Solto una carcajada.
– ?De verdad? Bueno, lo entiendo. De alguna manera, somos parecidos. Ambos hemos tenido que abrirnos camino en el mundo desde lo mas bajo. Al menos, ella sabe lo que quiere y como conseguirlo.
– Me asusta.
Dimitri ladeo la cabeza, sorprendido.
– ?De verdad? Pues no deberias dejar que lo hiciera. Es perro ladrador, poco mordedor. Es una envidiosa, y las personas resentidas siempre son inseguras.
Dimitri nos acompano de vuelta a casa, donde las criadas estaban encerando los muebles y limpiando las alfombras. No se veia a Amelia por ninguna parte. Serguei acababa de llegar a casa y nos aguardaba junto a la puerta de entrada.
– Espero que hayais pasado juntos un rato agradable en Yuyuan -nos dijo.
– Ha sido maravilloso -respondi, adelantandome para darle un beso. Tenia el rostro humedo y la mirada vidriosa, lo cual indicaba que pronto se iria a tomar su dosis.
– Quedate con nosotros un rato -le rogo Dimitri.
– No, tengo cosas que hacer -le contesto Serguei. Retrocedio, alejandose de nosotros, hasta alcanzar el tirador de la puerta, pero le temblaban tanto los dedos que no pudo asirlo.
– Yo te ayudo… -le dijo Dimitri, inclinandose hacia el. Serguei le dirigio una mirada atormentada, pero tan pronto como la puerta estuvo abierta, se apresuro a entrar, practicamente tropezando con una doncella en su huida. Mire a Dimitri a los ojos y descubri angustia en ellos.
– Ya lo sabes, ?no es asi? -inquiri.
Dimitri se cubrio el rostro con la mano.
– Vamos a perderle, Anya, igual que cuando yo perdi a mi padre.
Mi segunda noche en el Moscu-Shanghai fue decepcionante, y mi emocion desaparecio tan pronto como entre en el club. En lugar de la elegante clientela de la noche anterior, el local estaba lleno de marines y marineros afeitados a navaja. En el escenario, una banda de swing formada por hombres blancos tocaba a todo volumen los numeros de baile, y los vestidos de nailon de las chicas rusas convertian la pista de baile en un carnaval barato. Habia demasiados hombres y pocas mujeres. Los que se habian quedado sin pareja de baile esperaban en corrillos junto al bar o en el restaurante, que se habia convertido en una zona mas donde tomar copas. Las voces de los sobreexcitados hombres eran escandalosas y estridentes. Cuando se reian o les gritaban sus pedidos a los agobiados barmanes, a menudo sus chillidos se escuchaban por encima de la musica.
– Normalmente, no nos gusta verles por el club -me confio Serguei-, y nuestros precios suelen desanimarles. Pero, despues de la guerra, no esta bien visto discriminarlos. Por eso, los jueves por la noche ponemos las bebidas y las entradas a mitad de precio.
El maitre del restaurante nos acompano al otro extremo de la estancia. Amelia se disculpo y se dirigio al tocador, y yo mire a mi alrededor en busca de Dimitri, preguntandome por que no se habria reunido con nosotros. Lo localice en el borde de la pista de baile, cerca de la escalinata que conducia al bar. Tenia los brazos cruzados sobre el pecho y balanceaba nerviosamente los hombros de atras hacia delante.
– Pobre muchacho -me dijo Serguei-. Protegeria este lugar con su vida. Yo le tengo carino al Moscu- Shanghai, pero si las llamas lo devoraran, tampoco me importaria tanto.
– Dimitri esta preocupado por ti -le dije.
Serguei hizo una mueca de dolor y cogio una servilleta, llevandosela a los labios y a la barbilla.
– Perdio a su padre cuando solo era un muchacho. Su madre tuvo que prostituirse para ganarse el pan.
– ?Oh! -exclame, recordando la reaccion de Dimitri ante mi ignorancia sobre las bailarinas rusas. Me sonroje, avergonzada-. ?Cuando ocurrio?
– Al principio de la guerra. Dimitri esta acostumbrado a sobrevivir por su cuenta.
– Me conto que habia perdido a su madre cuando era joven. Pero nunca le pregunte como habia muerto, y el no me lo ha explicado en ningun momento.
Serguei me observo, como si estuviera sopesando cuanto podia decirme.
