que solo tu podras explorar. -Dejo la copa sobre la mesa con cuidado.
– ?Y luego? -pregunto lord Brougham, tras unos minutos de silencio.
– Luego, cuando el hombre tiene la guardia baja y la mano extendida, le dan la espalda.
–
– ?
– No hay duda de que tienes razon -convino lord Brougham con indiferencia-. Despues de todo, tal vez la regla de Benedick sea la mas sabia y los hombres deberian reservarse «el derecho de no fiarse de ninguna».
– Si, si -asintio Darcy, levantando la copa y sacudiendo peligrosamente el brandy.
Brougham tambien levanto su copa.
– ?Por la renuncia a toda la raza de mujeres enganosas… en especial aquellas de Kent!
Darcy bajo el brazo, sonrojado por la confusion.
– ?Kent? ?Quien dijo algo sobre Kent?
Lord Brougham lo miro con intriga.
– Pues tu; ?acaso no lo hiciste?
– ?Lo hice? -Darcy fruncio el entrecejo con perplejidad por haber perdido el hilo de la conversacion-. No, no, alli solo estaba la trampa… en el parque.
– ?En el parque? -pregunto Brougham, pero luego la cara se le ilumino al recordar-. ?Ah, si, el celebre parque de Rosings! La propiedad de tu tia. Bueno, entonces debemos brindar por renunciar a las mujeres enganosas de Londres que van de visita a Kent. ?Y Dios sabe que coincido totalmente contigo en eso! Por las mujeres enganosas… ?No? -Brougham suspendio su brindis cuando Darcy comenzo a negar con la cabeza.
– ?Hertfordshire!
– ?Ah, Hertfordshire! -exclamo Brougham con sorpresa-. No puedo decir que sepa mucho sobre las mujeres de Hertfordshire, ?no lo suficiente como para renunciar a ellas, sin duda! Primero debes instruirme, amigo mio.
Una mirada de absoluto desagrado cruzo por el rostro de Darcy.
– Las crian como conejos en Hertfordshire, ?al menos cinco por familia! Tienen madres que parecen gatos atigrados, que no hacen otra cosa que dormitar en espera de que aparezca un caballero decente, para caerle encima y casarlo con una de sus hijas, mientras todas ellas retozan a su antojo por el campo, corriendo detras de cualquier casaca roja.
– ?En Hertfordshire? -pregunto Brougham con asombro-. ?No tenia ni idea de que fuera un lugar tan interesante!
– ?Interesante! -Darcy puso la copa sobre la mesa con tanta fuerza que el liquido se derramo y le empapo el volante del puno y la manga-. ?Maldicion! -Se alejo de la mesa enseguida, pero no antes de que un poco de brandy cayera sobre sus pantalones. La reaccion de Darcy capto la atencion de la criada de la taberna, que se apresuro a ayudarlo con un trapo, pero despues de examinar de cerca a los clientes, tambien saco un panuelo limpio que le servia de adorno en el corpino.
– Espera, guapo -le dijo con tono lisonjero a Darcy, mientras le frotaba suavemente la manga con el trozo de lino, que olia a perfume barato-. ?Asi esta mejor!
Retrocediendo un poco para evitar las atenciones de la muchacha, Darcy se apodero del pedazo de tela con un tajante «Gracias, senorita» y se inclino tambaleandose para secarse el pantalon.
– ?Es un placer! -le dijo la mujer sonriendo, pero como el no levanto la vista, ella se marcho para atender a otros clientes mas agradecidos.
Cuando Darcy se volvio a sentar con cuidado, se encontro con la mirada burlona de Brougham.
– Con toda seguridad, tu no debiste de correr ningun peligro en ese ignominioso condado; tu actitud con las mujeres debio de haberte protegido de cualquier lance de esas feminas tan entrometidas y desagradables como las que acabas de describir. -Hizo una pausa. Darcy lo miro con rencor-. ?O quiza no todas se comportaban tan horriblemente mal, o estaban tan enamoradas de las casacas rojas y las charreteras?
– ?Ja! -resoplo Darcy, mientras se guardaba distraidamente el panuelo en el bolsillo de la chaqueta-. Ponle una casaca roja al peor de los villanos y enseguida lo convertiras en un santo, cuyas mentiras en voz baja reciben mas credito que toda la vida y el caracter de otro hombre.
