demasiado. De ahi la boda expeditiva con Valaines y la rapida marcha a la provincia. Conocemos lo que ocurrio a continuacion: Maria de Medicis cayo mas o menos en desgracia y lo mismo le sucedio a Richelieu, entonces obispo de Lyon y su consejero mas intimo. Y detestado por el rey. Hoy las cosas han cambiado: Richelieu es ministro y la reina madre parece haber recuperado toda su influencia.

—Si la situacion les es favorable, senor, ?por que resucitar el tema de las cartas, que tal vez fueron destruidas en el saqueo de los aposentos de Leonora Galigai?

—El imbecil mas obtuso no destruiria un arma semejante si hubiera caido en sus manos. Tienen que existir aun, en algun lugar, seguramente escondidas. En cuanto al hombre que vino a buscarlas aqui, puedes estar seguro de que conoce su valor y que querria utilizarlas. Contra la reina madre, sin duda; es una molestia para mucha gente, desde que vuelve a estar en el candelero... Para el cardenal, sin ir mas lejos.

—?El cardenal? Bromeais, senor —balbuceo Corentin—. ?Es completamente imposible!

—?Por que? ?Por haber sido antes el favorito de la reina madre? Ya no se llevan tan bien, creeme. Incluso debe de haberse convertido en un estorbo para el desde que ha vuelto a su vieja mania de la alianza con Espana, tan contraria a sus objetivos politicos. Ahora bien, por implacable que sea, no le creo capaz de ordenar una matanza como esta, y en estas condiciones. ?A pesar de todo, es un hombre de Dios!

—?Bah, un hombre de Dios, un hombre de Dios! Cuando se tiene el poder y se aspira a conservarlo...

—De todas maneras, fueran las que fueren las ordenes del asesino, suponiendo que las haya recibido, las excedio en mucho para llevar a cabo su propia venganza. Debio de amar a Chiara Albizzi y ella lo desdeno para casarse con Valaines; y como el conocia la existencia de las cartas, mato dos pajaros de un tiro. Lo que mas me llama la atencion es que hayan esperado a la detencion de los Vendome, senores y protectores de los Valaines, para actuar.

—Es verdad. Y aqui estamos, discutiendo sin tener la menor idea de donde buscar a los asesinos... ?Y si volvemos a interrogar a los aldeanos? Tenemos que reclutar gente para limpiar la mansion antes de cerrarla, a la espera de que la senora duquesa tome una decision... Vamos a dar una vuelta.

El tabaco de las pipas se habia consumido. Salieron al patio y el calor les envolvio. Los rayos del sol en el cenit caian a plomo, generando un silencio poblado por el zumbido de moscas y avispas. Para no perturbar el sueno de Jeannette durante su corta ausencia, Perceval cerro la puerta de la mansion y se echo la llave al bolsillo. El pueblo, tan pequeno que apenas merecia ese nombre y disimulado en un pliegue del terreno, debia de dormir la siesta en ese momento anunciador ya de la canicula. Pero al cruzar el puente sonoliento, el caballero vio a tres hombres que rondaban por los alrededores y que intentaron esconderse entre los arboles cuando les llamo.

—?Acercaos, vosotros! He venido en nombre de monsenor el duque de Vendome y no tengo intencion de comeros. ?Vamos, venid aqui!

No obstante, los dos mas jovenes escaparon tan aprisa como lo permitieron sus piernas, cada uno en una direccion diferente. Solo el tercero, un hombre anciano provisto de una barba gris y enmaranada, salio de su escondite y se acerco a paso lento a Perceval y su escudero, estrujando entre las manos el sombrero informe que acababa de quitarse de la cabeza.

—Y bien —le interpelo el caballero—, ?por que te escondes y por que esos dos han puesto pies en polvorosa? ?Queriais entrar en el castillo?

—?No!... ?Oh, no, gentilhombre! Solo queriamos ver...

—?Ver que? No hay nadie mas que la hija de la nodriza. ?Es que venia de vuestra casa y aun le queda familia?

—No. Richarde era de Moussel. Su hombre ha muerto y la pequena no tiene a nadie.

—Bueno, nos ocuparemos de ella, pero ahora necesitamos gente para hacer limpieza y dejar todo ordenado.

El anciano dio un respingo e hizo un gesto de rechazo con ambas manos.

—?En el castillo? ?Oh, no, senor! Dicho sea con todo respeto, no encontrareis a nadie. ?Todos tenemos miedo!

