acompanando al rey o cumpliendo con sus cargos provinciales— corrieron para felicitar a la reina como si esta acabara de realizar una portentosa hazana. La duquesa de Vendome llego de las primeras. Llevada por su entusiasmo, estrecho a Ana entre sus brazos.
—?Hermana, que gran dia! Vengo de ver a Monsieur Vincent. Esta transido de alegria. ?Ha tenido en estos dias la revelacion de que vais a quedar embarazada!
El ultimo en llegar fue el menos esperado: Francois de Beaufort aguardo su turno para rendir pleitesia, pero su aspecto al entrar hizo temblar a Sylvie y borro la sonrisa de la Aurora. A pesar de su alta estatura y sus cabellos claros, parecia una sombra. Suntuosamente vestido de terciopelo gris con bordados de plata, mostraba por encima de la blancura inmaculada del cuello almidonado un rostro tenso en el que el bronceado habitual habia adquirido un tono grisaceo. Avanzo muy rigido, casi arrogante, con el sombrero en una mano y la otra pellizcando nerviosamente la borla de raso de la empunadura de su espada, y ante el, el circulo que rodeaba a la reina se aparto para dejarle paso.
«Dios mio —rezo en silencio Sylvie—, ?haced que no cometa ninguna tonteria! Tiene la cara de los dias malos...»
—?Ah, Monsieur de Beaufort! —dijo la reina con una sonrisa radiante—. Hace tiempo que no os veiamos por aqui. ?Venis tambien a ofrecernos vuestras felicitaciones?
—?Desde luego, madame! He sabido, con profunda alegria, que el rey se ha acordado por fin de que tenia por esposa a la mas bella de las damas. ?Y como la felicidad se refleja en el rostro de la reina, no puedo sino sentirme el mas feliz de los hombres!
—Sois un buen subdito, querido duque.
—No mejor que los demas, madame. Me limito a hacer lo mismo que todo el mundo... ?Puedo asimismo felicitar a Vuestra Majestad por el precioso abanico que con tanta gracia maneja? Un objeto muy bonito, en verdad.
—Y que viene de lejos. De Roma, para no ocultaros nada.
—?Acaso os lo ha enviado mi tio, el mariscal d'Estrees?[30]
—No, por cierto. Es un regalo de monsignore Mazarino, a quien todos aqui recuerdan con agrado. —anadio, elevando el tono de voz—. Esta chucheria nos llego antes de ayer, con otros mil objetos... ?No es una preciosidad?
El rostro de Beaufort se encendio subitamente. Por sus ojos azules paso un relampago de colera.
—?Que audacia la de ese hijo de un lacayo que ni siquiera es sacerdote! ?Se atreve nada menos que a hacer regalos a la reina de Francia! ?Es que no hay suficientes buenos gentilhombres en este pais para ofrecer a nuestra soberana todo lo que podria agradarle?
La reina enrojecio a su vez.
—?Olvidais a la vez quien sois y a quien estais hablando! Insultais a un ausente, lo que es grave porque no puede responderos; y, aun mas grave, os permitis criticar nuestras amistades.
—?Amistad? Ese Mazarino es muy amigo del cardenal. No sabia yo que Vuestra Majestad compartiera sus gustos.
—?Ya basta, monsieur! Retiraos. ?Vuestra presencia nos desagrada!
La aparicion de una pareja que venia con retraso —el gobernador de Paris y su esposa, la encantadora duquesa de Montbazon— vino a despejar la atmosfera. Francois, sintiendose muy desgraciado, retrocedio, y mas aun de lo que habria querido porque Marie de Hautefort le tomo de la cintura y tiro de el hasta que ambos se encontraron al resguardo en una esquina de la estancia, donde se les unio Sylvie.
El lugar, situado entre una cariatide que sostenia la gran tribuna de la orquesta y el angulo formado por la galeria, un poco apartado, estaba bien elegido.
Cuando llego Sylvie, Marie acababa de pasar al ataque.
—?Estais loco al venir aqui con una cara de dos palmos de largo y quejaros a la reina como si ella os debiera alguna cosa? En verdad, querido duque, empiezo a lamentar haberos favorecido. ?No servis mas que para cometer insensateces!
