Las damas y Hurst iban delante, enfrascados en esporadicos comentarios de admiracion ante las plantas que todavia conservaban sus flores. Tal como Darcy habia previsto, Bingley se aparto de el y se dirigio hasta donde estaban las hermanas Bennet, lanzando exclamaciones sobre el buen aspecto que presentaba Jane. Una delicada sonrisa aparecio en los labios de la muchacha al oir el saludo y asintio con serenidad cuando acepto el brazo que Bingley le ofrecio. La senorita Elizabeth le cedio alegremente a Bingley el brazo de su hermana y se quedo un poco rezagada, con una elegancia que a Darcy le habria gustado admirar, pero que nego con determinacion. En lugar de eso, le dio la espalda al grupo y examino el lugar.
El invernadero de Netherfield era pequeno y reclamaba los servicios de un jardinero experto, pero la sensacion de exuberancia que producia su apariencia descuidada le proporcionaba cierto encanto. Era evidente que el anterior ocupante habia cultivado la pasion por las plantas exoticas, porque en lugar del sobrio diseno de la mayoria de los jardines bajo cubierta, este vibraba con la energia del frondoso emparrado que se entrelazaba con el abundante follaje. El aroma a tierra humeda hizo que Darcy recordara sus extensos jardines y el invernadero de Pemberley.
La aparicion de varios criados cargados con bandejas de te y platos de dulces y pasteles hizo que el grupo se acercara a la mesa de hierro forjado que habia en el centro. Al ser el ultimo en aceptar su taza, Bingley se detuvo al lado de Darcy y le senalo con un rapido gesto de la barbilla los asientos vacios junto a Elizabeth y su hermana. Darcy declino la invitacion en silencio, aunque no pudo evitar negar la sensacion agridulce que le produjo aquella oportunidad perdida. Se acomodo en un sitio algo alejado de los demas, desde el cual podia pasar el rato con seguridad.
De acuerdo con lo previsto, la conversacion giro todo el tiempo alrededor del baile que Bingley habia prometido. Como los demas eran bastante conscientes de su aversion ante semejante idea, nadie pidio su opinion, ni siquiera la senorita Bingley, y asi el pudo disfrutar de su silenciosa contemplacion. Aliviado al ver que no tendria que participar en una conversacion llena de trampas que conspirarian contra su plan, Darcy aspiro los aromas acidos de la tierra y la vegetacion. Estos despertaron de repente en el una aguda nostalgia.
El invernadero habia sido su lugar favorito cuando era pequeno y tambien durante su adolescencia. Alli habia reinado su madre hasta el ultimo dia, como un tirano benevolente que se ocupaba personalmente de las rosas y obligaba a florecer las plantas exoticas que su marido importaba especialmente para ella. Entre la familia y los empleados de la casa nunca se hablo del «invernadero», pues desde los primeros anos de su matrimonio su padre bautizo los esfuerzos de su esposa en ese lugar como «un Eden». Y asi, ese nombre quedo para siempre. Cuando su padre estaba proximo a la muerte, insistia en que lo llevaran al Eden todos dos dias durante unas cuantas horas, para disfrutar de la compania y la paz que le brindaban las flores de su difunta esposa. Darcy solia reunirse con el alli a menudo, despues de un pesado dia de enfrentarse con las responsabilidades que la fragil salud de su padre habia puesto sobre sus hombros. Algunas veces hablaban del pasado, otras de los dias dificiles que vendrian, pero la mayor parte del tiempo se sentaban en medio de un silencio compartido, mas profundo que las palabras. Durante los tres anos que siguieron a la muerte de su padre, en los cuales toda su energia y pensamientos estuvieron centrados en Pemberley y en completar los proyectos de su progenitor, el Eden represento para Darcy un doloroso recuerdo y rara vez puso un pie en el, hasta que un dia Georgiana expreso su deseo de tener un «pequeno jardin». Juntos eligieron un espacio en el Eden para que ella lo usara y asi volvio a convertirse en un visitante regular, pero, en este caso, para elogiar los esfuerzos de su hermana.
