comenzaron a ungir su cuerpo mientras los aullidos de Fand resonaban por el dia que se terminaba.

Capitulo 36

Elphame estaba envuelta en una capa, entre las sombras que habia a la entrada del patio principal. La escena que tenia ante si era macabra. Las antorchas ardian alegremente, y los sonidos reconfortantes de la charla de la gente mientras terminaba de cenar llegaban desde el Gran Salon y se mezclaban con el borboteo del agua de la fuente. Eran los sonidos de su castillo al final del dia. Todo seria muy normal si no tuviera en las manos el perfume del aceite que habia usado para ungir el cuerpo de Brenna, y si no hubiera guardias en el patio vigilando a Lochlan.

Lochlan tenia grilletes en los tobillos y en las munecas, y las cadenas estaban enrolladas en la gran columna central del castillo. Lochlan estaba sentado en la base de la columna, apoyado contra ella. Tenia los ojos cerrados, y estaba lleno de golpes y hematomas. Tenia una flecha clavada en el hombro izquierdo, y sobre el timon de la flecha, un corte profundo en el musculo. Todo el lado izquierdo de su cuerpo estaba cubierto de sangre. Sin embargo, la herida que mas impresionaba a Elphame, la que mas le encogia el estomago, era el desgarramiento que le recorria toda el ala. El ala intacta estaba plegada a su espalda, pero la otra le colgaba flacida y abierta, como si fuera el ala de un pajaro moribundo.

Elphame tomo aire, intentando olvidar el perfume del aceite mortuorio. Queria correr junto a Lochlan y ordenar a los guardias que le quitaran las cadenas. Si hubiera sido cualquier otra persona, y no La MacCallan, les habria gritado que el no habia matado a Brenna, que el no era un demonio. Sin embargo, no podia reaccionar como una esposa horrorizada. Debia hacer justicia, no dejarse dominar por la histeria o por el llanto. No podia salvar a Lochlan. El debia salvarse a si mismo. Debia demostrar que era inocente de la muerte de Brenna, o ella tendria que imponerle un castigo, como haria con cualquier otro miembro del clan.

Sin embargo, tambien como cualquier otro miembro del clan, Lochlan estaba bajo su proteccion y su cuidado hasta que se hubiera celebrado su juicio. Y, tal y como habia visto hacer a Brenna muchas veces, se coloco el bolso de cuero de la Sanadora al hombro y salio al patio. Sus cascos resonaron contra el suelo de marmol, y los dos guardias armados se inclinaron ante ella.

– Brendan, Duncan -dijo, saludandolos con un asentimiento.

Lochlan alzo la cabeza.

– Necesito que uno de vosotros vaya a la cocina. Wynne tendra preparado un caldo. Debeis traerlo, junto a un odre de vino tinto.

Brendan volvio a inclinarse ante ella y se marcho a cumplir sus ordenes. Despues, Elphame miro a Duncan.

– Quisiera hablar en privado con Lochlan.

Duncan vacilo durante un instante, y despues se retiro de mala gana hacia el otro extremo del patio. Permanecio lo suficientemente lejos como para no oir su conversacion, pero lo suficientemente cerca como para volver a su lado si ella corria peligro.

– ?Son muy graves tus heridas? -le pregunto a Lochlan.

Al principio el no respondio. Solo la miro mientras negaba con la cabeza lentamente, y Elphame se pregunto si habia comenzado a sucumbir a la locura.

– Yo no he matado a Brenna -dijo entonces, con claridad.

En vez de hablar, ella se agacho a su lado y abrio el maletin de Brenna en busca del unguento que habia usado su amiga para curarle las heridas a ella, y tiras de lino para vendarle el corte del hombro.

Las cadenas hicieron ruido cuando el la agarro por la muneca. Duncan desenvaino la espada y dio un paso hacia ellos, pero Elphame le indico que se alejara.

– Debo saber si confias en mi -dijo el.

Elphame lo miro a los ojos y se dio cuenta de que no podia responderle.

– El espiritu de las piedras puede decirtelo, Diosa -le dijo Danann desde la entrada del patio.

