amarillo palido salpicado de delicadas flores que resaltaban toda su belleza. Darcy noto especialmente los rizos de la nuca, que rozaban sus hombros y jugaban de manera encantadora con el encaje del cuello. Le costo un gran trabajo contener el impulso de estirar los dedos y enredarlos en ellos.
– No, no lo ha hecho, senor. -Elizabeth dirigio sus hermosos y sonrientes ojos hacia Georgiana. ?Por Dios, estaba resplandeciente!-. Por favor, senorita Darcy, debe usted contarme. ?A que concierto asistieron?
Georgiana se puso un poco colorada, pero respondio con suficiente soltura y Darcy no podia haber deseado que su hermana recibiera preguntas mas amables y exclamaciones mas sinceras que las que Elizabeth le hizo para contribuir a la conversacion. Darcy podia sentir como la tension de su hermana se iba evaporando a medida que, con la ayuda de Elizabeth o con la de el, la charla iba cambiando de un tema a otro de manera aparentemente natural. En cuanto a Elizabeth, todo parecia indicar que empezaba a sentir un calido afecto por Georgiana, lo cual hacia que su corazon palpitara de felicidad. No paso mucho tiempo antes de que Darcy tuviera la satisfaccion de asumir solo el papel de un observador, pues a medida que los intercambios entre las dos se fueron volviendo mas animados, el se fue absteniendo de participar, hasta que lo unico que tuvo que hacer era contribuir con su sonrisa, que no podia contener.
– Pero, digame, senorita Eliza. -La voz de la senorita Bingley atraveso el salon de manera imperiosa, suspendiendo toda conversacion-. ?Es verdad que el regimiento del condado de… ya no esta en Meryton? Eso debe de haber sido una gran perdida para
Darcy se quedo helado, al tiempo que el salon se sumia en un silencio cargado de desconcierto. ?Que demonio se habia apoderado de la lengua de aquella mujer para atreverse a traer el recuerdo de Wickham a su casa? ?Cual podia ser su proposito? ?Era imposible que Caroline Bingley supiera nada sobre lo que Wickham le habia hecho a Georgiana! ?No, de eso estaba seguro! Darcy miro a Elizabeth, que se habia quedado muy quieta al oir su nombre. Si, a quien queria difamar la senorita Bingley con ese ataque tan abominable era a Elizabeth. Sintio que le hervia la sangre de rabia, pero aun asi temia mas por su hermana. Al mirar las palidas mejillas de Georgiana y sus grandes ojos, Darcy vio que el dano estaba hecho, porque al notar su mirada, ella bajo rapidamente la cabeza y aparto la cara, al mismo tiempo que desaparecia de sus ojos toda la animacion de hacia un instante. Cada vez mas sonrojado por la rabia y la impotencia, el caballero busco los ojos de Elizabeth. «Esta contigo», trato de decirle, a traves de la intensidad de su mirada. La senorita Bingley no debia indagar mas.
Darcy vio pasar junto a el una chispa de ese gelido resplandor que habia precedido a tantos de sus enfrentamientos verbales en el pasado y, con la mas enigmatica de las sonrisas, Elizabeth levanto la barbilla y respondio airosamente:
– Si, es cierto; se han trasladado a Brighton, senorita Bingley. Algo indispensable para la milicia y afortunado para aquellos que fuimos relevados de la necesitad de atenderlos.
Darcy no quiso volverse a ver la reaccion de la senorita Bingley, para no arriesgarse a que ella percibiera la expresion de gratitud y alivio que sintio asomarse a su rostro. En lugar de eso, se entrego al placer de observar la satisfaccion que se habia apoderado de los ojos de Elizabeth por el exito de su contraataque, mientras se preguntaba de que forma podria agradecerle aquella deferencia. Antes de que pudiera llegar a ninguna conclusion, Elizabeth se inclino hacia Georgiana y le rozo suavemente la mano. Darcy contuvo el aliento, maravillado al ver la preocupacion de Elizabeth por su hermana. En ese momento, ella levanto la cara para mirarlo. No necesitaba ninguna palabra de gratitud, le dijeron los ojos de la muchacha. Elizabeth sabia lo que el sentia acerca de ese asunto y no iba a defraudar la confianza que habia depositado en ella.
Con el corazon henchido de emocion, Darcy se sento frente a ellas y se dirigio directamente a Elizabeth, eligiendo cuidadosamente el tema para complacer a las dos damas.
– Debo decirle, senorita Bennet, que su tio es un verdadero discipulo del senor Walton y posee una excelente habilidad para la pesca. Lo deje muy animado, al acecho de mis truchas.
– ?En serio? -Elizabeth le correspondio con una sonrisa, y su delicado aroma a lavanda inundo los sentidos de Darcy-. A menudo habla de como sus ocupaciones le impiden dedicarle tiempo a lo que alguna vez fue, antes de casarse, una pasion de proporciones considerables. Me alegra que haya tenido la oportunidad de disfrutar de un dia de pesca, en especial despues de lo bondadoso que ha sido al ponerse a las ordenes de dos mujeres exigentes durante todas sus vacaciones. Le agradezco mucho esta invitacion.
