con un aire de reticencia y el nudo de la corbata fue un asunto anodino, que no llamaba la atencion ni por la creatividad ni por la elegancia.

Mas tarde, mientras el cabriole lo llevaba hasta la casa de Monmouth, la desaprobacion de Fletcher combinada con la de Brougham produjo en Darcy una especie de arrepentimiento por haber aceptado la invitacion. Pero fue una sensacion fugaz, ya que tambien estaba muy intrigado por ver como estaba la antigua lady Sylvanie Sayre, despues de los horribles sucesos ocurridos en el castillo de Norwycke. Al mismo tiempo, sentia una enorme curiosidad por conocer el caracter de los intelectuales y artistas que se habian reunido en torno a ella. Esa compania le otorgaba a la noche un cierto aire de provocacion y la perspectiva de experimentar algo provocativo o abiertamente peligroso era infinitamente preferible a lo que lo consumia ahora: la permanente sensacion de que su estomago se contraia en un mismo nudo doloroso. Si el iba a… Si Elizabeth iba a… La puerta de la mansion de Monmouth se abrio y el murmullo de una docena de conversaciones inundo la calle, junto a la luz de los candelabros. Desesperado por escapar del dolor, Darcy se aferro a la invitacion que el sirviente le hacia desde adentro y lo siguio, intentando pensar en otra cosa que no fuera el aterrador abismo de su perdida.

– ?Darcy, bienvenido! -lo saludo lord Monmouth desde lo alto de la magnifica escalera que dominaba el vestibulo-. ?No pierdas tiempo ahi abajo! -dijo con voz autoritaria, mientras Darcy le entregaba a un lacayo el sombrero y el abrigo-. ?Sube, hombre! ?Lady Sylvanie esta ansiosa por verte!

Darcy se abrio paso a traves del vestibulo lleno de gente y alcanzo las escaleras, pero el avance le resulto dificil a causa de la cantidad de invitados que habia alli, algunos bajando y otros subiendo, algunos absortos en intensas conversaciones y otros en serios coqueteos en los escalones. Cuando por fin logro subir, Monmouth todavia lo estaba esperando con una sonrisa de oreja a oreja. A Tris siempre le habia gustado estar rodeado de mucha gente y, a juzgar por la cantidad de invitados que habia alli, Sylvanie habia conseguido convertirse en una anfitriona exitosa. Lord Monmouth debia de estar muy complacido. A Darcy todavia le resultaba extrano que Sylvanie deseara retomar su relacion. La manera como el habia rechazado sus sensuales ofertas en el castillo de Norwycke y la innegable participacion que habia tenido en el desenmascaramiento y posterior suicidio de su madre seguramente hacian que cualquier contacto entre ellos fuese doloroso o, al menos, excesivamente incomodo. Sin embargo, ella se habia empenado en conocer a Georgiana y establecer con su hermana una relacion que lord Brougham habia tenido que desalentar, y ahora deseaba verlo a el por encima de todas las cosas.

– Tris. -Darcy hizo una inclinacion y luego estrecho la mano que Monmouth le tendia-. ?Has reunido una asombrosa cantidad de gente para ser lo que me anunciaste como un «selecto grupo» de filosofos y politicos!

– Ah, ellos -dijo Monmouth, haciendo un gesto de desprecio con la mano-. Estos solo son el escaparate, amigo mio. Los importantes estan en el salon verde, donde recibe Sylvanie. ?Ven! -Monmouth lo condujo a traves del corredor, hacia un par de enormes puertas dobles-. ?Un momento! -dijo sonriendo cuando llegaron y golpeo en una de las puertas. El pomo empezo a girar lentamente hasta que la puerta empezo a abrirse. Rapidamente, Monmouth puso una mano sobre el pomo y empujo la puerta, sorprendiendo al criado que estaba al otro lado y obligandolo a retroceder-. ?Idiota! -gruno Monmouth, mientras invitaba a Darcy a entrar en el salon-. ?Dios, como detesto lidiar con criados contratados solo por un dia; nunca parecen asimilar ninguna orden, por pequena que sea, y ni siquiera logran reconocer al que les esta pagando! Pero aqui estamos por fin, ?el circulo mas intimo! - Detuvo a otro criado y, levantando dos vasos de la bandeja que llevaba, le paso uno a Darcy-. Primero algo de beber, viejo amigo, y luego, a saludar a lady Sylvanie. ?Salud! -Monmouth levanto el vaso para brindar y se tomo la mitad de su contenido, antes de que Darcy consiguiera reaccionar. Haciendo un movimiento mecanico, Darcy se llevo el vaso a los labios, pero enseguida lo golpeo el fuerte olor del whisky. Retrocedio y miro a su amigo.

– ?Un ponche de whisky, Monmouth?

– Un ponche de whisky irlandes -contesto desde atras una voz con marcado acento irlandes. Darcy enarco una ceja mientras daba media vuelta para descubrir la identidad de su informante.

– Ah, O'Reilly. -Monmouth saludo al hombre-. Permiteme presentarte a un viejo amigo. El senor Fitzwilliam Darcy, de los Darcy de Pemberley, en Derbyshire. Darcy, sir John O'Reilly, del condado de…, Irlanda.

