antes, a mi madre y a mi nos habian separado y, en menos de un dia, volveriamos a encontrarnos.
Me volvi hacia Ivan, que estaba meciendo a Lily en el hueco de su brazo mientras trataba de evitar que el te de la taza de plastico que le habia servido la azafata se le derramara encima. No era una tarea facil para un hombre tan grande como el en un espacio tan pequeno. Apenas habia probado la bandeja del almuerzo, que consistia en salchichas de ajo,
– ?Quieres que coja yo a Lily? -le pregunte a Ivan. Asintio, levantandola por encima del hueco entre la bandeja y su pierna, sin soltarla hasta que se aseguro de que yo la habia cogido firmemente entre mis brazos. Lily me miro con sus ojos como joyas brillantes e hizo un gesto con la boquita, como si me estuviera lanzando un beso. Le acaricie la mejilla. Era algo que solia hacer cuando necesitaba recuperar mi fe en los milagros.
Pense en la cesta de la colada en una esquina de la sala de estar, que se habia quedado llena de vestidos de verano de Lily, baberos, toallas y fundas de almohada. Era lo unico desordenado que habiamos dejado atras, y me parecia reconfortante pensar que no habiamos arreglado la casa hasta dejarla totalmente pulcra. Era como si asi fuera mas nuestro hogar, porque habian quedado cosas sin hacer que resolveriamos a la vuelta. Porque comprendi muy bien la mirada que compartimos Ivan y yo cuando cerramos con llave la puerta principal antes de marcharnos al aeropuerto: existia el riesgo de que no pudieramos regresar.
Cuando el general me confirmo que mi madre estaba viva, las noticias me produjeron una alegria solo comparable a la emocion que senti cuando nacio Lily. Pero habian pasado cuatro meses desde nuestro ultimo encuentro, y no habiamos recibido nuevas noticias. Nos habia advertido de que aquello podria ocurrir.
«No trateis de poneros en contacto conmigo. Simplemente, aseguraos de estar en Moscu el dos de febrero.» Habia sido imposible hablar con mi madre antes de irnos: no habia telefono en su edificio, y existia el problema de la vigilancia. No estabamos seguros de que sucederia con la embajada sovietica, asi que el largo proceso de solicitud de visados habia sido una agonia, como tratar de introducirnos por un estrecho tunel. Incluso cuando nos expidieron los visados sin hacernos preguntas y me encontre en el aeropuerto de Heathrow embarcando en un avion con destino a Moscu, no estaba segura de que mis nervios pudieran soportar de una sola pieza tanta tension.
La azafata se seco las manos en su arrugado uniforme y me sirvio otra taza de te tibio. La mayoria de las auxiliares de vuelo eran mujeres mayores, pero esta, en particular, ni siquiera hacia ningun esfuerzo por peinarse los mechones de cabello grisaceo que sobresalian por debajo de su poco favorecedor gorro. No sonrio cuando le di las gracias. Simplemente, se dio media vuelta.
Recorde que no podian permitirse el lujo de ser amables con los extranjeros. Si charlaba demasiado conmigo, podia suponerle hasta que la enviaran a prision. Me volvi para contemplar las nubes y pense en el general. Durante los tres dias que habia pasado con nosotros, habia tenido la esperanza de que comenzariamos a verle mas como un hombre corriente y menos como un enigma. Despues de todo, comia, bebia y dormia como el mas comun de los mortales. Me contesto con franqueza a las preguntas sobre mi madre (sobre su salud, las condiciones en las que vivia, su dia a dia…). Me horrorice al escuchar que no tenian agua caliente en el apartamento, ni siquiera en invierno, y que mi madre sufria dolores en las piernas. Sin embargo, me senti alborozada cuando el general me conto que mi madre tenia unas cuantas buenas amigas en Moscu que la llevaban al
– Cuando saquemos a mi madre de Rusia, ?vendra usted tambien con nosotros?
Nos beso a Ivan y a mi, nos estrecho la mano y nos dejo con las siguientes palabras:
– Nos volveremos a encontrar una vez mas.
