Olof sonrio, casi parecia orgulloso.

Peter se preparo para superar una ultima vez el dolor de garganta.

– ?Saben donde esta? -pregunto-. Nos persigue a Olof y a mi.

Los dos policias volvieron a mirarse.

– No. El piso estaba vacio cuando llegamos.

La habitacion quedo en silencio.

– Por ultimo, ?por que le duele tanto la garganta? -pregunto Dahlberg.

Peter se encogio de hombros.

Eriksson y Dahlberg se pusieron de pie y dijeron adios.

– Seguramente regresaremos para hacerle mas preguntas. Le pediremos al personal que nos informe cuando le den el alta.

De pronto el se volvio a asustar. Sin preocuparse por el dolor de garganta exclamo:

– No se iran ya, ?verdad? ?Ella puede venir aqui!

Los hombres se miraron.

– No tiene por que preocuparse. Le diremos al vigilante de recepcion que tenga los ojos bien abiertos. Adios.

Abandonaron la habitacion.

Peter comprendio que no creian su historia.

Se dio la vuelta hacia Olof.

– ?Es cierto! -susurro.

– Lo se -respondio y asintio tranquilizadoramente.

Peter volvio la cabeza y cerro los ojos.

Dentro de poco contaria toda la verdad.

Simplemente el deseaba saberlo primero.

34

Olof se marcho y Peter se quedo solo en la habitacion. Le dolian las heridas que se habia hecho en los brazos con los cristales de la ventana y sentia todo el cuerpo totalmente extenuado, pero el cerebro funcionaba a toda maquina. Una mezcla de desconcierto y miedo le impedian dormir. Recordo la carta que tenia en el bolsillo del pantalon. Habia pensado varias veces pedirle a la enfermera que se la trajera, pero habia dudado. Aun no estaba preparado. Comprendio que independientemente de lo que dijera la carta, con toda probabilidad descubriria algo que no habia sabido antes y no tenia ni idea de cual iba a ser su reaccion. Estaba al borde de un abismo y tenia miedo de perder el equilibrio y caer al vacio si leia la carta.

?Quien era ella?

?Que tenia que ver su madre con ella?

Pulso el timbre para llamar a la enfermera de noche. Pasaron un par de minutos antes de que se abriera la puerta y entrara la enfermera.

– Perdone que la moleste, pero ?podia ser tan amable de darme mis pantalones? Hay una cosa en el bolsillo que deseo coger.

Abrio uno de los armarios a la izquierda de la puerta y comenzo a buscar entre su ropa. Encontro los pantalones y los saco del armario.

– Necesitan un lavado -dijo ella y fruncio la nariz.

El se sonrojo.

– No hay nada en los bolsillos. ?En que bolsillo estaba?

Un frio glacial se extendio por su cuerpo. Se incorporo y se sento en la cama.

– ?Dejeme ver!

Ella se acerco y le entrego los pantalones. Tenian un fuerte olor a suciedad y orina. Rebusco en el bolsillo derecho donde sabia que habia puesto la carta.

Estaba vacio.

La enfermera habia regresado al armario y ahora buscaba en el suelo de la pequena taquilla.

– ?Que era? -pregunto ella-. ?Era algo importante?

No podia responder. Respiraba con cortas y rapidas inhalaciones. Se acerco de nuevo a el.

– ?Como se encuentra? Intente tumbarse, por favor. Voy a buscar algo para que pueda dormir.

Desaparecio por la puerta.

El no lo dudo ni un segundo. De un rapido tiron se quito el esparadrapo que habia sobre la canula de su mano y extrajo cuidadosamente la aguja. Saco las piernas por el borde de la cama y probo si podia caminar. Apenas podia, pero era suficiente. Se puso los pantalones y se metio la camisa blanca del hospital por dentro. Los zapatos y la chaqueta no estaban en el armario, debieron de quedarse en el piso.

Salio con pasos furtivos al pasillo y miro a su alrededor. Se oian ruidos desde una puerta abierta algo mas a la izquierda y se apresuro en direccion contraria.

El pasillo iba a parar a una puerta de cristal; detras se encontraba la escalera. Abrio la puerta tan silenciosamente como pudo y comenzo a bajar casi corriendo. Dos pisos mas abajo abrio una puerta de cristal parecida a la que acababa de pasar y se encontro en otra planta.

El reloj blanco de la pared marcaba casi las cuatro y media. Junto a la primera puerta a mano derecha decia sala 8 y abrio la puerta con cuidado.

Tuvo suerte. En la sala habia cinco hombres roncando. La sexta cama estaba vacia. Los armarios estaban situados igual que en su habitacion y comenzo a abrir las puertas con cuidado. Los primeros zapatos que encontro eran del numero cuarenta y cinco, de modo que los dejo. En el armario siguiente habia un par de viejas zapatillas deportivas que seguramente ni siquiera su propietario echaria mucho de menos. Las cogio y salio de la habitacion. Habia dudado si tambien coger una chaqueta pero se abstuvo. Aun no habia cometido ningun delito y estaba seriamente resuelto a continuar asi.

Al final de la escalera se encontro con un corredor. El techo era bajo y ante el se extendia un pasadizo subterraneo de mas de ciento cincuenta metros. Saco fuerzas de flaqueza. Seguro que ya le habian echado de menos y tenia prisa por salir del edificio. Lo intento con todas las puertas que vio pero todas estaban cerradas. Paso un ascensor; estaba a punto de perder el control pero entro en el. Pulso PB. No ocurrio nada. Pulso todos los botones pero el ascensor estaba completamente muerto. Golpeo la pared con el puno y apoyo la frente contra la fria placa de metal.

La puerta del ascensor se abrio. Dio un respingo como si alguien le hubiera golpeado y volvio lentamente la cabeza.

En el ascensor entro un hombre de unos veinticinco anos vestido de blanco con un gran manojo de llaves.

– Hola. ?Adonde va?

– Afuera -respondio Peter tan serenamente como pudo.

El hombre introdujo una de sus llaves en una cerradura del panel y la giro. A continuacion pulso uno de los botones y el ascensor se puso en marcha. Peter le dio la espalda y sintio sus ojos clavados en su nuca.

– ?Esta en la UH3? -pregunto.

Peter asintio y el ascensor se detuvo. El hombre lo estudio y Peter le pidio a Dios que se abrieran las puertas. Fue momentanea mente escuchado, pero en el mismo instante en que daba un paso hacia afuera sintio la mano del hombre sobre su hombro. Se detuvo.

– Oiga. No tenemos ninguna planta que se llame UH3. Lo mejor sera que venga conmigo.

Peter intento pensar. No, ahora que habia llegado tan lejos, no. En ese mismo instante las puertas del ascensor comenzaron a cerrarse y Peter se dio la vuelta rapidamente y empujo al hombre dentro del ascensor. Lo ultimo que vio fue la expresion de sorpresa del rostro del hombre desapareciendo por la rendija entre las puertas. Comenzo a correr hacia la salida.

Se pregunto por que de pronto la suerte estaba de su lado.

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