Elphame le habria dado un beso a la Cazadora.
Brenna entrecerro los ojos.
– No estaras…
– ?No! No estoy haciendo ningun esfuerzo -exclamo Elphame, interrumpiendo a su amiga-. Solo estoy trasplantando estas cosas.
– Estas trasplantando brotes de menta -dijo Wynne alegremente, al entrar en el huerto. La cocinera inspecciono la fila que acababa de terminar Elphame-. Y lo estas haciendo muy bien.
Elphame sonrio.
– ?Lo veis? Estoy bien.
Brenna se relajo, aunque solo un poco.
– Bueno, procura ir con calma. Y si te empieza a doler el hombro, no lo fuerces.
Wynne, Brighid y Elphame comenzaron a hablar sobre los menus del castillo, y Brenna aprovecho para mirar a hurtadillas a la cocinera. Era voluptuosa y bella. No era posible que Cuchulainn no la deseara, como no era posible que la deseara a ella. Con el transcurso del dia, la ira que sentia hacia el se habia ido calmando, y se habia transformado en una irritacion confusa. ?Por que se habia empenado Cuchulainn en que la deseaba? Brenna se mordio el labio al recordar su respuesta. En realidad, no pensaba que el fuera egoista y cruel; lo unico que ocurria era que se habia sentido completamente trastornada por su declaracion. Y por su caricia. Y por su cercania.
– Buenas tardes, senoras -dijo Cuchulainn.
Su voz grave sonaba un poco forzada. Llevaba todo el dia de mal humor, irritable, y sabia que estaba molestando a los trabajadores del tejado, mas que ayudandolos, asi que se habia ido a buscar a su hermana, y la habia hallado en el huerto. Al ver a Brenna, habia decidido que tendria que seguir el impulso de su corazon, o de su instinto, o de ambas cosas.
Elphame le sonrio.
– ?A que no tenias ni idea de que soy jardinera, Cuchulainn?
El le devolvio la sonrisa y le limpio una mancha de tierra de la mejilla.
– No lo eres.
– Te vas a llevar una sorpresa, guerrero -ronroneo Wynne-. Nuestra Jefa tiene muchos talentos ocultos.
Cuchulainn apenas miro a la bella cocinera. Sus ojos buscaron y encontraron los de Brenna. Sonrio lenta y seductoramente, y el calor de aquella sonrisa le ilumino todo el rostro.
– Tal vez tengas razon, Wynne. Hay muchas cosas de nuestra Jefa, y de otras personas, que me han sorprendido. Y me estoy dando cuenta de que quiero saber mas.
Brenna se quedo mirando al guerrero con la boca abierta. ?El la estaba mirando asi, delante de todo el mundo! El mensaje de Cuchulainn estaba bien claro. Les estaba diciendo a las demas en quien estaba interesado. En ella. Brenna se quedo alli inmovil, sin saber si queria desaparecer o queria que el siguiera mirandola asi.
– Bueno, Cu… ?necesitabas algo? -intervino Elphame.
Cu no aparto la mirada de Brenna.
– Si hay algo que necesito, pero creo que ya lo he encontrado, hermana.
Brenna se quedo sin aliento y se puso muy roja.
– Si me disculpas, Elphame, tengo que ocuparme de algunas cosas -dijo, y aparto los ojos de Cuchulainn para poder aclararse la cabeza-. Tengo que irme -anadio rapidamente, y se dirigio a la salida del huerto.
– Entonces, ?asi son las cosas? -pregunto Wynne.
Sin dejar de mirar la figura de Brenna mientras ella se alejaba, Cuchulainn asintio.
– Asi es.
Wynne miro al guerrero, se echo hacia atras la melena rojiza y salio muy dignamente del jardin.
– Tal vez eso no sea lo mas inteligente que has podido hacer, Cuchulainn -le dijo Elphame-. Ya sabes lo timida que es Brenna. Creo que tal vez la hayas asustado, mas que seducido.
– Quiero que sepa que voy en serio.
Brighid solto un resoplido.
– ?Y tu que tienes que decir? -le espeto Cuchulainn.
La Cazadora se encogio de hombros.
