«Tu hogar», le dijo el espiritu. «El Castillo de MacCallan es tu hogar».

El castillo la llenaba de una maravillosa sensacion de pertenencia. ?Alguna vez habia sido feliz? No, creia que no. Antes de llegar a aquel castillo, su felicidad era insignificante, comparada con la alegria adulta que sentia en aquellos momentos. Ojala pudiera completar su hogar…

Lochlan. Aquel nombre invadio su mente.

Tenia que encontrar la manera de poder reunirse en secreto con el. Tenia que pasar tiempo con el si queria averiguar con certeza si… ?Como lo habia dicho El MacCallan?

Saber si solo a su lado podia hallar la paz. Y despues, ?que? Fruncio el ceno. Ya se ocuparia de aquel problema cuando llegara el momento. Tenia que dar pasos cortos, lograr una cosa y despues otra.

Tal vez, una vez instalada en su dormitorio privado, las cosas fueran mas faciles. Tenia mucha mas privacidad y quiza podria salir del castillo a hurtadillas para ir en su busca.

De repente, las piedras se calentaron bajo su mano, y la sensacion de cosquilleo que tenia en los dedos se intensifico. Elphame siguio bajando hacia el bano maravillada, y volvio la cara hacia el muro de piedra. Poso ambas manos sobre la piel aspera del castillo y repitio su ultimo pensamiento en voz alta.

– ?Hay algun modo para poder salir del castillo a hurtadillas e ir en su busca?

Tal y como habia sucedido la noche anterior, Elphame observo que un hilo dorado se desenrollaba dentro de la piedra, bajo sus palmas. Y como un relampago, se retorcio y se movio como una serpiente alrededor de la habitacion hasta que se detuvo en un disco delgado de oro incandescente, que resplandecia en el extremo opuesto de la sala del bano. Sin romper la conexion de las manos con la piedra, Elphame recorrio la circunferencia de la habitacion, siguiendo el hilo palpitante.

El disco estaba situado a la altura de sus ojos. No habia antorchas que iluminaran aquella zona, asi que el brillo del disco era asombroso. Elphame toco aquella parte de la piedra donde estaba situado. No era aspera, como el resto del muro, sino suave, y del tamano de la palma de su mano. Sobresalia ligeramente del resto de la pared, como si fuera un boton de piedra. Deslizo las manos a su alrededor, y despues, siguiendo un impulso, lo apreto.

Entonces, con el sonido de una exhalacion, se abrio una parte del muro que tenia el tamano de una puerta. Elphame, sin poder dar credito a lo que estaba ocurriendo, asomo la cabeza y se encontro con un tunel oscuro y que olia a humedad.

– ?Elphame! -dijo Brenna desde la habitacion-. ?Estas ahi abajo?

Elphame comenzo a tirar de la puerta de piedra para intentar cerrarla.

– ?Si! ?Ahora mismo subo!

Encontro el disco suave de nuevo, y lo apreto. Vio con alivio que la puerta se deslizaba silenciosamente y volvia a su lugar.

– Increible -murmuro antes de subir las escaleras rapidamente, para reunirse con la Sanadora.

Mas tarde, se prometio Elphame cuando estuviera a solas, exploraria su nuevo descubrimiento.

– ?Buenos dias! -dijo Brenna cuando Elphame salio de la habitacion del sotano.

Elphame se dio cuenta de que su tono animado contrastaba con las ojeras marcadas de su amiga.

– Buenos dias. Tienes cara de cansancio. ?No has dormido bien?

La Sanadora comenzo a mover la bandeja que habia dejado sobre la mesa.

– Estoy muy bien. Lo que deberia preocuparte es tu propio sueno, sobre todo despues del dia tan ajetreado que tuviste ayer -le dijo a Elphame. Despues le hizo una indicacion para que se sentara y le tomo el pulso con una mano mientras estudiaba sus ojos y le palpaba con cuidado la cabeza y el hombro-. Esta manana estas muy bien. Deja que vea la herida de tu costado.

Elphame se levanto el camison y Brenna observo cuidadosamente a su amiga mientras asentia. Era evidente que estaba satisfecha con el progreso de la herida. Aplico un balsamo calmante sobre el corte. Brenna estaba cansada; cansada y triste. Elphame tenia que averiguar que era lo que le habia ocurrido.

