mi esposa, por eso supe que habia muerto en Nagasaki.

«Aunque yo solo podia moverme facilmente por China, me retrasaron las batallas entre el ejercito comunista y el nacionalista. Las guerrillas que seguian siendo leales a los caudillos militares deambulaban por el pais, y cada paso que daba era peligroso. Los trenes eran objetivos faciles, por lo que viajaba por agua o a pie. Durante todo el tiempo, iba reflexionando sobre el asunto de como recorreria de vuelta toda aquella distancia con una chica rusa blanca. Pero resulto que no fui capaz de dar contigo en aquel engendro de ciudad conocido como Shanghai. Busque a Anya Kozlova en los cabares, en las tiendas y en los restaurantes rusos. No tenia una foto tuya. Solo podia ofrecer la descripcion de una nina pelirroja. O, quizas, tu gente recelaba de mi y querian proteger a una de las suyas. Finalmente, alguien me dijo que habia llevado a una chica rusa pelirroja a un club nocturno llamado Moscu-Shanghai. Me dirigi a toda velocidad hacia alli, emocionado por la expectacion. Pero la duena, una mujer estadounidense, me dijo que estaba equivocado. La chica pelirroja era una prima suya que hacia tiempo que habia regresado a los Estados Unidos.

Me subio una arcada desde el estomago. La cabeza me daba vueltas, repasando las fechas una y otra vez. El general debio de llegar a Shanghai a finales de 1948, cuando yo estaba enferma de gripe y Dimitri me estaba enganando con Amelia. La historia del general habia logrado humanizar a Tang: era un hombre distorsionado por la crueldad que habia tenido que sufrir en sus propias carnes. Pero Amelia era un ser abominable. Si el general me hubiera encontrado en la epoca en la que Serguei estaba vivo, ella habria estado encantada de deshacerse de mi. Pero la unica motivacion de sus acciones despues de la muerte de Serguei fue el rencor.

– Los comunistas estaban cercando la ciudad -continuo el general-. Asi que, si no salia de alli pronto, me quedaria atrapado. Me debatia entre seguir buscandote y volver con tu madre. Ademas, habia tenido otra vision: tu madre tendida en una cama en llamas. Estaba en peligro.

»Por supuesto, cuando regrese a Kazajistan, la anciana me conto que tu madre habia estado gravemente enferma de difteria, pero que habia mejorado gracias a la carne de caballo hervida y a los tonicos lacteos que ella le habia estado preparando. No me atrevi a presentarme ante tu madre hasta que se recupero. Cuando, finalmente, entre en la habitacion en la que reposaba, ella se incorporo y me traspaso con la mirada. Cuando comprendio que le habia fallado, que no te habia traido de vuelta, se sumio en una depresion tan profunda que pense que trataria de suicidarse.

»'No desesperes -le dije-. Creo que Anya sigue viva y esta a salvo. Cuando te encuentres mejor, nos dirigiremos al oeste hacia el mar Caspio.' La presencia sovietica habia aumentado, y la frontera con China estaba mucho mas vigilada. Pense que si tu madre y yo podiamos huir hacia Occidente, lograriamos salir de Kazajistan en barco. Tu madre cerro los ojos y dijo: 'No se por que, pero confio en ti. Creo que me ayudaras a encontrar a mi hija'.

El general me miro a los ojos y me dijo:

– Fue entonces cuando me di cuenta de que la amaba y de que no podria esperar o merecer que me correspondiera con su amor hasta que te encontrara.

Su revelacion me hizo enmudecer momentaneamente. Y, aun asi, percibia otro sentimiento que me cosquilleaba bajo la piel. En dos ocasiones, tras la muerte de mi padre, habia oido su voz prometiendome que enviaria a alguien. Habia tenido suerte durante toda mi vida, puesto que mucha gente me habia ayudado, pero de repente comprendi a quien se referia mi padre.

– ?Como me encontro? -le pregunte.

– Cuando alcanzamos el mar, descubrimos que los sovieticos tambien estaban patrullando la linea costera. Parecia que no habia escapatoria, pero la situacion se desarrollo a favor nuestro. Conseguimos trabajo en un hotel donde los privilegiados del partido pasaban las vacaciones. Mientras estaba trabajando alli, trabe amistad con un hombre llamado Yuri Vishnevski. A traves de el, nos enteramos de que los rusos de Shanghai habian sido evacuados a Estados Unidos. Despues de un tiempo, tu madre recurrio a Vishnevski para que nos ayudara a trasladarnos a Moscu. Le dijo que Moscu era la ciudad natal de su familia y que siempre habia deseado conocerla. Pero yo sabia cual era su verdadero motivo. En Kazajistan, estabamos aislados del resto del mundo, pero en Moscu la situacion seria diferente. Alli habia turistas y hombres de negocios, funcionarios del gobierno y profesores extranjeros. Gente con autorizacion para cruzar la frontera. Gente a la que se podia sobornar o a la que se le podia suplicar.