– Un dia se fue con el hombre equivocado. Un marinero -me conto, bajando la voz-. El la mato.
– ?Oh! -exclame, clavandole los dedos a Serguei en el brazo-. ?Pobre Dimitri!
Serguei se encogio de hombros.
– El encontro el cuerpo, Anya. Imaginate lo que eso supuso para el pobre muchacho. La marina juzgo a aquel monstruo y lo colgaron. ?Pero de que puede servirle eso a un chico que ha perdido a su madre?
Observe a los bailarines dando vueltas, me sentia demasiado triste para llorar y demasiado abrumada para pensar en una respuesta.
Serguei me dio un codazo.
– Ve a decirle a Dimitri que no se preocupe -me dijo-. Otros clubes han tenido problemas, pero nunca el nuestro. Es el favorito de sus oficiales. No se atreverian a montar jaleo.
Me senti agradecida de que Serguei me diera una excusa para acercarme a Dimitri. La pista de baile era una orgia de miembros ardientes y retorcidos. Apenas podia abrirme paso entre los freneticos brazos y los ruborizados rostros. Los bailarines se movian desenfrenadamente al ritmo de la musica, a medida que la percusion alcanzaba el climax. Una chica rusa bailaba con tanto vigor que uno de sus voluminosos pechos comenzo a sobresalirle por encima del pronunciado escote del vestido. Al principio, solamente el pezon carmesi se deslizo por encima del tejido, pero cuanto mas freneticamente bailaba, mas cantidad de pecho se veia expuesta. Tras un energico salto, todo el seno reboto por completo fuera del vestido. Ella no hizo ningun intento de cubrirse y nadie parecio darle importancia.
Alguien me dio un golpecito en la espalda.
– ?Eh, muneca! Aqui tienes mi entrada. -Senti la sombra de un hombre a mi espalda y el hedor a alcohol transpirando por su piel. La lujuria se destilaba de su insultante voz-. ?Tu, encanto! Te estoy hablando a ti.
De alguna parte entre la multitud, una voz femenina grito:
– Dejala en paz. Es la hija del jefe.
Cuando me vio dirigiendome hacia el, Dimitri abrio los ojos de par en par. Se abalanzo hacia la multitud y me saco a un lateral de la pista de baile.
– Les dije que no te trajeran esta noche -protesto, alzandome hasta el escalon detras de el-. A veces me pregunto si a alguno de los dos le queda un poco de sentido comun.
– Serguei me envia para decirte que no cree que vaya a haber problemas -le dije.
– Es una noche complicada. Va a correr el alcohol. Prefiero no arriesgarme.
Dimitri le hizo un gesto a uno de los camareros y, cuando se acerco, le susurro algo al oido. Este se marcho rapidamente y volvio unos instantes mas tarde con una copa de champan.
– Toma -apremio Dimitri-. Bebe un poco de champan y luego hare que te acompanen a casa.
Le cogi la copa de la mano y tome un sorbo.
– Mmmm, buen champan -bromee-. Es frances, ?verdad?
Sonrio abiertamente.
– Anya, quiero que trabajes aqui conmigo. Pero no durante estas noches. Eres demasiado buena para esta gentuza.
Un marine choco contra mi, casi tirandome por las escaleras. Se enderezo y me agarro con un torpe movimiento por la cintura. Sus brazos eran un enredo de tatuajes mal dibujados. Me resisti, asustada por la agresividad de sus ojos inyectados en sangre. Su mano me atrapo como un lazo, aferrandome de la muneca. Tiro de mi hacia la pista de baile. El hombro me dio un chasquido y tire la copa de champan, que se quebro contra el suelo quedando aplastada bajo los pies de algun cliente.
– Estas un poco flaca -comento el marine, agarrandose a mis caderas-. Pero me gustan las mujeres delgadas.
Dimitri se coloco entre nosotros en un segundo.
– Perdone, senor -le dijo-, pero usted se confunde. Ella no es una bailarina.
– Si tiene dos piernas y una raja, si que lo es -le contesto el marine, sonriendo y limpiandose la saliva de los labios con la punta de los dedos.
No me di cuenta de como Dimitri golpeo al marine, de lo rapido que sucedio. Lo unico que pude ver fue al hombre cayendo de espaldas, la sangre chorreandole por la boca y la sorpresa brillando en sus ojos. Se golpeo la