—Y bien —dijo esta con sequedad—, ?donde pensais ir?
—A mi habitacion, mademoiselle. Me siento un poco mareada; el ruido, la gente, los perfumes...
—?Cuanta delicadeza! Podria creerse que habeis nacido en un palacio, para tener tantos remilgos. Recordad esto: las doncellas de honor solo pueden alejarse de la reina en el caso de que ella lo permita. Asi pues, volved al sitio del que venis y no os movais de alli.
—?Por supuesto que no! —protesto Sylvie—. Su Majestad esta charlando en privado con el senor duque de Beaufort. Mi deber para con ella me obliga a no ser indiscreta. Ademas, no tengo porque recibir ordenes de vos. ?Dejadme pasar!
—?Vaya con la insolente! Pequena, aqui aprendereis que este no es sitio para testarudas. Si os obstinais, informare a quien corresponde de vuestra conducta. Vuestra estancia en este lugar podria ser muy corta...
—?Pensais que eso me importa? Todo lo que deseo es irme de aqui... ?Apartaos!
Atenta unicamente a su colera y dolor, Sylvie iba a seguir su camino cuando una mano vigorosa la retuvo por el brazo y la obligo a volverse sobre los talones. Entonces se encontro cara a cara con Francois, que sonreia ampliamente.
—?Vaya! ?Se diria que hemos conservado la vieja costumbre de enfurecernos desde el momento en que alguien se empena en llevarnos la contraria! Servidor, Mademoiselle de Chemerault. Confiadme a esta joven rebelde. La conozco desde hace mucho tiempo y sabre devolverla a la razon.
—Me temo que no pueda hacerse gran cosa. ?Vaya idea, introducir en el Louvre a una muchacha medio salvaje!
Francois dedico a mademoiselle una sonrisa burlona.
—?Medio salvaje? Podeis estar segura de que lo es completamente, mademoiselle. Pero no es distinta de la mayoria de las personas que viven en este lugar, donde lo raro es la civilizacion a juzgar por todos aquellos, o aquellas, que no suenan con otra cosa que retorcer el cuello a sus semejantes.
Sin esperar la reaccion de la interpelada, llevo a Sylvie hasta el vano de una ventana y alli volvio a ponerse serio.
—?Te has vuelto loca, Sylvie? Ya no tienes cuatro anos, que yo sepa, y creia que habias aprendido a comportarte en sociedad.
—?Oh, se comportarme! Pero no diria lo mismo de vos, senor duque. ?Hace un momento yo estaba sentada a los pies de la reina y no me habeis prestado mas atencion que a un... un gato, como me llamabais antes!
Ante la colera de la pequena, Francois recupero su sonrisa.
—?Vamos, minina, no maulles tan fuerte! ?Sabes que la reina te llama ya «la gatita»?
—?Os ha hablado de mi?
—Pues si, pero ahora lo que quiero es hablarte de ella. Sin duda lo ignoras, Sylvie, pero esta en peligro. El cardenal la odia y quiere su ruina. La rodea de espias...
—Lo se. Mademoiselle de Hautefort, que es tan bella, me ha hablado.
—?Oh, ella es la fidelidad misma! El rey estuvo muy enamorado, pero nunca se atrevio a propasarse lo mas minimo. Debo decir que ella jugo con el de una manera cruel, y no paraba de burlarse. Un dia en que habia recibido una nota que el rey deseaba leer a todo precio, la coloco de forma muy visible en su escote y lo desafio a recogerla...
—?Y la cogio?
—Si. Con las tenacillas de la chimenea. La bella Marie nunca se lo perdono. Despues aparecio Mademoiselle de La Fayette, y el ya no se fijo mas que en ella, hasta el punto de que sospecho que la reina siente celos. Sin embargo, sabe muy bien que la pobre muchacha nunca aceptara servir al cardenal en contra de ella. Como ama sinceramente al rey, se dice que piensa en el convento para no verse tentada a ceder a uno o al otro. ?Ah, ahi esta mi amigo Fiesque! Un muchacho encantador. Tengo que presentartelo...
