Partholon y poder sentir alguna forma de magia. Sin embargo, lo que Danann le estaba diciendo era que una de aquellas cosas excluia a la otra.
Elphame suspiro.
– Es dificil de entender.
– Si, para aquellos que han sido marcados por el reino de los espiritus es dificil de entender -dijo Danann amablemente. Despues se puso a observar la estatua.
– Pero a mi me gustaria saber mas -dijo, temiendo que el centauro no le explicara nada mas-. ?Estarias dispuesto a ensenarme, Danann?
– Yo no puedo instruiros, porque no soy un Maestro, sino un Chaman -respondio el-. Pero puedo guiaros.
– Oh, gracias, Danann.
– ?Como iba a rechazar a una alumna tan encantadora? -dijo Danann-. ?Por que no os tomais un descanso y venis a dar un paseo conmigo? Cuando permanezco parado durante un rato en el mismo sitio, me da la sensacion de que los huesos se me encajan.
– Claro que si. ?Adonde te gustaria ir?
Danann sonrio enigmaticamente.
– Dejad que los espiritus os guien, Diosa. Los seguiremos.
Elphame fruncio el ceno.
– ?Como?
– Dejaos llevar. Abrios a la influencia de los espiritus y comenzad a caminar.
Elphame respiro profundamente y aclaro la cabeza. Despues comenzo a caminar, y el centauro la siguio. Lentamente, ella se dirigio hacia la cocina, pero cuando llego al pasillo que habia junto al Gran Salon, se sintio impulsada a girar a la derecha y alejarse del ajetreo de los trabajadores.
Recorrio el pasillo y atraveso un arco que conducia a un patio interior, mucho mas pequeno que el principal. Se detuvo y observo la zona. No recordaba haber pasado por alli el dia anterior, cuando estaban inspeccionando el castillo. El patio estaba abierto al cielo, pero no porque el tejado se hubiera quemado. En aquella zona no existia tejado. El suelo no era de piedra, sino de hierba, que le llegaba casi hasta las rodillas. Habia varias entradas que daban al patio, y una de ellas era un tramo de escaleras que llevaba a una habitacion grande y baja. Debian de ser las barracas de los soldados. Elphame se pregunto como serian los hombres que habian vivido y muerto alli.
Entonces se sintio atraida hacia las escaleras. Las piernas la llevaban como si tuvieran voluntad propia. Sin embargo, se detuvo a varios pasos del primer peldano.
La tristeza la embargo de una manera repentina e inesperada.
– ?Oh! -susurro, y tuvo que pestanear para que no se le cayeran las lagrimas.
– Respira, Elphame -le dijo Danann tuteandola por primera vez, y con su voz suave le dio sosiego a sus emociones-. El mundo natural esta vivo, lleno de poder, informacion, consejo y sabiduria. No esta intentando hacerte dano, sino hablar contigo. Calma tu mente y escucha.
Elphame tomo aire y, cuando exhalo, libero su inquietud, y escucho.
– ?Venid aqui, malditos cobardes!
Reconocio aquella voz al instante. El habia hablado con ella la noche anterior. Una confusion de imagenes convergio sobre ella, y todo comenzo a temblar a su alrededor, y de repente, las sombras del pasado cobraron vida.
El MacCallan estaba frente a ella, en el primer peldano de las escaleras de piedra. Lo rodeaban unas criaturas espantosas, con forma de hombre, aladas y negras. El estaba herido, y la sangre brotaba profusamente de sus numerosos cortes. Sin embargo, seguia girando la espada a su alrededor. A sus pies habia dos criaturas descabezadas que habian sido victimas de su fuerza. Los monstruos lo tenian cercado y rugian, pero trataban de mantenerse fuera del alcance de la hoja letal de la espada.
«?Acercaos, malditos cobardes!».
Repitio su desafio. Elphame no podia apartar los ojos de el. Sus palabras habian llamado la atencion de mas criaturas. Una por una se acercaron, hasta que fueron veinte las que lo rodeaban, con las alas tensas y las bocas ensangrentadas y torcidas de desprecio y expectacion.
