me traeria el segundo milagro y lo cambiaria todo.
Estaba mezclada con el resto de la correspondencia y las facturas, pero, cuando la roce, senti un escalofrio en la punta de los dedos. El sello era australiano, pero el sobre estaba tan desgastado que parecia que hubiera pasado por cientos de manos antes de llegar a mi. Me sente junto a la piscina en un banco rodeado por macetas de gardenias, las unicas plantas no autoctonas de todo el jardin, y la abri. Cuando lei el mensaje escrito en ella, fue como si me hubiera alcanzado un relampago.
Si es usted Anna Victorovna Kozlova, la hija de Alina y Victor Kozlov de Harbin, por favor, reunase conmigo el lunes a mediodia en el comedor del Hotel Belvedere. Puedo conseguirle una visita con su madre.
La carta se me cayo de las manos y revoloteo sobre el cesped. La contemple mientras flotaba, como un barquito de papel. Trate de pensar quien podria ser su autor, quien se pondria en contacto conmigo, despues de todos aquellos anos, con noticias sobre mi madre. Cuando Ivan llego a casa, le ensene la carta. El se sento en el sofa y se quedo inmovil durante un largo rato.
– No me fio de la persona que ha escrito esto -me dijo-. ?Por que no pone su nombre? ?Por que no te pide que primero le llames por telefono?
– ?Por que querria alguien mentir sobre mi madre? -le pregunte.
Ivan se encogio de hombros.
– Podria ser un espia ruso. Alguien que quiere llevarte de vuelta a la Union Sovietica. Puede que ahora tengas la nacionalidad australiana, pero ?quien sabe lo que te harian si acabaras alli? ?O podria ser Tang?
Era cierto que podria ser Tang tratando de darme caza, pero, en el fondo de mi corazon, no lo creia asi. Seguramente, ya estaria muerto o demasiado viejo como para andar buscandome. Era alguna otra persona. Contemple de nuevo aquellas palabras escritas a mano, tratando de descifrar el misterio que encerraban.
– No quiero que acudas a la cita -me dijo Ivan, mirandome con lagrimas en los ojos.
– Tengo que hacerlo -le replique.
– ?Crees que tu madre todavia vive?
Lo medite, pero no podia separar lo que anhelaba creer de lo que parecia mas probable.
Ivan se froto la cara, cubriendose los ojos con las palmas de las manos.
– Si tu vas, ire contigo.
Durante el fin de semana, Ivan y yo ocultamos nuestra ansiedad haciendo jardineria. Limpiamos el jardin de malas hierbas, cambiamos algunas plantas de sitio y colocamos una hilera de rocas a los lados del sendero. Lily descansaba en su cochecito en la terraza, mecida por la brisa primaveral. Pero, a pesar de nuestro agotamiento fisico, Ivan y yo no pudimos dormir el domingo por la noche. Nos revolvimos, dimos vueltas en la cama y hablamos en suenos. Al final, tuvimos que bebemos sendos vasos de leche caliente y resignarnos a descansar apenas unas horas. El lunes, fuimos hasta la casa de Irina y Vitaly y dejamos a Lily con Irina. Cuando nos sentamos de nuevo en el coche, me volvi para ver a mi hija arrebujada entre los brazos de Irina. Empece a respirar con dificultad cuando se me ocurrio que podria ser la ultima vez que la viera. Me volvi para mirar a Ivan y me di cuenta, por la firme expresion de su mandibula, de que estaba pensando lo mismo que yo.
El Hotel Belvedere habia vivido su epoca de esplendor hacia mucho tiempo, en los anos cuarenta. Ivan y yo nos bajamos del coche y contemplamos el simbolo de neon sobre la puerta de entrada, la mugre incrustada en las paredes y las plantas en macetas desperdigadas ante la entrada. Miramos a traves de las polvorientas ventanas, pero lo unico que pudimos ver fue nuestro propio reflejo preocupado contemplandonos en el cristal. Ivan me cogio firmemente de la mano y nos internamos en el sombrio hotel.
Por suerte para nosotros, la recepcion era mas acogedora que el exterior. El aire estaba viciado por la humedad y el persistente olor a tabaco, pero las desgastadas sillas estaban limpias, las mesas, relucientes y la deshilachada alfombra, sin polvo.
