delgada y nerviosa. La unica concesion que le hacia a mi edad era que ahora llevaba el pelo recogido en un mono, igual que hacia mi madre.
Irina y Vitaly le habian comprado la cafeteria a Betty y habian abierto otra mas en el norte de Sidney. Se mudaron a una casa en Bondi con un pulcro jardin delantero y un cobertizo para el coche. Se dedicaban a aterrorizar a la poblacion de la zona saltando al oceano en mitad del invierno con media docena de amigos del Club ruso. En una ocasion, le pregunte a Irina si lamentaba no haber retomado su carrera de cantante. Se echo a reir y senalo a sus alegres ninos, que estaban comiendo en la mesa de la cocina.
– ?No! Esta vida es muchisimo mejor.
Tuve que dejar mi trabajo en el
Tambien experimentamos una triste perdida. Un dia que fui a visitar a Ruselina y a Betty a su piso, me sorprendi al encontrar que la vibrante y energica Betty habia envejecido repentinamente. Estaba encorvada, y su piel le colgaba como un vestido demasiado grande.
– Lleva asi de desganada desde hace un par de semanas -me susurro Ruselina.
Insisti en que Betty tenia que ir al medico para que le hiciera un reconocimiento. El medico la envio a un especialista, y a la semana siguiente, ella volvio a recoger los resultados. Mientras Betty hablaba con el medico, me sente fuera, en la sala de espera, hojeando las revistas, convencida de que, de un momento a otro, la puerta de la consulta se abriria y el medico saldria a decirme que Betty necesitaba vitaminas o un cambio de dieta. No estaba preparada para la grave expresion de su semblante cuando me llamo. Le segui dentro de su consulta. Betty estaba sentada en una silla, agarrandose a su bolso. Volvi a mirar al medico y me dio un vuelco el corazon cuando me comunico el diagnostico: cancer inoperable.
Cuidamos a Betty en su piso de Bondi todo lo que pudimos. A Irina y a mi nos preocupaba como se tomaria Ruselina la enfermedad de su amiga, pero ella era mas fuerte que todos nosotros. Mientras Irina y yo llorabamos por turnos, Ruselina jugaba a las cartas con Betty y le cocinaba sus platos favoritos. Daban paseos nocturnos por la playa, y, cuando Betty ya no pudo ponerse de pie sin la ayuda de un baston, se sentaban fuera y charlaban durante horas. Una noche, cuando estaba en la cocina, oi que Betty le decia a Ruselina:
– Tratare de volver y me reencarnare en uno de los ninos de Irina, si decide tener mas. Sabreis que soy yo. Sera el mas travieso de tus nietos.
Cuando Betty se puso demasiado enferma como para continuar en casa, su estado se deterioro rapidamente. La contemplaba en la cama del hospital y pensaba en lo mucho que habia menguado. Decidi poner a prueba mi teoria midiendo la distancia entre sus pies y el final de la cama con la mano, y descubri que, desde que la habian ingresado, habia encogido siete centimetros y medio. Cuando retire la mano, Betty se volvio y me dijo:
– Cuando me encuentre con tu madre, le contare lo guapa que te has puesto.
Una noche de septiembre, mientras Ruselina la estaba velando, nos llamaron para que acudieramos al hospital. Betty habia empeorado. Sus mejillas estaban hundidas y su rostro habia empalidecido tanto que parecia iluminado por la luna. A medida que llegaba la manana, la propia Ruselina comenzo a palidecer. La enfermera vino a ver como estabamos.
– Probablemente, estara entre nosotros hasta el mediodia, pero no mucho mas -dijo, dandole palmaditas a Ruselina en el hombro-. Deberian comer algo y echarse un rato.
Irina se levanto, comprendiendo que, si Ruselina no se tomaba un descanso, no tendria fuerza suficiente para enfrentarse a lo que estaba por llegar. Vitaly e Ivan se fueron con las dos, mientras yo me quedaba para seguir velando a Betty. Tenia la boca abierta, y su respiracion irregular y el zumbido del aire acondicionado eran los unicos sonidos que se escuchaban en la habitacion. Parpadeaba de vez en cuando, como si estuviera sonando. Alargue la mano, le toque la mejilla y recorde el primer dia que la vi, de pie en el balcon de Potts Point, con su mono en forma de colmena y la boquilla de su cigarrillo. Era dificil creer que aquella mujer era la misma anciana consumida que ahora yacia frente a mi. Se me ocurrio que, si no me hubieran arrebatado prematuramente a mi madre, habriamos tenido que enfrentarnos a una separacion similar a aquella algun dia. Entonces, comprendi que cualquier momento que compartamos con un ser querido es precioso, un tiempo muy preciado que no debemos desperdiciar.
