pero solo habia estado un momento, el tiempo de una breve charla y de hacerse cargo de algunas cartas. Ahora se trataba de proporcionar a los amantes un rato de autentica felicidad, rogando a Dios para que fuera fructifero. Por suerte, el rey seguia galopando de un castillo a otro, en los alrededores de Paris. Su ultimo capricho era visitar con frecuencia el pequeno castillo de Saint-Maur, que habia pertenecido a Catalina de Medicis. Situado en una revuelta del Marne, se trataba de un lugar encantador donde los pesares y los ensuenos del rey se diluian en una suave melancolia. En dos o tres ocasiones ya, se habia trasladado alli desde Versalles, sin olvidar hacer un alto en el camino, en la Rue Saint-Antoine.
Los temores de Marie resultaron infundados. La noche de la visita de Francois todo se desarrollo sin el menor contratiempo. Entro en el palacio por la manana con el aspecto terroso de un hortelano que llevaba coles a las cocinas, y desde alli, gracias a un cocinero sobornado, consiguio llegar hasta un escondite donde le esperaban una librea de lacayo y una peluca morena. Estuvo oculto todo el dia, hasta que el viejo Louvre, repleto de escondites y pasadizos secretos, durmio al fin. Marie fue entonces a buscarlo, con la promesa de volver antes del amanecer para facilitarle la salida. Lo cual ocurrio punto por punto, segun el plan previsto.
Al dia siguiente la reina estaba alegre, aunque se esforzaba por no hacer demasiado aparente su gozo interior a las numerosas miradas —de las doncellas de honor u otras— que la espiaban sin descanso. Se habia reanimado al calor de aquel muchacho tan joven y tan enamorado que le hacia recuperar sus veinte anos y olvidar los quince que les separaban. Sin embargo, Marie no estaba del todo satisfecha:
—Me pregunto si las cosas no han ido demasiado bien —confio a Sylvie, que le pregunto por su aspecto preocupado.
—Pero ?que queriais que pasara?
—No lo se, pero en una mansion como esta, de noche, siempre hay pequenos incidentes... encuentros. Pero, tanto a la ida como a la vuelta, no se ha tropezado con nadie, a excepcion de criados dormidos y guardas apoyados en sus alabardas, con una falta de curiosidad increible...
—?No exagerais? Iba vestido de lacayo y acompanado por vos. ?Quien iba a interesarse por el?
La Aurora se paso por la frente una temblorosa mano.
—Es posible que tengais razon, pero, Sylvie, la aventura de anoche sera la unica que tenga este escenario. ?He pasado demasiado miedo!
—Tambien yo —confeso la joven—, pero ?creeis que los dos se contentaran con estos cortos momentos? Yo le observe a el, y a ella la he visto esta manana, cuando entro en su alcoba. He visto la misma felicidad reflejada en sus rostros... —Al acabar la frase, hubo de retener sus lagrimas.
Marie tuvo entonces para ella un gesto inesperado, caluroso y lleno de afecto. Cogio entre sus manos las de su joven companera.
—?Pobre gatita! Estoy de tal modo obsesionada por su gloria, por querer para ella el mayor triunfo de una reina, dar un heredero a este reino contra viento y marea, que me olvido de vuestro pobre corazoncito, que como amantes egoistas ellos no paran de pisotear. ?No me guardais rencor por ello? ?Y seguireis ayudandome?
—Si pisotean mi corazon, lo mismo hacen con el vuestro, pero su excusa es que lo ignoran. Y ademas, sois la unica amiga que tengo en este palacio. En estas condiciones, ?que no haria por ayudaros?
Un mismo impulso las echo en brazos la una de la otra. Fue un abrazo sin palabras inutiles, venido del corazon y que sellaba una especie de pacto. Marie lo rubrico al decir:
—Rezare a Dios para que me conceda el poder ayudaros algun dia... Mientras tanto, el proximo encuentro tendra lugar en el Val-de-Grace. Alli estare mas tranquila.
—?En la abadia? Pero ?como lo haremos? Han reemplazado a la superiora y tapiado la puerta...
—Pero no han levantado mas el muro. Con una buena cuerda, un muchacho de veinte anos podra saltarlo sin dificultad. ?Sobre todo si esta tan enamorado como ese loco!
Demasiado feliz para poner reparos, la reina dejo todo en manos de su fiel dama de compania. Ella tambien preferia el Val. Incluso con una abadesa hostil. Decidieron que el proximo encuentro tendria lugar en cuanto el rey anunciara su intencion de ir a pasar unos dias en Versalles. La reina iria entonces a recogerse en su convento favorito. Solo se quedaria alli una noche, para no despertar nuevas sospechas.
