adora.

—Ez bueno y lo quiero —declaro con firmeza la pequena, a la que Francois, con toda naturalidad, habia tomado en sus brazos para devolverle el beso—. ?Tu erez malo!

—?Vamos, vaya unos modales! Esta nina es una maleducada, y ni siquiera bonita...

—?Un poco de indulgencia, hermano! —dijo Francois con una sonrisa—. Pensad en la pesadilla de la que acaba de escapar.

—?Precisamente! Nuestra madre haria mejor dejandola en un convento. Lo que ocurrio en La Ferriere indica que su familia incurrio probablemente en la colera de algun gran personaje. Del rey, tal vez...

—Sabed, senor, que el rey no asesina —interrumpio con tono severo Monsieur d'Estrades—. Y aun menos ordena matanzas. Cuenta con suficientes jueces y soldados a su servicio para no necesitar recurrir a tales metodos para administrar justicia.

Mercoeur rectifico de inmediato:

—?Lo se, senor, dignaos perdonarme! Solo pretendia decir que, dada la situacion de peligro en que se encuentran nuestro padre y nuestro tio, no deberiamos ocuparnos encima de los problemas de otras personas. Me permitireis que valore la salud de ambos por encima de cualquier otra preocupacion —anadio Louis al tiempo que reprimia un sollozo que expresaba hasta que punto estaba inquieto.

—Todos pensamos como vos, pero es en la desgracia cuando mayor merito tiene el preocuparse por los demas.

Mientras tanto, llegaron al rescate Madame de Bure y Elisabeth. A pesar de la oferta de mazapanes y de pasas confitadas, Sylvie no cedio: habia recuperado la mano de Francois y no estaba dispuesta a soltarla. Sin duda no comprendia por que los hombres y las mujeres tenian que viajar en carruajes diferentes. Louis gruno, impaciente:

—?De verdad es preciso retrasar nuestra marcha hasta la tarde para atender el capricho de una mocosa testaruda? Tenemos prisa.

—Ya nos vamos —respondio Francois, sonriendo—. Lo mejor sera que yo acompane a las damas. A fin de cuentas, asi tendran un caballero para defenderlas.

Se llevo a la pequena hasta la primera carroza y la sento a su lado. Un instante mas tarde, los pesados carruajes, seguidos por las carretas cargadas con los equipajes, cruzaban la verja de la entrada en el momento en que el gran ciervo de bronce resonaba siete veces y los campanarios de los alrededores daban el toque del angelus.

Cuando el cortejo escoltado por servidores a caballo se dirigia a la carretera de Dreux, el carricoche del capellan aparecio en la explanada con las gentes del magistrado de Anet y las que Raguenel se habia llevado consigo. Todos parecian molidos de cansancio. Sus rostros mostraban las huellas de la terrible tarea que habian tenido que cumplir. Al verlos, D'Estrades detuvo los carruajes y descendio para saludar al prior con respeto:

—?Monsieur de Raguenel no os acompana, padre?

El anciano le dirigio una mirada algo extraviada.

—No. Cuando el senor magistrado y yo terminamos nuestra tarea, nos urgio a que volvieramos para tomarnos un pequeno respiro. Muy necesario, hijo mio, os lo aseguro. He visto muchas cosas en mi vida, pero pocos horrores comparables a este...

—?Se sabe quien ha podido hacer una cosa asi?

—?Quien podria decirnoslo? Las gentes de la aldea vecina estan petrificadas de horror. Solo han hablado de una tropa de hombres de armas, una docena de caballeros vestidos de negro que parecian demonios. El que mandaba el grupo llevaba mascara. El senor magistrado no ha podido averiguar nada mas y, con franqueza, no veo que otra cosa podrian decir, ya que unicamente atinaron a esconderse. Por lo que nos toca, podeis informar a la senora duquesa de que las pobres victimas han sido piadosamente enterradas y bendecidas. Tal vez cuando regrese monsenor Cesar consiga aclarar este misterio... pero no le sera facil.

—?Por que no ha regresado con vos el caballero?

El prior se encogio de hombros y alzo las manos al cielo.

—Porque es un hombre testarudo y se niega a aceptar la evidencia. Se ha quedado con su criado, para que le ayude a «interrogar al cielo y la tierra», segun sus propias palabras. Los jovenes no retroceden ante nada y creen siempre saber mas que los viejos. En fin, ha dicho que el se encargaria de cerrar el castillo a la espera de que monsenor el duque tome las disposiciones necesarias. Permitidnos ahora que sigamos nuestro camino, hijo mio. Tenemos una gran necesidad de rezar.

