de camara o a los pantalones.

– Senor Fletcher -logro decir finalmente-, recuerdo con claridad que tenia algo importante que discutir con usted, pero le juro que no puedo recordar de que se trataba. Usted probablemente sabra mejor que yo lo que deberia estar comentando en este momento; asi que, si es usted tan amable, ?considerelo dicho! ?Y no se preocupe por los pantalones, hombre!

– Si, senor. Claro… Buscare otro par enseguida. ?Gracias, senor! -dijo Fletcher tartamudeando y fue fiel a su palabra.

En un tiempo record de veinte minutos, Darcy estuvo listo para salir de su habitacion. Cuando su ayuda de camara comenzo a recoger la ropa sucia, Darcy se detuvo un momento. Las maquinaciones de la noche anterior, coronadas por la escena de la iglesia, exigian al menos que demostrara una cierta molestia por su parte. Aunque no tenia pruebas concluyentes de las primeras y, en cuanto a lo segundo… Bueno, el hombre habia conseguido los elogios de un importante personaje. Darcy saco su reloj y jugueteo un poco con la cadena mientras contrastaba la hora con el reloj de la habitacion. Finalmente lo volvio a guardar en el bolsillo del chaleco.

– Fletcher, un momento.

– Senor Darcy. -La actitud de Fletcher le confirmo que su ayuda de camara habia recuperado gran parte de su aplomo habitual.

– He mencionado un asunto de importancia, ?recuerda? -Fletcher se quedo inmovil y miro a su patron con inquietud-. No se por que ni como, pero eso no debe repetirse. ?He sido lo suficientemente claro? -Fletcher asintio con la cabeza-. La senorita Bingley me transmitio su irritacion con toda claridad y no quiero volver a soportarlo otra vez.

– ?La senorita Bingley, senor? ?Que le ha hecho Annie a la senorita Bingley? -El desconcierto de Fletcher coincidia con el de Darcy.

– ?Annie y la senorita Bingley? ?Bueno, nada! -contesto Darcy.

– Entonces, ?usted no esta disgustado por lo de Annie, senor? De verdad, ?que mas puede hacer un cristiano sino defender a una pequena inocente de ese enorme…?

– No estoy hablando de la joven, Fletcher, ?sino de la senorita Bingley! Aunque no puedo decir que me agrade ver a alguien tan intimamente conectado a mi servicio involucrado en un altercado como ese.

– Senor Darcy, le juro por mi vida que nunca he tenido un altercado con la senorita Bingley -declaro Fletcher aterrado.

– No, no, no con la senorita Bingley. -Darcy estaba a punto de darse por vencido en la tarea de hacerse entender-. Fletcher, escuche… -El reloj de la habitacion dio las ocho, lo que significaba que el debia estar en el primer piso justo en ese momento-. Estoy seguro de que usted entiende lo que quiero decir -dijo con frustracion- y espero que sepa cumplirlo.

– Por supuesto, senor -dijo Fletcher, inclinandose. Darcy asintio con la cabeza, sin sentirse totalmente satisfecho, y con una ligera sensacion de confusion. Despues de recibir otro gesto de asentimiento de Fletcher, Darcy se apresuro a bajar al comedor.

La placentera tranquilidad del domingo se convirtio el lunes en un inesperado tedio. El interes de Bingley en las dificultades de la administracion de una propiedad fue decayendo y no fue compensado por el despertar de la actividad social de la senorita Bingley despues de que se marcharan sus inesperadas huespedes. Varias de las personalidades locales y sus esposas vinieron a cenar, pero ninguno de ellos fue capaz de traer la chispa a la cual se habia acostumbrado Darcy. Por tanto, al dia siguiente, cuando Bingley sugirio un paseo a caballo hasta Meryton que terminara en una visita a Longbourn, «para preguntar por la salud de la senorita Bennet por cortesia», Darcy accedio con una celeridad que sorprendio a su amigo.

Las cuatro millas hasta Meryton a traves de sinuosos senderos en medio del campo les brindaron a los dos hombres amplia oportunidad de llenar sus pulmones con el aire tonificante de un hermoso dia otonal. Al notar que sus jinetes se mostraban extraordinariamente complacidos con el recorrido, sus inquietas cabalgaduras se identificaron con ese sentimiento y emplearon todas sus habilidades para hacer de la salida un grato paseo, alentados por las risas de sus amos y las afectuosas y divertidas exclamaciones concernientes a sus origenes hasta que el pueblo aparecio en la lejania. Alli, necesariamente adoptaron de nuevo modales mas caballerosos. Mientras avanzaban por la calle principal, Bingley detuvo su caballo y se empino sobre los estribos, interesado en la escena que tenia enfrente, lo cual intrigo a su amigo.

