son complicadas en lo que respecta a los rusos. Todo el resto de los extranjeros debe someterse a las leyes de sus respectivos paises, pero nosotros debemos acatar las leyes chinas en la mayoria de los casos. Teniamos que dar todos los pasos necesarios para proteger mis activos.
Luba paseo la mirada por la habitacion en busca del camarero, pero el estaba ocupado tomando nota en otras mesas, por lo que cogio ella misma la botella de champan por el cuello y relleno nuestras copas.
– Anya, tengo que hacerte una advertencia -me confeso.
– ?Advertirme sobre que? -le pregunte.
Aliso el mantel con la mano.
– Alexei fue quien aconsejo a Serguei para que hiciera el nuevo testamento y dejara fuera a Dimitri.
Me quede mirandola, boquiabierta.
– ?De modo que Serguei no estaba enajenado?
– No.
– Eso casi ha provocado que mi matrimonio se fuera a pique -le dije, con un tono de voz mas tenso-. ?Por que aconsejaria tu marido una cosa asi a Serguei?
Luba dejo caer la copa en la mesa con un golpe, lo que hizo que el champan salpicara la mesa.
– Porque Dimitri nunca escucho a Serguei cuando trato de prevenirle sobre Amelia. Cuando se casaron, Serguei le dio a Amelia joyas y dinero. Pero nunca le prometio el Moscu-Shanghai. El club no era para nadie hasta que aparecio Dimitri. Y sin embargo, de algun modo, Amelia consiguio convencer a Dimitri de que ambos iban a compartirlo a la muerte de Serguei.
Sacudi la cabeza. No estaba preparada para decirle a Luba que ya habia cedido el club a favor de Dimitri precisamente con ese fin.
– Aun asi, sigo sin entender nada -le conteste.
Luba me estudio durante un momento. Note que habia algo mas aparte de lo que me habia revelado, pero queria asegurarse de que yo fuera lo suficientemente fuerte para escucharlo antes de continuar. Desee que pensara que no lo era. No podia soportar oir ni una palabra mas.
El camarero llego con el carrito de los postres y coloco en medio la tarta de queso que habiamos pedido para compartir. Cuando se marcho, Luba cogio el tenedor y lo hundio en el cremoso postre.
– ?Sabes lo que Amelia realmente quiere? -me pregunto.
Me encogi de hombros.
– Todos conocemos a Amelia. Siempre lo quiere todo a su manera.
Luba sacudio la cabeza. Inclinandose hacia delante, susurro:
– No todo a su manera. No, realmente. Lo que quiere es el alma de la gente.
Sonaba tan melodramatico que casi me eche a reir, pero algo en la mirada de Luba me lo impidio. Podia notarme el pulso en el cuello.
– Los devora, Anya -continuo-. Se adueno del alma de Serguei hasta que tu viniste y lo liberaste. Y ahora, tambien estas alejando a Dimitri de ella. ?Crees que se va a quedar contenta con eso? Serguei te ha dado la posibilidad de extirparla de tu vida como si de un cancer se tratara. Dimitri no es lo suficientemente fuerte para hacerlo el solo. Por eso, Serguei te dejo el club a ti.
Deje escapar una risita nerviosa y me tome un bocado de tarta, tratando de disimular el terror que me estaba empezando a reptar por las venas.
– Luba, de verdad, no puedes creer que ella quiera el alma de Dimitri. Ya se que es perversa, pero no es el demonio.
Luba dejo caer el tenedor en su plato.
– Anya, ?sabes que tipo de mujer es? Quiero decir, ?lo sabes realmente? Amelia llego a China en compania de un traficante de opio. Cuando una banda de la mafia china lo asesino, comenzo a perseguir a un joven banquero estadounidense cuya mujer y dos hijos todavia estaban en Nueva York. El trato de alejarla de su vida, asi que ella le escribio una carta llena de mentiras a su mujer. La joven esposa lleno la banera de agua caliente y se corto las venas.
