la historia de Suecia y, con el tiempo, su interes crecio hasta el punto de que mas parecia una obsesion. Mattias confeso con una sonrisa que Pernilla se apasiono con Gustavo II Adolfo y los demas senores, pero que le parecia bien, pues tal aficion no le afectaba a la espalda. Y le conto tambien lo contento que estaba por su nuevo trabajo, puesto que las deudas contraidas por la rehabilitacion de Pernilla serian por fin abordables, por no hablar del coste de todos los quiropracticos y masajistas, imprescindibles para que no sufriese dolores.

El tintineo de una copa acallo la conversacion de todas las mesas y las miradas sondearon la sala en busca del origen del sonido. La monitora se habia puesto de pie.

– Queria aprovechar ahora que estamos todos reunidos. Quiero que me digais si podriais plantearos prolongar un par de horas la jornada de manana, asi tendremos tiempo de abordar todos los temas. Me temo que, de lo contrario, tendriamos que cancelar la charla sobre el tratamiento del estres.

El curso, segun el programa, tendria que terminar para la hora del almuerzo. Ella le habia prometido a su madre que la recogeria a las tres para ir a visitar la tumba.

– Todos aquellos que no tengan inconveniente, que levanten la mano.

Practicamente todos lo hicieron, Ase incluida. El unico de su mesa, aparte de la propia Monika, que no alzo la mano fue Mattias. Ase la vio y seguramente tomo conciencia de su papel de chofer, porque bajo la mano enseguida.

– Vaya, ?tienes prisa por volver a casa?

Monika no tuvo tiempo de contestar, pues la monitora volvio a tomar la palabra.

– Parece que la mayoria puede quedarse, asi que eso haremos. Por lo demas, espero que sigais disfrutando de la cena.

Ase arrugo la frente.

– Espera, voy a comprobar una cosa.

Se levanto y se marcho sin mas explicacion de cuales eran sus planes. Mattias apuro su copa.

– A mi no me importa saltarme el tratamiento del estres, a cambio descanso unas horas mas en casa. Se que el resto de los que venian conmigo tambien tenian prisa por volver.

El tambien habia compartido coche. Pertenecia al grupo del que Ase le hablo cuando las dos emprendieron su viaje el jueves anterior. Monika penso que era la ultima vez que iba sin su coche. Si asistia a un curso otra vez, cosa que dudaba mucho en las circunstancias actuales, procuraria ser independiente. Llamar a su madre y cancelar la visita al cementerio quedaba descartado. Ya habia abusado bastante de su escasa paciencia.

Ase volvio y se sento en la silla.

– No, no ha podido ser, ya tenian el coche lleno. Pense que podrias irte con el otro grupo de la ciudad si tenias prisa, porque ellos tambien se van pronto. Pero bueno, que mas da, pasare del tratamiento del estres.

Aquella parte era la razon por la que Ase habia asistido al curso y ahora se la perderia por culpa de Monika. ?Como detestaba las eternas visitas a la tumba! Deseaba con todas sus fuerzas haber podido decirle a Ase que no importaba, que se quedaria alli dos horas mas, si era importante para ella. Pero sabia lo que eso implicaria. Semanas de indignado silencio en las que su madre, sin pronunciar una palabra, lograria reforzar la voz recriminatoria de la conciencia que le decia que ella siempre pensaba en si misma en primer lugar. Y cuando su madre se acercaba tanto a la verdad, la existencia se le hacia insoportable. Su unica salida era deshacerse en atenciones y andarse con cuidado hasta que todo volviese a la normalidad. Y ahora no soportaria una situacion asi. Justo ahora, que habia decidido atreverse a confesarselo todo a Thomas. Tenia que elegir.

– Quisiera poder decirte que me quedo, pero tengo una visita domiciliaria a un paciente manana a primera hora de la tarde.

Sintio que se ruborizaba y fingio que le habia entrado algo en el ojo como pretexto para esconder la cara. Alli estaba sentada mintiendo y, una vez mas, quedaba demostrado. Ella no se sacrificaba en tanto que Mattias no vacilaba jamas.