– ?Ah, una serpiente en el jardin de Hertfordshire! -asintio obedientemente su interlocutor, mientras Darcy volvia a agarrar su copa y, al notar que la mayor parte del brandy se habia derramado, estiraba la mano para aferrar la botella. Brougham se le adelanto-. Espera, Fitz, permiteme -dijo arrastrando las palabras y sirviendole solo un poco-. Lo suficiente para hacer nuestro brindis -le explico a Darcy, cuando este lo miro con disgusto-, que supongo haremos en contra de tu Eva de Hertfordshire. Si… -dijo lord Brougham con elocuencia, mientras su amigo lo miraba con creciente confusion-. Una metafora muy apropiada, si lo pensamos bien. Una serpiente en el Eden, Eva en el parque, que no es mas que un pequeno Eden, susurros en su oido, Eva figuradamente «muerde» y luego te presenta a ti, nuestro Adan, el corazon de la fruta amarga. ?Si, la simetria es casi perfecta!
La copa de Darcy volvio a golpear la mesa.
– ?De que demonios estas hablando? ?Nunca he estado en un jardin con una mujer llamada Eva!
– ?Entonces de quien estamos hablando? -pregunto Brougham de manera ingenua.
– ?De Elizabeth, maldito idiota! -le gruno Darcy-. ?De Elizabeth!
– ?Ah, entonces ese es el nombre de la enganosa traidora! ?Elizabeth! -Brougham parecia aliviado-. Entonces ahora si voy a poder ofrecer mi brindis con pleno conocimiento. -Se puso en pie y levanto la copa, mientras su amigo trataba de agarrar la suya-. Por la renuncia solemne a Elizabeth, ingrata, enganosa traidora…
Darcy bajo su brazo, totalmente confundido. ?Renunciar a Elizabeth? Ella nunca seria suya, eso lo sabia bien, pero ?brindar en su contra? ?Ensuciar incluso su recuerdo? ?No era ni remotamente posible!
– … una criatura indigna de la mas baja calana…
Darcy miro a su amigo con rabia. ?Baja calana! ?Elizabeth? ?Que queria decir Brougham con eso?
– No, de ninguna manera -balbuceo para sus adentros, recordando la imagen de Elizabeth saliendo airosa de las imperiosas exigencias de su tia.
– … ladrona de las esperanzas de los hombres honestos…
– No, no tan mala -dijo en voz un poco mas alta, en medio de las carcajadas que estaba provocando en el salon el discurso de Brougham. El brindis de su amigo habia atraido la atencion de los otros clientes de la taberna, quienes ya animados por la bebida, veian el espectaculo de los aristocratas como una diversion muy especial.
– … y, no nos olvidemos, provocadora, que despues de haberlos arrastrado en una embriagadora caceria por el jardin, o mejor, el sendero del Eden…
– ?No! -grito Darcy, tratando de ponerse en pie. El salon comenzo a agitarse y a aullar de alegria, mientras el empezaba a ver todo borroso.
– Una desgracia para… ?Que? -pregunto Brougham de manera pomposa-. Creo que estoy en medio de…
– ?Como te atreves! -Finalmente, Darcy logro levantarse, decidido a poner fin al calumnioso discurso de Dy-. ?Como te atreves a ensuciar el nombre de Elizabeth en una taberna y de esa manera tan infame!
– Darcy -comenzo a decir Dy con tono conciliador, pero su amigo no iba a tolerarlo.
– ?Estas hablando de una dama, por favor! -Fue interrumpido por abucheos que venian del otro lado del salon-. ?Una dama -insistio apasionadamente Darcy por encima de los gritos- de incomparable merito!
– Darcy. -Interponiendose entre su amigo y los ruidosos clientes de la taberna, Brougham le puso una mano sobre el brazo-. Me sentire honrado de brindar a la salud de esa dama… siempre y cuando te sientes, amigo mio.
Mirandolo con un poco de desconfianza, volvio a sentarse lentamente y Brougham hizo lo mismo. Se quedaron un rato en silencio. Darcy trato de leer en el rostro de su amigo en medio de la confusion mental que el mismo habia provocado, pero finalmente concluyo que Dy era un personaje tan volatil que su estado de embriaguez realmente no contribuia a la tarea. Con toda la agudeza que fue capaz de reunir, estudio a Dy y lo que vio en la expresion de su antiguo rival y amigo fue una preocupacion y una simpatia tan autenticas que era imposible descartarlas como una simple representacion. No, la representacion habia sido ese ridiculo brindis, el hecho de hacerse pasar por un criado y, tal vez, toda esa mascara de frivolidad que le habia mostrado al mundo durante los ultimos siete anos. Pero alli estaba ahora el mejor amigo que tenia en el mundo, de vuelta de un largo viaje, y el momento de su llegada era increiblemente oportuno.
Brougham rompio el silencio con un suspiro y luego apoyo los codos sobre la mesa para mirar a su amigo a