– Oye, te he visto en la tele -dijo Alonzo, senalando con la cabeza a la pantalla plana en la pared-. De puta madre. Ahora sera mi turno.

– Gracias, Alonzo. Cuidate.

– Me cuidare en cuanto alguien me suelte un millon de dolares.

Asenti con la cabeza, cogi otro donut para acompanar el cafe y sali de la habitacion, dejando a Alonzo esperando un millon de dolares que no iban a llegar.

Una vez en el coche, le hable al chofer de la parada y este me dijo que ya le habian dicho que me llevara a donde le indicara. Nos detuvimos a la entrada de mi casa a las siete y veinte. Me quede sentado en el coche, mirando la casa durante casi un minuto antes de reunir valor para bajar y entrar.

Abri la puerta de la calle y entre, pisando tres dias de correo que habian echado a traves de la ranura. Ni la lluvia ni la nieve ni la cinta amarilla de la escena del crimen habian impedido que mi cartero cumpliera con sus repartos. Hojee rapidamente los sobres y descubri que habian llegado dos de mis nuevas tarjetas de credito. Me guarde esos sobres en el bolsillo de atras y deje el resto en el suelo.

Habia restos de la escena del crimen diseminados por toda la casa. El polvo negro para recoger huellas dactilares parecia omnipresente en todas las superficies. Tambien habia rollos de cinta acabados y guantes de goma descartados por todo el suelo. Daba la impresion de que los investigadores y tecnicos no habian considerado ni por un momento que alguien iba a regresar a la casa despues de que se hubieran ido.

Dude un segundo, luego recorri el pasillo y entre en mi dormitorio. Habia un olor a humedad desconcertante, porque parecia mas fuerte que el dia en que encontre el cuerpo de Angela. El somier, colchon y armazon de la cama habian desaparecido y supuse que conservarian todo ello para analizarlo y usarlo como prueba.

Hice una pausa y estudie el lugar donde habia estado la cama. Me gustaria poder decir que en ese momento mi corazon se lleno de tristeza por Angela Cook, pero de alguna manera yo ya habia pasado ese punto, o mi mente se defendia y no me permitia entretenerme en esas cosas. Si pensaba en algo, era en lo dificil que iba a resultarme vender la casa. Si sentia algo, era la necesidad de salir de alli lo antes posible.

Camine rapidamente hacia el armario, recordando algo que habia escrito una vez para el Times sobre una empresa privada que ofrecia un servicio de limpieza en los hogares donde se habian producido asesinatos o suicidios. Era un negocio prospero. Decidi que tendria que desenterrar esa historia de los archivos y llamarlos. A lo mejor me harian un descuento.

Saque mi voluminosa maleta del estante del armario. La deje en el suelo y salio un soplo de aire viciado al abrirla. No la habia usado desde que me habia mudado a la casa mas de una decada antes. Rapidamente comence a llenarla con la ropa que tenia en mi rotacion habitual. Cuando estaba a rebosar, baje la mochila -que usaba con mas frecuencia- y la llene de zapatos, cinturones y corbatas, a pesar de que pronto no tendria que usar corbata. Por ultimo, fui al cuarto de bano y vacie todo lo que habia sobre el lavabo y dentro del botiquin en la bolsa de plastico de la papelera.

– ?Necesita ayuda?

Casi salte a traves de la cortina de la ducha. Me volvi y vi que era el chofer que habia dejado en el coche diez minutos antes, despues de decirle que solo tardaria cinco.

– Me ha asustado.

– Solo queria ver si necesitaba… ?Que ha pasado aqui?

Estaba mirando los guantes de goma tirados en el suelo y la gran mancha vacia en el lugar de la cama.

– Es una larga historia. Si puede llevar esa maleta grande al coche, yo ire a buscar el resto. He de comprobar algo en mi ordenador antes de irnos.

Agarre mi raqueta de fronton que colgaba de un gancho en la puerta de la habitacion y segui al chofer con la bolsa y la mochila. Lo meti todo en el maletero al lado de la maleta grande y volvi a dirigirme a la casa. Me fije en que la vecina de enfrente estaba en su portal, mirandome. Sostenia en la mano el Times entregado a domicilio. La salude, pero ella no me devolvio el gesto y me di cuenta de que no iba a volver a tener una actitud amistosa o de buena vecindad para conmigo. Yo habia traido la oscuridad y la muerte a nuestro agradable barrio.