– Su servidor, senor. -Darcy hizo una inclinacion.

– Encantado, senor -respondio sir John, y su actitud parecio un poco menos fria-. Entonces, Darcy, ?viene usted a hablar de filosofia o de politica?

– Aun no lo he decidido, sir John, pues soy nuevo en estas «selectas» reuniones de Monmouth -confeso Darcy, haciendo un gesto con la barbilla en direccion a su anfitrion-. Creo que lo mas sabio sera escuchar y aprender, antes de dar mi opinion en cualquiera de los dos temas.

– Si esa es su manera de ser, usted no debe de poseer ni una gota de sangre irlandesa -dijo sir John, riendose-. La falta de conocimiento nunca ha impedido que ninguno de mis compatriotas opine sobre un tema. El hecho de no saber de que estan hablando solo anima a los irlandeses a ser todavia mas elocuentes.

– No se si deberia estar de acuerdo con usted o no, senor. -Darcy se unio a la carcajada que habia provocado la mordacidad de sir John entre los que los rodeaban-. Pero supongo que si presto mucha atencion, tambien me dare cuenta de eso.

– Es usted muy diplomatico, senor Darcy. -Sir John asintio-. Le ira bien. ?Tendria usted la bondad de excusarme? Monmouth. -Le hizo un guino a lord Monmouth y se perdio entre la gente.

– Bebe, Darcy. -Monmouth senalo el ponche de Darcy, que todavia no habia probado-. Sylvanie espera. -Darcy enarco una ceja al mirar su vaso y probo el contenido bajo la mirada burlona de Monmouth. Necesito de todo su autocontrol para reprimir la sensacion de ahogo y contener la tos. No obstante, los ojos se le humedecieron inevitablemente-. ?Ja! -Monmouth le dio una palmadita en la espalda-. ?Ya veo que no eres bebedor de whisky!

– No, por lo general no -logro contestar, mientras se secaba las lagrimas de los ojos. Un criado aparecio a su lado.

– ?Puedo llevarme esto, senor? -pregunto, al tiempo que hacia una inclinacion y le ofrecia luego una bandeja vacia.

– Si, tome. -Darcy coloco el vaso sin terminar sobre la bandeja.

– Muy bien, senor. -El criado hizo otra inclinacion y desaparecio.

– Hummm -observo Monmouth-, ?un camarero contratado que realmente conoce el oficio! Bueno -dijo, sonriendo-, ahora ya estas «bautizado» y puedes vagar libremente, viejo amigo. ?Ah, si! -respondio Monmouth al ver la cara de asombro de Darcy-. Si tu aliento no huele a «agua de vida», seras tomado por sospechoso. ?Ahora todo esta arreglado! Pero primero milady. -Con esas palabras, lord Monmouth lo agarro firmemente del brazo y lo condujo con paso seguro hasta el otro extremo del salon. La verdad es que resulto muy conveniente porque, a esas alturas, el whisky ya se le habia subido a la cabeza y en aquel momento veia el salon un poco borroso. Se volvieron a cruzar con el criado que se habia llevado su vaso y algo en el llamo tanto la atencion de Darcy que se detuvo para mirarlo con cuidado-. ?Que sucede, Darcy? -pregunto Monmouth.

– El criado, el que se llevo mi vaso.

– ?Si? -insistio Monmouth con impaciencia.

– Por un momento… me ha resultado conocido -termino de decir con voz debil.

– Es probable que lo hayas visto sirviendo en otras casas; ya te dije que es un criado contratado por dias.

El suave murmullo de unas faldas reemplazo el de las conversaciones que los rodeaban. De repente, entre ellos y su objetivo se abrio un pasillo que mostraba a lady Sylvanie Monmouth en el momento en que se levantaba de su sitio, rodeada por un grupo de hombres y mujeres en cuyos rostros se veia reflejada una intensa pasion por cualquiera que fuera el tema que acababan de dejar en suspenso. Todos se giraron a observarlo con curiosidad y ojos radiantes, mientras lady Sylvanie sonreia y le tendia la mano. Si Darcy habia calificado antes a lady Sylvanie como una princesa de las hadas, su metafora se habia quedado corta. La que ahora le sonreia era la reina de las hadas. La esplendida cabellera negra caia en tirabuzones sobre los hombros blancos y, mientras avanzaba hacia el, su vestido verde esmeralda casi transparente dejaba ver mas de lo que deberia conocer cualquier hombre que no fuese su marido. El recuerdo de lo que Sylvanie le habia ofrecido en Norwycke le provoco un estremecimiento.

– ?Senor Darcy, bienvenido! -La voz de Sylvanie resono en los oidos de Darcy con un tono de calidez e intimidad-. ?Teniamos muchos deseos de volver a verle!

Darcy no supo si lo que habia encendido la calidez que invadia todo su cuerpo habia sido Sylvanie o el whisky, pero el maldito nudo que sentia en el pecho desde hacia una semana parecio comenzar a aflojarse. La afabilidad que irradiaba cada movimiento de Sylvanie mientras se acercaban fue como un balsamo para su orgullo herido

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