Observe como desaparecia por las puertas de embarque: era un anciano, marchito por el tiempo, pero andaba a ritmo de un orgulloso paso de marcha, y me di cuenta de que seguia siendo para mi igual de misterioso que siempre.
Lily balbuceo. Tenia la frente arrugada, como si estuviera tratando de leer mis pensamientos. La meci para tranquilizarla. Los peores momentos anteriores al viaje habian sido cuando la metia en la cama y besaba su suave mejilla, sabiendo que pronto la sacaria de la seguridad de Australia para ponerla en peligro. Hubiera dado mi vida por Lily en cualquier momento sin dudarlo, y, aun asi, no tenia fuerza de voluntad para hacer aquel viaje sin ella.
– Quiero que Lily venga con nosotros -le dije a Ivan una noche, mientras nos metiamos en la cama.
Rece para que se enfadara conmigo y me dijera que estaba loca. Espere que insistiera en que Lily se quedara con Irina y Vitaly. En cambio, se inclino para encender de nuevo la luz y estudio mi semblante con una mirada intensa. Asintio solemnemente y
– A esta familia nunca la separara nadie.
Sono un chasquido que interrumpio al coro del Ejercito Rojo en medio de una estrofa. La voz del piloto resono por toda la cabina.
–
Contuve la respiracion y observe como el avion se sumergia en la masa de nubes. La luz cambio de cobre a gris y el cielo desaparecio, como si nos hubieramos zambullido en el oceano. La cabina se balanceo de un lado a otro, mientras los copos de nieve azotaban las ventanillas. No podia ver nada. Tenia en el estomago la sensacion de estar hundiendome y, durante unos minutos de ingravidez, me dio la sensacion de que los motores se habian detenido, y el avion estaba descendiendo en caida libre. Lily, que se habia portado bien durante todo el viaje desde Londres, comenzo a llorar por el cambio de presion.
La mujer que estaba sentada en el asiento del otro lado del pasillo se inclino y le dijo con una voz alegre:
– ?Por que lloras, bebita guapa? Todo va bien.
Lily se tranquilizo y sonrio. Aquella mujer me intrigaba. Su perfume frances era mas penetrante que el humo de los cigarros bulgaros que los hombres habian estado fumando, y llevaba su piel eslava maquillada con mucho esmero. Pero no debia de ser una mujer sovietica corriente si podia abandonar el pais. ?Era una funcionaria del gobierno? ?Una agente de la KGB? ?O la amante de alguien importante? Odiaba la sensacion de no poder confiar en nadie y de que, debido a la guerra fria, la amabilidad de cualquiera siempre parecia tener segundas intenciones.
Aparecieron algunos huecos entre las nubes y, a traves de ellos, vi campos cubiertos de nieve y abedules. La sensacion de caida dio paso a otra, mucho mas intensa, de que estabamos siendo atraidos por un iman. Los dedos de los pies se me deslizaron hacia delante, como si una fuerza mas grande de lo que pudiera imaginar me estuviera arrastrando hacia la tierra. Sabia de donde procedia aquella fuerza: era Rusia. Me volvieron a la mente las palabras de Gogol que hacia tanto tiempo habia leido en el jardin en Shanghai:
?Que hay en ella, en esa cancion? ?Que es eso que llama y solloza,
y nos atenaza el corazon?… ?Rusia! ?Que quieres de mi?
?Que es ese lazo invisible y misterioso que nos une?
Moscu era una ciudad fortificada, y entonces comprendi que adecuada era aquella denominacion. Era el ultimo muro que se erguia entre mi madre y yo. Esperaba que, junto a mi marido y a mi hija, y armada como iba con la determinacion de anos de sufrimiento, tuviera el valor suficiente para enfrentarme a aquello.
Las nubes desaparecieron como si alguien hubiera descorrido una cortina, y contemple las planicies nevadas y el cielo oscuro. El aeropuerto estaba justo bajo nosotros, pero no lograba ver la terminal, solo filas de quitanieves