– Si tienes tanta prisa por volver, puedes ocupar mi lugar en el otro coche, y Ase y yo nos quedamos al tratamiento del estres. No creo que Daniella aprenda a hablar justo manana antes de las cuatro.

Le costo admitir la gratitud que sentia.

– ?Estas seguro?

– Segurisimo. Yo quiero volver a casa cuanto antes, pero no por nada urgente. Espero y regreso con Ase.

Y asi quedo decidido.

Nada cambio a su alrededor. Todo parecia igual que hacia un instante. A veces resulta muy extrano que no veamos las encrucijadas que nos cambian la vida justo en el instante en que las estamos pasando.

10

Se paso dos dias en la cama. No se atrevio a dormir ni un segundo. La unica vez que tuvo fuerzas para levantarse fue para vaciar la vejiga y abrirle a Saba la puerta del balcon. Consumia toda su energia en mantener apartados aquellos pensamientos. Como insectos malevolos, invadian su realidad mientras ella se debatia furiosamente por mantenerlos lejos de si. Las evocaciones e insinuaciones de Vanja la obligaban una y otra vez a aproximarse a los confines de un mundo que habia hecho suyo. Un apartamento de sesenta y ocho metros cuadrados o un ring iluminado por luces de bordes drasticamente delimitados. Una zona reducida conformada por la interpretacion de la verdad que era soportable. Alla fuera, todo era blanco; una nada blanca donde nada existia. Pero ahora se veia una y otra vez en el borde mismo del ring iluminado, con la cara vuelta hacia la blancura del exterior y, de repente, se apercibio de que algo se movia al otro lado, de que habia mas. En toda la blancura exterior podia, subitamente, distinguir sombras. Sombras de algo que no queria cobrar forma, pero que se acercaba cada vez mas.

La carta de Vanja habia quedado reducida a cenizas en el balcon. Aun asi, no le sirvio de nada. Vanja era una mujer perturbada que relataba sucesos jamas acontecidos y lo que tal vez hubiese ocurrido lo tergiversaba hasta lo irreconocible. Todas las demas ideas y reflexiones que le habia endilgado a Maj-Britt eran tan repugnantes que desearia no haberlas leido nunca. Aunque su relacion con Dios era desde hacia tiempo bastante forzada, por no decir inexistente, ni por un momento se planteaba blasfemar. ?Y eso era precisamente lo que hacia Vanja! Blasfemaba hasta extremos increibles y, puesto que Maj-Britt habia participado de sus palabras, se habia convertido en complice de su blasfemia. Tenia que lograr que Vanja dejase de escribirle. Ni siquiera el consuelo de llevarse algo a la boca se le ofrecia ya como una salida. La ultima semana, el dolor lumbar habia sido tan intenso que la mareaba.

Habian pasado dos dias desde que se cayo de la cama y Ellinor la salvo. Hoy vendria otra vez. Durante la noche, Maj-Britt habia tomado una resolucion sobre como saldar su deuda de gratitud y el atisbo de reconciliacion en que habia derivado. Ya se habia desvestido y aguardaba a Ellinor en ropa interior. Cuando la joven viese su repulsivo cuerpo, retrocederia de puro asco y perderia su ventaja. Entonces se veria obligada a avergonzarse de su reaccion, imposible de ocultar, con lo que Maj-Britt recuperaria su posicion y el derecho a hacer gala de su desprecio.

Hacia veinticuatro horas que tenia el papel de carta y el boligrafo en la mesilla de noche. Estaba junto a la nota con el numero de movil de Ellinor y, pese a su renuencia, se veia obligada a admitir que la tranquilizaba saber que lo tenia a mano. Por si volvia a suceder.

Detestaba aquella sensacion.

Que Ellinor pudiese ofrecerle algo con lo que ella quisiera contar.

En el suelo, arrugados, yacian cuatro intentos de formulacion de una carta que Saba habia olisqueado curiosa un par de veces, antes de comprender su miserable condicion y perder el interes por ellos. El odio hacia Vanja era tan intenso que las palabras se negaban a ser formuladas. Lo que habia hecho aquella mujer era imperdonable: entrometerse en un mundo al que nadie la habia invitado y ponerlo todo patas arriba. Abusar del tiempo ajeno, como si sus retorcidas opiniones mereciesen reflexion.

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