– He dicho que no. Es un sistema protegido y tendra que pedirselo al senor Schifino.

– Bueno, ?puede pedirselo cuando lo llame y le diga que estoy aqui esperandolo?

– Lo antes posible.

Me dedico una sonrisa de secretaria eficiente y volvio a su tarea. Sono el telefono y la mujer abrio una agenda y empezo a concertar una cita para un cliente y a informarle de las tarjetas de credito que aceptaban para los servicios legales que proporcionaban. Me recordo la situacion de mi propia tarjeta de credito y cogi una de las revistas de la mesita de cafe para evitar pensar en ello.

Se llamaba Nevada Legal Review y estaba a rebosar de anuncios de abogados y servicios legales como transcripcion y almacenamiento de datos. Tambien habia articulos sobre casos judiciales, la mayoria de ellos relacionados con licencias de casino o delitos contra los casinos. Llevaba veinte minutos con un articulo sobre un recurso contra la ley que impedia el funcionamiento de burdeles en Las Vegas y en el condado de Clark cuando se abrio la puerta y entro un hombre. Me saludo con la cabeza y miro a la recepcionista, que todavia estaba al telefono.

– Espere, por favor -dijo la recepcionista. Me senalo-. Senor Schifino, este hombre no tiene cita. Dice que es periodista de Los Angeles. Ha…

– Brian Oglevy es inocente -dije, cortandola-. Y creo que puedo probarlo.

Schifino me estudio un buen rato. Tenia el cabello oscuro, un rostro atractivo y un bronceado desigual como consecuencia de llevar gorra de beisbol. Era golfista o entrenador; quizas ambas cosas. Tenia una mirada penetrante y enseguida tomo una decision.

– Entonces sera mejor que pase conmigo al despacho -dijo.

Lo segui a su despacho y el se sento tras un gran escritorio mientras me senalaba el asiento que estaba al otro lado.

– ?Trabaja en el Times? -pregunto.

– Si.

– Buen periodico, pero con muchos problemas economicos ahora mismo.

– Si, como todos.

– Bueno, ?como ha llegado a la conclusion en Los Angeles de que mi cliente es un hombre inocente?

Le dedique mi mejor sonrisa de pillo.

– No estoy seguro de eso, pero tenia que venir a verle. Esto es lo que tengo: hay un chico alli en prision preventiva por un asesinato que creo que no cometio, y me parece que los detalles se parecen mucho a los del caso Oglevy, al menos los que conozco. La diferencia es que mi caso ocurrio hace dos semanas.

– Asi que si son obra del mismo asesino, mi cliente tiene una coartada obvia y podria haber una tercera persona implicada.

– Exactamente.

– Muy bien, pues veamos que tiene.

– Bueno, esperaba ver tambien lo que tiene usted.

– Me parece justo. Mi cliente esta en prision y no creo que en este momento le importe la confidencialidad abogado-cliente, al menos si estoy cambiando informacion que podria ayudar en su causa. Ademas, la mayor parte de lo que le diga esta disponible en registros publicos.

Schifino saco sus archivos y empezamos una sesion de «tu me ensenas, yo te enseno». Le conte lo que sabia de Winslow y contuve el nerviosismo al repasar los informes de los crimenes. Sin embargo, al pasar a las comparaciones de las fotos de la escena del crimen, la adrenalina alcanzo un nivel en el que me resulto dificil contenerme. No solo las fotos de Oglevy coincidian plenamente con las del caso Babbit, sino que las victimas guardaban un parecido sorprendente.

– ?Es asombroso! -dije-. Son casi la misma mujer.

Ambas eran morenas, altas, con grandes ojos castanos, nariz fina y cuerpos de bailarina de piernas largas. De inmediato tuve la arrolladora sensacion de que esas mujeres no habian sido elegidas al azar por su asesino: las habian escogido. Encajaban en alguna clase de molde que las habia convertido en objetivos.

Schifino estaba surcando la misma ola. Senalo una foto y otra, destacando las similitudes en las dos escenas. Ambas mujeres fueron asfixiadas con una bolsa de plastico atada con una fina cuerda blanca. Las dos fueron colocadas desnudas y mirando hacia el interior en el maletero de un coche, con la ropa arrojada sobre sus cuerpos.

