Me alivio descubrir en el recibidor al gentio, que llenaba de colorido la nivea estancia. Las risas de la gente hacian eco contra la lampara de arana y los espejos dorados. Me senti encantada al ver a toda aquella gente. Habia imaginado que simplemente encontraria lo que Dimitri me habia contado: clientes de segunda categoria, a los que habia estado recibiendo para mantener el ritmo del club. Sin embargo, la gente a la que vi quitandose capas de lujosas lanas y sedas y entregandoselas a las chicas del guardarropa era la de siempre. Casi se podian catar sus aromas en el aire: perfumes orientales, pieles, buen tabaco y dinero.
Deje mi abrigo en el guardarropa y me percate de que un joven me estaba observando. Estaba inclinado sobre el mostrador, balanceando un vaso de ginebra entre los dedos. Los ojos del hombre se posaron sobre mi vestido y me dedico una sonrisa que parecia mas un guino. Llevaba puesto el
La muchedumbre que se dirigia a la sala de baile casi me aplasto. En el escenario, una banda de negros vestidos con trajes color berenjena tocaba jazz con impetu. Los musicos estaban muy animados. Sus rectos dientes y sus pieles de ebano relucian bajo los focos. La pista estaba atestada de gente que se agitaba al ritmo de los chirridos de la trompeta y el saxofon. Localice a Dimitri cerca de la entrada del escenario, hablando con un camarero. Se habia cortado el pelo, dejandose al descubierto las orejas y la zona de la frente. Ese peinado le daba un aire mas joven. El camarero se marcho, y Dimitri miro en mi direccion, pero no me reconocio hasta que me acerque. Cuando lo hice, fruncio el ceno. Me quede perpleja por su desagrado manifiesto. Amelia se precipito hacia el para decirle algo. Pero cuando el no reacciono, siguio la direccion de su mirada, que apuntaba hacia mi. Un atisbo de recelo paso por su rostro. ?Por que le inspiraba tanta desconfianza?
Dimitri se abrio paso hasta donde yo estaba.
– Anya, deberias estar en casa -me dijo, agarrandome por los hombros, como si yo estuviera a punto de sufrir un colapso.
– No te preocupes -le conteste-. Solo me quedare hasta la medianoche. Lo unico que queria era venir a darte animos.
Aun asi, Dimitri no sonrio. Se encogio de hombros y dijo:
– Vamos, entonces. Tomemos una copa en el restaurante.
Le segui escaleras arriba. El maitre del restaurante nos sento en una mesa que tenia vistas a la pista de baile. Me di cuenta de que Dimitri estaba contemplando mi vestido.
– ?Lo recuerdas? -le pregunte.
– Si -contesto, con un destello en la mirada. Por un momento, pense que habia lagrimas en sus ojos, pero solo era la iluminacion.
El camarero nos trajo una botella de vino y lleno nuestras copas. Nos comimos dos pequenos
– Eres una chica muy hermosa -me dijo.
Me recorrio una vibracion de placer. Me acerque a el, con el dolor del anhelo por la felicidad que se nos habia escapado de las manos desde que se conocio el contenido del testamento de Serguei. «Vamos a volver a estar bien -me dije para mis adentros-, todo va a ir mejor a partir de ahora.»
Aparto la mirada y se contemplo las manos.
– No quiero que haya mentiras entre nosotros, Anya.
– No hay mentiras -le conteste.
– Amelia y yo somos amantes.
La respiracion se me paro en mitad de la garganta.
– ??Que!?
– No ha sido intencionado. Yo te amaba cuando me case contigo -confeso Dimitri.
Me aparte lentamente de el. Se me puso la piel de gallina.
– ??Que!?
Se me retorcieron las entranas. Mis sentidos comenzaron a abandonarme uno tras otro. La musica parecio ralentizarse, todo se me volvio borroso. Agarre mi copa de vino, pero no podia notarla al tacto.
– Ella es toda una mujer -me dijo-. Ahora es precisamente lo que necesito: toda una mujer.
