limpiaban las mesas. Los ayudantes del chef salian y entraban a toda prisa a traves de las puertas abatibles de la cocina, recogiendo las cajas de apio, cebolla y remolacha que el hombre del reparto les pasaba a traves de la puerta lateral. Me aparte el pelo de la cara y me alise el vestido. El conjunto que llevaba lo habia elegido con Luba un dia que fuimos de compras despues de la escuela. Lo vimos en un catalogo de Amelia. Era un vestido suelto de color rosa con una capa de tul en la parte superior. Tenia escarapelas bordadas en el dobladillo y alrededor del pronunciado escote, pero tambien mucha tela en la zona del pecho, asi que no parecia demasiado atrevido. Deseaba que Serguei lo aprobara y no me avergonzara mandandome a casa a cambiarme. Le pregunte a uno de los pinches de cocina donde podia encontrar a Serguei, y este me senalo un pasillo y una puerta en la que ponia «Oficina».

No obstante, fue la voz de Dimitri la que respondio a mi llamada.

– ?Pase! -exclamo.

Estaba de pie, cerca de la chimenea de piedra, fumando un cigarrillo. Tenia la cara magullada e hinchada y el brazo en cabestrillo. Pero por lo menos, aquella manana pude reconocerle y, a pesar de las heridas, me parecio tan apuesto como siempre. Contemplo mi vestido y, por su sonrisa, me di cuenta de que tambien a el le complacia lo que estaba viendo.

– ?Como te encuentras esta manana? -me pregunto.

Presiono los postigos de mallorquina para abrirlos y dejar entrar mas luz en la habitacion. En el alfeizar de la ventana descansaba una reproduccion de la Venus de Milo. Junto a ella, el unico objeto decorativo de la oficina era una vasija de porcelana azul y blanca, que adornaba la repisa de la chimenea. Todo lo demas tenia un aspecto sobriamente moderno. Una mesa de teca y unas sillas de cuero rojo dominaban la habitacion, que estaba impecable: no habia ni un solo papel o libro a la vista.

La ventana daba a una calle limpia, a diferencia de la mayoria de los callejones traseros de Shanghai. En ella, habia un salon de belleza, un cafe y una confiteria. Los toldos verdes de las tiendas estaban extendidos y bajo las ventanas, esquejes de geranios rojos crecian en las jardineras.

– Serguei me ha pedido que viniera -le dije.

Dimitri apago el cigarrillo en la chimenea.

– Se ha ido con Alexei. Hoy no van a volver.

– No lo entiendo. Serguei me dijo que…

– Anya, soy yo el que queria hablar contigo.

No estaba segura de si debia sentir alegria o temor. Me sente en una silla junto a la ventana. Dimitri se acomodo frente a mi. La expresion de su semblante era tan seria que me preocupo que algo grave hubiera ocurrido, que hubiera algun problema con el club debido a lo sucedido la noche anterior.

Senalo hacia la ventana.

– Si miras hacia el oeste, veras las azoteas de unos edificios destartalados. Alli fue donde perdiste el collar de tu madre.

Aquel comentario me desconcerto. ?Por que me estaba recordando aquel infeliz incidente? ?Tal vez hubiera encontrado el resto del collar?

– Alli es de donde vengo -me confeso-. Alli es donde naci.

Me sorprendio percibir que le temblaban las manos. Saco torpemente un cigarrillo, que se le cayo en el regazo. Senti el impulso de cogerle las manos temblorosas y besarselas, para consolarlo. Pero no sabia que le ocurria. Recogi el cigarrillo de su regazo y le sostuve el mechero para que lo encendiera. Una expresion extrana le velo la mirada, como si algo doloroso le hubiera venido a la mente. No podia soportar verle sufrir. Note una punzada, como si me estuvieran clavando un cuchillo en mi propio corazon.

– Dimitri, no tienes por que contarme esto -le dije-. Sabes que no me importa de donde vengas.

– Anya, hay algo importante que tengo que decirte. Necesitas saberlo para que puedas tomar una decision.

El tono de sus palabras era siniestro. Trague saliva. Comence a notar el latido de una vena en mi cuello.

