar Christopher.
Decker y Milner siguieron a Christopher hasta el morro del avion, donde un miembro de la tripulacion les esperaba junto a la puerta. El joven auxiliar de vuelo estaba visiblemente nervioso ante la perspectiva de verse cara a cara con un hombre que, hasta hacia muy poco, habia estado muerto.
– Lo siento, senor -farfullo-, pero no podemos acercarnos mas a la terminal debido a la gente que invade la pista. El personal de tierra tiene una escalera movil preparada, pero con toda esa gente ahi abajo, si la traen hasta aqui, invadiran el avion.
– Abra la puerta -dijo Christopher.
– Pero, senor -empezo a protestar el auxiliar, que sin embargo se lo penso mejor y decidio obedecer a Christopher.
En un momento la puerta estuvo abierta y Christopher se asomo y contemplo desde lo alto a la masa clamorosa que iba en aumento. Entonces, alzo ligeramente la mano derecha, y dijo simplemente:
– Paz. -La muchedumbre callo al instante.
Y entonces paso algo mas curioso aun. Todos los que estaban alli sonrieron al tiempo, dieron media vuelta y empezaron a alejarse.
– Ahora pida esa escalera movil -le pidio Christopher al auxiliar, que se apresuro en cumplir la orden.
Una vez a bordo del helicoptero, pusieron rumbo directamente a Jerusalen y el Templo.
18
Jerusalen, Israel
La situacion en el templo no distaba mucho de la que se habian encontrado en el aeropuerto. Incluso a distancia se podia divisar una inmensa muchedumbre. El Templo solia ser un hormiguero de actividad, pero ahora, a pesar de la gente que llenaba las calles, el recinto estaba vacio. Los patios interior y exterior, que a menudo resonaban con el bullicio de sacerdotes y fieles, estaban desiertos, y la escalinata que ascendia a la fachada del Templo presentaba un aspecto igual de desolador, salvo por dos excepciones. Mientras el helicoptero dibujaba un circulo, Christopher, Milner y Decker divisaron a los dos hombres plantados en los escalones, ambos ataviados en arpillera y cubiertos de ceniza gris.
Mas alla, un grupo de entre doscientos y trescientos sacerdotes y levitas se apinaba junto al sumo sacerdote Chaim Levin, que se mantenia a una distancia prudencial, ofreciendo una ridicula imagen desafiante a los hombres de la escalinata. Algo mas atras, la muchedumbre se agolpaba contra una fila de soldados israelies armados. Los periodistas extranjeros, que no habian podido abandonar el pais y se habian enterado de que Christopher se dirigia a Jerusalen, ya estaban alli para cubrir cada instante del acontecimiento. La inesperada llegada de Juan y Cohen, una hora antes, y la posterior expulsion del Templo, mientras Christopher viajaba hacia alli desde Nueva York, habia hecho crecer la expectacion. Fue en medio de este escenario, concretamente entre la linea de personal militar y los escalones del Templo, donde Christopher ordeno al piloto que posara el helicoptero.
Todas las camaras enfocaron a Christopher, que fue el primero en bajar del aparato. Con el pelo y la larga tunica revoloteando violentamente a su alrededor en los remolinos que levantaban las aspas giratorias, ofrecia una imagen impresionante para los telespectadores y las primeras planas de las revistas, con su aire firme y resuelto ante el desafio que le aguardaba. Decker, que observaba la escena desde el helicoptero, comprobo que Juan y Cohen no estaban alli por casualidad.
Una vez hubieron bajado todos, Milner se volvio hacia el piloto y le indico que se retirara. Al encontrarse cara a cara con Juan y Cohen, Decker, que no conocia aun todos los detalles del plan de Christopher, no pudo ignorar la repentina punzada de ansiedad que le recorrio el cuerpo. Se pregunto si aquella sensacion podia ser el resultado de la animosidad surgida entre el (en su anterior encarnacion como Judas) y Juan hacia dos mil anos, tal y como le habia contado Christopher. Pero no estaba seguro de que lo fuera. Para su sorpresa, y a pesar de cuanto ocurria, Christopher se giro hacia el y apoyo la mano en su hombro.
– Todo va bien -le dijo, y Decker, sin saber como, supo que, efectivamente, asi era.
Juan fue el primero en hablar.
– Asi que volvemos a encontrarnos, por fin -contesto Christopher con ironia, ignorando las palabras de Juan.
– Te equivocas -repuso Juan-. Yo nunca te conoci.
– No, Yochanan bar Zebadee -dijo Christopher, llamando a Juan por su nombre hebreo-. ?Soy yo quien nunca te conocio!
Pasaron unos momentos en silencio, los dos mirandose fijamente a los ojos. Luego Christopher bajo la mirada hacia el suelo.
– No es demasiado tarde -dijo por fin, dirigiendose a Juan y Cohen. En su voz se adivinaba un ruego, y a la vez algo en el tono indicaba que sabia que el intento era en vano.
De pronto, Juan sonrio y se echo a reir. Cohen no tardo en sumarse a la carcajada. Christopher se volvio hacia Decker con una expresion que parecia decir: «Esto va por los dos». A continuacion, respiro hondo y sin senal alguna de enojo pero con absoluta conviccion, miro de nuevo hacia los dos hombres y grito por encima de sus risas:
– ?Como querais!
Christopher alzo la mano derecha y realizo un rapido movimiento de barrido. La risa ceso al instante y Juan y Cohen salieron disparados hacia atras a una velocidad increible, y sus cuerpos fueron a estrellarse contra la fachada del Templo, a ambos lados de la entrada. El crujido de sus huesos al romperse fue tan violento que toda la muchedumbre alcanzo a oirlo y dejo pocas dudas acerca de su suerte. La sangre, esparcida por todo el muro, marcaba el lugar contra el que habian chocado. Luego, Christopher bajo la mano y con otro gesto de barrido, los