– Tenia razon en una cosa. Soy un idiota borracho.
Fue lo ultimo que penso antes de sumirse en el sueno. Al dia siguiente iba a hacerse perdonar por ella, aunque no tenia ni idea de como conseguirlo.
Antes de dormir, Brenna siempre hablaba con Epona. No lo consideraba rezar. Ella no le hacia peticiones a la diosa, sino que hablaba con ella como si fuera una vieja amiga suya. Y, en realidad, Brenna llevaba tanto tiempo hablando con Epona que asi era como pensaba de la diosa. Sus conversaciones con Epona habian comenzado despues del accidente. Brenna sabia que no podia hacerse nada con respecto a sus heridas; de hecho, la joven Brenna de diez anos pensaba que iba a morir. Tenia un dolor tan intenso, y habia durado tanto tiempo, que nunca penso en pedirle a Epona que la salvara. No queria la salvacion, solo queria el alivio. En vez de rogarle a Epona que la curara, Brenna se habia pasado horas hablandole a la diosa. Pensaba que pronto iba a encontrarla en el reino de los espiritus. Ni siquiera despues de sorprender a todo el mundo, incluso a si misma, sobreviviendo, pudo dejar de hablar con la diosa. Se habia convertido en un habito que calmaba su mente y su cuerpo.
Aquella noche necesitaba calma.
Le temblaban las manos de ira contenida mientras quemaba un poco de hierba seca e inhalaba el olor familiar de la lavanda. Se sento frente a su altar improvisado y acaricio cada uno de los objetos, intentando aclararse la mente y prepararse para hablar con Epona. Sin embargo, aquella noche no encontro consuelo en sus objetos, la piedra turquesa que era del mismo color que el mar, la pequena figura de madera de la cabeza de una yegua que ella misma habia tallado, la perla en forma de gota y la pluma, que brillaba con el mismo color verde azulado de la piedra…
Del mismo color que los ojos de Cuchulainn.
Brenna cerro los ojos con disgusto. «Deja de pensar en el», se ordeno. Sin embargo, sus pensamientos, que normalmente eran disciplinados y logicos, no obedecieron.
Volvio a sentir ira, y se deleito con la frialdad de aquella emocion. Era mucho mas facil de soportar que la desesperanza y la soledad.
?Como habia podido ser tan ingenua? Pensaba que habia encontrado la paz en su interior, que habia conseguido aceptar su vida muchos anos antes. Era una Sanadora. Nunca conoceria la alegria de tener un marido, de tener hijos, pero su vida, la vida que habia terminado una decada antes, tenia significado. Se habia dedicado a combatir a dos viejos conocidos suyos, el dolor y el sufrimiento.
?Que le habia pasado recientemente? ?Como era posible que su placido interior se hubiera convertido en un oceano turbulento?
Brenna se toco la mejilla derecha, distraidamente, y noto la superficie irregular y suave de sus cicatrices. ?Cuando habia pensado en el amor por ultima vez? Anos antes, cuando habia comenzado a tener el periodo. Durante aquella transicion de la feminidad, habia pensado en como habria sido su vida si hubiera estado un paso mas alejada del hogar, o si su madre hubiera sabido que el cubo contenia aceite en vez de agua, o si su madre hubiera esperado para ver si ella habia sobrevivido, o si su padre hubiera podido continuar con su vida…
Todo aquello habia sucedido una decada antes, pero aquella noche los recuerdos estaban muy frescos. Hacia mucho tiempo que no se permitia pensar en como podian haber sido las cosas. Normalmente era mas logica, y no habia logica en el hecho de desear lo imposible, o en desear que se deshiciera lo que ya estaba hecho.
Entonces, ?por que en aquel momento? ?Por que sus deseos, que se habian quemado en otra vida, habian renacido con unos ojos turquesa y una sonrisa de nino?
Brenna quiso acariciar la piedra, pero todavia le temblaban las manos, asi que se las agarro en el regazo y aparto la vista del altar. Aquella noche no veia a la diosa reflejada alli, sino las sombras y los matices de Cuchulainn.
Inhalo la esencia de lavanda y se obligo a concentrarse en Epona. Afortunadamente, su mente se aclaro, y la tension de sus hombros se relajo. Respiro profundamente otra vez, y comenzo a hablar con la diosa, aunque aquella noche su voz tuviera una aspereza poco habitual.
