puso en pie y se inclino hacia el, totalmente despabilado:
—?El senor esta despierto?
—Si... Quisiera beber...
—Un instante. Voy a buscar al medico.
Este no debia de estar lejos. Aparecio casi de inmediato, y dio muestras de gran satisfaccion al encontrar a su paciente con los ojos abiertos. Le tomo el pulso y palpo su frente y sus brazos.
—La fiebre aun persiste —declaro—, pero, gracias a Dios, ha bajado y ya no delirais.
—?Delirar?... ?He delirado mucho tiempo?
—Una semana larga. Hasta el punto de que hemos creido que no podriamos salvaros. La herida es profunda. El pulmon esta afectado, pero sois joven y teneis una buena constitucion, de modo que la naturaleza acabara por imponerse. Al menos eso espero... si os mostrais razonable.
En ese instante, la mano de un lacayo volvio a abrir la puerta de la habitacion para dar paso al senor de la casa, envuelto en una bata rameada de tonos castanos entretejida con hilo de oro.
—?Me dicen que nuestro invitado se encuentra mejor? —exclamo—. En verdad es una buena noticia, y tal vez ahora podamos saber quien es.
—Poco a poco, senor mariscal, poco a poco —encarecio el medico—. Puede hablar, cierto, pero todavia esta muy debil.
El herido intento incorporarse en el lecho para saludar a aquel imponente senor, y lo reconocio de inmediato. Quien hubiera visto en alguna ocasion al antiguo comandante de los suizos de Su Majestad, ya no podria olvidarlo. En efecto, con sus seis pies y varias pulgadas de estatura, su aspecto se adecuaba a la funcion que desempenaba. Por lo demas, a pesar de que ya habia cumplido cuarenta y seis anos, Bassompierre seguia siendo un hombre seductor, con su cabello rubio, sedoso y rizado con apenas algunas hebras plateadas, un rostro a la vez energico y afable, y una barbita sedosa siempre perfumada con una mixtura de almizcle y ambar.
—Senor mariscal —murmuro el herido—, me siento confuso por causaros tantas molestias. ?Tendreis la bondad de explicarme por que milagro os debo la vida?
—?Oh, muy sencillo! —dijo Bassompierre sentandose en el sillon que habia dejado libre el lacayo—. Pasaba por alli con mis hombres, oimos un grito, vimos y...
—...vencisteis. Y por anadidura, si he comprendido bien, os habeis cuidado de mi.
—?No tiene importancia, amigo mio, no tiene importancia! Pero me gustaria que me dijerais quien sois.
—Un fiel servidor de la casa de Vendome, senor mariscal —dijo Perceval, que, conocedor de los lazos de amistad que unian a Bassompierre y el duque Cesar, no corria el riesgo de equivocarse. Me llamo Perceval de Raguenel, soy gentilhombre y escudero de la senora duquesa...
El resultado fue inmediato:
—?Consideraos en vuestra casa! Sin embargo, no entiendo bien que estais haciendo en Paris. ?Acaso ha regresado vuestra ama?
—En estos momentos la senora duquesa debe de encontrarse en Blois, adonde ha ido a implorar la clemencia del rey.
—?La clemencia del rey? ?Que historias me estais contando?
—La triste verdad. El duque Cesar y monsenor el Gran Prior de Francia han sido arrestados por orden de Su Majestad y conducidos a la prision de Amboise. ?No lo sabiais? —pregunto timidamente Perceval, que conocia los lazos de amistad que unian a la duquesa d'Elbeuf, hermana de los dos presos, y a la princesa de Conti, de la que se rumoreaba que era la esposa secreta de Bassompierre.
—
—Sin duda... Pero he tenido que ocuparme, con su permiso, de un asunto grave...
—?De verdad? Contadme eso.
El medico intervino:
—Perdonadme, senor mariscal, pero este joven acaba de salir de un desvanecimiento prolongado. No debemos fatigarle, y habreis observado que hablar le resulta penoso...
—Muy cierto. ?Dormid, muchacho! Comed, bebed, reponed fuerzas. Seguiremos esta conversacion manana... siempre, claro esta, que deseeis proseguirla.
—Lo hare con sumo gusto, senor mariscal. Gracias.
Y Bassompierre salio despues de recomendar al medico que no se divirtiera en «sangrar a ese infeliz muchacho, siguiendo vuestra consabida costumbre. ?Ya ha perdido demasiada sangre!».
