Un policia sij se abrio camino entre la muchedumbre. Les grito a los soldados y senalo los cuerpos esparcidos en la acera.
– ?No tienen ustedes derecho a estar aqui! -les grito-. ?Este no es su territorio!
Los soldados le ignoraron y se volvieron a montar en los camiones. El capitan que habia llevado a cabo la matanza se volvio hacia el gentio y dijo: «Todos aquellos que sientan simpatia por los comunistas moriran con los comunistas. Mi advertencia es la siguiente: lo que les he hecho a ellos sera exactamente lo mismo que les haran a ustedes si les permiten entrar en Shanghai».
Me apresure por la calle Nanking, apenas consciente de adonde me dirigia. Mi mente era un revoltijo de imagenes y sonidos.
Me chocaba con la gente y con los carritos de la compra, magullandome los brazos y las caderas sin casi notarlo. Principalmente, pensaba en Tang. Aquella sonrisa retorcida, las manos destrozadas, su necesidad de venganza. No habia percibido aquel odio en los ojos de esos jovenes estudiantes.
Me encontre frente al Moscu-Shanghai y me apresure a entrar. Dimitri y Amelia estaban en la oficina, examinando los libros de cuentas con su nuevo abogado, un estadounidense llamado Bridges. El ambiente estaba cargado por el humo de sus respectivos cigarrillos, y todos fruncian el ceno con gesto concentrado. Aunque la tension entre Dimitri y yo se habia desvanecido, e incluso Amelia se habia comportado muy educadamente tras comprender que no iba a desalojarla de la casa, solo me atrevi a interrumpirles con aquel descaro por la desesperacion que sentia.
– ?Que sucede? -me pregunto Dimitri levantandose de su asiento.
Su mirada estaba cargada de preocupacion, y me pregunte cual seria mi aspecto en aquel momento.
Me ayudo a sentarme y me aparto el pelo de la cara. Me conmovio su ternura y farfulle todo lo que habia presenciado, deteniendome con frecuencia para tragar las lagrimas que me ahogaban. Escucharon mi relato atentamente y cuando termine, permanecieron en silencio durante largo rato. Amelia tamborileo con sus largas unas rojas sobre el escritorio, y Dimitri se paseo hacia la ventana, abriendola para que entrara el aire.
– Estos no son buenos tiempos -comento Bridges, frotandose las patillas.
– Yo creo en lo que Serguei decia -contesto Dimitri-: Sobrevivimos a la guerra y sobreviviremos a esto.
– Las unicas palabras sabias que tuvo a bien ofrecernos -se burlo Amelia, sacando un nuevo cigarrillo y encendiendolo.
– ?Y que pasa con los rumores? -inquirio Bridges-. Cada vez se oyen con mas frecuencia. Y un buen dia ya no hay pan, y al siguiente no hay arroz…
– ?Que rumores? -pregunte.
Bridges me observo con atencion mientras presionaba uno de sus peludos punos contra su otra mano.
– Dicen que el ejercito comunista se ha reagrupado y que esta aproximandose al Yangtse. Que por todo el pais los generales nacionalistas estan desertando y uniendose a las tropas de los comunistas. Que planean atacar Shanghai.
Contuve la respiracion. Empece a temblar desde las piernas hasta los brazos. Pense que iba a vomitar.
– ?Para que asustas a Anya? -le pregunto Dimitri-. ?Te parece un buen momento para decirle estas cosas? ?Despues de todo lo que acaba de presenciar?
– Tonterias -espeto Amelia-. El club va mejor que nunca. Esta lleno de britanicos, franceses e italianos. Los unicos que se estan poniendo nerviosos son los cobardicas de los estadounidenses. ?Y que, si vienen los comunistas? Quieren a los chinos, no a nosotros.
– ?Y que pasa con el toque de queda? -dijo Bridges.
– ?Que toque de queda? -inquiri.
Dimitri miro con enfado a Bridges.
– Sera solo durante el invierno. Para ahorrar combustible y otras existencias. Nada por lo que haya que preocuparse.
– ?Que toque de queda? -volvi a preguntar, mirando primero a Bridges y luego a Dimitri.
– Solamente podemos abrir cuatro noches a la semana. Y solo hasta las once y media -dijo Bridges.
– Es una mera precaucion para el racionamiento -comento Dimitri-. Durante la guerra, era mas grave.