– Dios mio…, mire esto -dijo-. Estos crimenes son absolutamente iguales y no hace falta un experto para verlo. Le dire algo, Jack: cuando le he visto he pensado que seria el entretenimiento de la manana, una diversion, un reportero listillo que aparece siguiendo un sueno. Pero esto…

Hizo un gesto hacia los conjuntos de fotos puestas por parejas esparcidas sobre el escritorio.

– La libertad de mi cliente esta aqui. ?Va a salir!

Estaba de pie detras del escritorio, demasiado nervioso para sentarse.

– ?Como ha ocurrido esto? -pregunte-. ?Como ha pasado inadvertido?

– Porque los casos se resolvieron deprisa -dijo Schifino-. En ambas ocasiones la policia fue dirigida hacia un sospechoso obvio y no miro mas. No buscaron casos similares, porque no lo necesitaban. Tenian a sus culpables y ya estaban bastante ocupados con eso.

– Pero ?como pudo el asesino poner el cuerpo de Sharon Oglevy en el maletero del coche de su exmarido? ?Como sabia donde encontrar el coche?

– No lo se, pero eso no es lo importante. Lo importante aqui es que estos dos asesinatos tienen un patron tan asombrosamente similar que no hay forma de que ni Brian Oglevy ni Alonzo Winslow puedan ser responsables. Los otros detalles encajaran cuando empiece la investigacion real. Pero por ahora, no me cabe duda de que esta exponiendo algo enorme aqui. No se si me explico, ?como sabe que son los dos unicos casos? Podria haber otros.

Asenti. No habia pensado en esa posibilidad. La busqueda en Internet de Angela Cook solo habia encontrado el caso Oglevy. Pero dos casos formaban un patron; podia haber mas.

– ?Que hara ahora? -pregunte.

Schifino se sento por fin. Se movio adelante y atras en la silla mientras consideraba la pregunta.

– Voy a redactar y presentar una solicitud de habeas corpus. Esto es informacion nueva exculpatoria y vamos a presentarla ante el tribunal.

– Pero yo no deberia tener estos archivos. No puede citarlos.

– Claro que puedo. Lo que no he de hacer es decir donde los consegui.

Frunci el ceno. Yo seria la fuente obvia una vez que mi articulo se publicara.

– ?Cuanto tiempo tardara en llevar esto a juicio?

– He de hacer un poco de investigacion, pero lo presentare al final de esta semana.

– Esto lo va a hacer saltar por los aires. No se si estare preparado para publicar mi articulo entonces.

Schifino extendio las manos y nego con la cabeza.

– Mi cliente lleva mas de un ano en Ely. ?Sabe que las condiciones en esa prision son tan malas que muchos reclusos del corredor de la muerte abandonan sus apelaciones y se presentan voluntarios para ser ejecutados con tal de salir de alli? Cada dia alli es un dia demasiado largo.

– Lo se, lo se, es que…

Me di cuenta de que no habia nada que justificara mantener a Brian Oglevy en prision ni aunque fuera un dia mas solo para disponer de tiempo para planear y escribir mi articulo. Schifino tenia razon.

– Vale, entonces quiero saberlo en el momento en que lo presente -dije-. Y quiero hablar con su cliente.

– No hay problema. Tiene la exclusiva en cuanto salga en libertad.

– No, entonces no: ahora. Voy a escribir el articulo que los saque a el y a Alonzo Winslow. Quiero hablar con el ahora. ?Como lo hago?

– Esta en maxima seguridad y a menos que este en la lista no le dejaran verle.

– ?Usted puede hacerme entrar?

Schifino estaba sentado detras del portaaviones que llamaba escritorio. Se llevo una mano a la barbilla, penso en la pregunta y luego asintio.

– Puedo hacerle entrar. Necesito enviar un fax a la prision que diga que es un investigador que trabaja para mi y que tiene derecho a acceder a Brian. Luego le dare una carta de a quien corresponda que usted llevara consigo, que le identificara como un trabajador mio. Si viene de parte de un abogado, no necesita licencia del

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