—?De cuanta bondad dais prueba, senor cardenal!

Y le tendio una mano, ante la que se inclino el respetuosamente sin atreverse a tomarla. A continuacion se retiro para ir a reunirse con el rey. En la galeria, casi desierta a su llegada, vio amontonarse a una multitud de cortesanos. Antes de cruzar por entre sus espinazos doblados, dijo en voz alta y con frio desden:

—?Me alegra ver, senores, que por fin venis a recibir noticias de Su Majestad la reina! Yo mismo os las voy a dar: la reina se siente aun un poco cansada, pero tal vez manana os concedera el favor de recibir vuestros homenajes...

Marie de Hautefort, que en cuanto salio el ministro se precipito a ver a la reina, pudo oir sin embargo lo que decia aquella voz cortante como un latigo, y sonrio: en fin, la alarma habia sido grave, pero todo habia acabado sin desperfectos importantes. Lo que no queria decir que la partida hubiese concluido.

El cardenal se marchaba satisfecho. Habia asustado lo bastante a la espanola para hacerla renunciar a sus perpetuas traiciones, y con su clemencia la habia convertido en deudora suya. Faltaba saber como reaccionaria Luis XIII a las confesiones de su mujer. Pero en realidad apenas tenia opcion: tratarla como a un criminal de Estado era impensable, y repudiarla seria peligroso porque Espana lo consideraria una maquinacion. Solo quedaba el perdon, y Richelieu lo obtuvo, no sin esfuerzo. Antes de concederlo, el rey exigio una confesion escrita y la promesa formal de no reincidir. Asi se hizo, y despues los rumores de la corte reanudaron su habitual actividad: la tesis oficial fue que la reina, atrapada por unos sentimientos familiares muy naturales, se habia dejado manipular por esos incorregibles espanoles.

La estancia en Chantilly concluyo de forma pacifica, y el 4 de septiembre Sus Majestades marcharon juntos a Fontainebleau, donde el rey tenia la intencion de organizar grandes cacerias durante una quincena...

Francois de Beaufort habia desaparecido por prudencia (la de Marie de Hautefort, porque el no tenia ninguna). Mas valia evitar motivos de rina en una epoca tan delicada. El rey se esforzaba en poner buena cara a su mujer, pero era visible que lo hacia a reganadientes. No era momento para lanzar a Luis XIII tras una nueva pista, y la joven dama de compania se dedico con su habitual firmeza a hacer entrar en razon al frenetico enamorado.

—Id a visitar de nuevo el cielo azul de Turena —le aconsejo la Aurora—. A principios del otono, el paisaje es encantador. Y entretanto, las aguas volveran a su cauce...

—?Cuando volvere a verla? —repuso Francois.

—Os lo hare saber, ?pero, por el amor de Dios, tened paciencia!

—?Yo creia que, por el contrario, deseabais que me diese prisa!

—Cada cosa a su tiempo. Primero necesitamos comprobar que el rey se decide de nuevo a tomar el camino de la alcoba de la reina...

—Y si lo toma, ?a mi me dejareis fuera? —exclamo el joven, furioso—. ?Que soy yo para vos, un garanon?

Ella le dedico la mas impertinente de sus sonrisas.

—Asi es, mas o menos. Con vos, estamos seguras de tener un nino magnifico. ?Asi pues, joven atolondrado, teneis que comprender que si el rey vuelve a honrar a su esposa necesitaremos de vos mas que nunca! En los raros momentos en que la frecuentaba, solo ha conseguido abortos espontaneos. Ahora, si consigo llevar adecuadamente las cosas, podreis ser feliz sin peligro. ?Habeis comprendido?

—Creo que si. ?Pero por piedad, no me hagais esperar demasiado! ?Me muero!

—?Tanto mas dulce sera la resurreccion!

Y Francois se volvio a Chenonceau, donde aquel verano habian pasado largas temporadas Monsieur y la pequena Mademoiselle, una nina inteligente y taimada que divertia a todo el mundo. La duquesa Francois e se habia reunido con su marido y su hija, las relaciones entre ambas familias se habian estrechado y Beaufort, privado de su amigo Soissons que se habia pasado al enemigo, y sintiendose de humor melancolico, entablo cierta amistad con Monsieur, a pesar de que le constaba que aquel hombre valia muy poco. Pero Gaston d'Orleans sabia, cuando se lo proponia, desplegar un considerable encanto.

El otono que comenzaba reservaba grandes alegrias, tanto al rey como al cardenal. En el terreno militar, las buenas noticias se sucedian. El duque de Saboya, cunado del rey, habia obtenido una victoria sobre los espanoles, y las tropas francesas consiguieron otra en La Capelle, en el norte. Finalmente, en el sur el duque de Halluin salio vencedor en la batalla de Leucate, en el Rosellon.

Lleno de alegria, Luis XIII hizo cantar un Te Deum en Notre-Dame, en medio de un fasto muy conveniente para confortar el corazon de sus subditos, que no escatimaron las aclamaciones. Por desgracia, la reina llego con mucho retraso y puso como excusa que no sabia que tenia que asistir a la ceremonia.

Al oirlo, Mademoiselle de Hautefort suspiro y elevo hasta muy arriba sus bellas cejas. En algunos momentos se preguntaba si la persona a cuya causa se habia entregado en cuerpo y alma era tan inteligente como le hubiera gustado creer... Una pregunta que tambien la joven Mademoiselle de l'Isle se planteaba ya desde algun tiempo atras...

TERCERA PARTE

La hora del demonio

10

Los secretos de Marie de Hautefort

Texto. Francois estuvo tascando el freno en Chenonceau hasta mediados de noviembre. Sorda a los suspiros de la reina, ciega ante las cartas delirantes que le hacia llegar el amante desesperado, Mademoiselle de Hautefort pretendia dejar libre su plaza al rey con la esperanza de que se decidiria a pasar junto a su mujer esa noche que la corte esperaba desde hacia tres anos con avida curiosidad. Por desgracia, nada ocurria. Luis XIII ponia buena cara a su esposa y le mostraba todo el respeto que era de desear, pero no se decidia a comportarse como un marido, a pesar de los reproches con que le abrumaba Marie, cuyo favor recuperado ante el rey seguia vigente.

En cambio, al menos dos veces por semana se dirigia al convento de la Visitacion, en la Rue Saint-Antoine, para platicar alli con la hermana Louise-Angelique, antes Louise de La Fayette. Era la unica persona a la que se permitia aproximarse a la reja del oscuro locutorio. Ella aparecia como una sombra blanca tras los barrotes a los que en ocasiones el se aferraba con la esperanza insensata de llevarsela de nuevo a su lado.

A pesar de las victorias que se sucedian, la atmosfera de la corte volvia a ser irrespirable. En primer lugar, se guardaba un nuevo luto: en esta ocasion se trataba del cunado del rey, el duque Victor Amadeo de Saboya, al que tenia un gran carino. Su muerte iba a complicar considerablemente los asuntos de Italia, porque el duque dejaba como heredero a un nino de cinco anos, cuyos derechos seria preciso defender.

Cansada de suplicar sin obtener satisfaccion, Marie de Hautefort decidio que era hora de complacer a la reina e hizo llamar a Beaufort, que acudio tan rapido como pudo traerle su caballo. Al mismo tiempo, ella se traslado al convento de la antigua doncella de honor, pidio una entrevista y permanecio con ella bastante tiempo. Volvio satisfecha y se dispuso a preparar una hazana peligrosa para Fran9ois: reunirse con la reina de noche y en pleno Louvre.

El se habia introducido ya una vez, disfrazado de medico, con el pretexto del falso empacho de Stefanille,

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