– ?Ejem! -resoplo Darcy-. No estoy totalmente convencido de que su sinceridad en esto sea tan buena como su teologia, pero estoy demasiado fatigado para discutir. Que sea la chaqueta verde.
– ?Y el chaleco dorado y gris, senor?
– El gris con dorado -acepto Darcy-. Aunque todavia no puedo entender por que tengo que llevar un aspecto «notable» manana.
– Muy bien, senor. Buenas noches, senor Darcy. -La sonrisa de Fletcher al salir desperto las dudas del caballero, pero la falta de sueno de la noche anterior, el brutal paseo a caballo de la manana y la extenuante lucha contra su atraccion por Elizabeth Bennet habian tenido un precio. En cuestion de segundos, cayo profundamente dormido, en un sopor sin suenos.
Capitulo 8
Darcy se aflojo la corbata, dejandola un poco menos apretada de lo que su ayuda de camara habia juzgado necesario, y luego se miro al espejo mientras Fletcher daba una ultima sacudida con el cepillo a los hombros de su chaqueta verde.
– Listo, senor. -Fletcher le hizo dar la vuelta, mirandolo con ojo critico. Se detuvo en el chaleco y, con un preciso movimiento del pulgar, volvio a presionar el doblez de la solapa, asintiendo con la cabeza en senal de satisfaccion.
– Entonces ?tengo su aprobacion? -pregunto Darcy un poco exasperado por la extraordinaria atencion que Fletcher le habia prodigado al arreglar su atuendo para asistir a los servicios religiosos de una manana cualquiera en la iglesia de Meryton.
– Estara bien, senor.
– ?Bien! Fletcher, confio en que usted no haya perdido la cabeza conmigo. Cuando contrate sus servicios le adverti que no deseaba pasar por un petimetre.
– ?Claro que no, senor! -exclamo Fletcher con dolida presuncion-. Ni yo permitiria semejante desatino si alguien tratara de convencerlo de hacer el intento. No es
– En eso, al menos, estamos de acuerdo. -Darcy agarro sus guantes, mientras Fletcher abria la puerta de la habitacion, con el sombrero de su patron en la mano.
– Que tenga una buena manana en el dia del Senor, senor -dijo el ayuda de camara haciendo una inclinacion y entregandole a Darcy su sombrero de copa y su libro de oraciones. El gesto de Darcy al salir fue uno de esos movimientos de cabeza lentos y pensativos destinados a recordarle a Fletcher quien era el patron. Completamente seguro del significado del gesto, el sirviente bajo los ojos con humildad y rapidamente cerro la puerta con firmeza.
Sacudiendo la cabeza por la gracia que le habia causado el inexplicable comportamiento de su ayuda de camara, Darcy descendio las escaleras hasta el vestibulo principal. Al no ver todavia a nadie dispuesto a salir, saco su reloj de bolsillo para ver si se habia equivocado de hora. Comprobo con el reloj del vestibulo que indicaba la hora convenida. Con el ceno fruncido, guardo el reloj y comenzo a caminar hacia el comedor del desayuno, pero enseguida se detuvo al oir voces que venian del corredor del piso superior. Darcy dio media vuelta y, volviendo sobre sus pasos, rodeo la pilastra de la escalera y miro hacia arriba, preparado para exigir mayor premura.
– ?Elizabeth! -El nombre de la muchacha escapo de sus labios como un susurro, pero ella parecio oirlo porque levanto los ojos que tenia fijos en el suelo mientras bajaba la escalera para encontrarse con su mirada de admiracion. Iba vestida de una manera encantadora, con un traje color crema adornado con delicado encaje blanco, sobre el cual llevaba una chaquetilla amarillo mostaza con ribetes verdes. Los colores le sentaban admirablemente bien, noto Darcy, y tenian su piel de un resplandor dorado. La senorita Elizabeth parecia vacilante, mientras observaba al caballero con una curiosa expresion de sorpresa. Sin pensarlo, Darcy avanzo unos pasos y, cuando llego al lado de la muchacha, se detuvo y bajo la vista al ver su confusion.
– Senorita Elizabeth -murmuro Darcy y se inclino hacia delante, teniendo el cuidado necesario debido a la estrechez de la escalera-. ?Me permite? -Le ofrecio el brazo y le senalo los escalones que aun faltaban.
– Senor Darcy… gracias, senor. -La voz de la muchacha temblo un poco cuando tomo el brazo de Darcy y miro afanosamente alrededor del vestibulo-. Mi hermana viene detras de mi… Y los demas vendran enseguida.
– Espero que asi sea o llegaremos muy tarde -logro decir Darcy en voz baja y estable, a pesar del temblor interno que le producia el hecho de sentir la ligera presion de la mano de la muchacha sobre su brazo. Era una imagen tan encantadora…; el suave color crema y el amarillo mostaza parecian combinar bien con la manga de su chaqueta. Casi como si…
Deslumbrante con un traje violeta y una capa purpura con un sombrero a juego adornado con plumas grises, la senorita Bingley comenzo a bajar.
– ?Senor Darcy! Louisa y Hurst ya vienen, pero Charles y la senorita Bennet ya estan aqui, como usted puede… -Dejo la frase sin terminar, a medida que se fue acercando, y una mirada de intriga le hizo fruncir el ceno al observar a Darcy.
– ?Senorita Bingley? -dijo el al notar que ella guardaba silencio. Sin pronunciar palabra, la senorita Bingley dejo que sus ojos oscilaran entre Darcy y Elizabeth, mientras los otros se reunian con ellos en el vestibulo.
– Senorita Elizabeth. -Bingley se acerco a ellos con una sonrisa-. Permitame decirle que tiene un aspecto estupendo esta manana. Tanto usted como Darcy, en realidad. No podrian haber hecho mejor pareja si lo hubiesen planeado.
Darcy se ruborizo con incomodidad, aunque no estaba seguro de si se debia a la ingenua observacion de Bingley o a las sospechas de la complicidad de su ayuda de camara.
– Solo una curiosa coincidencia, Charles -se oyo decir a la senorita Bingley, que habia recuperado el habla-. Pero no tan notoria como para que merezca comentario alguno.
– ?Coincidencia! -replico Bingley mientras acompanaba a la senorita Jane Bennet-. Apostaria a que… -La severa expresion con que Darcy lo miro casi le hizo tragarse la lengua-. Apostaria a que es, tal como tu dices, una mera casualidad. ?Ya esta todo el mundo aqui? ?Bien! No debemos llegar tarde a la iglesia -termino de decir apresuradamente, y poniendose el sombrero, escolto a las damas hacia la puerta.
Darcy decidio viajar con los Hurst y dejar el entretenimiento de las invitadas en las habiles manos de Bingley. Ciertamente estaba demasiado malhumorado como para tolerar las especulaciones de la senorita Bingley o su groseria con Elizabeth. La somnolienta atmosfera que Hurst era capaz de proyectar era exactamente lo que necesitaba para contener sus emociones y ponerlas bajo control. Con el fin de desalentar a sus companeros de viaje de establecer una charla trivial, Darcy abrio su libro de plegarias al azar y obligo a su mente a prepararse para la manana.
Oh Dios, que por Tu espiritu llevas a
los hombres a desear
Tu perfeccion, a buscar la verdad y a
regocijarse en la belleza:
Iluminanos y concedenos la inspiracion, te rogamos…