—?Miedo de que? Los bandidos no volveran. No tienen nada que hacer aqui.

—Eso es facil decirlo, gentilhombre, pero ?quien nos lo asegura? Yo les vi marcharse, yo en persona; ahi, escondido detras de esa roca. Uno de ellos dijo: «Ya que no hemos encontrado nada, ?por que no le prendemos fuego?» Otro contesto que esas no eran las ordenes, y que de todas maneras podrian volver para seguir buscando...

—?Dijeron eso? ?Volver despues de lo que han hecho? Tienen que saber que el duque Cesar pondra como minimo una guardia en el castillo. Y ademas, ?volver de donde? A menos que se trate de una banda de esos bribones que infestan el bosque de Dreux...

—?Bribones con buenas monturas, bien equipados, todos vestidos de negro y con pluma en el sombrero? — ironizo Corentin—. ?Esa clase de alimanas no vive en chozas hechas con ramas ni en cuevas!

—Tienes razon —asintio Raguenel—, pero eso no nos dice de donde venian.

—Eso quiza pueda deciroslo yo. Habian bebido mucho, vaya que si, estaban alegres y hablaban muy fuerte. Oi decir a uno que Limours no esta tan lejos.

Perceval se estremecio:

—?Limours? ?Estas seguro?

—Mas o menos... Eso me parecio oir.

—En ese caso, no lo repitas a nadie si aprecias tu vida. ?En cuanto al castillo, olvidate de el!

—?Oh, no se preocupe por eso! —suspiro el hombre, y se persigno—. ?Hay demasiada sangre ahi dentro! ?Eso trae desgracia!

Perceval ya habia oido bastante. Dio media vuelta y regreso al castillo, con Corentin siguiendole; pero en esta ocasion se dirigio a la antigua torre donde Jean de Valaines tenia su gabinete.

—Tenemos que encontrar al menos el cartulario de los Valaines, con los documentos que den fe de los derechos de la pequena Sylvie. Y luego ordenar un poco los libros. ?El baron sentia tanto amor por ellos!

No faltaba trabajo en aquella amplia estancia circular. Habian volcado en el suelo el contenido de los grandes armarios, algunos de los cuales se alzaban hasta tocar las vigas del techo, pintadas y decoradas con divisas. Un monton de libros estaba esparcido sobre el suelo, y la gran mesa cuadrada de patas retorcidas aparecia desbordada de papeles. Tambien habian destripado el viejo sillon de cuero gastado, y, en un rincon, el cartulario vomitaba rollos de pergamino cuyos sellos pendian de cintas destenidas. El olor a polvo removido se pegaba a la garganta.

Pusieron manos a la obra. Corentin iba recogiendo los volumenes del suelo y colocandolos en los estantes, mientras su amo se ocupaba de los papeles. Trabajaba con una especie de rabia fria que le hacia temblar y volvia inseguros y torpes sus gestos. Corentin, que lo observaba de reojo, acabo por preguntarle:

—Desde que hemos subido aqui os noto muy agitado. Y otra cosa, ?por que habeis dicho a ese viejo que mantuviese la boca cerrada si queria vivir?

—Porque si oyo bien el lugar de donde venian esos demonios, todos corremos peligro.

—?Que es Limours?

—Un castillo que pertenece al cardenal, y me consta que esta residiendo alli estos dias. Sin embargo, sigue costandome creer que haya podido ordenar una cosa asi.

Pero todo concordaba. Nada mas normal que el ministro hubiera querido recuperar una correspondencia que afectaba a su antigua protectora, convertida ahora casi en una enemiga. La voluminosa florentina, en efecto, le reprochaba haber retomado la politica de Enrique IV, mas beneficiosa para el reino, en lugar de ayudarla a imponer su propia politica al rey. Vengativa y de escasas luces, se habia convertido en un estorbo cada vez mayor, pero las cartas otorgarian al cardenal un arma terrible ante la cual ella se veria obligada a ceder. Al mismo tiempo, el procedia a la eliminacion de sus enemigos mas encarnizados. Desde esas premisas, todo era posible, incluso que el jefe de los asesinos se apartara de una mision que habria podido, y debido, limitarse a un simple registro de La Ferriere y a intimidar a la baronesa y su gente, y aprovechara la ocasion para consumar una venganza personal sin informar de ello al ministro...

—Hemos de buscar en el entorno del cardenal —concluyo—. Tengo ganas de ver que esta pasando en Limours.

—?Esta lejos?

—No. A una docena de leguas.

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