una mala pasada.
Me apoye contra el lavabo, muerta de ganas por escuchar algo mas, con la esperanza de que mis tacones no hicieran ruido contra las baldosas del suelo. ?Quien podia ser el buen hombre al que Amelia habia arruinado la vida?
– Bill puede gastarse el dinero como le plazca -comento la primera mujer-, pero ?que beneficio puede sacar de asociarse con esta gentuza? Ya sabes como son estos rusos.
Deje escapar una risita y ambas mujeres se callaron. Las cadenas de sus retretes sonaron al unisono, y yo me apresure hacia la puerta.
A medianoche, la orquesta se detuvo, y una banda cubana subio al escenario. Al principio, el ritmo de los instrumentos de cuerda era suave, pero tan pronto como se les unieron los de viento y la percusion, el compas de la musica cambio, y pude sentir la oleada de agitacion que recorrio a los asistentes. Las parejas corrieron a la pista para bailar mambos y rumbas, mientras que los que no tenian pareja formaron una linea y comenzaron a bailar la conga. Yo estaba emocionada por la musica, tan salvaje y, sin embargo, tan sofisticada. Me sorprendi a mi misma tamborileando inconscientemente el suelo con el pie y en la mesa con los dedos siguiendo el ritmo.
Luba dejo escapar una carcajada gutural. Le dio un codazo a Dimitri y me senalo.
– ?Vamos, Dimitri! Saca a Anya a bailar y muestranos lo que Serguei os ha estado ensenando.
Dimitri me sonrio y me tendio la mano. Le segui hasta la pista de baile, aunque estaba aterrorizada. Bailar en el salon de baile de la casa de Serguei era una cosa y hacerlo en la pista del Moscu-Shanghai, otra muy diferente. La desenfrenada confusion de gente moviendo las caderas y balanceando las piernas era como un frenesi salvaje. Bailaban como si el corazon se les fuera a parar si se detenian. Pero Dimitri me puso una mano en la cadera y sostuvo mis dedos entre los suyos, y entonces, me senti segura. Juntos, nos movimos dando pasos cortos y sincopados, girando las caderas y moviendo los hombros. Al principio, nos pusimos juguetones, golpeando las rodillas y los pies contra otros bailarines, riendonos cada vez que nos chocabamos. No obstante, un momento despues, comenzamos a movernos con gracia y descubri que me habia olvidado de mi timidez.
– ?Que tipo de musica es esta? -le pregunte a Dimitri.
– La llaman mambo y merengue. ?Te gusta?
– Si, me gusta mucho -le confese-. Por favor, no dejes que paren.
Dimitri echo la cabeza hacia atras y lanzo una carcajada.
– ?Les dire que la toquen para ti todas las noches, Anya! Y manana voy a llevarte a Yuyuan.
Dimitri y yo bailamos todos los bailes, el sudor nos empapaba la ropa y mi pelo se me habia soltado sobre los hombros. Solamente volvimos a la mesa cuando hubo acabado el ultimo baile. Los capitanes y sus esposas ya se habian marchado, pero Serguei y los Mijailov se levantaron para aplaudirnos.
– ?Bravo, bravo! -grito Serguei.
Amelia forzo una debil sonrisa y nos lanzo unas servilletas para que nos secaramos la transpiracion de la frente y el cuello.
– Ya esta bien de que te pongas en ridiculo, Anya.
Ignore su desagradable comentario.
– ?Por que no bailas tu con Serguei? -le pregunte-. Es muy buen bailarin.
Mi pregunta era inocente, inspirada por el buen humor que me habia proporcionado el baile con Dimitri. Pero Amelia se erizo como un gato. Los ojos le brillaron, pero no dijo nada. La atmosfera entre nosotras, que siempre habia sido forzada, se tenso aun mas. Era consciente de que acababa de cometer algun terrible error, pero no me iba a disculpar por un desaire imaginario. Nos sentamos rigidas en el coche durante todo el camino a casa, como enemigos obstinadamente enfrascados en una batalla. Serguei hizo algunos comentarios puntuales sobre el trafico, yo hable solamente ruso a proposito y Amelia mantuvo la mirada fija en un punto frente a ella. No obstante, sabia que si en algun momento se desencadenara un enfrentamiento entre nosotras, yo no podria vencerla.
Al dia siguiente, le dije a Serguei que Dimitri me habia pedido que saliera con el.
– Me alegra que vosotros dos os lleveis tan bien -me confeso, inclinandose hacia mi-. Es lo mejor que puedo desear. Dimitri es como un hijo para mi y tu eres como una hija.
