Afortunadamente, el esfuerzo de bajar de la Torre de la Jefa del Clan funciono como una de las infames tisanas de Brenna. Cuando Elphame se tendio sobre la cama, se deslizo rapidamente en la inconsciencia.
Capitulo 21
Cuchulainn no tenia idea de como habia podido suceder. Todo iba tan bien… Algunas veces, Brenna estaba tan relajada con el casi como con su hermana. Y el habia hecho un esfuerzo muy grande para conseguirlo. Se froto la nuca rigida y tomo un trago del odre de vino. Despues, jugueteo con inquietud con los pequenos botes de hierbas y de infusiones que habia sobre la mesa. Brenna los habia dejado alli. Debia de haberlos olvidado con las prisas cuando habian llevado las cosas de Elphame de aquella tienda al nuevo dormitorio del castillo. Cuchulainn habia intentado que Brenna se quedara con la tienda, pero ella se habia empenado en que la ocupara el.
– A ella le gusta su tienda -gruno Cuchulainn-. Le gusta porque esta al borde del campamento, bien alejada de las demas. Solitaria.
En su opinion, Brenna pasaba demasiado tiempo al borde de la vida, a menos que alguien estuviera enfermo o herido, claro. Entonces entraba de lleno en la batalla, y pasaba de ser una doncella timida e insegura a ser alguien que podia comandar un ejercito con una sola mirada.
O por lo menos, el corazon de un guerrero.
Cuchulainn exhalo un suspiro de frustracion. Nunca le habia resultado tan dificil. Si deseaba a una mujer, ella acudia a el. Solo tenia que sonreir, flirtear, bromear un poco o engatusarla. Despues, iban a el voluntariamente. Pero Brenna no. El siempre habia sabido que con ella las cosas serian distintas, porque ella era diferente. Su inocencia lo cautivaba. No podia dejar de pensar en ella.
Cuchulainn tomo otro trago de vino.
Asi que habia tenido mucho cuidado con ella, la habia persuadido con delicadeza, como si fuera un pajaro timido al que queria atraer hacia su mano. La respuesta de Brenna habia sido frustrante, desconcertante. Cuanta mas atencion le dedicaba, mas se alejaba ella, pero cuando el no estaba intentando atraerla, cuando estaban trabajando para arreglar la habitacion de Elphame, o cuando tuvo que ir a buscarla por el accidente del trabajador, por ejemplo, ella hablaba con facilidad con el. Era durante aquellos momentos cuando Brenna se olvidaba de quien era el, y cuando podia relajarse.
Aquella idea no era muy halagadora.
Trato de entenderla. Sabia que tenia reticencias a estar con los demas, sobre todo con los hombres, y que era a causa de su herida. Como le habia dicho Elphame, sus cicatrices eran extensas, y le llegaban hasta su alma. Sin embargo, a Cuchulainn cada vez le resultaba mas dificil recordarlo.
– He dejado de ver esas malditas cicatrices -dijo. Hablaba arrastrando las palabras, pero no le importaba. Estaba solo. Igual que ella estaba sola-. ?Como voy a poder decirselo si no me deja acercarme a ella?
?Como podia decirle que, para el, su cara era solo una parte de ella? ?Que las cicatrices eran como sus ojos y su pelo y el resto de su cuerpo? ?Que eran ella?
– Por Epona, no se como hacerlo.
Aquella noche habia sido el ejemplo perfecto de su ineptitud. El creia que todo iba bien. Brenna le habia sorprendido al acceder a sentarse a su lado en la mesa principal, con todos los demas, y el pensaba que era un movimiento claro en la direccion adecuada. Al echar la vista atras, Cuchulainn pensaba que Brenna solo habia accedido a situarse en la mesa principal, a la vista de todo el mundo, para tener cerca a su paciente y poder vigilarla, y que no habia tenido nada que ver con el, pero el juramento de Elphame ante su nuevo clan y la euforia de la noche lo habian llenado de optimismo ciego.
Y tambien, admitio que lo habia llenado de demasiado vino.
Despues de que su hermana se retirara habia comenzado la musica. Uno de los trabajadores habia sacado un tambor, y cuando se le unieron otros musicos, todo el mundo prorrumpio en gritos de aprobacion y comenzo a apartar las mesas y a formar parejas para el baile. Cuchulainn se sintio efervescente. Solo podia pensar en lo mucho que deseaba bailar con Brenna. Ella se estaba riendo alegremente de algo que acababa de decirle la Cazadora, cuando el se acerco y, con una reverencia muy galante, le pidio que le hiciera el honor de concederle un baile.
