Le observe preguntandome por que no me contestaba.

– ?Llevo toda la manana pensando en comunistas y en asesinatos, y resulta que estas aqui! -le dije.

No salia ni un solo ruido del automovil. Me deslice por el capo y logre meterme entre la pared y el asiento del copiloto. Abri de un tiron la puerta. Un hedor putrido me impacto. Se me helo la sangre en las venas. El regazo de Serguei estaba manchado de vomito. Estaba sentado en una postura rigida e innatural.

Le toque el rostro, pero estaba frio y estirado como el cuero. Se le habia enroscado el labio superior hacia arriba, dejando a la vista los dientes. No estaba sonriendo en absoluto.

– ?No! -grite-. ?No!

Le agarre los brazos, incapaz de comprender la escena que tenia ante mi. Lo sacudi. Como no respondio, lo agarre aun mas fuerte. Fue como si no pudiera creer que lo que estaba viendo era real y como si, agitando el cadaver el tiempo suficiente, pudiera devolverle la vida a Serguei. Una de sus manos se aferraba a la rodilla, y algo brillaba en su puno. Trate de abrirle los dedos para recuperar el objeto. Era una alianza de boda. Me seque las lagrimas de los ojos, tratando de ver el diseno que estaba grabado en ella. Un circulo de palomas volando en una tira de oro blanco. Ignore el hedor, apoye la cabeza en el hombro de Serguei y solloce. Cuando lo hice, estoy segura de que le escuche hablandome: «Entierrame con el puesto -dijo-, quiero irme con ella».

Dos dias despues, nos reunimos en el recibidor del club para celebrar el funeral. Los tallos de las rosas de la boda se estaban resecando, igual que las hojas exteriores. Las flores se marchitaron como si estuvieran de luto. Los lirios se secaron y se arrugaron como doncellas ajandose y convirtiendose en ancianas antes de tiempo. Los sirvientes anadieron clavo y canela a los arreglos florales, por lo que el aire se volvio picante y sombrio, recordandonos que estaban por venir aciagos meses. Tambien quemaron granos de vainilla, tratando de que el aroma arcilloso cubriera el efluvio que se filtraba del tallado ataud de roble.

Despues de haber descubierto a Serguei, llame al criado para que me ayudara a llevarlo a casa. Dimitri se reunio con nosotros alli. Amelia llamo a un medico. El examino el cuerpo y declaro que la muerte habia sido provocada por un ataque al corazon. Dimitri y yo lavamos el cadaver con el mismo carino de unos padres banando a su recien nacido, y lo tendimos en una mesa en el recibidor principal, con la intencion de llamar a la funeraria al dia siguiente. Sin embargo, por la tarde, Amelia nos llamo para pedirnos que volvieramos.

– Toda la casa huele a el. Es imposible escapar.

Cuando llegamos, la casa habia sido engullida por un fetido hedor. Examinamos el cuerpo y descubrimos ronchas rojizas en el rostro y el cuello, y que las manos estaban cubiertas de manchas purpureas. Serguei estaba pudriendose ante nosotros, descomponiendose mucho mas rapido de lo normal. Era como si su cuerpo estuviera perseverando en disolverse de este mundo lo mas deprisa posible, para volver al polvo sin demora.

El otono cayo como una guillotina el dia del funeral, alejandonos de golpe del ultimo de los cielos azules y tinendolo de una tonalidad gris plomizo que nos cubrio por completo. Una llovizna pertinaz nos humedecia los rostros y un viento que cogia fuerza en el norte y llegaba al sur soplando rafagas glaciales se nos metia en los huesos. Enterramos a Serguei en el cementerio ruso, a la sombra de cruces ortodoxas y entre el olor de las hojas descompuestas y la tierra humeda. Me tambalee al borde de la tumba, contemplando el ataud que mecia a Serguei como en un utero materno. Si Amelia sentia aversion por mi antes de la muerte de Serguei, despues de ella, me odiaba ferozmente. Se apreto contra mi costado y me golpeo con el hombro como si esperara que yo tambien me fuera a caer en la tumba.

– Tu lo has matado, tu, nina egoista -me susurro, con una voz rasposa-. Trabajo por ti hasta la extenuacion. Estaba fuerte como un buey antes de tu boda.

Mas tarde, en el velatorio, Dimitri y yo nos atiborramos a galletas de jengibre, anhelando catar de nuevo la dulzura en nuestras bocas entumecidas. Amelia habia logrado distraerse durante los preparativos del funeral con excursiones a las carreras y expediciones de compras, mientras que Dimitri y yo deambulabamos por el apartamento como fantasmas, desprovistos del sentido del gusto y del olfato. Todos los dias descubriamos en una estanteria o en un armario algun nuevo objeto, una fotografia en un marco, una baratija, un adorno, que Serguei habia elegido carinosamente para nosotros. Su intencion habia sido que nos proporcionaran alegria cada vez que los encontraramos, pero la sombra de su muerte hacia que aquellos objetos nos hirieran como flechas. En la cama, nos aferrabamos mutuamente, no como recien casados, sino como quien esta a punto de ahogarse, observando el rostro ceniciento del otro en busca de respuestas.