Sylvie asumio el papel de abogado defensor.
—No seais tan dura, Marie. ?No veis que esta sufriendo?
—?Y por que, si os place? ?Porque por fin hemos conseguido colocar a la reina fuera del peligro de ser repudiada? Venis aqui con aire de propietario, y poco falta para que monteis una escena de celos en toda regla.
—Cuando se sufre, es imposible razonar... Hay que tener piedad y consolar, en lugar de renir.
Con un impulso repentino, Francois tomo la mano de Sylvie para posar en ella un beso agradecido, y luego la retuvo entre las suyas.
—No podeis saber lo que he llegado a sufrir esta noche al pensar en lo que debia de estar ocurriendo aqui. Los imaginaba abrazados, y...
—Teneis demasiada imaginacion, duque —dijo la Aurora—. ?Y os falta cerebro! ?Cuando comprendereis que esta noche era necesaria para que la reina no corriera el riesgo de ser repudiada por adultera?
—Lo se, pero desde que es mia, ya no soporto la idea de que otra persona comparta su lecho.
—?Otra persona? ?El rey? —resoplo Marie, indignada—. ?A fe, amigo mio, que estais loco!
—Tal vez, pero lamento haberos hecho caso en Chantilly. Habria debido raptarla, y a estas horas seria gobernadora de los Paises Bajos, y...
—Seria una mujer marcada, desprestigiada, abandonada tal vez como lo esta la reina madre...
—?Nunca! Yo habria conquistado para ella un reino...
—?Paparruchas! ?Olvidais la Inquisicion? ?Creeis que, una vez en los Paises Bajos, habria tolerado vuestro adulterio publico? El cardenal-infante tampoco, y a estas horas, como decis, sin duda habriais sido entregado a los secuaces de nuestro cardenal,?a menos que os hubieran rebanado el cuello en algun rincon adecuadamente oscuro!
—?No teneis piedad! Decidme al menos lo que ha ocurrido, porque supongo que habeis espiado a la pareja real toda la noche.
—Es verdad que apenas he dormido, pero no os dire lo que se. Se trata de mis soberanos, y yo soy su fiel subdita.
—?Y tu? ?Me lo diras tu? —suplico Francois atrayendo a Sylvie hacia si—. ?Estabas alli tambien?
—?Por quien me tomais? —corto Marie—. Los secretos de alcoba no son adecuados para unos oidos tan inocentes. Por orden mia, Mademoiselle de l'Isle fue a acostarse. Es, supongo, la unica que ha dormido bien esta noche.
—?Cuando volvere a verla?
—Me temo que no sera pronto. O mejor dicho, lo deseo. Por una parte entramos en el Adviento, y despues, si Dios quiere, la reina estara demasiado vigilada. ?Debeis alejaros!
—?No me pidais lo imposible!
—Os pido lo indispensable para su seguridad... y la vuestra. De todas maneras, y hasta nueva orden, no conteis conmigo... ni con Sylvie, naturalmente. Intentad distraeros, viajad, id a guerrear bajo un nombre supuesto, ?o casaos!
Los ojos de Francois llamearon de colera:
—?Gracias por vuestra ayuda, madame! Creo que seguire vuestro ultimo consejo y me preocupare de mi linaje.
Solto la mano de Sylvie despues de llevarsela una vez mas a los labios, y se dirigio al grupo que rodeaba a la princesa de Conde.
Sylvie y Marie le vieron alejarse.
—?Uf! —exclamo la segunda, y anadio con una voz extrana—: Quiera el cielo que el nino que vendra, si viene, no se le parezca demasiado...
Como la dama de compania volvia con decision a situarse al lado de la reina, Sylvie unicamente pudo seguirla sin pedir explicacion por aquellas palabras sibilinas. Una explicacion que en cualquier caso tampoco le iban a dar. El secreto de la noche real era tambien el de Marie, y ella no lo compartiria con nadie. Sobre todo si, como suponia Sylvie, habia hecho ingerir al rey, durante la cena o con el vino aromatizado de la sobremesa, alguna clase de droga...