salsa de champan.
– ?Dios mio! -exclamo el oficial, comiendose con los ojos la comida-. ?Siempre me he sentido agradecido de ser frances y ahora descubro que me gustaria haber sido ruso!
– En Rusia, las madres siempre alimentan a los novios en la boda, como a dos pajarillos -explico Serguei, mientras trinchaba rodajas de carne y las colocaba delante de Dimitri y de mi-. Ahora yo soy la madre de ambos.
Los ojos de Serguei brillaban de felicidad, pero tenia un aspecto cansado. Estaba palido y tenia los labios agrietados.
– Has trabajado demasiado duro -le dije-. Por favor, descansa. Deja que Dimitri se ocupe de ti.
Pero Serguei sacudio la cabeza. Habia visto aquel gesto muchas veces durante los meses anteriores a la boda. Serguei habia abandonado sus tardes perdidas por el opio tan facilmente como si hubiera abandonado un entretenimiento y, en su lugar, habia consagrado todo su tiempo a preparar el gran dia. Trabajaba desde las primeras horas de la manana, siempre organizando planes mejores y mas magnificentes que los que habia ideado el dia anterior. Nos compro a Dimitri y a mi un apartamento que no quedaba lejos de casa y no nos habia dejado verlo a ninguno de los dos. «No hasta que no este terminado. No hasta vuestra noche de bodas», nos dijo. Afirmo que habia contratado carpinteros, pero yo sospechaba, por la manera en la que volvia cada dia oliendo a resina y a serrin, que lo estaba decorando el mismo. A pesar de que yo le instaba a descansar, el nunca me hacia caso.
– No te preocupes por mi -me dijo, acariciandome la mejilla con sus manos llenas de ampollas-. No puedes imaginarte lo feliz que soy. Siento que la vida corre por mis venas y me silba en los oidos. Es como si ella estuviera junto a mi de nuevo.
Comimos y bebimos hasta que llego la manana siguiente, cantando canciones tradicionales rusas y haciendo pedazos nuestras copas en el suelo para mostrar resistencia ante cualquier cosa que pudiera tratar de danar nuestro nuevo matrimonio. Cuando Dimitri y yo estabamos listos para irnos, Luba me trajo un enorme ramo de rosas.
– Banate en ellas -me dijo-, luego, dale de beber del agua y el te amara para siempre.
Despues, Serguei nos acompano a Dimitri y a mi hasta la puerta de nuestro nuevo edificio y dejo caer las llaves en la mano de Dimitri. Nos beso y me dijo:
– Os he querido a ambos como si fuerais hijos mios.
Una vez que el automovil de Serguei desaparecio al final de la calle, Dimitri abrio la cerradura de las congeladas puertas de cristal y corrimos por el vestibulo y escaleras arriba hasta el segundo piso. El edificio tenia dos plantas y nuestro apartamento era uno de los tres del piso superior. Junto a la puerta, lucia una placa dorada con el nombre «Lubenski». Recorri con la punta de los dedos las letras cursivas. Aquel ya era mi nombre. Lubenskaia. Me senti emocionada, al mismo tiempo que triste.
Dimitri me mostro la llave. Tenia un diseno precioso. Hierro forjado con un arco parisino.
– Para toda la eternidad -dijo el. Entrelazamos los dedos y giramos la llave entre los dos.
El recibidor del apartamento era grande, con techos altos y grandes ventanales que daban a la calle. Las ventanas estaban desnudas, pero ya se habian colocado las goteras talladas para las cortinas. Al otro lado del cristal, pude ver las jardineras llenas a rebosar de violetas que colgaban de cada alfeizar. Sonrei, complacida de que Serguei hubiera plantado las flores favoritas de Marina. Habia una chimenea y frente a ella, un sofa frances con aspecto comodo. Todo olia a encerado y a tela nueva. Pose la mirada sobre el aparador en una esquina de la habitacion y cruce la alfombra Savonierre para ver lo que habia en el. Mire a traves del cristal y contemple a mis munecas matrioskas devolviendome la sonrisa. Me lleve la mano a la boca para contener las lagrimas. Ya habia llorado muchas veces durante los dias anteriores a la boda, sabiendo que mi madre no estaria conmigo en el dia mas importante de mi vida. «Ha pensado en todo -musite-, todo lo que hay aqui se ha hecho con amor.»