– Hoy me he sentido muy bien al jurar fidelidad y entrar a formar parte de un clan que siempre ha estado muy cerca de ti. Sentir que una pertenece a un sitio es… -hizo una pausa y se apreto las manos, tanto, que los nudillos se le pusieron blancos-. Es algo que no habia vuelto a sentir desde hacia muchos anos, y habia olvidado la alegria que representa. Gracias por eso, por haberme concedido este nuevo hogar.
Al decirlo en voz alta, sus palabras se convirtieron en las piezas que faltaban en aquel rompecabezas. Brenna abrio mucho los ojos y sintio que la ira comenzaba a desvanecerse.
– Tal vez el aliciente de pertenecer a este clan sea lo que ha causado estos pensamientos -murmuro con una sonrisa triste-. He permitido, como si fuera una nina, que mis fantasias afectaran a mi sentido comun. Unas fantasias muy bonitas que se centraban en una cara muy bonita.
Brenna suspiro. Ya no podia eludir mas la cuestion. Estaba hablando con Epona, que la conocia muy bien. Deliberadamente, solto sus manos y acaricio con un dedo la pluma color turquesa.
– No fue solo su cara, Epona. Fue la bondad que vi en sus ojos. Hizo que se me olvidara que lo unico que el puede sentir por mi es lastima, no amor de verdad -murmuro, y agito la cabeza. Su voz volvio a endurecerse-. Creen que la pena es amor, pero no es cierto. La pena es un dulce hediondo, algo que se utiliza para cubrir lo que esta mejor escondido. Pero al final, la vida lava las capas y deja expuesta la verdad. Y la verdad ha quedado expuesta esta noche. El penso que iba a compadecerse de la pobre Sanadora y bailar con ella. Como de costumbre, un hombre guapo que piensa solo en sus deseos. Yo tendria que haberlo sabido. No deberia haber pensado nunca que…
Su voz se acallo. ?Como podia haber creido que el estaba empezando a interesarse por ella? Pero ya sabia cual era la respuesta. Estaba en los ojos de Cuchulainn, en aquellos fabulosos ojos de color turquesa. El la habia mirado con…
– ?No! -exclamo-. Se acabaron los deseos vanos que solo sirven para abrir viejas heridas.
Brenna se alegro de sentir ira de nuevo, una ira que desplazo la pena. Se puso de rodillas sobre la lavanda que ardia, y con firmeza, paso las manos por el humo y bano su cuerpo con la esencia de la hierba. Repitio aquella accion ritual tres veces. Despues tomo la cabeza de la yegua y la apreto en la palma de la mano, y se estrecho el puno contra el pecho.
– Gran diosa Epona, por primera vez te ruego que me concedas algo para mi misma. Te pido que me ayudes a encontrar el centro de mi calma de nuevo, para que la paz regrese a mi corazon y a mi alma. Quiero sellar esta oracion invocando a los cuatro elementos. El aire, que contiene el aliento de la vida. El fuego, que arde con la pureza de la lealtad. El agua, que limpia y purifica, y la tierra, que reconforta y alimenta.
Las palabras de Brenna no provocaron ninguna magia en el ambiente, pero ella penso que detectaba un calor distinto en la figura de madera que tenia en el puno, y con aquel calor, la frialdad de la ira que tenia en el pecho murio. Brenna cerro los ojos y suspiro con tristeza. La ira no era el modo de arreglar las cosas. Solo era un balsamo temporal para los sintomas, pero que no resolvia el problema.
Volveria a encontrar la paz interior. Evitaria a Cuchulainn; eso no seria dificil. Brenna se habia quedado en el Gran Salon el tiempo suficiente para ver como reaccionaba el a los encantos y la seduccion de Wynne. La bella cocinera lo tendria muy ocupado.
Mientras se quedaba dormida, intento ignorar el dolor que le causaba pensar en Cuchulainn con otra mujer.
Capitulo 22
Despertar en su propia habitacion fue un verdadero placer, y mas hacerlo a causa de los ruidos que hacian los trabajadores mientras retomaban las tareas de la restauracion del castillo. Elphame se estiro lentamente para probar el dolor de su costado y el hombro. Con satisfaccion, se acaricio el corte. Ya no le dolia, sino que sentia entumecimiento y picor. ?Seria demasiado hedonista por su parte el hecho de empezar el dia con un largo bano en su piscina privada? Sonrio. No, si lo convertia en un bano corto. Se dirigio hacia las escaleras y aminoro el paso al sentir que estaban resbaladizas. No queria pensar en lo que diria Cuchulainn si se tropezara y se cayera de nuevo. Para guardar el equilibrio, apoyo las manos en las paredes rugosas de piedra, y al instante, establecio conexion con el espiritu del castillo.