– Mis padres provenian de San Petersburgo. Cuando dejaron su hogar, era noche cerrada. No pudieron llevarse nada porque no tuvieron tiempo. El te de mi padre permanecio humeante sobre la mesa, la labor de mi madre se quedo sobre su butaca junto al hogar. Se habian enterado demasiado tarde de la revuelta y escaparon de Rusia con el tiempo justo de salvar solamente sus vidas. Cuando llegaron a Shanghai, mi padre encontro trabajo como peon y, mas tarde, cuando yo naci, como chofer. Pero nunca se recupero de la perdida de la vida que habia llevado en Rusia. Sufria de los nervios por culpa de la guerra. Derrochaba en alcohol y tabaco todo el poco dinero que ganaba. Fue mi madre quien se trago su orgullo y se puso a fregar suelos de ricas mujeres chinas para poder mantener un techo sobre nuestras cabezas. Entonces, un dia, el se murio por sobredosis de opio y le dejo deudas que su trabajo como asistenta no podia pagar. Mi madre se vio obligada a… aceptar otros trabajos para ganar dinero y poder poner comida en nuestra mesa.

– Serguei me hablo de tu madre -le dije, desesperada por ahorrarle el sufrimiento de contarmelo-. Mi madre tambien tuvo que tomar una decision que parecia moralmente reprobable para protegerme. Una madre haria cualquier cosa por salvar a su hijo.

– Anya, se que Serguei te hablo de mi madre. Y se que tienes un corazon tan bondadoso que puedes entenderlo. Pero escuchame, por favor. Porque estas son las fuerzas que dieron forma a mi caracter.

Me eche hacia atras en la silla, mirandole asombrada.

– Prometo no interrumpirte mas a partir de ahora.

Dimitri asintio.

– Desde que tuve uso de razon, desee ser rico. No queria vivir en una miserable y cavernosa choza que apestara a canerias y que fuera tan humeda que el frio se me metiera en los huesos, incluso en verano. Los chicos de mi entorno se dedicaban todos ellos a mendigar, a robar o a trabajar en fabricas que les mantendrian pobres de por vida. Pero yo jure que nunca me convertiria en un cobarde como mi padre. No me daria por vencido, independientemente de lo que tuviera que sacrificar. Encontraria algun modo de hacer dinero y conseguiria una vida mejor para mi y para mi madre.

»Al principio, trate de encontrar trabajos honrados. Aunque nunca fui al colegio, era inteligente y mi madre me enseno a leer. Pero lo unico que conseguia era el dinero suficiente para un poco mas de comida, y yo no me conformaba con eso. Es facil ser exigente con lo que uno hace cuando se es rico. Pero ?y las ratas callejeras?, ?y la gentuza como yo? Nosotros tenemos que ser mas astutos. Asi que ?sabes lo que hice? Empece a merodear el exterior de los bares y clubes frecuentados por gente rica para pedirles trabajo. No me refiero a gente rica como Serguei o Alexei… Me refiero a los senores del opio. No les importa quien seas, de donde vengas o que edad tengas. De hecho, cuanto menos sospechoso seas, mejor.

Se detuvo, escrutando mi rostro en busca del efecto que sus palabras me estaban produciendo. No me gustaba lo que estaba escuchando, pero estaba decidida a mantenerme en silencio hasta que hubiera terminado.

– A los senores del opio les divertia que un nino tan pequeno supiera quienes eran y quisiera trabajar para ellos -continuo, poniendose en pie y presionando el respaldo de la silla con su mano sana-. Solia hacer de mensajero para ellos desde un extremo de la ciudad hasta el otro. Una vez, entregue una mano amputada. Era una advertencia. Nunca me gaste ni un solo centimo de lo que ganaba en mi mismo. Lo escondia dentro de mi colchon. Lo estaba ahorrando para comprar una vivienda mejor y cosas bonitas para mi madre. Pero antes de que pudiera gastarlo en eso, ella fue asesinada…

Solto la silla y se movio hacia la chimenea, apretando los punos. Se recompuso, y retomo la historia:

– Tras la muerte de mi madre, me sentia aun mas decidido a enriquecerme. Si hubieramos sido ricos, mi madre no habria sido asesinada. Al menos, eso era lo que pensaba entonces. Y todavia lo pienso. Preferiria estar muerto a ser pobre de nuevo, porque si fuera pobre, seria como si estuviera muerto de todos modos.

»No estoy orgulloso de lo que he hecho. Pero tampoco me arrepiento de nada. Soy feliz por estar vivo. Para cuando cumpli quince anos, ya lucia una espalda robusta y un pecho musculoso. Y tambien era bien parecido. Los senores del opio bromeaban y decian que yo era su guapo guardaespaldas. Les daba prestigio tener un ruso blanco en su entorno. Me compraban trajes de seda y me llevaban con ellos a los mejores clubes de la ciudad.

»Entonces, una noche, tuve que llevar un paquete a la Concesion Francesa. Cuando llevabas algo directamente de parte de alguno de los senores, podias estar seguro de que te dirigias a un garito con clase. No los antros atendidos por intermediarios: lobregos, hediondos y atestados de clientes desesperados como mi

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