El acido dulzor de la tarta se me volvio amargo en la boca. Recorde mi primera noche en el Moscu-Shanghai y lo que habia dicho una de las esposas de los capitanes sobre que Amelia habia arruinado la vida de un buen hombre.
– Luba, me estas asustando -le dije-. Por favor, dime sobre que estas tratando de advertirme.
Una sombra parecio pasar por la habitacion. Se me puso la espalda rigida. Luba tirito, como si hubiera sentido tambien la sombra.
– Es capaz de cualquier cosa. No me creo que Serguei tuviera un ataque al corazon. Lo que creo es que ella lo enveneno.
Deje caer la servilleta sobre la mesa y me levante, mirando en direccion al aseo de senoras.
– Disculpame -le dije, luchando contra las manchas negras que me enturbiaban la mirada.
Luba me agarro de la muneca y me obligo a sentarme de nuevo.
– Anya, ya no eres una nina. Serguei ya no esta aqui para cuidar de ti, debes afrontar la realidad. Debes deshacerte de esa mujer. Es una vibora al acecho, y esta esperando el momento para engulliros de un solo bocado.
7
A finales de noviembre, se demostro que la prediccion de Dimitri de que no nos veriamos afectados por la guerra civil era equivocada. Los refugiados provenientes del campo llegaban a cientos a Shanghai: recorrian penosamente arrozales congelados y caminos enlodados, transportando todas las pertenencias que podian llevarse con ellos en rickshaws y carretillas. Por las calles, habia demasiados mendigando, que fallecian de hambre ante nuestros ojos, convirtiendose en bultos ovillados de andrajos. Los barrios bajos se superpoblaron, y todos los edificios vacios fueron invadidos por ocupantes ilegales. En las calles, merodeaban en torno a debiles fogatas y ahogaban a sus hijos cuando ya no podian soportar verles sufrir mas. El hedor a muerte se mezclaba con el aire glacial. La gente andaba por la calle con panuelos bajo la nariz; los restaurantes y los hoteles rociaban su interior con perfume e instalaban esclusas de aire para evitar que el hedor apestara sus locales. Cada manana, los camiones de la basura patrullaban por toda la ciudad, recogiendo los cadaveres.
El gobierno nacionalista continuo censurando los periodicos, y lo unico que leiamos eran articulos sobre la moda de Paris y los partidos de criquet en Inglaterra. Aunque la inflacion estaba paralizando la economia, en los tranvias y las calles comerciales, todo estaba cubierto de carteles publicitarios de nuevos electrodomesticos. Los magnates comerciales de Shanghai trataban de convencernos de que todo iba bien. Sin embargo, no podian poner fin a los rumores en cafes, teatros, bibliotecas y salones. El ejercito comunista habia acampado a la orilla del rio Yangtse para estudiarnos. Estaban esperando a que acabara el invierno, reuniendo fuerzas antes de marchar sobre Shanghai.
Una manana, Dimitri volvio mas tarde de lo habitual del club. Yo no le habia acompanado porque tenia un fuerte resfriado. Todavia tenia fiebre cuando le abri la puerta. Su rostro demacrado presentaba una expresion desolada. Tenia los ojos inyectados en sangre.
– ?Que sucede? -le pregunte, ayudandole a quitarse el abrigo.
– No quiero que vengas mas al club -me contesto.
Me sone la nariz con un panuelo. Sentia nauseas, asi que me sente en el sofa.
– ?Que ha pasado?
– Nuestra clientela tiene miedo de salir por la noche. Cada vez es mas dificil cubrir los gastos. El cocinero jefe ha huido a Hong Kong y no he tenido mas remedio que contratar a uno de los cocineros del Imperial, que es la mitad de bueno que el nuestro, y pagarle el doble para que se quede con nosotros.
Dimitri cogio una botella de whisky y un vaso del aparador y se sirvio una copa.
– Voy a tener que bajar los precios para poder atraer a mas gente… Solo hasta que todo pase. -Se volvio hacia mi. Se encorvo, como un hombre al que le acabaran de golpear-. No quiero que lo veas. No quiero que mi