– Por favor, explicate, Charles, para que podamos alegrarnos juntos -dijo Darcy, riendo.
– Ese hombre al que no querias ver. Wickham.
– ?Si? -Darcy apreto la mandibula de manera inconsciente.
– Fui a ver al coronel Forster a proposito de el, pero me encontre con el senor Denny antes de poder hablar con el coronel. Fue una suerte. Denny queria que le dijera a Caroline cuantos oficiales podian aceptar la invitacion y menciono especificamente a Wickham.
– ?Lo menciono en que sentido, Bingley?
– ?Dijo que no vendria! No podia. Subitamente recordo algunos asuntos que debia atender en Londres y se fue ayer. No esperan que regrese en varios dias. Asi que -concluyo Bingley con aire triunfal- no tienes que preocuparte por el.
Mientras asentia con la cabeza al oir la buena noticia que le proporcionaba Bingley, Darcy sintio que comenzaba a disiparse en su pecho una tension que hasta ese momento no habia notado. Decidio interpretarla como la expresion del alivio que le producia el hecho de que Bingley no hubiese tenido que pasar la verguenza de hacer oficial la exclusion de Wickham del baile. Pero inmediatamente despues, la velada se abrio ante el con todas sus posibilidades, y Darcy permitio que su amigo interpretara como quisiera la sonrisa que asomo a sus labios sin que pudiese hacer nada para evitarla.
– ?Condenada disculpa! -La pastilla de jabon se estrello contra la pared de la banera con un golpe seco y se hundio hasta el fondo sin proferir un solo ruido, mientras Darcy se recostaba contra la cabecera de cobre, con un gesto de frustracion en el rostro-. Dadme un silogismo que resolver, una epopeya griega que traducir o un indomito caballo para domar, ?pero
Darcy solto un grunido cuando el reloj de la habitacion le hizo darse cuenta de que el tiempo se estaba agotando. Su falta de talento en asuntos relacionados con la capacidad de dar discursos le habia traido problemas en el pasado, pero ahora se habia convertido en un obstaculo fatal para algo que el realmente deseaba. Tenia que hacerlo bien; ?todo dependia de eso! Darcy se estiro para tocar la campanilla y llamar a Fletcher y se encogio hacia delante cuando el ayuda de camara vacio una jarra de agua sobre su cabeza. Una toalla caliente fue depositada entre sus manos y con ella se seco el agua y el jabon de los ojos. Se levanto y se puso la bata, y luego salio de la banera y recibio mas toallas calientes para terminar de secarse, antes de que Fletcher regresara con su ropa interior y el instrumental para afeitarlo.
– Senorita Bennet, debe usted permitir… debe excusar… Mi querida senorita Elizabeth, es posible que usted recuerde nuestro primer encuentro…
– Claro, senor. No diga mas, senor -dijo Fletcher.
Darcy lo miro de manera amenazadora durante un instante, con un comentario sarcastico a punto de aflorar a sus labios, antes de que la serena actitud de su ayuda de camara lo hiciera caer en la cuenta del aspecto comico de la situacion. Pero Darcy no se podia reir, el problema era demasiado inminente, aunque si podia alejarse del abismo del mal humor en el cual estaba a punto de hundirse.
– No me referia a usted, Fletcher -gruno en un tono mas humilde, dandose la vuelta para quitarse la bata humeda-. Aunque me disculpo por lo de la toalla. No se la arroje a proposito.
Fletcher le paso a Darcy su ropa interior y luego sacudio la fina camisa de lino, lista para deslizarse por sus brazos.
– Soy yo, senor Darcy, quien debe disculparse por su ligereza. Ha sido imperdonable, senor, y tomare medidas…
– No, no Fletcher, esta bien. Necesitaba ese tipo de distraccion. No obstante -dijo y guardo silencio al tiempo que veia a Fletcher mirando su reflejo en el espejo-, tales despliegues deben ser juzgados con sabiduria.