– Nada, salvo que pareces un toro en celo. Solo te ha faltado orinar a su alrededor para marcar tu territorio.
Elphame se dio cuenta de que su hermano empezaba a echar humo por las orejas, y se coloco entre ellos.
– Ya esta bien. Marchaos fuera de las murallas del castillo.
La Cazadora y el guerrero miraron a Elphame sin comprenderla. Ella movio la cabeza con disgusto.
– Id a cazar los dos. Brighid, intenta no enfrentarte a mi hermano a cada instante. Cuchulainn, tu tienes que deshacerte de algo de esa tension -dijo, senalando los hombros de su hermano. No te esta ayudando con Brenna.
La Cazadora volvio a resoplar.
Elphame arqueo una ceja y se cruzo de brazos.
Brighid suspiro y miro a Cuchulainn con cara de pocos amigos.
– Vamos, guerrero. Veamos si eres capaz de matar un ciervo.
Cuchulainn fruncio el ceno. No tenia ninguna intencion de salir del castillo. Iba a ir tras Brenna y…
– Gracias, Brighid, es buena idea. Me alegro de que se te haya ocurrido esa idea -dijo Elphame-. Wynne siempre esta diciendo que no tiene suficiente venado. Os vere a los dos a la hora de la cena -anadio, e ignoro la mirada fulminante que le lanzo su hermano mientras seguia a la Cazadora hacia la salida del huerto.
Con un suspiro, Elphame retomo la tarea de transplantar brotes de menta, pensando en las ventajas de romperle la cabeza a Cuchulainn para que Brenna tuviera que curarlo.
– Seguramente, el seria peor enfermo que yo, y ella terminaria poniendole veneno en la tisana. Y nadie la culparia -murmuro.
Cuchulainn tenia que admitirlo: Elphame habia tenido una buena idea. El tenia que alejarse del castillo para aclararse la cabeza. No tenia punteria aquel dia, pero se le habian calentado los musculos y se le habia relajado la tension. Tambien tenia que admitir que Brighid era una magnifica Cazadora. El habia pasado anos junto a su padre, asi que la gracilidad y la fuerza de un centauro no eran nuevas para el, pero Brighid se movia con un sigilo que parecia casi sobrenatural.
– Por aqui -susurro ella, y Cuchulainn siguio su mirada hacia un riachuelo que atravesaba el prado. El ciervo estaba agachando la cabeza para beber.
Cuchulainn asintio y bajo silenciosamente del caballo. Puso una flecha en el arco y tenso la cuerda para hacer un tiro limpio. Habia un tronco enorme en su camino, y el se movio lentamente para rodearlo. Se levanto una suave brisa, y Cuchulainn se quedo inmovil, aunque soplaba en direccion contraria al ciervo. Entonces, percibio un olor fetido que le hizo fruncir los labios. Era el olor de la muerte y la putrefaccion. Dio un paso para superar una rama del tronco, y oyo un sonido repulsivo al pisar un cuerpo en descomposicion.
Sin poder evitarlo, se retiro con brusquedad. El ciervo, asustado, salio corriendo.
– Cuchulainn, ?que…? -comenzo Brighid, pero su mirada de irritacion cambio por una de sorpresa al reunirse con el al otro lado del tronco.
– Un lobo muerto -dijo el, mientras se limpiaba la bota en el musgo-. Siento haber asustado al ciervo. Es que no me lo esperaba. Y menos asi.
Brighid estaba estudiando atentamente el cuerpo del animal.
– Esta empalada -dijo.
– Es muy raro, ?verdad? El lobo debio de lanzarse contra esa rama astillada.
– Es una loba.
Cuchulainn la miro con extraneza.
– Es una loba -repitio la Cazadora, senalando la parte inferior del cuerpo hinchado-. Y tenia lobeznos. Mirale las tetas.
Cuchulainn sintio curiosidad y se olvido del hedor. Se acerco un poco mas a la loba muerta.
– He visto este tipo de muerte pocas veces, y siempre les habia ocurrido a lobas solitarias que acababan de parir. Estan desesperadamente hambrientas -explico la Cazadora-. Me imagino que estan tan freneticas que