– Encantado -logro contestar Darcy y luego tuvo que hacer un esfuerzo para desviar la mirada de ella y dirigirla a Georgiana. Ella permanecia callada, todavia incapaz de recobrarse y participar en una conversacion incluso tan trivial como esa. La pausa que hizo Darcy parecio decidir a Elizabeth, que se levanto de inmediato.
– Me temo que debemos irnos, senor.
Darcy se puso en pie inmediatamente tambien, con su mente bullendo con miles de razones y propuestas para detenerla; pero trato de contenerse. La senora Gardiner se acerco a su sobrina y dio las gracias por aquella bienvenida y la invitacion a su esposo. Darcy hizo una inclinacion a modo de respuesta.
– La pericia de su esposo no ha disminuido, senora. Ha sido un autentico privilegio observarlo. Si usted y la senorita Elizabeth Bennet tienen que marcharse -continuo diciendo-, por favor permitanme acompanarlas al carruaje. -Desde luego, ellas no podian rechazar semejante ofrecimiento y con sonrisas y expresiones de agradecimiento le permitieron escoltarlas hasta la puerta, despues de despedirse de su hermana y las otras damas.
Parado en el vestibulo, Darcy miro a Elizabeth, deleitandose con su esplendido cabello, y se vio asaltado por tantas emociones que apenas pudo distinguirlas, excepto una, que percibio con total claridad. El la amaba. Era tan sencillo y tan complicado como eso. La sencillez radicaba en la naturaleza de su amor, porque estaba centrado en Elizabeth mas que en el mismo o en sus deseos, y surgia del profundo deseo de ser la persona que pudiera gozar del privilegio de cuidarla todos los dias de su vida. La complicacion radicaba en su interior. Darcy no podia hacer que ella lo amara o disponer que asi fuera, como hacia con el resto e las cosas. Solo podia mostrarle en que tipo de persona se habia convertido y se estaba convirtiendo… y esperar.
Mientras aguardaban a que trajeran el carruaje hasta la entrada, no habia tiempo para grandes conversaciones, pero el no quiso desaprovechar ni siquiera aquella pequena oportunidad.
– La senorita Darcy y yo esperamos con ansiedad su visita de manana.
– Al igual que nosotras, senor -respondio la senora Gardiner.
Parecia que Elizabeth queria permanecer callada, permitiendo a su tia hacer todos los honores, pero finalmente levanto su rostro y lo miro a los ojos llenos de esperanza, con una sinceridad que lo dejo sin aliento.
– Asi es, senor. Por favor, ?le dira a la senorita Darcy que nosotras tambien estamos muy ilusionadas?
– Asi lo hare -prometio Darcy, con la esperanza aleteando con fuerza en su corazon. Espero hasta que el carruaje se detuvo completamente para ayudar a subir a la senora Gardiner y luego se volvio hacia Elizabeth. Esta vez no tuvo que esperar a que ella le diera la mano. Ella se la ofrecio gustosa, y tan pronto como su mano se cerro alrededor de los dedos enguantados de Elizabeth, sintio que lo recorria una oleada de felicidad; y como ella dependia de su brazo para ayudarla a subir, le invadio un profundo deseo de protegerla.
– Hasta manana -se despidio Darcy con voz ronca, a causa de todo lo que estaba sucediendo en su interior, pero Elizabeth alcanzo a oirlo. Le correspondio con una delicada sonrisa, que se mantuvo intacta a medida que el coche se alejaba. Darcy la observo hasta que los arboles del jardin ocultaron el carruaje. Pero incluso en ese momento se sintio reacio a reunirse con las senoras del salon, aunque tenia que volver junto a Georgiana para ver como estaba. Entro en la estancia precisamente cuando la senora Hurst estaba diciendo que coincidia con su hermana en cierto asunto, una situacion bastante corriente en su relacion fraternal, y enseguida fue interpelado por la senorita Bingley a proposito del mismo tema.
– ?Que mal aspecto tenia Eliza Bennet esta manana, senor Darcy! Nunca en mi vida habia visto a nadie que hubiese cambiado tanto desde el invierno. -La senorita Bingley resoplo con incredulidad-. ?Que morena y poco refinada se ha puesto! Louisa y yo estabamos diciendo que no la habriamos reconocido.
Darcy sintio que una tremenda aversion hacia Caroline Bingley se apoderaba de el. No solo sus palabras le resultaban ofensivas, sino tambien su tono y su actitud. Alguna vez habia dicho que ella era «altiva como una duquesa e insensible como una piedra». Pero la verdad es que no solo no habia mejorado lo mas minimo desde entonces sino que, de hecho, se convertia cada vez mas en una caricatura de si misma.
– No he apreciado ningun cambio significativo en ella -respondio Darcy friamente-, excepto por el hecho de que esta mas bronceada por el sol. Y eso no resulta extraordinario, despues de haber viajado tanto durante el verano.