Elphame se zafo de la mano de Lochlan y se dio la vuelta para mirar al centauro. El tambien olia a aceite de ungir, y en su rostro se reflejaba la tension de las horas pasadas. Sin embargo, sus ojos tenian la misma mirada de sabiduria y bondad de siempre. Se acerco a ella y observo a Lochlan, y despues volvio a mirar a Elphame.

– Preguntale al espiritu de la gran columna. A traves de el, sabras la verdad.

Elphame abrio mucho los ojos. No se le habia ocurrido aquello, pero se dio cuenta de que el Maestro de la Piedra tenia razon. Ella tenia la capacidad de averiguar, infaliblemente, si Lochlan habia tenido algo que ver con la muerte de Brenna.

Las cadenas volvieron a resonar cuando el se puso en pie fatigosamente.

– ?Que quiere decir el centauro? -murmuro.

– Que el espiritu de la piedra de esta columna y yo estamos conectados. A traves de el puedo verte, y saber si le hiciste dano a Brenna o no.

Lochlan cerro los ojos con cansancio, y por un momento, Elphame penso que iba a perder el conocimiento, pero volvio a abrirlos. Elphame vio una gran tristeza en ellos.

– No deberias necesitar a los espiritus de tu castillo para saber que no he cometido ningun crimen.

– ?No? -pregunto Danann-. Tal vez deba esperarse que tu companera confie implicitamente en ti, pero tu companera tambien es La MacCallan. Ella debe ser mas prudente. Nunca subestimes la gran responsabilidad que lleva en la sangre.

Al escuchar las palabras de Danann, el semblante de Lochlan cambio. La tristeza desaparecio, y solo quedo el cansancio.

– Has hecho bien en censurarme, Maestro -dijo-. Yo lo sabia cuando le hice el juramento de lealtad. No deberia esperar menos de ella -entonces, miro a su Jefa y esposa-. Preguntales a los espiritus para que La MacCallan pueda estar tranquila.

Elphame se acerco a el, y toco la piedra que habia a su lado. Noto un calor en la palma, como si el espiritu se despertara y respondiera a su contacto.

– Necesito saber si Lochlan es culpable de la muerte de Brenna -dijo.

Sintio una rafaga de calor, y su espiritu se unio al de la gran columna. Como si acabara de exhalar un suspiro, parte de su conciencia fluyo por su mano y entro, a traves de la piedra, en Lochlan.

El inhalo bruscamente a causa de la impresion y la sorpresa, al notar que el calor invadia su cuerpo malherido, pero no aparto los ojos de Elphame.

– Yo no mate a Brenna -repitio.

Y, de repente, Elphame se sintio sacudida por descargas de emociones que percibio en Lochlan. «Horror… Ira… ?Desesperacion!». Supo lo devastado que se habia sentido al descubrir lo que le habian hecho a Brenna. Y despues sintio lo que el habia sentido al oir su propia llamada: «Resignacion… Tristeza…». El habia respondido a su llamada aunque sabia que seguramente estaria acercandose a su muerte.

Elphame supo que su corazon estaba en lo cierto. El no era culpable de la muerte de Brenna. Solo era culpable de haberla encontrado. Tuvo ganas de echarse a reir, de gritar de alegria. La MacCallan no podia hacer eso, pero con su poder, habia una cosa que si podia hacer.

– Perdoname por dudar -le dijo a Lochlan en un susurro.

Despues agacho la cabeza y se concentro en enviar calor y curacion desde su propio cuerpo, a traves del corazon del castillo, al cuerpo herido de su companero.

Oyo su jadeo mientras la fuerza entraba en el, y percibio el eco de su pensamiento. «No hay nada que perdonar, corazon mio».

Una mano fuerte la tomo del hombro, y Elphame alzo la cabeza.

– Ya es suficiente, Diosa -le dijo Danann-. Tal vez pronto necesites tus fuerzas.

De mala gana, Elphame separo la palma de la mano de la piedra viviente. Tenia un zumbido en la cabeza, y le pesaban mucho los brazos.

– ?Trae algo de vino para tu Jefa! -le ladro el centauro a Duncan-. Y trae tambien agua caliente y vendas para que podamos curarle las heridas a Lochlan.

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