Levante la mirada, apretando todavia el ramo de rosas contra el pecho. Dimitri estaba de pie, bajo la entrada en forma de arco. Tras el, pude ver el pasillo que conducia al cuarto de bano. El techo era bajo, como de casa de munecas, y tanto este como las paredes estaban cubiertos por papel estampado con flores. Me recordo al jardin que Serguei habia creado para nuestra boda. Me aproxime a Dimitri y juntos nos dirigimos al bano. Me cogio las rosas de las manos y las dejo en el lavabo. Durante largo rato, ninguno de los dos dijo nada. Estabamos alli, de pie, mirandonos a los ojos, escuchando el ritmo de la respiracion del otro. Entonces, Dimitri me cogio por los hombros y comenzo lentamente a abrir los cierres de mi vestido. Su piel me cosquilleo cuando me rozo. Aunque llevabamos prometidos un ano, nunca nos habiamos encontrado en una situacion tan intima. Serguei no lo habria permitido. Dimitri tiro del vestido a la altura de los hombros y lo dejo resbalar hasta el suelo por mis piernas.
Llene la banera mientras Dimitri se quitaba la camisa y los pantalones. Me fascinaba la belleza de su piel, su pecho musculoso sobre el que un leve vello oscuro se extendia desde el esternon. Se coloco detras de mi para levantarme las enaguas por encima de la cintura y, despues, sobre los pechos y la cabeza. Note su pene presionandome el muslo. Recogio las flores del lavabo, y juntos esparcimos los petalos sobre la superficie del agua. Note el frescor del liquido sobre la piel cuando me introduje en el bano, pero eso no disminuyo mi deseo. Dimitri se introdujo en la banera junto a mi, tomo el agua con ambas manos y la bebio.
En el dormitorio habia dos ventanales que daban a un patio interior. Igual que las ventanas del recibidor, tenian goteras, pero no cortinas. Una espesura de helechos plantados en macetas a lo largo de la cornisa nos proporcionaba privacidad. Dimitri y yo nos abrazamos. Un charco de agua se formo en el suelo, a nuestros pies. Al presionar mi piel contra la suya, ardiente, pense en dos velas fundiendose en una sola.
– ?Tu crees que este es el tipo de cama en el que la nobleza pasaba las noches de boda? -me pregunto, deslizando las manos entre las mias.
Se le formaban pequenas arrugas en el rabillo de los ojos cuando sonreia. Me arrastro hasta la cama de bronce y me introdujo bajo la colcha carmesi.
– Hueles a flores -le dije, besando una gota que caia de una de sus cejas.
Dimitri me coloco un brazo alrededor de los hombros y deslizo sus yemas por mis pechos. Una oleada de placer me recorrio desde el cuello hasta los dedos de los pies. Note la lengua de Dimitri rozandome rapidamente la piel. Aprete las manos contra sus hombros y trate de retorcerme, pero me rodeo aun mas firmemente entre sus brazos. Pense en mi madre y yo tumbadas en el prado un dia de verano, en el perfume de la hierba en nuestra ropa y en nuestro pelo. A ella le gustaba quitarme los zapatos y hacerme cosquillas en los pies. Yo me reia y me revolvia, porque su roce me provocaba placer e incomodidad al mismo tiempo. Asi fue como me senti cuando Dimitri me toco.
Las manos de Dimitri se movieron hacia mis caderas. Sus cabellos me provocaron un agradable hormigueo mientras iba bajando la cabeza, deslizandose entre mis piernas. Me abrio las rodillas, y note como me ruborizaba. Me senti timida y trate de cerrarlas, pero me las abrio aun mas y beso la piel entre mis muslos. El aroma de las rosas floto a nuestro alrededor y me abri a el como una flor.
Un sonido nos sobresalto. El telefono estaba sonando. Nos sentamos. Dimitri miro a sus espaldas con ojos pensativos.
– Se habran equivocado -me dijo-. A nadie se le ocurriria llamarnos ahora.
Escuchamos hasta que el telefono dejo de sonar. Como no se volvio a oir, Dimitri se incorporo y presiono su rostro contra mi cuello. Le acaricie el pelo. Olia a vainilla.
– No pienses en ello -me dijo, atrayendome asi mas arriba en la cama-. Seguro que se habran equivocado.
Se me coloco encima con los ojos entreabiertos, y yo me abrace a su cuerpo. Nuestros labios se encontraron. Note como entraba dentro de mi. Me aferre a la piel de su espalda. Algo en mi estomago revoloteo, como si tuviera un pajarillo encerrado en el. Senti su calor arder en mi interior, y las luces de la habitacion comenzaron a darme vueltas. Le rodee con las piernas y le mordi el hombro.
Sin embargo, mucho despues de que Dimitri y yo nos desplomaramos sobre las arrugadas sabanas, y el se quedara dormido sobre mi pecho, el timbre del telefono resono en mi mente. Y me entro un panico incontenible.
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