– No queria marcharme anoche -le dijo-. Fue una celebracion estupenda. Parecia que todo el mundo lo estaba pasando muy bien.

Brenna emitio una respuesta vaga, y Elphame tuvo la sensacion de que su amiga fruncia los labios.

– ?Ocurrio algo especial despues de que me retirara? -prosiguio.

– No. Solo hubo musica y baile. No me quede mucho tiempo.

Elphame arqueo las cejas.

– ?De verdad? Eso me sorprende. Creia que lo estabas pasando bien.

– No. Si. Quiero decir que si lo estaba pasando bien. Pero era tarde, y estaba cansada, asi que me fui a la cama.

Su despreocupacion era fingida, y no la miraba a los ojos. ?Como podia conseguir Elphame que Brenna confiara en ella?

Recordo la conversacion que habia tenido con El MacCallan. La confianza y el amor iban unidos, y para que hubiera confianza tenia que haber verdad. Deberia decirle a Brenna la verdad y demostrarle que podia confiar en ella.

– Anoche subi a la Torre de la Jefa del Clan -dijo suavemente.

Brenna la miro con el ceno fruncido.

– No deberias haberlo hecho. Se que te encuentras mucho mejor, pero tienes que tener cuidado y no esforzarte demasiado.

– Ya lo se, ya lo se. Tengo cuidado.

– Bueno, por lo menos no has sufrido ningun dano -dijo Brenna, y se aliso las arrugas del camison-. Pero esta manana no deberias banarte -anadio, y sonrio al ver la cara de pocos amigos de Elphame-. Esta noche. Puedes banarte de nuevo esta noche. Y ten cuidado de ponerte este unguento de nuevo cuando te hayas secado bien la herida. Y ahora -le dijo con energia, mientras se limpiaba las manos en el delantal y se volvia hacia la mesa-, te he traido una buena tisana y el desayuno.

– Me bebere tu horrible pocion si te sientas y desayunas conmigo.

– Muy bien -dijo Brenna, que se habia llevado una agradable sorpresa-. Me encantaria desayunar contigo - anadio, y miro a Elphame con picardia-. Ademas, creo que hoy mi horrible pocion te va a resultar bastante agradable. Le he puesto escaramujos y miel.

– Me mimas demasiado -respondio Elphame, mirando dubitativamente la tetera.

– Cualquier cosa por La MacCallan -dijo Brenna, e hizo una pequena reverencia mientras sonreia a la Jefa del Clan.

Despues, Elphame espero hasta que la Sanadora hubo servido dos tazas de tisana y hubiera empezado a comer uno de los bocadillos de queso y carne del desayuno, antes de empezar a hablar.

– Las vistas desde la torre son espectaculares.

– Si, ya lo se -respondio Brenna-. Brighid no pudo subir, porque las escaleras son demasiado estrechas, asi que se empeno en que subiera yo y le contara todo lo que habia visto arriba.

Elphame asintio, intentando no ser impaciente y soltar apresuradamente todo lo que queria decir.

– ?Te has dado cuenta de lo bien que se puede ver a todo el que se aleja y se acerca al castillo?

– Si. Seguramente, esa fue la principal intencion de quien la construyo. Queria que El MacCallan pudiera vigilar sin ser detectado con facilidad.

– Yo tambien lo creo -dijo Elphame, y carraspeo ligeramente-. En realidad, eso es exactamente lo que yo hice anoche.

– ?De veras? -pregunto Brenna con curiosidad-. ?Y viste algo interesante?

– Te vi salir del castillo -respondio Elphame con suavidad-. Estabas muy disgustada.

– No, no. Solo estaba cansada.

– No. Era algo mas que eso. Algo te habia hecho dano. Mucho dano. ?No confias en mi lo suficiente como para contarme que fue?

A Brenna se le llenaron los ojos de lagrimas.

– Claro que confio en ti, Elphame. Eres mi amiga. Lo que ocurre es que me siento como una tonta.

Elphame le estrecho una mano.

– Por lo menos, tu no te has caido por un barranco y te has abierto la cabeza.

Brenna suspiro.

– En realidad, tambien me he caido, en cierto modo…

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