– Si, senor. -Fletcher se inclino para desenrollar las medias de seda y, en medio de un silencio cuidadosamente calculado, se las entrego a su amo. Enseguida siguieron las ligas de seda negra. Todo el proceso de vestirse se convirtio en una actividad difusa para Darcy, cuya mente estaba absorta en lo mal preparado que se sentia para su proximo encuentro con Elizabeth Bennet y en lo mucho que le disgustaban las reuniones sociales multitudinarias. De hecho, ya comenzaba a sentir un nudo en el estomago y se estaba formando una linea de sudor frio sobre sus cejas.
Fletcher revoloteaba en silencio a su alrededor, ayudandolo con todos los detalles, mostrando una preocupacion vacilante y benevolente que solo sirvio para aumentar la inquietud de Darcy. Durante unos momentos de locura, Darcy se sintio tentado a compartir su angustia. Exponer el problema a otra persona y pedir su consejo parecia un dulce alivio. Pero, por supuesto, no podia hacerlo. Desde que su padre habia muerto, el no le habia confiado sus preocupaciones a nadie, ni siquiera en el mas minimo detalle.
No hizo ningun esfuerzo para anudarse la corbata y le hizo senas a Fletcher para que se hiciera cargo. Con habiles movimientos, el ayuda de camara realizo un exquisito lazo, y despues de sujetar el alfiler de esmeralda entre los pliegues, trajo el reluciente chaleco y lo sostuvo para que Darcy se lo pusiera. Cuando el caballero se levanto de la silla, sus miradas se cruzaron. Fletcher abrio la boca para hablar, pero ante la mirada de firme negativa que cubrio el rostro de su patron, volvio a su lugar. Deslizo el chaleco por encima de los hombros del caballero en silencio y luego agarro la chaqueta.
– Su chaqueta, senor.
– Gracias, Fletcher -dijo Darcy en voz baja. Termino de abrocharse el ultimo boton del chaleco y luego se puso la chaqueta negra de gala. El ayuda de camara ajusto las solapas, enderezando las costuras, y reviso la caida de los faldones-. Entonces, ?que le parece?
– Excelente, senor. Si usted fuera a presentarse en la corte, nadie podria encontrar ni una falta.
– ?Ni una, Fletcher? -resoplo Darcy y luego agrego para si mismo-: Ahi se equivoca, mi buen amigo. Me temo que
– La senora protesta demasiado, a mi parecer.
– ?Que? -le pregunto Darcy con firmeza, asombrado por la audacia del ayuda de camara.
– Shakespeare, senor.
– Ya se que es
– ?Que quiero decir, senor? Nada, senor Darcy. Es uno de los innumerables versos memorables de esa obra, ?no cree usted? -Fletcher se inclino y comenzo a recoger las cosas del bano de su patron-. Aunque
Darcy tuvo la clara premonicion de que no debia proseguir en la direccion que queria su ayuda de camara, pero al parecer no pudo evitarlo.
– ?Y entonces cual es su obra favorita?
Fletcher suspendio momentaneamente su tarea y lo miro con seriedad.
Tan pronto como Fletcher abrio la puerta de la habitacion, llego hasta ellos el sonido de los musicos afinando sus instrumentos y el ir y venir de los criados. Darcy dio un paso hacia el umbral, pero luego se detuvo y miro hacia su escritorio con indecision.
– ?Senor Darcy? -pregunto el ayuda de camara.
– Un momento, Fletcher. -Darcy se dirigio a su escritorio, abrio el cajon de su correspondencia personal y extrajo una hoja doblada, que abrio y comenzo a leer. Una fugaz sonrisa suavizo sus rasgos, mientras volvia a doblar la carta y la deslizaba dentro del bolsillo interior de la chaqueta. Dandose unas palmaditas en el pecho, sobre el lugar donde descansaba la carta, se dirigio a la puerta con determinacion.
– Buenas noches, Fletcher. Lo llamare a eso de las dos, supongo.
– Muy bien, senor. Mis mejores deseos para la velada, senor Darcy.
El caballero asintio en respuesta a las palabras de su ayuda de camara y se dirigio a la escalera. Los musicos