El rey partio el primero de diciembre, y el dia 2 la reina anuncio su intencion de efectuar una breve visita al Val-de-Grace entre el jueves 3 y el viernes 4, con el fin de meditar en un lugar que le era querido, y en el momento en que se iniciaba el Adviento. Como de costumbre, solo la acompanarian unas pocas personas.
Para su gran sorpresa y alivio, Sylvie no formo parte del sequito. En el ultimo momento, la reina decidio que la acompanarian su dama de honor y su dama de compania. Aquello provoco burlas de las doncellas de honor, que lo consideraron el anuncio de una inminente caida en desgracia, pero Marie de Hautefort hizo callar a todas al decir que, como la reina solo iba al Val por unas horas, en una visita tan corta no necesitaria la presencia de su cantante favorita: en la capilla solo se celebrarian los oficios ordinarios. Luego dijo a Sylvie, aparte:
—Habida cuenta de los ultimos acontecimientos, era preferible una dama mas madura. Lo cual no cambiara nada de lo que esta decidido —anadio, sonriendo—. Madame de Senecey necesita muchas horas de sueno, y puedo aseguraros que dormira como un angel. ?Yo me ocupare de ello!
Como el equipaje que solia llevar en tales circunstancias estaba preparado, Sylvie decidio ir a pasar la noche en casa de su padrino. La idea de quedarse en el Louvre solo con la compania de las demas doncellas de honor, propensas a los celos y con frecuencia de una malevolencia mezquina hacia ella, no le atraia. Se fue, por tanto, a la Rue des Tournelles, siempre acompanada por Jeannette.
La senora Nicole y Corentin la recibieron con los brazos abiertos y procuraron compensar la decepcion que le esperaba alli: no veria al caballero hasta la manana siguiente.
—Su amigo el senor Renaudot ha venido a buscarle hace un momento —explico Corentin—, como ha ocurrido muchas otras veces. Cenan juntos y luego no se bien lo que hacen, pero siempre estan fuera hasta altas horas.
—?Y no sabes adonde van? —pregunto Sylvie.
—A fe que no. Me preocupa un poco porque tengo idea de que salen a correr no se que aventuras, y no me gusta mucho que el senor Perceval me venga con misterios.
—?Misterios? ?A ti, que eres su acompanante desde siempre?
—?Pues si! Dice que no quiere que Nicole se quede sola por la noche. Por mas que el barrio sea elegante, no siempre es seguro. Pero posiblemente sea su amigo quien no quiere que vaya yo.
—?Que dices? —sonrio Sylvie—. El primer motivo me parece mas valido. Tienes que vigilar la casa. Esta noche cuidaras tambien de Jeannette y de mi... y dile a Nicole que cenare con vosotros. Espero que nos prepare algun guiso sabroso...
—No paseis cuidado —dijo Corentin, recuperando su buen humor—, ?esta ya metida hasta el cuello en masa pastelera!
Por la casa se difundian aromas de mantequilla y caramelo. Sylvie fue a descansar a su habitacion mientras esperaba la hora de sentarse a la mesa. El tiempo gris, frio y ventoso no hacia atractivo el jardin, cuyo suelo estaba alfombrado de hojas muertas.
La ausencia de Perceval la inquietaba. ?Seguia buscando al misterioso criminal al que habia aludido cuando se encontraron a orillas del Sena, cerca de la puerta de Nesle? Fue la pregunta que le hizo cuando, a la manana siguiente, lo encontro a la mesa del desayuno.
Hablaron de unas cosas y otras, pero solo cuando Perceval volvio a su gabinete, donde Corentin acababa de encender un buen fuego, planteo Sylvie la cuestion que le quemaba los labios.
—No he olvidado nuestro encuentro en la puerta de Nesle, padrino. Me habiais dicho que buscabais a un asesino. ?Es a el a quien perseguis de noche con el senor Renaudot, o buscais a otro?
El rostro fatigado de Raguenel se distendio en una sonrisa cansada.
—Perseguimos aun al mismo, por desgracia. Es un monstruo que parece poseer el poder de desaparecer en las tinieblas una vez consumada su fechoria. El miserable ataca a las mozas que se ofrecen en las calles. Las viola, las deguella y las marca en la frente con un sello de lacre rojo con una letra griega impresa: omega.
—?Que horror! Pero perseguirle es una tarea ingente. ?Paris es muy grande! ?No os ayuda la ronda?
—No es lo bastante numerosa para vigilar todos los lugares peligrosos. Y ademas, con frecuencia son corruptos. ?Necesitariamos una verdadera policia!
—Pero a fin de cuentas, ?por que os interesais por la suerte de esas desventuradas? ?Es para ayudar a Madame de Vendome, que cada dia esta mas dedicada a su redencion?