Los despistes de Beaufort empezaban a ser celebres, pero Sylvie, que sabia desde hacia mucho tiempo a que atenerse, le devolvio a la realidad:
—Me parece que vuestra intencion era hablarme de la reina, no del senor de Fiesque. Asi pues, ?que queriais decirme? —Su tono fue seco, y el duque parecio contrito.
—Perdoname. Queria pedirte que abrieras de par en par tus grandes y bonitos ojos y que me hicieras llegar un mensaje por medio de Jeannette cada vez que pase alguna cosa extrana. Que ella visite de vez en cuando la mansion de Vendome no llamara la atencion de nadie, y alli estara siempre de guardia uno de mis escuderos, Brillet o Ganseville. Ellos sabran donde encontrarme.
En su rincon junto a la ventana, Francois y Sylvie estaban tan absortos que no se dieron cuenta de que el rey entraba. Como estaban medio ocultos por los cortinajes, nadie vio que no lo saludaban. Solo lo advirtieron cuando la voz de Luis XIII se elevo para abarcar todo el espacio del gran salon.
—Senoras —dijo el rey—, manana marchamos a Fontainebleau. De camino, pernoctaremos en Villeroy.
—?Misericordia! —gimio Francois —.?Todos mis planes estropeados! ?Fontainebleau! ?En pleno mes de enero y con este frio! ?Es para no creerlo!
—?Vos no venis?
—?No! Solo marcharan las casas del rey y la reina. Para los demas, sera precisa una invitacion. Y a mi no me invitaran...
—?Por que razon pensais que nos envian alla abajo?
—No tengo la menor idea. Tal vez el rey desea tener mas ocasiones para estar a solas con Mademoiselle de La Fayette, y al mismo tiempo impedir que la reina vea a sus amigos parisinos. ?Oh, no me gusta esto! ?No me gusta en absoluto!
Parecia desolado, y Sylvie se apiado de el.
—?No podeis enviar a uno de vuestros escuderos a instalarse en un albergue de la villa, y hacermelo saber?
—?Y por que no yo, despues de todo?
—Seamos serios. Os sera muy dificil pasar desapercibido. Un escudero bastara.
—De todas maneras, no estare lejos. Gracias, mi querida pequena, eres un angel.
—?Lo que es hacerse mayor! ?Antes el angel erais vos!
Y, sacando su panuelo con un gesto gracioso para agitarlo ligeramente en senal de adios, Mademoiselle de l'Isle fue a reunirse con el batallon de doncellas de honor, a las que el anuncio del viaje habia convertido en una animada pajarera llena de parloteos.
5
Encuentros en el parque
Era cierto que el rey deseaba un poco mas de intimidad con la joven a la que amaba, pero la politica no estaba ausente de la subita decision de enviar a la corte a congelarse en un palacio de verano cuando en Saint- Germain habria estado igual de bien. Sylvie se convencio de ello al ver sumarse a la caravana real, ya de por si impresionante, la gran litera roja que Richelieu, minado por la enfermedad, utilizaba para sus desplazamientos. Mas espacioso que una carroza, el gran armatoste de color rojo ofrecia todas las comodidades de un dormitorio, pero asi, rodeado de guardias con casacas purpura, impresiono desagradablemente a la muchacha.
—Espectacular, ?no es asi? —dijo Mademoiselle de Hautefort, que viajaba en su mismo coche—. Su Eminencia posee un agudo sentido de la decoracion y el drama. Utiliza su purpura como un artista. Sin duda porque evoca la del verdugo, y a el le gusta atemorizar...
—?Demasiado lo consigue! Pero encuentro magnifica la caravana real.
En efecto, era la primera vez que veia desplegarse, alrededor de las carrozas del rey y la reina, a los mosqueteros del senor de Treville, cuya unica funcion consistia en proteger al soberano en todos sus desplazamientos y que en cambio no formaban la guardia en sus distintas residencias. Eran todos ellos magnificos