– ?Que pasa, Bingley? ?Que estas mirando? -pregunto Darcy, examinando el tambien la calle.

– ?No las ves, Darcy? La familia Bennet, o mejor, solo las damas y otros caballeros. A la izquierda, cerca de la tienda de telas. -Dirigio la mirada hacia donde senalaba su amigo, y las vio, rodeadas de algunos oficiales y otros dos caballeros, uno de los cuales parecia ataviado con el traje negro de los clerigos.

– ?Que suerte! Ahora no hay necesidad de seguir hasta Longbourn y, teniendo en cuenta el proposito del viaje, tampoco sera necesario detenernos a preguntar en la calle. La senorita Bennet esta aqui y parece disfrutar de un excelente estado de salud; en consecuencia, nosotros…

La mirada que le lanzo Bingley fue exactamente la que Darcy esperaba. Apoyo los talones contra los flancos de Nelson y sonrio al gritarle a su amigo por encima del hombro:

– ?Vamos, perdedor! ?Vienes?

Tan pronto como Bingley lo alcanzo, Darcy disminuyo el paso y se acercaron al grupo. Nadie habia notado todavia su presencia, pues el caballero desconocido se interponia entre ellos y las damas. Un aleteo de excitacion se agito libremente en el pecho de Darcy cuando primero la senorita Jane Bennet y luego la senorita Elizabeth se percataron de su llegada.

– ?La senorita Bennet y, si, todas sus hermanas! ?Que maravillosa coincidencia! -saludo Bingley, mientras detenia completamente su montura.

– ?Senor Bingley! ?Como esta usted, senor? -contestaron varias de las jovencitas, sonrojadas por la atencion de que eran objeto.

– Senores, estabamos precisamente presentando a nuestro primo recien llegado a Meryton y conociendo igualmente a un nuevo amigo -explico Elizabeth por encima de las risitas de sus hermanas-. ?Me permiten presentarles a nuestro primo, el senor Collins, de Kent? -Consciente de que el caballero vestido de negro se habia dado la vuelta, Darcy apenas fijo sus ojos en el y asintio con la cabeza. El paseo hasta Meryton habia conseguido un maravilloso rubor en las suaves mejillas de la senorita Elizabeth, y aunque la felicidad que reflejaban sus ojos no se debia a la presencia de Darcy, de eso estaba seguro, seguia siendo un espectaculo extraordinario. Logro apartar sus ojos de ella cuando la muchacha comenzo la segunda presentacion y trato de prestarle atencion.

El otro caballero no se giro durante la primera presentacion, sino que permanecio dandole la espalda al hombre a caballo. La impresion de que la figura del hombre le resultaba familiar cruzo de manera rapida por la mente de Darcy. ?No puede ser!

– … presentarle al senor Wickham, que acaba de unirse al regimiento del coronel Forster. -Elizabeth resplandecio cuando el caballero se dio la vuelta e hizo una inclinacion, con un solo movimiento.

Darcy se quedo paralizado por la sorpresa y la rabia. Su rostro palidecio por completo, excepto por los ojos, que brillaron de manera sombria al ver al nuevo oficial. Sintiendo enseguida la conmocion de su amo, Nelson comenzo a retroceder y levanto la cabeza con creciente agitacion. Los habiles movimientos de Darcy pusieron al animal bajo control, pero su mirada siguio penetrando la cara enrojecida de Wickham. Incapaz de soportar el furioso escrutinio de Darcy, Wickham fruncio el ceno pero oculto su reaccion con el gesto de llevarse la mano al sombrero, a modo de saludo. Con los labios apretados en un implacable gesto, Darcy le devolvio el saludo con la minima muestra de cortesia y se volvio hacia Bingley, mientras su mente se convertia en un caos total.

Afortunadamente Bingley solo tardo unos minutos mas intercambiando comentarios con las damas y los caballeros y se despidio. A Darcy la entrevista le parecio interminable. Se quedo inmovil en la silla de montar, sin saber a donde mirar, mientras la cabeza le daba vueltas.

?Como es posible? ?Se ha unido al regimiento? ?Por que? ?Como? Las preguntas y las sospechas fluian rapidamente. ?Por que aqui? ?Acaso sabia que yo estaria en Hertfordshire… me ha seguido? Su objetivo, ?cual puede ser su objetivo? Mientras Darcy se agachaba y fingia ajustar uno de los estribos, una oleada de nauseabundo temor lo sacudio hasta la medula. ?Georgiana! ?Dios mio! ?Le habra hecho algo a Georgiana y ha venido a restregarmelo en la cara? De la misma forma que no podia evitar que el sol

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