treinta y dos metros. El suelo era de madera de cipres. Las paredes lucian un friso de cedro, y encima de este estaban revestidas de oro. El dorado altar del incienso humeaba todavia, liberando una agradable fragancia a olibano. Otro altar, la mesa de los panes de la proposicion (pan sagrado), presentaba un aspecto impoluto, con doce hojas de pan acimo dispuestas en hileras. Las velas de un menora de oro, aunque casi consumidas por la llama, proporcionaban la unica luz interior.

* * *

Milner, que permanecia en el exterior del Santuario, dio media vuelta y desanduvo el camino por el que habian entrado. Habia un asunto fuera del Templo que requeria su atencion.

* * *

Delante de Christopher, suspendido del techo en el extremo occidental del Sancta, estaba el velo, que separaba el Sancta de la ultima camara, el Debir, o sanctasanctorum. Al otro lado del velo, al que solo le estaba permitido entrar al sumo sacerdote -y solo una vez al ano, el Dia de la Expiacion-, descansaba la vieja Arca de la Alianza. Componian el velo un par de cortinas lujosamente decoradas, que colgaban en paralelo, con un espacio abierto entre ambas de aproximadamente un metro y medio de ancho, de modo que formaban un pasillo de entrada que evitaba que la luz penetrara al espacio sin ventanas del sanctasanctorum.

Christopher se dirigio al extremo norte de la cortina mas cercana al Sancta, la agarro del borde y tiro con fuerza hasta que, poco a poco, se fue soltando y solo quedaron unos pocos metros de tela prendidos del techo. Luego agarro la otra cortina y empezo a arrancarla del techo desde el extremo sur, de modo que dejo una amplia abertura en el centro del velo, quedando expuesto el sanctasanctorum a la luz del dia, que entraba a raudales a traves de la enorme puerta del Santuario.

Ante si, en el sanctasanctorum, dos colosales querubines alados de cinco metros de altura tallados en madera de olivo y banados en oro puro velaban el Arca de la Alianza. Sus alas extendidas abarcaban la mitad del ancho de la camara y se encontraban en el centro de la habitacion, justo encima del Arca.

Christopher entro en el sanctasanctorum y se aproximo al Arca.

* * *

En el exterior, Decker atendia una pregunta mas, cuando un leve retumbar empezo a sacudir los escalones donde se encontraban el y la prensa. Parecia provenir del interior del Templo. Sin mas explicaciones y con mucha parsimonia, Decker anuncio que no contestaria a mas preguntas, y dio por concluida la conferencia de prensa.

– Ahora puede que quieran bajar la escalinata y alejarse del Templo -anadio con exagerada modestia. Empezaba a divertirse.

* * *

Dentro del sanctasanctorum, Christopher se detuvo ante el Arca y tras una pequena pausa, agarro la tapa y la deslizo hacia atras, dejando su contenido al descubierto.

* * *

– ?Que pasa? -le preguntaron a gritos varios reporteros a Decker, mientras el Templo volvia a sufrir sacudidas.

– Damas y caballeros, sean pacientes. Estoy convencido de que pronto obtendran respuesta a todas sus preguntas, pero por su propia seguridad, debo insistir en que se alejen del Templo inmediatamente. -La rotundidad del tono y la premura de sus pasos convencieron al resto, que se apresuraron tras el.

* * *

Christopher se asomo al interior del Arca y encontro los objetos que buscaba.

* * *

Un estrepitoso retumbar infinitamente mas atronador que los dos primeros recorrio el Templo como un tren de mercancias e hizo que periodistas y curiosos echaran a correr. Un momento despues reaparecio Robert Milner. Estaba solo. Decidido, bajo una cuarta parte de la escalinata y, mirando desde lo alto a los miles de personas presentes y a las docenas de camaras que desde alli retransmitian el acontecimiento al resto del mundo, comenzo a hablar. Lo hizo con su voz, aunque sonaba diferente; al menos Decker podia detectar que habia una diferencia.

– «He aqui que Yo os enviare al profeta Elias antes de que llegue el dia de Yahveh grande y terrible, para que vuelva el corazon de los padres a los hijos y el corazon de los hijos a sus padres, no sea que Yo venga y haya de consagrar el pais al anatema» -dijo Milner citando al profeta Malaquias. [40] Sus palabras resultaron familiares a muchos de los presentes, pero sobre todo a los sacerdotes y los levitas-. Escucha, oh, Israel -dijo Milner, sin citar ya a nadie-, porque en este dia, en esta hora, cesa tu lamento. Este es el dia del que hablo el profeta. ?Elias ha llegado! ?Yo soy el!

La proclamacion provoco una gran conmocion entre los sacerdotes y levitas judios, y todas las miradas se concentraron en el sumo sacerdote, curiosas por ver su reaccion. La expulsion del Templo habia sido una maniobra ruin, pero que un gentil viniera a presentarse como el profeta Elias era una ofensa tremenda, aunque no una blasfemia propiamente dicha. Nadie sabia muy bien como reaccionar, de modo que todos miraron a Chaim Levin, el sumo sacerdote, para seguir su ejemplo. De haber tenido la mas minima sospecha de que, en ese instante, Christopher se encontraba en el interior del sanctasanctorum ante el Arca de la Alianza, no habrian esperado a la reaccion del sumo sacerdote y se habrian lanzado ya a rasgarse las vestiduras y echarse polvo sobre la cabeza, como hacen por costumbre los judios ante una grave ofensa.

Sorprendentemente, Chaim L evin estaba muy calmado. Ataviado con la indumentaria tradicional de su oficio en el Templo, el sumo sacerdote lucia una mitra azul con una diadema de oro solido grabada con las palabras hebreas, que significaban «Santidad a Yahve». Sobre la tunica de lino blanco que vestian todos los sacerdotes y que le llegaba hasta los tobillos, dejando unicamente al descubierto sus pies desnudos, el sumo sacerdote llevaba un manto hasta la rodilla. Estaba adornado con ricos bordados, y del borde inferior colgaban campanillas doradas que sonaban musicalmente cuando se desplazaba. Sobre este manto, lucia el efod, una especie de chaleco hasta la cadera, profusamente bordado con gruesos hilos de color dorado, purpura, azul y carmesi. En el pecho, sujeto con cordones de oro a unos grandes broches insertos en las hombreras y atado a la cintura con cordones escarlata, iba el pectoral, un peto cuadrado de grueso lino, decorado con brocados de oro e incrustado con doce grandes piedras preciosas, en cuatro hileras de tres, representando a las doce tribus de Israel.

Ya fuera por gratitud hacia Christopher por haberles librado de Juan y Cohen o, sencillamente, porque no queria arruinar sus hermosos ropajes, Chaim Levin mantuvo la serenidad ante la afirmacion de Milner. Es mas, le miro fijamente a los ojos y con tacto y, eso si, cierto regodeo esceptico, le pregunto:

– ?Y por que senal nos haras sabedores de que eres quien dices ser?

– Con la misma que yo, Elias, use ante el rey Ajab y el pueblo de Israel en el Carmelo [41] -contesto Milner bien alto para que todos pudieran oirle.

Chaim Levin arqueo una ceja y fruncio ligeramente el entrecejo. El descaro de Milner le impresionaba, pero ni por un momento penso que fuera capaz de hacer lo que decia.

– ?Y cuando veremos esa senal? -pregunto pasados unos instantes.

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