primero a Brighid, y despues a Cuchulainn, saliendo de entre los pinos.
«?No!».
Su mente grito aquella palabra, pero ella no pudo pronunciarla. Cuchulainn llevaba a Brenna en brazos. Elphame no tuvo que mirar a la cara a su hermano para darse cuenta de que su amiga estaba muerta.
Y despues, en medio del dolor, vio que Cuchulainn tiraba de algo detras de su caballo. El ser se tropezo y cayo cuando su hermano comenzo a galopar para llegar rapidamente junto a ellos. Cuando tiro de las riendas para detener al animal, la criatura ensangrentada y rasgada rodo y quedo a pocos pasos de ella y del resto del clan.
Al principio, Elphame solo vio alas y miembros largos, manchados de sangre. Por un instante se permitio pensar que no era el. Despues, Lochlan se puso de rodillas y la miro a la cara.
– Elphame, no llegue a tiempo -murmuro-. Perdoname por no haber sabido lo que iban a hacer hasta que fue demasiado tarde.
Detras de ella empezaron las exclamaciones y las expresiones de horror. Oyo la palabra «Fomorian» como si fuera una terrible maldicion. Elphame sintio el horror y la consternacion de su clan, pero no aparto la mirada de Lochlan, ni miro a su hermano ni a Brenna, ni a la Cazadora, cuyos ojos sabios notaba como una presion tangible en la piel.
– ?Quien la ha matado?
– Me siguieron cuatro de los mios. Les ordene que volvieran a las Tierras Yermas y que me aguardaran alli. Pensaba que se habian marchado. Me juraron que saldrian de Partholon. En vez de hacerlo, mataron a Brenna.
– ?Conoces a esta criatura! -rugio Cuchulainn.
Elphame miro a su hermano, cuyo rostro estaba lleno de dolor.
– Lo conozco. Me ha jurado lealtad.
Los murmullos aumentaron de volumen, y ella tuvo que alzar la voz para hacerse oir por su clan.
– Era su derecho. Su madre era Morrigan, la hermana de El MacCallan, que fue secuestrada durante la guerra Fomorian y violada, y abandonada en las Tierras Yermas. Sobrevivio al parto de su hijo, como muchas otras.
Cuchulainn bajo de la montura lentamente, con cuidado de sujetar bien a Brenna. Camino hacia su hermana y se enfrento a ella, con el cuerpo de su amante entre los dos.
– ?Como puedes decir eso del monstruo que ha matado a Brenna?
– No es un monstruo, Cuchulainn. Me he casado con el. Tu predijiste que encontraria aqui a mi companero. Es el.
Todos comenzaron a gritar de asombro, pero Elphame no aparto los ojos de su hermano. El estaba cabeceando violentamente, y se tambaleo hacia atras. Cuando Elphame se acerco a el, su hermano se encogio para que no lo tocara. Ella aparto la mano como si se hubiera quemado.
– Por Epona, eso no puede ser -dijo Cuchulainn. Parecia que su voz provenia de una tumba.
– ?Cuchulainn! -dijo Lochlan, que habia conseguido ponerse en pie. Tenia las manos atadas, ensangrentadas-. Ve al norte, hacia el lugar donde me encontraste. Alli encontraras a los responsables de esta atrocidad. Mi gente no habra podido llegar lejos.
El guerrero le clavo una mirada de odio.
– ?Y por que iban a estar alli todavia, criatura? ?No sera que me has tendido una trampa, y que estan esperandonos para atacarnos?
– No pueden luchar contra ti, y no pueden huir. He rasgado sus alas. Estan a tu merced, como yo.
Para la entumecida mente de Elphame, las palabras de Lochlan solo eran una impresion tras otra. Brenna muerta, Lochlan capturado, su vinculo revelado, y su hermano mirandola como si no fuera su hermano. Y Lochlan acababa de decir que habia roto las alas de su propia gente, aquellas alas que eran una prolongacion de su alma. Lo unico que le impidio gritar de dolor fue el peso del broche de La MacCallan, que sujetaba su tartan.
