estuviese en su posicion. Era como si la procedencia de su inexplicable tranquilidad radicase en su lente.

Ella siguio su mirada y el rapidamente miro en otra direccion. No podia arrebatarle ese ultimo contacto con el mundo. Se puso de pie y durante un segundo penso que le habia leido el pensamiento. Se tranquilizo cuando desaparecio por el recibidor.

Comenzo a tirar de sus ataduras. Se sento en la cama. La mano izquierda sujeta con unas esposas a una gruesa argolla en la pared y los pies estaban atados con gruesas cuerdas. No pudo ver como estaban atadas por debajo.

Pudo tumbarse justo antes de que ella apareciera en el vano de la puerta. La repugnancia se extendio como un rayo por su cuerpo.

Casi podia aguantar a Bodil Andersson y Anja Frid, pero no estaba lo suficientemente preparado para soportar a la diabla.

Ahora ella se encontraba en el vano de la puerta.

No tenia el abrigo puesto, pero la peluca y las gafas estaban en su sitio. Llevaba el traje rojo que habia estado anudado a la silla de la oficina de Olof hacia unos dias. ?O eran anos?

Esbozo una amplia sonrisa.

El corazon de Peter latia aceleradamente.

Ella hizo una reverencia y volvio a poner el disco. Peter volvio el rostro hacia la pared. En menos de un segundo estuvo junto a el, le tiro del pelo y le obligo a mirar la habitacion.

– ?Ahora mira! ?Te enteras, jodido de mierda?

Parecia completamente loca. Comprendio que, al volver la cabeza, ella se habia sentido ofendida. Lo unico que el deseaba era no tener que verla hacer el ridiculo. Al parecer iba a actuar para el. Tuvo que esforzarse para no volver de nuevo la cabeza. Lo que vio le hizo sentir verguenza ajena y no sirvio de nada convencerse de que casi se lo merecia.

Se dio cuenta de que esa persona estaba verdaderamente enferma. Se pregunto que tenia que ver el con todo esto. A ratos bailaba provocativamente y a ratos descontroladamente. Se ponia a cuatro patas o se tumbaba de espaldas y alargaba los brazos hacia el techo, todo mientras cantaba la letra palabra por palabra.

De pronto se puso de pie en mitad de la cancion y se quedo completamente quieta. Parecia desconcertada. Contrajo el lado izquierdo del rostro, se dio la vuelta y abandono la habitacion.

Regreso unos minutos despues. Sin traje ni peluca. Llevaba puesto el mismo pantalon y jersey que tenia cuando el llego.

La diferencia era sorprendente. El viento parecia haberse llevado la amable sonrisa y una mueca diabolica se extendio por su rostro. Peter se sorprendio por primera vez de lo que veia en sus ojos.

Era odio.

– ?Que quieres de mi? -preguntaron sus labios.

Ella no respondio. Se acerco al tocadiscos y levanto la aguja.

– ?Que tengo que ver yo con esto? -prosiguio el-. No he intentado entrometerme entre Lundberg y tu. ?Al contrario! ?Fue el quien me pidio que te encontrara!

Ella solto una carcajada.

– Te crees muy listo -dijo ella en voz baja-. Pero no has entendido nada. No hay nada que me preocupe menos que Olof Lundberg. El era solamente mi juguete, un pequeno pasatiempo.

Senalo hacia la ventana.

– Estaba ahi sentado, justo delante de mis ojos, en su pequena carcel de cristal, un triunfador presuntuoso que pedia ser agitado un poquito. Le envie algunas cartas y reacciono de la forma mas divertida que nunca habia podido imaginar. He estado aqui sentada y he visto como se ha tirado del pelo a causa de mis pequenas sorpresas. Estaba como hecho para entrenarse con el.

Ella suspiro.

– Pero luego se me ocurrio que podia combinar el trabajo con el placer y fue entonces cuando se me ocurrio presentaros. Dos desgraciados con los que jugar.

Le sonrio. No era ninguna sonrisa de placer.

– Tu. Tu no te has enterado de nada. Me importa una mierda Olof Lundberg. No es a el a quien quiero, ?sabes? Es a ti, pequeno Peter. Eres tu quien va a pagar todo lo que me debes. Y no tengo prisa. Cuarenta y dos anos de infierno no se devuelven en un dia. Nadie va a preguntar por ti, de modo que tenemos todo el tiempo del mundo.

Peter empezo a tener frio. Aun carecia de la capacidad de asustarse pero su cuerpo intento buscar otras expresiones.

– ?Que he hecho? -pregunto cuidadosamente.

– Nada, Peter. Nada. Precisamente.

30

Ella no dijo nada mas. Se sento de nuevo en el sillon y se quedo ahi mirandole. Ya no habia ni el mas minimo rastro de sonrisa en su rostro.

El no se atrevio a preguntar nada mas.

Se pregunto que hora seria. Desde que se habia despertado no habia tenido conciencia de la hora que era. Ademas, tenia ganas de orinar.

Aun se sentia increiblemente tranquilo. Sabia que el mayor deseo de ella era verlo derrumbarse, pero por primera vez en mucho tiempo su cuerpo y su alma estaban de su parte.

Fuera era de noche. En este momento seguramente Olof no estaria en la oficina. La oscuridad se habia apoderado del piso y ella no parecia tener la intencion de encender una lampara. Ahora solo era una silueta recortada sobre el fondo de la iluminacion de Sibyllegatan.

Ninguno de los dos habia hablado desde hacia horas.

El sopeso la situacion. No tenia ninguna idea.

El recuerdo de la fotografia en la pared de la otra habitacion le habia vuelto a la memoria, cuanto mas lo pensaba mas le desconcertaba. Tenia que haber visto mal. Recordo su vision en Humlegarden. Ahora tenia claro que no habia sido ningun espejismo.

El rostro de la fotografia se habia grabado en sus ojos y sabia lo que habia visto. Se habia visto a si mismo. Aunque algunos anos mayor y con el pelo peinado hacia atras, con camisa y corbata y un pulover.

Nunca habia tenido un pulover. Tampoco corbatas, quiza alguna. El hombre de la fotografia debia de ser otro.

Un doble.

?Un doble que Anja Frid odiaba con toda su alma?

Decidio que su primera y mas importante accion era convencerla que el no era quien ella creia.

– ?Quien es el hombre de la fotografia? -pregunto.

– Erik Frid -contesto ella inmediatamente.

La respuesta le desconcerto. Su suposicion habia sido erronea.

– ?Es algun familiar?

Ella no respondio.

– ?Puedo ir al cuarto de bano? -pregunto el.

– No -contesto ella-. Pero te lo puedes hacer en los pantalones.

Rio burlonamente.

El decidio intentar contenerse un poco mas.

Permanecieron un rato en silencio. La silueta de ella seguia sentada inmovil en el sillon.

La posicion horizontal empezaba a resultarle incomoda. La colcha se habia enrollado debajo de el, con su mano derecha libre intento estirarla tanto como pudo. El movimiento le hizo sentir mayores deseos de ir al cuarto de bano.

Ella comenzo a cantar. Primero en voz baja y luego mas y mas alto: «?Adonde vas, mi pequenita? Voy a buscar bebida».

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