– Otro acto cobardica de los estadounidenses -anadio Amelia.
– Solo sera durante el invierno -sentencio Dimitri-. Nada de lo que tengamos que preocuparnos en absoluto.
Al dia siguiente, Luba vino a verme. Llevaba puesto un traje de color azul cobalto con un ramillete de flores cosido a la solapa. Al principio, me senti incomoda, porque Dimitri y Amelia habian despedido a su marido como abogado del club, pero Luba no cambio su actitud hacia mi.
– Anya, ?mira que palida y delgada te has quedado! -comento-. Te voy a llevar a comer bien de verdad. A mi club.
La invite a entrar y me rozo al pasar, mirando por todo el apartamento como si estuviera buscando a alguien. Se acerco rapidamente al aparador y examino las munecas; despues cogio un buda de jade de la estanteria, lo estudio y paso las manos por las paredes de ladrillo visto. Entonces comprendi lo que buscaba en las cosas que estaba tocando.
– Lo echo de menos como a mi propio padre -le confese.
Su rostro se contrajo.
– Yo tambien lo echo de menos.
Nuestras miradas se cruzaron, y Luba se volvio para admirar un cuadro que representaba los jardines chinos. El sol de media manana brillaba a traves de las ventanas sin cortinas, y relucia por encima de los ondulados cabellos de Luba, formando una especie de aureola. Me recordo a la manera en la que las luces del Moscu- Shanghai se proyectaron por encima de los hombros de Serguei cuando bailamos la noche de la celebracion de mi compromiso con Dimitri. Aunque Luba era parte de nuestro circulo, nunca habia llegado a conocerla realmente bien. Era una de esas mujeres que se adaptaban tan bien al papel de ser la esposa de alguien que era imposible pensar en ella como algo mas que una extension de su marido. Siempre me habia parecido una muneca robusta y carnosa, que iba del brazo de su marido mostrando una reluciente sonrisa, pero sin revelar nunca sus pensamientos. De pronto, en un instante, nos habiamos convertido en aliadas, por habernos atrevido a recordar a Serguei con carino.
– Me voy a vestir -le dije. Despues, como por un impulso, le pregunte-. ?Estabas enamorada de el?
Se echo a reir.
– No, pero si que le queria -me contesto-. Era primo mio.
El club de Luba estaba en el camino del pozo de la risa. Era un lugar con estilo, pero tambien algo deslustrado. Las cortinas eran elegantes, pero estaban descoloridas y las alfombras orientales eran magnificas, pero raidas. Los grandes ventanales daban a un jardin rocoso con una fuente y magnolios. El club atraia a las esposas acomodadas que no podian entrar en los clubes britanicos. Estaba lleno de mujeres alemanas, holandesas y francesas; la mayoria de ellas tenian aproximadamente la edad de Luba. En el salon comedor habia mucho bullicio, por el ruido de las conversaciones y el sonido metalico de los platos y los vasos que los camareros chinos llevaban de un lado para otro en carritos de plata.
Luba y yo compartimos una botella de champan y pedimos pollo a la Kiev, escalope y tarta de queso con chocolate blanco de postre. Me senti como si estuviera viendo a Luba por primera vez. Al mirarla, era como si estuviera mirando a Serguei. No me podia creer que no hubiera notado el parecido antes. La misma corpulencia de oso. Las regordetas manos que sostenian el cuchillo y el tenedor tenian manchas que atestiguaban su edad, pero mostraban una cuidadosa manicura; sus hombros eran algo encorvados, pero la barbilla se mantenia erguida. Su piel era elastica y bien cuidada. Abrio un estuche de maquillaje y se empolvo la nariz. Tenia una pequena mancha de picadura de viruela en la mejilla izquierda, pero llevaba el rostro tan cuidadosamente maquillado que la mancha era practicamente invisible. Aunque no se parecia nada a mi madre, habia algo maternal en Luba que me hizo sentir mucho carino por ella. O quizas fue porque me recordaba poderosamente a Serguei.
– ?Como es que ninguno de los dos me ha mencionado nunca que erais primos? -le pregunte mientras nos retiraban los primeros platos de la mesa.
Luba sacudio la cabeza.
– Por causa de Amelia. Serguei no quiso escucharnos cuando le dijimos que no se casara con ella. El se sentia solo y ella buscaba una manera facil de entrar en el mundo del lujo. Como ya sabes, las leyes en Shanghai