Serguei tenia una cita de negocios, asi que se puso a buscar inmediatamente una carabina que nos acompanara en su lugar. Amelia se nego en rotundo, protestando que no tenia la menor intencion de pasar el dia en compania de dos «adolescentes que se miraban empalagosamente». Luba comento que le hubiera encantado venir, pero que la esperaban para un almuerzo formal para damas, y Alexei habia enfermado de gripe. Asi que, finalmente, me enviaron con la anciana doncella en un rickshaw. Ella se acomodo en el asiento remilgadamente, con una actitud gelida, y no contesto a mis preguntas ni me miro en ninguna de las ocasiones en las que trate de entablar conversacion.
Me encontre con Dimitri en el jardin de Yuyuan, en el casco viejo de la ciudad, en una casa de te tradicional con vistas a un lago y a las montanas. Me esperaba a la sombra de un sauce y llevaba un traje de lino color crema que resaltaba el verde de sus ojos. Las paredes ocres del interior y el tejado respingon me recordaron a un cofre para el te que teniamos en nuestra casa de Harbin. Hacia un dia calido, y Dimitri sugirio que nos sentaramos en la planta superior para que nos diera un poco la brisa. Invito a la doncella a que se sentara con nosotros, pero ella prefirio la mesa al lado de la nuestra, desde donde se quedo observando estoicamente la hermosa vista de las serpenteantes pasarelas y pabellones, aunque sospeche que estaba escuchando con muchisimo interes todo lo que deciamos.
Una camarera nos trajo te de jazmin en tazas de ceramica.
– Este es el jardin mas antiguo de la ciudad -me conto Dimitri-. Es mucho mas bonito que los que hay en la Concesion Francesa. ?Sabes que solian tener carteles que rezaban: «Prohibida la entrada a perros y chinos»?
– Es terrible ser pobre -comente-. Pense que habia visto bastante miseria cuando los japoneses invadieron Harbin. Pero nunca conoci nada parecido a la pobreza en Shanghai.
– Aqui hay muchos rusos incluso mas pobres que los chinos -respondio Dimitri, sacando del bolsillo una cajetilla de metal y extrayendo de ella un cigarrillo-. Mi padre tuvo que trabajar de chofer para una familia china acaudalada cuando llego a Shanghai. Creo que les complacia ver a un hombre blanco en unas circunstancias tan desesperadas.
Una brisa perezosa soplo por encima de la mesa, haciendo volar las servilletas y enfriando el te. La anciana doncella se habia dormido, habia cerrado los ojos y apoyaba la cabeza en el cristal de la ventana. Dimitri y yo nos sonreimos abiertamente.
– Ayer por la noche -le confie-, vi a aquellas chicas rusas, a las que pagais para que bailen con los clientes.
Dimitri me estudio durante un momento, con un semblante serio y entornando los ojos.
– ?Hablas en serio, Anya? Esas chicas ganan un buen dinero, y no se les exige que se comprometan a nada. Puede que prometan algo, coqueteen un poco, ensenen sus gracias e inciten a los clientes a que beban y gasten mas de lo normal. Pero, desde luego, hay mujeres que se encuentran en circunstancias mucho peores.
Entonces se aparto de mi, y se hizo un silencio incomodo entre nosotros. Me pellizque el brazo, sintiendome estupida y condescendiente cuando lo unico que queria era que Dimitri me admirara.
– ?Piensas mucho en tu madre? -me pregunto.
– Continuamente -le respondi-. La tengo en la cabeza todo el tiempo.
– Lo se -contesto, haciendole senales a la camarera para que nos trajera mas te.
– ?Crees que es cierto que vaya a haber otra revolucion? -le pregunte.
– Yo no contaria con ello, Anya.
El tono frivolo de Dimitri me traspaso como una punalada, y me estremeci. Cuando vio mi reaccion, su rostro se suavizo. Miro a sus espaldas para comprobar si la doncella continuaba dormida, antes de cogerme los dedos entre sus calidas manos.
– Mi padre y sus amigos esperaron cada dia durante anos a que la aristocracia se restaurara en Rusia, desperdiciando sus vidas en pos de algo que nunca ocurrio -explico-. Rezo con toda mi alma para que liberen a tu madre, Anya. Lo unico que estoy diciendo es que no debes perder el tiempo. Ahora te tienes que ocupar de ti misma.
– Amelia diria algo por el estilo -le respondi.