Me levante de la mesa, golpeando mi copa. El vino tinto salpico el blanco mantel. Dimitri no se percato. El espacio entre nosotros se distorsiono. En lugar de estar en la misma mesa, pareciamos estar en extremos opuestos de la habitacion. Dimitri sonreia. El extrano que en su momento habia sido mi marido no me miraba. Estaba a kilometros de distancia. Un hombre enamorado de otra persona.
– Siempre hubo algo entre nosotros -dijo-, pero hizo falta la muerte de Serguei para abrir esa puerta.
El retortijon que sentia en mi interior se convirtio en un dolor abrumador. «Si me marcho, nada de esto se hara realidad», me dije. Le di la espalda a Dimitri y me abri paso lentamente entre las mesas. La gente levanto la mirada de sus cenas o paro de hablar en mitad de una frase para observarme. Trate de mantener la cabeza alta, de dar la sensacion de la perfecta anfitriona, pero las lagrimas se mezclaban con el maquillaje compacto de mi rostro y me recorrian las mejillas.
– ?Se encuentra bien? -me pregunto un hombre.
– Si, si -le conteste, pero se me doblaron las rodillas. Me agarre a un camarero que pasaba con una bandeja de bebidas. Nos caimos juntos y una copa de champan se rompio bajo mi peso.
Poco tiempo despues, volvi en mi y me encontre de nuevo en el apartamento, mientras Mei Lin me sacaba con pinzas los trozos de cristal del hombro. Me habia dormido la zona con hielo, pero todo el hombro se me habia hinchado para convertirse en un bulto color ciruela. El
– Si ya has acabado de limpiarlo -le ordeno a Mei Lin-, vendalo y llamaremos al medico manana.
La muchacha lo observo, notando que algo andaba mal. Presiono una bola de gasa algodonosa contra la herida y la fijo con una venda. Cuando termino, le dedico a Dimitri una ultima mirada enfurecida antes de escabullirse de la habitacion.
– Se esta volviendo muy insolente, esa nina. No deberias malcriarla tanto -comento, mientras se ponia el abrigo.
Me puse en pie y me tambalee como si estuviera borracha.
– ??Dimitri!! ?Yo soy tu mujer!
– Ya te he explicado la situacion -me dijo-. Tengo que volver al club.
Me incline sobre la puerta, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. ?Como podia estar haciendome esto Dimitri? ?Como podia decirme que estaba enamorado de ella? ??De Amelia?? Senti un pinchazo en la cara y comence a llorar. Lloraba con demasiada violencia para mis magulladas costillas y tuve que jadear para conseguir respirar.
– ?Basta ya! -exclamo Dimitri, intentando sortearme. Parpadee para mirarle entre las lagrimas. En su rostro se vislumbraba una dureza que jamas antes habia visto. Supe entonces que ni con todas las lagrimas del mundo podria cambiar nada.
Una enfermedad dio paso a otra diferente. A la manana siguiente, Mei Lin trato de hacerme ingerir el desayuno, pero no podia tragar ni una sola cucharada de huevos revueltos. Tener el corazon roto era mucho peor que una simple fiebre. Notaba en cada parte de mi un dolor incontenible. Apenas podia respirar. Dimitri me habia traicionado y me habia dejado sola. No tenia a nadie. No tenia un padre, ni una madre, ni un tutor, ni un marido.
Luba se presento en la puerta de casa en menos de una hora cuando la llame. Acostumbraba a llevar el cabello impecablemente arreglado, pero aquella manana algunos mechones sueltos se le caian por la espalda. Una parte de la solapa del cuello de su vestido se le habia quedado por dentro. Experimente una extrana sensacion de alivio cuando vi mi confusion reflejada en su apariencia.
Tras echarme un vistazo, se apresuro a entrar en el bano y regreso al cabo de un momento con una toalla humeda para lavarme la cara.
– Lo peor de todo esto es que tu trataste de prevenirme -le confese.
– Cuando hayas descansado y hayas comido algo -me contesto-, veras que las cosas no son tan malas como