Entonces, la voz de Cuchulainn se abrio paso entre sus pensamientos.
– Si estuvieras a mi merced, criatura, no volverias a tomar aliento.
Elphame reacciono. Alzo la barbilla e irguio los hombros, y miro a su hermano a los ojos.
– Tienes razon, Cuchulainn -dijo-. No esta a tu merced, esta a la mia. Llevate a un grupo de hombres y de centauros -anadio, y miro a Brighid-. Ve con el, y buscad a los Fomorians. Traedlos para que podamos juzgarlos.
Se preparo, y volvio a acercarse a Cuchulainn. En aquella ocasion, el no se aparto de ella, pero su expresion no se suavizo. Elphame extendio los brazos.
– Yo me llevare a Brenna. Ahora esta en casa.
Cuchulainn titubeo y se estremecio. Despues puso a Brenna en los brazos de Elphame. Sin apartar los ojos de los de ella, Cuchulainn senalo a Lochlan con la barbilla.
– ?Que vas a hacer con el?
– Es mi prisionero, y lo sera hasta que se dicte justicia.
– Procura tenerlo bien vigilado.
– Procura traer a los otros con vida -replico ella.
Entonces, como si fuera un extrano, Cuchulainn le hizo una reverencia y se volvio hacia los demas para darles ordenes. Desato la cuerda con la que habia atado a Lochlan a su montura y se la arrojo a uno de los hombres.
– Vigiladlo bien -le dijo.
Despues, sin mirar a Elphame, Brighid y el dirigieron al grupo de hombres y centauros al bosque.
Elphame sabia lo que tenia que hacer, y dio la orden sin dudarlo. Sin embargo, el corazon le pesaba como el plomo en el pecho, y no pudo volverse hacia Lochlan. El legendario Castillo de MacCallan no tenia calabozos. Cuando un miembro del clan cometia un crimen, la justicia se aplicaba con rapidez. De acuerdo con la voluntad del Jefe, el culpable perdia la vida o era desterrado. El clan cuyo lema era «fe y fidelidad» no toleraba violaciones del juramento.
– Llevadlo al patio principal y atadlo a una de las columnas. Mientras esperamos el regreso de Cuchulainn, sera mi prisionero.
El hombre que sujetaba la cuerda de Lochlan tiro de el con crueldad. Elphame respondio inmediatamente.
– He aceptado su juramento de fidelidad, y su pertenencia al clan. Seria inteligente que recordaras tratarlo como a tal.
El hombre aparto la mirada rapidamente. El fuego de los ojos de Elphame daba a entender que era algo mas que La MacCallan. Estaba marcada por Epona, y a nadie le gustaba incurrir en la ira de una Diosa.
Mientras el grupo volvia lentamente hacia el castillo, Danann se acerco a Elphame.
– Deja que te ayude con la pequena Sanadora, Diosa.
Sus ojos estaban llenos de compasion, y la ira de Elphame se desvanecio. Ella quedo exhausta, perdida.
– Es tan ligera -dijo, con la voz quebrada.
– El cuerpo de Brenna no era lo que la definia. Tenia una gran voluntad en una forma muy pequena -dijo Danann.
– Su corazon era su fuerza -anadio Wynne, acercandose a ellos. Tenia sus mejillas color marfil llenas de lagrimas.
– Y su bondad -dijo Meara, que tambien se unio a ellos. Le temblaba la voz de emocion-. Seria un honor que nos permitieras ayudarte a ungir el cuerpo de Brenna.
Elphame miro al sabio y anciano centauro y a las dos jovenes. Ellos no la rechazaron, ni la acusaron de defender a un monstruo. Ella todavia era la Jefa del Clan. Elphame tuvo que contener sus propias lagrimas. Era La MacCallan. El clan dependia de su fuerza. No iba a llorar.
– Acepto vuestra ayuda. Venid conmigo a la tienda de Brenna. La prepararemos alli.
Los cuatro formaron una triste procesion hasta las tiendas. Junto a la de Brenna estaba sentada la pequena lobezna. Elphame se habia olvidado por completo de