El hombre de ciencia intento objetar que era la unica manera de «dar salida a los humores nefastos que pueden permanecer en el cuerpo de un paciente, y solo puede hacerle bien desembarazarse de una sangre sin la menor duda viciada despues de tantos dias de inconsciencia», pero Bassompierre no quiso atender a razones:
—Ya le proporcionaremos mas sangre con la ayuda de buenas carnes y buenos vinos de Borgona a los que no pueden resistirse los humores mas malignos. ?Haced lo que os digo o enviare un mensajero al rey pidiendole que me preste a Bouvard a cambio de un pariente mio!
Asi amenazado, el medico se encogio de hombros y se contento con aplicar a su paciente metodos suaves: un poco de miel y una tisana calmante, que le permitieron concluir con un sueno reparador una noche iniciada con los ultimos accesos febriles. Pero antes de sumirse en el sueno, se prometio revelarlo todo al salvador que un Dios providencial habia colocado en su camino. ?Que mejor confidente, que mejor consejero podia encontrar que aquel hombre valeroso, inteligente, habil cortesano cuando convenia, dotado para la diplomacia, que habia formado parte del circulo de intimos de la bella Gabrielle y al mismo tiempo habia sabido conservar la amistad de un rey propicio a los celos? Fue a el a quien se asigno la mision de escoltar a la futura reina de Fontainebleau a Paris. Sabemos como termino aquel viaje: con un hijo muerto y una horrible crisis de eclampsia, pero, lejos de mostrar resentimiento a Bassompierre, el Bearnes se encerro con el durante toda una semana para hablar de la desaparecida y llorar su muerte. Y cuando Enrique IV, poco tiempo despues, busco consuelo junto a la bella pero peligrosa Henriette d'Entragues, a la que hizo marquesa de Verneuil, Francois de Bassompierre juzgo su deber interesarse por la hermana pequena de Henriette, la atractiva Marie-Charlotte, y tuvo un hijo con ella. Desde hacia quince anos, Marie-Charlotte le arrastraba a un juicio tras otro, con la pretension de que el habia firmado una promesa de matrimonio; Bassompierre lo negaba con todas sus fuerzas, pero eso no le libraba de ver envenenada su existencia. Felizmente habia sabido conservar apoyos importantes y, despues de la muerte del rey, se habia atraido la buena voluntad de la regente. A la gorda Maria de Medicis se le caia la baba al escuchar sus replicas a menudo procaces. Por ejemplo, el dia en que el aseguro que existian pocas mujeres que no fueran putas, a aquella bobalicona le habia parecido espiritual preguntarle: «?Y yo?» Y Bassompierre contesto, con una gran reverencia y una sonrisa: «Vos, madame, sois la reina», haciendole soltar una gran risotada. Al mismo tiempo se complacia en declararse protector de los jovenes principes bastardos, y despues del matrimonio de Cesar con Francois de Mercoeur se le vio con frecuencia bajo las enramadas de Anet o en los jardines de Chenonceau.
Sabedor de donde le habia conducido la suerte, Perceval espero con confianza el momento de las explicaciones. Llego a primera hora de la tarde del siguiente dia. Desde el momento en que el mariscal entro en la habitacion, el herido comprendio que las cosas no iban bien.
—Teniais razon, las cosas estan muy mal —suspiro—. Vengo de casa de la senora princesa de Conti, y alli he encontrado a la senora duquesa d'Elbeuf llorando como todas las fuentes de Paris, y confieso que con razon. El rey, la corte y, por supuesto, el cardenal se han trasladado a Nantes, donde el joven principe de Chalais ha sido arrestado y arrojado a las mazmorras del castillo. Nuestro rey y Richelieu han interrogado a Monsieur acerca de la conspiracion que tenia como objetivo impedir su matrimonio, asesinar al cardenal y, si el rey era derrocado, concertar el matrimonio de la joven reina con Monsieur. ?Y que creeis que respondio nuestro buen principe?
—Conociendole, no es dificil adivinarlo —dijo Raguenel, que tomaba un excelente almuerzo incorporado sobre un monton de almohadas—. Empezo por pedir perdon, juro que nunca estuvo al corriente de nada y acabo por traicionar a todo el mundo.
—?Exacto! Empezo, por supuesto, por las personas ya arrestadas por el rey. Culpo todo lo posible a los Vendome, y aseguro que el duque Cesar reunia un ejercito en Bretana para invadir Francia y destronar al rey.