Cuchulainn se dio cuenta de que Brenna palidecia, y que, con un gesto que el estaba empezando a detestar, agachaba la cabeza y se escondia tras su melena negra.
– No, no se bailar.
Cuchulainn oyo su voz, que se habia convertido en el susurro tremulo con el que se dirigia a el habitualmente. Al oirlo de nuevo, se sintio muy enfadado de repente.
– ?Que no sabes bailar? ?Una mujer que sabe suturar una herida, colocar un brazo roto y traer a un nino al mundo no sabe bailar?
El no queria que su voz sonara tan sarcastica, de verdad.
Brenna alzo los ojos y, a traves del velo de su cabello, Cuchulainn capto un brillo de ira en ellos. Entonces, penso que cualquier emocion era mejor que su retirada.
– Las habilidades que mencionas las he podido practicar. Nunca he tenido oportunidad de aprender a bailar.
– Ahora la tienes.
Cuchulainn se encogio al recordar la arrogancia con la que le habia tendido la mano. Habria apostado que ella iba a aceptar. Ni siquiera se habia dado cuenta de que la gente que estaba cerca de ellos se habia quedado callada para presenciar la conversacion. Brenna habia mirado a su alrededor como buscando una escapatoria, y el apreto los dientes al recordarlo. Su petulancia masculina la habia convertido en el centro de atencion.
– No… Yo… no -murmuro ella.
– Solo es un baile, Brenna. No te estoy pidiendo que seas mi companera para toda la vida -dijo el con una risa, aunque se odio a si mismo en cuanto hubo pronunciado aquellas palabras.
– No… Yo nunca habria pensado algo asi…
– Se cual es el problema -intervino entonces Brighid, y termino con la vacilacion de Brenna-. Cuchulainn nunca ha oido la palabra «no» en los labios de una mujer. Evidentemente, no conoce su significado.
El grupo que los estaba escuchando se echo a reir. Entonces, Wynne se acerco con un paso alegre, con una invitacion abierta, moviendo su melena rojiza, y puso la mano en la que Cuchulainn todavia tenia tendida hacia Brenna.
– La Sanadora tiene razon, Cuchulainn. Tal vez debas elegir a una muchacha que tenga las habilidades que tu requieres y que no te diga que no -dijo seductoramente.
Entonces, los demas se rieron y comenzaron a animar ruidosamente a Cuchulainn mientras ella lo arrastraba hacia la zona del baile y comenzaba a moverse sensualmente al ritmo de la musica. Cu la siguio con facilidad, repitiendo sus movimientos con la misma gracia. Wynne danzo, jugueteo, prometio, todo al ritmo del tambor. Froto su cuerpo exuberante contra el de Cuchulainn y, a traves de la nebulosa del vino, el percibio su olor. Olia a pan recien hecho y a especias y a mujer, pero en vez de atraerlo, como habria sido normal, su olor solo le recordo todo lo que faltaba en ella. No olia a hierba recien cortada y a lluvia. No era Brenna.
Sin dejar de bailar, Cuchulainn se volvio hacia la mesa. Brighid seguia alli, rigida, y por un segundo, sus miradas se cruzaron. Despues, con una expresion de disgusto, la Cazadora le dio la espalda. El asiento que habia junto a ella habia quedado vacio.
En aquel momento, Cuchulainn comenzo a sentir un nudo de angustia en el estomago. Se excuso con Wynne y se alejo. Tenia que encontrar a Brenna, y no la vio por el Gran Salon, ni tampoco la hallo en el patio principal. Interrumpio a una pareja que se abrazaba apoyada en la columna central, y ellos le dijeron que la Sanadora habia salido corriendo del castillo unos minutos antes que el.
Intento alcanzarla antes de que ella llegara a su tienda, pero era demasiado tarde. Recordo que se habia acercado a la tienda de Brenna y que habia visto su pequena silueta pasando por delante de la unica vela que tenia encendida. Si hubiera sido cualquier otra mujer, el habria entrado en la tienda, le habria pedido perdon y le habria explicado que era un idiota borracho de amor y de deseo. Despues le habria hecho el amor.
Pero Brenna no era cualquier otra mujer.
Asi pues, Cuchulainn se retiro a su tienda para emborracharse lentamente hasta el olvido.