El oficial retrocedio dos pasos y se inclino hasta barrer el suelo con las plumas de su sombrero. Los religiosos continuaron su camino y, un instante mas tarde, el cortejo reanudo su traqueteo. Madame de Bure, muy afectada ya por el calor —sus formas generosas y el tinte enrojecido de su tez, debidos a un apetito excesivamente avido, le hacian temer las temperaturas elevadas—, se abanicaba con su panuelo.

—?Si nos paramos a cada momento, nunca llegaremos! —se quejo—. Ademas, debiamos habernos marchado antes. En plena noche, para aprovechar el fresco. La senora duquesa ha hecho muy bien tomando la delantera.

La buena senora habria seguido charlando con mucho gusto, pero sus jovenes acompanantes no la escuchaban. Elisabeth habia vuelto a dormirse apenas aposentada en la carroza, y Francois dejaba vagabundear su mente en torno al castillo de Sorel. No solo se alejaba de el sin haber conseguido la menor informacion tranquilizadora acerca de la que tanto ocupaba sus pensamientos, sino que unicamente Dios podia saber cuando volveria a verla, si es que lo lograba. En general le gustaba Vendome, pero en esta ocasion tenia la impresion de partir para el destierro. Respecto a su padre, al que sin embargo amaba sinceramente, no llegaba a inquietarse de verdad: el duque Cesar era una especie de fuerza de la naturaleza. Habia en el algo indestructible de lo que nunca podrian llegar a apoderarse todos los Richelieu de la tierra.

Muy distintos eran los pensamientos de su nueva amiga. Sentada junto a el, Sylvie disfrutaba de un momento de felicidad pura. Era demasiado pequena para darse cuenta cabal de la desgracia que se habia abatido sobre ella. Unicamente sabia que le habian hecho dano, que habia tenido miedo y que su mama, tan dulce y siempre presente cuando la necesitaba, no habia respondido cuando la llamo. Su mundo calido y acogedor habia estallado de repente. La Tata la habia sacado de la cama y habian echado a correr, ?deprisa, deprisa! Habia sido bastante divertido, pero de repente habia soltado un fuerte grito y se habia caido encima de ella con tanta fuerza que Sylvie no recordaba bien lo que habia pasado despues, solo que aquel peso la ahogaba hasta que con su instinto de cachorrillo habia conseguido liberarse. La Tata no se movia y, como ni mama ni nadie respondia a sus gritos, Sylvie habia salido a buscarla en compania de Madame Jolie, su muneca, que al menos no la habia abandonado. El camino era dificil. Habia piedras que le lastimaban los pies, y espinas, y Sylvie habia llorado de dolor y miedo, hasta que sono aquel ruido horroroso; pero enseguida habia aparecido el angel sobre un caballo blanco. El caballo habia desaparecido, Dios sabe por que, pero el angel se quedo a su lado y la llevo a una preciosa casa toda dorada y llena de colores, donde se habian ocupado de ella... Ahora iban de paseo juntos y el sol brillaba. ?Olia tan bien el aire!

En conclusion, la nina solto un suspiro y apoyo su cabecita en el brazo de su maravilloso salvador. El traqueteo era un poco molesto, pero de pronto sintio mucho sueno. Francois retiro entonces el brazo con cuidado, lo paso alrededor de su cuerpo y la acomodo contra el. No entendio por que Elisabeth se echaba a reir y le decia:

—Estoy segura, Francois, de que nunca se te ocurriria seguir la carrera de ama seca, pero en todo caso demuestras notables aptitudes...

—Hacia tiempo que no decias una tonteria —gruno el aludido—, ?y seguramente lo echabas en falta!

—Vamos, no te enfades. Tambien a mi me conmueve, la encuentro encantadora...

—?A pesar de su mal caracter?

—No tiene mal caracter. Sabe lo que quiere, eso es todo. Y de momento, lo que quiere eres tu.

—Esperemos que se le pase pronto. —suspiro Francois, que deseaba por encima de todo recuperar el hilo de sus pensamientos.

Y asi fue como Sylvie de Valaines partio hacia una nueva vida.

Mientras tanto, Perceval de Raguenel se esforzaba por reconstruir la tragedia que acababa de producirse en

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