– No os sintais culpables -nos dijo Luba, tratando de consolarnos-. No creo que temiera molestaros en vuestra noche de bodas. Lo que creo es que supo que iba a morir y queria estar cerca de vosotros. Le recordabais tanto a el mismo y a Marina…

Nunca le dijimos a Amelia que habiamos enterrado a Serguei con su anillo de bodas puesto, ni que la tumba junto a la suya, con una inscripcion en ruso y dos palomas grabadas, una viva y otra muerta, era la de Marina.

El dia siguiente al funeral, Alexei nos reunio en su oficina para la lectura del testamento. Tendria que haber sido un asunto sencillo. A Dimitri le perteneceria el apartamento, Amelia se quedaria con la casa, y el Moscu- Shanghai se dividiria entre los dos.

Pero el modo en el que Luba merodeaba nerviosamente, retorciendo el nudo de su bufanda y temblando mientras servia el te, me hizo pensar que algo malo iba a ocurrir. Dimitri y yo nos acurrucamos juntos en el sofa, mientras Amelia se dejo caer en el sillon de piel junto a la ventana, con sus angulosas facciones banadas por la luz matutina. Sus ojos se entrecerraron y me recordo de nuevo a una serpiente enroscada a punto de atacar. Comprendi la ferocidad de su odio hacia mi. Provenia de su sentido de supervivencia. Serguei se habia sentido mucho mas cercano a mi que a ninguna otra persona durante el ultimo ano.

Alexei mantuvo el suspense, revolviendo los papeles de su mesa y tomandose su tiempo para encenderse una pipa. Sus movimientos eran torpes y lentos, abrumados por el dolor que sentia por la muerte del hombre que habia sido su amigo durante mas de treinta anos.

– No voy a demorarme mas -declaro, finalmente-. El ultimo testamento de Serguei, que revoca a todos los testamentos anteriores, elaborado el dia vigesimo primero de agosto de 1947, es muy simple y claro.

Se froto los ojos y se puso las gafas antes de dirigirse a Dimitri y Amelia.

– Aunque os queria a todos de igual manera y con igual carino, y quizas os produzca perplejidad por su eleccion, sus deseos son claros y exactos: «Yo, Serguei Nikolaievich Kirilov, lego todas mis posesiones terrenales, incluyendo mi casa y todo lo que la misma contiene y mi negocio, el Moscu-Shanghai, a Anna Victorovna Kozlova».

Las palabras de Alexei recibieron como respuesta un silencio atonito. Nadie se movio. Creo que estaban esperando a que Alexei anadiera algo mas, que incluyera algun tipo de condicion. En su lugar, se quito las gafas y dijo: «Eso es todo». Se me seco tanto la boca que no podia cerrarla. Dimitri se levanto y camino hacia la ventana. Amelia se hundio en el sillon. Lo que acababa de ocurrir me parecia totalmente irreal. ?Como podia Serguei, alguien a quien queria y en quien confiaba, hacerme algo asi? Habia traicionado a Dimitri tras todos sus anos de lealtad y me habia hecho su complice. Mi mente se acelero tratando de pensar en una razon, pero aquello carecia de sentido.

– ?Hizo este testamento cuando Anya y yo nos comprometimos? -pregunto Dimitri.

– La fecha indica que asi es -respondio Alexei.

– «La fecha indica que asi es» -repitio Amelia, con un gesto cargado de desden-. ?Es que no eres su abogado? ?No le aconsejaste sobre su testamento?

– Como ya sabes, Amelia, Serguei no ha estado bien durante algun tiempo. Fui testigo de su testamento, pero no le aconseje sobre el contenido del mismo -replico Alexei.

– ?Acaso los abogados aceptan los testamentos de personas de las que sospechan que no estan sanos de cuerpo y mente? ?Yo creo que no! -espeto Amelia, inclinandose sobre el escritorio. Habia sacado sus colmillos y estaba dispuesta a atacar.

Alexei se encogio de hombros. Me dio la impresion de que estaba disfrutando al ver a Amelia tan desconcertada.

– Creo que Anya es una joven de caracter impecable -declaro-. Como esposa, compartira todas sus posesiones con Dimitri y, ya que tu has sido tan caritativa con ella, estoy seguro de que mostrara el mismo tipo de amabilidad contigo.

Amelia se levanto de un salto.

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