En el comedor, la camarera salio de detras del mostrador y empujo hacia nosotros la carta. Le dije que habiamos venido a reunirnos con alguien. Se encogio de hombros como si encontrarse con alguien en un lugar como el Hotel Belvedere solo pudiera ser una tapadera de algun asunto turbio, y su actitud me puso de nuevo nerviosa. Una mujer joven que estaba sentada junto a la ventana parpadeo mirandonos y luego volvio a centrar la atencion en su libro, mas interesada en la ultima novela de asesinatos que en una pareja de rusos abrazados en mitad de la habitacion. Dos mesas mas alla de la suya habia un hombre obeso escuchando una radio, con un auricular colgandole de la oreja y un periodico en el regazo. Llevaba el pelo muy corto, como si se lo hubiera afeitado, de modo que su cabeza parecia muy pequena en comparacion con el resto del cuerpo. Me gire hacia el, pero me devolvio la mirada sin hacer ningun gesto de reconocerme. Las mesas de bancos para la cena estaban situadas al final de un pasillo en la parte trasera. Camine delante de Ivan, comprobando cada uno de los asientos de terciopelo desgastado. Me detuve como si me hubiera golpeado contra una pared invisible. Note su presencia incluso antes de verle. Levante la mirada hacia la ultima mesa en una esquina. Estaba envejecido y habia encogido de tamano, y sostenia fijamente mi mirada. Percibi una sensacion de frio en la mejilla y recorde el primer dia en el que vino a nuestra casa y como me habia escondido bajo un sillon de la entrada. Sus ojos saltones y separados, tan poco habituales entre los japoneses, eran inconfundibles.
El general se puso en pie cuando me vio; los labios le temblaban. Ahora era mas bajo que yo, y ya no iba vestido de uniforme, sino que llevaba una camisa a cuadros de franela y una chaqueta de beisbol. Sin embargo, todavia tenia un aire marcial y digno, y le centelleaban los ojos.
– Ven -me dijo, haciendome senas-. Ven.
Ivan se deslizo en el asiento a mi lado, callado y respetuoso, comprendiendo que aquel hombre debia de ser alguien que yo conocia. El general tambien se sento, con las manos colocadas ante el sobre la mesa. Durante largo rato, ninguno de los dos pudo pronunciar ninguna palabra.
El general inspiro profundamente.
– Te has hecho toda una mujer -dijo-. Muy hermosa, pero muy cambiada. Solo se que eres tu por el cabello y los ojos.
– ?Como me ha encontrado? -le pregunte, con una voz casi inaudible.
– Tu madre y yo te hemos estado buscando durante mucho tiempo. Pero la guerra y los comunistas no nos han permitido localizarte hasta ahora.
– ?Mi madre?
Ivan me rodeo con el brazo, con un gesto protector. El general lo observo como si fuera entonces cuando hubiera percibido su presencia por primera vez.
– Tu madre no ha podido abandonar Rusia y desplazarse hasta aqui tan facilmente como yo. Por eso he venido a verte.
Todo el cuerpo comenzo a temblarme. No podia sentir los dedos de los pies o de las manos.
– Mi madre esta muerta -grite, poniendome practicamente en pie-. Tang la saco del tren y la fusilo. Ha estado muerta todos estos anos.
– Debe usted contarnos su historia con mas claridad -le dijo Ivan-. Mi esposa ha sufrido mucho. Nos dijeron que su madre habia muerto. Que se la llevaron en un tren de mercancias desde Harbin y despues la ejecutaron.
El general abrio los ojos como platos mientras Ivan hablaba e, igual que en su primer dia en Harbin, su rostro me recordo al de un sapo.
– Anya, efectivamente, a tu madre la sacaron del tren antes de llegar a la Union Sovietica. Pero no fue Tang. Fui yo.
Me volvi a sentar y me eche a llorar.
El general me cogio las manos entre las suyas en un gesto mas ruso que japones.
– Olvidas -anadio- que yo era actor. Me hice pasar por Tang. Saque a tu madre del tren y fingi la ejecucion.
Contemple con la mirada borrosa a aquel hombre venido de mi ninez que me estaba hablando. Le escuche asombrada cuando me conto que se llamaba Seiichi Mizutani y que habia nacido en Nagasaki. Su padre dirigia una compania teatral y, cuando tenia diez anos, su familia se traslado a Shanghai, donde aprendio a hablar mandarin perfectamente. La familia del general se mudaba de una ciudad a otra con mucha frecuencia, entreteniendo a los japoneses que estaban emigrando a China, cada vez en mayor cantidad. Incluso hicieron un viaje a Mongolia y a