Otra vez dentro de la casa, me fui directamente al despacho. Nada mas entrar, me di cuenta de que mi ordenador de sobremesa no estaba en mi escritorio. Habia desaparecido y comprendi que la policia o el FBI se lo habrian llevado. De alguna manera, saber que un grupo de hombres extranos estaban buscando en mis archivos de trabajo y personales, incluida mi malograda novela, me hizo sentir vulnerable de una manera completamente nueva. Yo no era el asesino que andaba suelto, pero el FBI tenia mi ordenador. Cuando Rachel volviera de Washington, le pediria que me lo recuperara.

Note un peso en los hombros y senti que la coraza que me habia puesto para superar el regreso a mi casa se me estaba escurriendo. Tenia que salir de alli o los horrores de lo que le habia ocurrido a Angela volverian a colarse en mis pensamientos y me paralizarian. Debia mantenerme en movimiento.

Mi ultima parada en la casa fue en la cocina. Revise la nevera, cogi todos los productos caducados o cuya fecha de caducidad estaba proxima y los tire a la basura. Tambien tire los platanos del frutero y media barra de pan de una de las alacenas. Luego sali por la puerta de atras y deje la bolsa en el contenedor de al lado del garaje. Volvi a entrar, cerre y sali por la puerta delantera. El coche me esperaba.

– Otra vez al Kyoto -le dije al conductor.

Tenia casi un dia entero por delante y ya era hora de ponerme a trabajar.

Al alejarnos, vi que mi vecina habia vuelto a refugiarse en la seguridad de su hogar. No pude evitar volverme y mirar a traves del parabrisas trasero hacia mi casa. Era la unica casa que habia tenido y nunca me habia planteado no vivir alli. Me di cuenta de que un asesino me la habia dado y otro me la habia quitado.

Giramos por Sunset y la perdi de vista.

Capitulo 13

Juntos otra vez

Carver estudio su corazonada en el ordenador, mientras Stone recogia las cosas que queria llevarse. Entre busquedas, Carver borro las paginas de la papelera de reciclaje de Stone. Queria dejar al FBI algo que mantuviera ocupados a sus agentes.

Lo detuvo todo cuando la foto y el articulo aparecieron en pantalla. Lo hojeo deprisa, y luego miro a traves del almacen de Stone. Estaba echando ropa en una bolsa de basura de color negro. No tenia maleta. Carver se dio cuenta de que estaba trabajando con cautela y de que todavia se sentia un poco dolorido.

– Tenia razon -dijo Carver-. Esta en Los Angeles.

Stone dejo caer la bolsa que estaba llenando y cruzo el suelo de cemento. Miro por encima del hombro de Carver al centro de la pantalla. Este hizo doble clic en la foto para ampliarla.

– ?Es ella? -le pregunto.

– Te lo dije, solo pude echar un vistazo rapido al pasar junto a la habitacion. Ni siquiera le vi la cara. Estaba en una silla un poco a un lado. No tenia angulo para verle la cara. Podria ser ella, pero tal vez no -contesto Stone.

– Creo que era ella. Estaba con Jack. Rachel y Jack, juntos de nuevo.

– Espera un minuto. ?Rachel?

– Si, la agente especial Rachel Walling.

– Creo que… Creo que dijo ese nombre.

– ?Quien?

– Mc Evoy. Cuando abrio la puerta y entro en la habitacion. Como iba detras de el, lo oi. Ella dijo: «Hola, Jack». Y entonces dijo algo y creo que fue su nombre. Me parecio entender algo asi como «Rachel, ?que estas haciendo?».

– ?Estas seguro? No habias dicho nada acerca de un nombre.

– Ya lo se, pero al decirlo tu me he acordado. Estoy seguro de que dijo ese nombre.

Carver se entusiasmo con la posibilidad de que Mc Evoy y Walling le siguieran la pista. Tener dos adversarios de esa categoria aumentaba las apuestas considerablemente.

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