Darcy estiro la mano y tomo entre sus dedos una flor desconocida. Tras observarla, volvio a meterla con suavidad entre el follaje, de forma que pudiera ser admirada en todo su esplendor. El sonido de unos delicados pasos detras de el le hizo bajar la mano con rapidez y dar media vuelta, ocultando el objeto de su observacion. Elizabeth se acerco lentamente, con una expresion confusa, pero, en lugar de detenerse, paso ante el para examinar la manera en que Darcy habia colocado la flor.
– Una flor preciosa, senor Darcy, y dispuesta ahora en una posicion que la favorece. Pero ?no cree que la admiracion que atraera sera perjudicial para su caracter?
Darcy miro los ojos burlones de la muchacha, pero no se dejo arrastrar a la contienda.
– ?Practica usted la jardineria, senorita Elizabeth?
– Desde nina. Una pequena parcela, pero me da mucho placer. Y usted, senor, ?practica la jardineria?
– Solo soy un ardiente admirador.
– Ya veo. -Elizabeth senalo la flor y luego se detuvo, lanzandole una mirada inquisitiva. Atrapado por la pregunta que vio en los ojos de la muchacha, no pudo desviar la mirada. Darcy se mordio el labio inferior. ?Acaso ella habria interpretado sus palabras de otra manera?
– ?O, mejor, un perfeccionista, como en todo lo demas? -lo desafio ella. Darcy se limito a sonreirle y le hizo una ligera inclinacion, mientras experimentaba una obscena sensacion de placer al ver la molestia que se habia reflejado en la cara de la muchacha ante su reticencia. Dejandola sola para que se preguntara por el significado de sus palabras, el caballero paso al lado de Elizabeth para recordar a Bingley su compromiso en la sala de billar.
Cuando el y Bingley se cansaron de jugar al billar, Darcy se mantuvo ocupado en diferentes cosas durante el resto del dia. Leyo y jugo varias partidas de
– ?Ejem! Senor Darcy. ?Ejem!
Darcy abrio los ojos lentamente, pero al ver a Fletcher se sento de un salto.
– ?Fletcher! ?Debi de quedarme dormido!
– Si, senor. Estaba usted atrapado en los brazos de Morfeo. ?Necesita esta noche alguna cosa distinta a lo usual, senor?
– No, no. -Darcy nego con la cabeza y bostezo-. Solo quisiera continuar lo que empece aqui en este sillon y lo mas pronto posible.
– Claro, senor. ?Puedo preguntarle que chaqueta y que chaleco desea que le planche para los servicios religiosos de manana? -pregunto Fletcher mientras le quitaba a su amo la chaqueta y la corbata con habilidad. Darcy suspiro; la energia que necesitaba para concentrarse en esa pregunta parecia inalcanzable.
– ?Tal vez la verde, senor, con el chaleco de rayas doradas y grises?
Darcy hizo una mueca y miro a Fletcher.
– Si, supongo que si. Aunque es un poco excesivo para una pequena iglesia de pueblo, ?no cree, Fletcher?
– ?Excesivo, senor? Notable, ciertamente, pero ?excesivo? No, senor -le aseguro Fletcher, mientras preparaba la ropa de dormir de su patron.
Darcy miro de cerca a su ayuda de camara.
– Asi que notable, ?ah? ?Y por que querria yo vestirme de manera «notable» manana?
La mirada de Fletcher fue una representacion del orgullo profesional.
– Senor Darcy. ?Tengo una reputacion que mantener!
– ?En Hertfordshire?
– En cualquier lugar donde usted este, senor. Es mi deber velar para que usted se presente siempre de una manera acorde con su posicion y con la ocasion, senor. -Fletcher siguio con sus preparativos, ejecutandolos con exaltada dignidad.
– ?Y los servicios religiosos de una iglesia de pueblo requieren una presentacion «notable»? -pregunto Darcy con tono insistente, pues las protestas de Fletcher habian despertado sus sospechas.
– Perdoneme, senor, pero tenia la conviccion de que el Senor estaba tan presente en una «iglesia de pueblo» como en Saint… en Londres.