Elphame noto que se le aceleraba el corazon cuando los monstruos comenzaron a estrechar el cerco y a acercarse mas y mas a el. Sin embargo, El MacCallan no se dejo llevar por el panico. Sus movimientos eran calmados, seguros. Ella vio brillar la espada, y oyo que cercenaba el cuerpo de la primera y la segunda de las criaturas, hasta que ya no pudo seguir. Entonces, ellos hundieron los colmillos y los dientes en su carne. El lucho con los punos, que estaban resbaladizos de su propia sangre, tanta sangre, que toda la vision estaba banada en escarlata.
Aunque El MacCallan cayo de rodillas, no grito. Y no se rindio.
Pero Elphame ya no podia ver mas. Aunque su mente le decia que estaba presenciando algo del pasado, la escena era demasiado real para ella. Habia hablado con el la noche anterior, y todavia recordaba su voz ronca y agradable, y el brillo calido de su mirada. Cuando El MacCallan cayo de rodillas, ella cayo con el y, sollozando, cerro los ojos y se cubrio la cara con las manos.
En cuanto sus rodillas tocaron la hierba, los sonidos de la batalla cesaron.
– Has sido testigo del pasado por un motivo -le dijo Danann, y su voz la anclo al presente-. Continua escuchando. No dejes que los espiritus hayan hablado en vano.
Intentando calmar sus estremecimientos, Elphame se aparto las manos de la cara y abrio los ojos. El dia estaba lleno de paz. El patio estaba iluminado por el sol de aquella tarde de primavera, y no habia fantasmas que lucharan hasta la muerte. Elphame se enjugo las lagrimas e intento calmar de nuevo su pensamiento, pero la imagen del noble Jefe del Clan le llenaba la mente.
Se mordio el labio y miro hacia el suelo. Habia algo entre las hierbas, algo que relucia. Elphame se agacho y lo tomo. Era un objeto metalico. Lo puso a la luz.
Era un broche redondo, deslustrado, lleno de tierra incrustada. Sin embargo, ni siquiera el fuego y los anos de exposicion a los elementos habian podido extinguir la belleza de la yegua encabritada sobre la plata.
– Es el broche de El MacCallan -dijo Danann, inspeccionando aquel tesoro-. Por eso has sido conducida hasta aqui. Atesoralo, Diosa. El propio MacCallan te lo ha regalado.
Ella acaricio el broche con un dedo, y mientras lo hacia, oyo el eco de la respuesta del Jefe cuando ella le habia llamado El MacCallan.
«Si, muchacha, ahora esa posicion la ocupas tu».
A Elphame le parecia que tenia la aprobacion del viejo espiritu. Lo sentia a traves del calor que desprendia el broche.
Danann y ella se encaminaron hacia el patio principal. El centauro le concedio tiempo para que asimilara lo que le acababa de ocurrir, pero antes de que llegaran al ajetreo del patio, se detuvo.
– Ha sido una experiencia dificil para ti -le dijo.
Elphame miro el broche y asintio. Estaba un poco mareada.
– Lo mejor sera que comas y bebas un poco ahora. Has visitado el reino de los espiritus, y no te sentiras enteramente de este mundo hasta que te situes entre los vivos alimentandote.
Ella asintio, y sintio otra rafaga de mareo.
– Verlo morir ha sido horrible -dijo, con la voz ahogada.
– Ocurrio hace mas de cien anos. Intenta olvidar el horror, y recuerda el regalo que te han hecho. Tu has sido testigo de su muerte por un motivo que veras con claridad a su debido momento. Hasta ese instante, piensa en el regalo. Ahora debo despedirme. Los hombres ya habran vuelto con otra carga de piedra. Tengo que supervisar su colocacion.
– Gracias por ensenarme, Danann.
– No te he ensenado, solo te he guiado -dijo el con una sonrisa-. Pero voy a darte un ultimo consejo. Esta noche haz algo que le de alegria a tu corazon. A menudo, los que escuchan a los espiritus se olvidan de vivir su propia vida. Ten en cuenta que el mundo tiene alma, y que no esta en una tumba. Llenate de vida, Diosa, no de imagenes de muerte.
El viejo centauro hizo una reverencia y se marcho.