»Hace tres anos, nos mudamos a Moscu, donde, aparte de nuestros trabajos en una fabrica y una tienda, dedicamos nuestras vidas a buscarte. Pasabamos el tiempo cerca del Palacio del Kremlin, la Plaza Roja y el Museo Pushkin, fingiendo que deseabamos practicar ingles, aunque, en realidad, abordabamos a los turistas y a los diplomaticos extranjeros para preguntarles por ti. Algunos de ellos accedieron a ayudarnos, pero muchos se negaban. No tuvimos noticias de nadie durante mucho tiempo, hasta que una estadounidense se puso en contacto con la Sociedad Rusa de San Francisco en nuestro nombre. Ellos se comunicaron con la OIR, y descubrimos que habian enviado a una Anya Kozlova a Australia.

El general se detuvo. Las lagrimas brotaban de sus ojos y se le resbalaban por las mejillas. No trato de secarselas y parpadeo para mirarme con los ojos humedos.

– ?Puedes imaginar la alegria que sentimos cuando recibimos aquellas noticias? La mujer estadounidense fue muy amable y se puso en contacto con la Cruz Roja en Australia para ver si podian ayudarnos un poco mas. Una de sus voluntarias jubiladas recordaba a una joven que habia ido a verla en 1950. La chica era muy guapa y su historia le causo mucha impresion. A la voluntaria se le habia partido el corazon porque no habia podido ayudar a la chica a encontrar a su madre, y habia mantenido sus datos en el archivo, aunque iba contra las normas.

– Daisy Kent -le dije a Ivan-. ?Siempre pense que no tenia ninguna intencion de ayudarme! Quizas su empatia me parecio mera reticencia.

– Estabamos tan cerca de encontrarte -comento el general-. Tu madre ha cambiado en todos estos anos que no te ha tenido a su lado. No ha gozado de una salud demasiado fuerte y ha sufrido enfermedades de manera cronica. Pero, en cuanto oyo que estabas en Australia, fue como si rejuveneciera y recuperara valentia. Estaba decidida a encontrarte, costara lo que costara.

»Nos pusimos en contacto con Vishnevski, que, para entonces, era un buen amigo en el que podiamos confiar. Accedio a conseguirme documentacion, pero dijo que tu madre debia quedarse atras para garantizar que yo volviera. Llegue a Australia hace dos semanas, y la Cruz Roja me reservo una habitacion en un hotel. Me las arregle para seguirte el rastro desde el campo de inmigrantes hasta Sidney, pero, despues, nada. El encargado del registro civil no me diria si te habias casado. Eso era informacion confidencial, incluso en una situacion como la mia. Pero estaba decidido a no fracasar, como me habia ocurrido en Shanghai. Un dia, estaba sentado en la habitacion de mi hotel, totalmente desesperado, cuando me metieron un periodico por debajo de la puerta. Sin pensar, lo cogi y lo hojee. De repente, me encontre con una columna firmada por 'Anya'. Llame al periodico, pero la telefonista me dijo que el nombre de la columnista no era 'Anya Kozlova', sino 'Anya Najimovski'. '?Esta casada?', le pregunte. La mujer me dijo que creia que si, que la autora estaba casada. Mire tu direccion en la guia telefonica. Algo me decia que habia encontrado a la Anya que estaba buscando, pero no podia revelar quien era o lo que estaba haciendo a todos los rusos de Sidney. Por eso te escribi aquella carta anonima. Entonces, el general suspiro, exhausto, y dijo: -Anya, tu madre y yo te hemos estado buscando todos estos anos. Tu recuerdo ha pervivido en nuestros corazones todos los dias de nuestras vidas. Y ahora, por fin, te hemos encontrado.

20

MADRE

El coro del Ejercito Rojo entonaba Los remeros del Volga con tal estruendo que parecia el sonido de un trueno. Desde los altavoces de la cabina, el ritmo de la musica se hacia monotono, pero la melodia me inundo la cabeza. El cantico se mezclaba con el zumbido del avion, convirtiendose en un himno. El esfuerzo y el valor que se destilaban de las voces de los cantantes me recordaron a los hombres que cavaron la tumba de mi padre en Harbin. Aquel espiritu parecia corresponderles mucho mas a aquellos hombres que al Ejercito Rojo. «Madre -susurre a las nubes que el avion surco como una alfombra de nieve iluminada por el sol-, madre.» Las lagrimas me escocieron en los ojos. Me aprete los dedos sobre el regazo hasta que se me amorataron. Las nubes eran los testigos celestiales del acontecimiento mas importante de mi vida. Veintitres anos

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