Me incline sobre ella y susurre:
– Te quiero, Betty. Gracias por haber cuidado de mi.
Se le contrajeron los dedos y parpadeo. Me gusta pensar que, si hubiera tenido fuerzas, se habria tocado el pelo y habria bizqueado una vez mas.
El dia que Betty murio, Irina y yo fuimos a recoger la ropa de Ruselina del piso. Estaba demasiado afectada como para volver alli ella sola y permanecio en casa de Vitaly e Irina. Irina y yo nos quedamos de pie, juntas, en la tercera habitacion, en la que Betty habia recreado el dormitorio de sus hijos en Potts Point. Todo estaba limpio y en su lugar, y sospeche que Ruselina habia estado limpiando el polvo mientras Betty se encontraba enferma.
– ?Que hacemos con esta habitacion? -le pregunte a Irina.
Irina se sento en una de las camas, muy pensativa. Despues de un rato, dijo:
– Creo que deberiamos quedarnos con las fotografias porque son de la familia. Pero el resto, podemos darlo en beneficencia. Betty y sus chicos ya no necesitaran estas cosas.
En el funeral, contra toda tradicion rusa y australiana, Ruselina se puso un vestido blanco con un ramillete de hibiscos rojos prendido a la solapa. Y, despues del velatorio, cogio un racimo de globos de colores y los solto al cielo.
– Por ti, Betty -grito-. Por todo el caos que debes de estar creando alla arriba.
No se si creo en la reencarnacion o no, pero siempre he pensado que, de poder nacer de nuevo, Betty hubiera encajado perfectamente en la generacion del
Un ano despues de que nos mudaramos a nuestro nuevo hogar, ocurrio el primer milagro. Me quede embarazada. La noticia rejuvenecio a Ivan, que se quito veinte anos de encima. Iba de aqui para alla dando brincos, le sonreia a todo y a nada, y me acariciaba el vientre antes de quedarse dormido por las noches.
– Este nino nos curara a los dos -decia.
Lilliana Ekaterina nacio el veintiuno de agosto de ese ano. Entre contraccion y contraccion, las enfermeras y yo escuchabamos la retransmision radiofonica de la invasion sovietica de Checoslovaquia, y recorde a mi madre mas de lo que acostumbraba desde que me entere de la noticia de su muerte. Pense en las madres e hijas en Praga. ?Que les sucederia? Las enfermeras me cogian de la mano cuando las contracciones eran mas intensas y bromeaban conmigo cuando remitian. Y cuando Lily se deslizo al exterior despues de dieciseis horas de parto, me recordo poderosamente a mi madre, con su mata de pelo negro y sus extraordinarios ojos ambarinos.
La llegada de Lily fue un milagro porque, efectivamente, me curo. Creo sinceramente que el lazo que nos une a nuestra madre es lo mas importante que hay. La muerte de la persona que nos trajo al mundo es uno de los puntos de inflexion de nuestras vidas. Pero la mayoria de la gente tiene, al menos, tiempo para prepararse. Cuando me separaron de mi madre a los trece anos, me quedo la sensacion de que estaba sola en el mundo, como una hoja mecida por el viento. Pero, cuando yo misma me converti en madre, volvi a anudar el vinculo. Sostener el calido cuerpecillo de Lily entre los brazos, con su rostro rozandome el pecho, me recordaba todo lo que era bueno y por lo que valia la pena vivir. Y tambien curo a Ivan. Durante su pasado, habia perdido lo que era mas preciado para el y ahora, en la madurez, en un pais banado por el sol y lejos de los malos recuerdos, podia reconstruir de nuevo sus ilusiones.
Ivan fabrico un buzon de madera de pino, el doble de grande que cualquier otro buzon de la calle, para celebrar la llegada a casa de Lily. En la parte frontal, pego la silueta de madera de un hombre con su esposa y su bebe. Cuando me senti con fuerzas de retomar mis labores de jardineria, plante una mata de dampieras violetas alrededor del buzon. Una arana australiana se hizo su nido dentro del habitaculo del buzon y salia huyendo a toda prisa cada vez que yo abria la tapa para recoger el correo de la tarde. Unas semanas despues, un buen dia, la arana decidio trasladar su residencia a alguna otra parte y fue entonces cuando recibi la carta. Aquella carta que
